Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Abril 20 del 2018.
DEL
LIBRO
Veritelius
de Garlla, Apóstol Gentil
35 de 130
Cesarea de
Palestina, Provincia de Iudae
Iulius XXV
Año XX del
Reinado de Tiberio Julio César
DE REGRESO A CAPREÆ
Como
lo tenemos previsto, a primera hora de la mañana estamos zarpando de regreso a
casa: a Novus Villa Garlla - Capreæ; ahora nuestra ruta será por el Mare Nostrum Septentrional pero siempre
sin costear, sino surcando el mar; tomando las ventajas de mareas, corrientes y
vientos que nos impulsen hacia nuestros destinos individuales, en una palabra
aprovechando la naturaleza. De Cesarea
de Palestina a la antiquísima Curium en Cyprus;
a Canea en Creta; a Reghium en
nuestra amada Italia; y a Capreæ,
nuestro hogar. Si Neptunis y Mercurius nos
protegen, llegaremos en ocho días, habiendo navegado seis, pues nos detendremos
dos en Canea para que la “Liburna
Christina” sea revisada y reacondicionada, si fuese necesario. Estarán felices el Naviero Sóstenes Kirítis y
el Præfecto Abdera de comentar todas
nuestras andanzas marinas del último mes: más de tres mil millas romanas en
treinta y cinco días de uso y veintitantos de navegar de la maravillosa “Christina”, la navis del “Cristus Mandatus”.
En
esta época del año, los vientos siempre son favorables para los viajes del meridio al septentrio, porque llevan ese mismo rumbo y los remerii tienen descansos más
prolongados, lo que resulta muy bueno para conservar sus fuerzas en los
momentos duros de todos los viajes, durante las marejadas de olas cortas y
profundas. El Præfecto Silenio tiene algunas ideas que me ha comentado respecto a
las velas y los vientos, las cuales quiere discutir con Sóstenes; yo la verdad,
no le he comprendido bien, espero que entre ellos dos sí se entiendan. En tres días podrán hacerlo. Las primeras doscientas millas de nuestro
viaje, subiendo de Cesarea a Cyprus,
serán como ‘un paseo por el jardín’, así ha dicho el osado nauta. La última vez que dijo eso fue la noche antes
de llegar a Cesarea de Palestina y tuvimos que navegas seis horas extras para
sortear la tempestad.
Realmente
estoy feliz con los acontecimientos variadísimos que hemos tenido (muchos de
ellos no planeados), que han resultado en beneficio de nuestra misión; los
recursos humanos, materiales, financieros y tácticos de esta singular campaña
que hemos llamado “Christus Mandatus”,
han aportado la cantidad de beneficios que se esperaban y los logros se han ido
presentado en consecuencia. El
comportamiento de los hombres, todos, ha sido ejemplar; cada uno en su puesto y
en su responsabilidad ha demostrado que puede dar más, que está listo para un
ascenso o para un cambio benéfico de su hacer, su pensar o su actuar. Desde Tadeus, mi Asistente y segundo al mando
en este proiectus, hasta el remerii menos apto (si es que hubiera
alguno), todos se han desempeñado con una intelectualidad superior respecto de
sus facultades o habilidades físicas; y esto es muy bueno, pues nos sentimos
más hombres, más humanos, menos animales, menos cosa.
Cuando
las facultades superiores (el intelecto), avanzan sobre las inferiores
(físicas), sin importar cuál sea la labor fundamental ni lo exclusivamente
material de nuestras acciones, el hombre se siente realizado, superior,
socialmente útil. Siempre he pensado (y
así trato a mis tropas), que la voluntad siempre ha de ejercer dominio delante
de la necesidad. Cuando un comando de
hombres es empujado por su líder a pensar antes de actuar, a usar su intelecto
a través de sus tareas físicas, el hombre siente realizado; percibe claramente
cómo pensando se hacen mejor las cosas, que solamente actuando. Empujar un remo, empuñar una espada o una
lanza, dominar o dirigir una cabalgadura; son acciones puramente físicas; sin
embargo, cuando uno usa esa fuerza o esa habilidad conscientemente, con la
mente por delante, de inmediato nota la diferencia del resultado.
Así
siento que se sienten todos en lo que hemos logrado en el “Christus Mandatus”; no importa que su trabajo sea solo hacer, no
importa que su trabajo solo sea pensar, (los remerii como ejemplo de los primeros y Tadeus como ejemplo de los
segundos), creo que todos están sintiendo su participación muy personal en
nuestra ‘campaña’, están sintiendo que lo que hacen individualmente para el
grupo, se está notando; no están pasando desapercibidos. Igual que en el frente, igual que en el campo
de batalla. En Canea tendremos nuestra
cena para revisión de actuación individual y grupal.
Cuando
se navega, los tiempos de atención personal cambian mucho; cambia cómo se
duerme y cuánto se duerme; cambia cuándo se come, cuánto se come y qué se come;
cambia la higiene, cambia la sociabilización, cambian las prioridades
todas. En lo primero que uno piensa es
en sobrevivir; en llegar sano y salvo a tierra entre un puerto y otro. Todos los hombres nos sentimos morir en el
mar, no importa que tan osado marino se sea; tampoco importa cuántas opciones
de supervivencia se crean tener por cómo o cuánto puedo nadar; tres días
náufrago en el mar, son mortales; tres días perdidos en el desierto, en el
bosque o en cualquier lugar en la tierra, siempre guardan esperanza de
subsistencia. Por eso cuando uno se
embarca, la vida cambia.
Sin
embargo, nuestro Præfecto de Navis conduce
esta liburna con tal destreza y
suavidad, que uno se olvida que ha dejado tierra firme. Hemos llegado a Curium, en Cyprus, y la “Christina” fondeará toda
la noche en la amplia bahía del lugar; es el final de la segunda vigilia y no
hemos cenado; lo haremos de inmediato y solo serán pequeñas raciones de pan,
queso seco, pescado asado y mustus. El descanso es obligatorio, ya que la
siguiente jornada son dos días completos en el mar sin opción; algo que puede
reclamar vigilia completa en la noche siguiente.
Curium, Cyprus
Iulius XXVI
Año XX del
Reinado de Tiberio Julio César
DE ISLA A ISLA,
SOLO MAR
Todo
el “Christus Mandatus” es una
aventura; desde el Comandante Supremo del Proyecto, el mismísimo César, hasta
el último hombre que está asignado a él.
Es cierto que yo soy un hombre apegado a la adoración de los dioses, que
creo que ellos nos observan y ayudan, o no, en cuanto hacemos; también es
cierto que he leído mucho respecto de algunas religiones, la romana, por
supuesto; la egipcia, la griega y algo de los germánicos; pero de allí a que yo
pueda tener tratos con las autoridades religiosas de una nación teocrática como
los Iudaicus, hay una enorme
diferencia (además, ni siquiera sabía que tenían tal forma de religión y
severísimas costumbres).
Tadeus,
mis Centuriones y yo, podemos resolver cualquier problema militar en el campo
de batalla, en los suministros o en el reclutamiento; pero de allí a que seamos
capaces de manejar una situación político militar como la de Poncio Pilatus, en
la que se podía iniciar una confrontación armada entre militares del Ejército
Imperial, hay una enorme diferencia.
También
es cierto que durante mis años de servicio en la Militia Romana sugerí algunas modificaciones en armas, equipos y
estrategias, pero de allí a poder dar seguridad futura a un proyecto tan sui
generis como el “Christus Mandatus,
hay una gran diferencia.
Estos
han sido los riesgos que el Emperador ha tomado en mi persona; su muy
particular aventura en esta misión. Los
míos, mis riesgos, han sido hasta cierto punto consecuenciales: Tadeus, los emissarii, los nuevos Centurios, el Præfecto Silenio, la “Liburna Christina”, los viajes náuticos
nocturnos y de mar profundo; todo ha sido una aventura. A este día, nosotros llevamos ciento cinco
días trabajando para el “Christus
Mandatus” y los resultados podrían resumirse en:
·
Se
juzgó, se condenó y se inhabilitó al Procurador Romano de Iudae, el Gral. M. L.
Poncio Pilatus.
·
Se
contactó y garantizó justicia y Pax Romana a los afectados directos por el
Juicio de Iesus Nazarenus; tanto
Apóstoles como Discípulos.
·
Se
establecieron las bases para dar continuidad a la ‘Predicación del Evangelio’
(así le llaman ellos), por parte de los prosélitos del Mesías.
¿Cómo
y cuándo sabremos que esto haya sido suficiente?
·
Cuando
Poncio Pilatus esté en la cárcel o haya sido ejecutado;
·
En
tanto los seguidores de Iesus Nazarenus
gocen de libertad y seguridad;
·
En
cuanto los Jerarcas dejados por Iesus
Christus cumplan sus cometidos.
Por
el Imperio y Roma, y en tanto viva Tiberio César, no quedará; se ha hecho lo
que debió hacerse. La continuidad de las
cosas, aún de la Voluntad Divina en la tierra, depende de los hombres; y esos
son los seres más cambiantes de la creación, según enseña el Génesis o
Be-Reshit de la “Biblos Hebraicus”
Este
Præfecto Abdera nos trata como a
presidiarios de su ‘ratis’ (esas
barcas tan pequeñas que solo caben tres personas): el alimento de la mañana, es
peor que el de los días más aciagos del invierno germánico; el prandium del mediodía mejora un poco,
pero todos debemos hacerlo en ‘nuestros puestos’; y la cena de ayer solo fue buena porque no
comí pescado. Lo peor del caso, es que
no puedo contradecirle en sus órdenes, pues también es el responsable de la
salud de los tripulantes. La cena que
tuvimos en Cesarea de Palestina, cuando regresamos de Hierosolyma, es el último momento agradable de comida que recuerdo,
y de eso hace ya tres días. Hoy todo
parece indicar que el nauta nos seguirá tratando como sus esclavos; ya me las
pagará cuando estemos en tierra firme y fuera de su ‘ratis’; casi todo perdono, menos que me den mal de comer.
A
la segunda hora de la segunda vigilia nos llaman a la cena sobre cubierta y yo
tengo un hambre de tritón; sin embargo, nos han dado de ‘cenar’: pescado asado,
hortalizas en vinagre y aceite de oliva y ‘mustus’
blanco. Esto ya raya en la ofensa, tal
parece que Silenio nos quiera matar de hambre.
Como
cualquiera otro de la tripulación, tomo mi plato y me sirvo, desatendiendo los
esfuerzos de Tadeus y los demás Centuriones por hacerlo ellos. He tomado un pedazo de pescado, una pieza de
cada una de las hortalizas y me he servido una copa del (seguramente
horripilante) vino mosto blanco (que es lo que mi amada esposa Lili le da a los
niños cuando enferman del estómago); me planto delante del nauta Silenio con
una cara de “¿qué es esto?”, a fin de mostrarle mi descontento. El Præfecto
simplemente me ve y me dice:
–
¿Ha perdido el
apetito Tribunus Legatus? ¿Se siente Usted bien? ¿Está mareado por el viaje?
–
No Præfecto
Abdera, ninguna de las tres preguntas es correcta; le digo con voz
calmada; pero inmediatamente después le grito: ¡¡Lo que quiero es comer!! Inmediatamente se hace un sepulcral
silencio y el hombre no acierta qué hacer ante mi sorpresiva reacción; en
cambio Tadeus y los Centuriones se han dado cuenta de mi ‘broma’, empezando ellos
a golpear sus platos con la cacha sus dagas, diciendo:
–
¡¡Queremos
comer!! ¡¡Queremos comer!! ¡¡Queremos comer!!, soltando inmediatamente sonoras
carcajadas. Finalmente se da cuenta
Silenio que se trata de una burla de su superior; y les digo a todos para que
no haya ninguna duda de esta guasa:
–
¡¡¡Cuando
lleguemos a tierra firme, aunque sea una isla pequeña, yo pagaré las opíparas
viandas de todos, con carne hasta que se harten!!! Y entonces me
volteo y le digo al Nauta: – ¡¡Pero Usted
no estará invitado, Præfecto Abdera!! ¡¡¡estará en el calabozo del lugar, solo
a pan y agua!!!
Las carcajadas
se generalizan por toda la ‘Liburna
Cristina’ entendiendo la broma
y el pobre Centurión del Mar no tiene más, que apenarse por la situación que le he creado.
–
¡Ave Tribunus
Legatus!,
gritan todos por el gusto de lo ocurrido.
–
¡Ave Tiberius
Iulius Cæsar!, les
respondo yo.
–
¡Ave César! vuelvan a
gritar.
La
noche está de tal manera calmada, que no se aprecia ni un solo movimiento ni en
el mar ni en la superficie; no hay viento, ni brisa, ni ruidos. El cielo está negro total; no se ve una sola
estrella, pues unas nubes muy altas tapan por completo el firmamento. Estamos en el Ponto Profundo del Mare Nostrum, la inmensidad del mar; uno de los
dos lugares que tiene este gran mar de Europa, África y Asia Menor en donde en
un radio de doscientas millas en cualquier distancia, no hay nada más que agua;
y salada, por si fuera poco. El otro de
esos lugares lo navegamos en nuestro trayecto de ida: entre Reghium y Apollonia. Estos son los
días de calma que preceden a los de tormentas.
Espero que cualquiera de esas nos tome anclados.
Los
remerii descansan porque no hay prisa
de llegar a ningún lugar; simplemente queremos llegar. Pronto amanecerá y la navegación comenzará de
nuevo.
Ponto del
Mare Nostrum
Iulius XXVII
Año XX del
Reinado de Tiberio Julio César
EN MEDIO DE NADA
El
día nos encuentra prácticamente en el mismo lugar que nos dejó ayer; otra vez
los ínfimos alimentos de Silenio para el desayuno, y los gritos del comandante
de la nave suenan a diestra y siniestra, arriba y abajo de la liburna para poner en movimiento la navis.
Quiere aprovechar el cambio de temperatura que genera ráfagas
intermitentes de viento para ponernos en marcha. Es bueno el hombre, sabe su oficio; este præfecto es mi nautis adventûra.
Todos
los que somos de scriptorîum
trabajamos duro sobre nuestras tareas; los cinco scriptôris no cesan de redactar, partiendo de sus graphus con los que han tomado lo dicho
a cuanta plática, diálogo o audiencia han asistido. Otra vez mi cabina y la de ellos es un cúmulo
de libros y escritos meticulosamente protegidos y guardados. Son ‘nuestro botín
de campaña’, invaluables documentos para la posteridad; y son apenas el
principio de otros miles que habremos de tener: todo es cuestión de que los
Apóstoles de Iesus Christus, y los
Discípulos que ellos ordenen, se pongan a escribir. Con la primera misiva que yo reciba de
cualquiera de ellos, daré por hecho que esto continuará; y eso debe suceder en
el transcurso de un mes a partir de hoy.
Fondeando Creta
Iulius XXVIII
Año XX del
Reinado de Tiberio Julio César
CANEA, OTRAS
SORPRESAS
Como
si lo hubiésemos planeado de forma meticulosa, estamos arribando a Canea a la
décima hora del día, una hora antes de la cena; para que descendamos y nos
dejemos agasajar con pingües viandas por nuestro anfitrión. Y Silenio, al calabozo más cercano que haya,
para que purgue nuestro sufrimiento.
Sóstenes Kirítis tiene más muelles que Cesarea de Palestina y Ostia,
juntas; el poder económico de este hombre es tal, que podría armar su propia
flota si deseara. Ha traído a toda la
gente del pueblo de Canea (o al menos así parece), pues una multitud nos saluda
a lo largo de la costa del amplísimo golfo donde está ubicado el puerto. Supongo que no somos los únicos a quien se da
este recibimiento (siendo también probable que no sea para nosotros), sino que
se encuentren tan a gusto porque están viendo a la “Liburna Christina”, ya que fue aquí precisamente en donde se
construyó.
El
Præfecto Abdera, consciente de esto, ordenó limpieza completa de la navis justo
antes de la llegada. Las impresionantes
velas color azul celeste, con la línea del pez en índigo, lucen esplendorosas
por los rayos de luz del Sol Poniente; hay muchas otras naves, pero la más
bella es la nuestra, sin lugar a dudas.
En tanto pasamos por los muelles, se pueden apreciar diversas formas y
tamaños de embarcaciones en sus diferentes fases de construcción; hay desde las
que solo tienen quilla y largueros curvos (que semejan el esqueleto de la
nave), hasta las que ya tienen hasta las velas puestas, pero recogidas a sus
palos y mástiles. Justo en el lugar en
donde un hombre agita una bandera roja, Silenio corta el agua con el timón fijo
en la popa y detiene la “Liburna
Christina” a babor en el muelle que está desocupado de otras naves.
Como
si estuviera recibiendo a un hijo que desde hace mucho tiempo no ve, el naviero
Sóstenes Kirítis se lanza a toda prisa por el muelle para recibirnos al pie de
nuestra nave.
–
¡Ave César,
Tribunus Legatus!,
gritan todos encabezados por el cretense, cuando descendemos.
–
¡Ave Tiberius
Iulius Cæsar!, les
respondemos nosotros.
–
¡Ave César! vuelven a gritar
todos.
–
¡Tribunus
Legatus Veritelius de Garlla, héroe de mil batallas y ahora de una más, la más
importante de todas, la batalla del honor, la ley y le justicia!; me recibe
diciendo muy emocionado el naviero. ¡Es
un inmenso honor para nosotros su arribo a estas olvidadas tierras insulares!,
¡¡Sea Usted bienvenido a su casa!!; y se me lanza con los brazos abiertos
para abrazarme con firmeza y plantarme un beso en cada mejilla.
–
¡Ave César!,
Sóstenes Kirítis,
le digo, apenas puedo reponerme de su emocionado recibimiento y saludo.
–
Tribunus Legatus
Veritelius de Garlla, estaba yo con nuestro amado Emperador cuando recibió la
misiva de los primeros resultados de su viaje a Hierosolyma; y puedo
anticiparle que es la ocasión en que más feliz he visto al César, es más, no
recuerdo en que haya dicho en alguna otra vez: “Este hombre verdaderamente es
un elegido de los dioses; no hay cosa que haga o que toque y permanezca inerte
al bien que posee.” ¡Le felicito, Tribunus
Legatus, Usted sabe lo difícil que es sacarle un reconocimiento al César, menos
aún un elogio!
–
No tiene por qué
contarme esas confidencias, Sóstenes; le contesto, menos aún si son tan comprometedoras.
–
Caro que sí,
Tribunus Legatus, más aún tratándose de una amigo común entre el César y yo;
Veritelius de Garlla. Pero dejémonos de
halagos sinceros de bienvenida y vallamos a disfrutar la gran cena que hemos
preparado a nuestros héroes; refiriéndose también a Tadeus y a
Silenio que se nos han unido y hacen guardia a mis espaldas.
Si
Rubicus Antanae fue capaz de aquella reunión realizada en Parma, cuando
viajábamos de Mediolanum a Roma, tan fastuosa como opipârus, Sóstenes ha superado en imaginación lo ya vivido. Estos hombres gastan miles de ‘aureus’ en sus banquetes sin importarles
nada; son tan ricos en oro que pareciera que no tienen límite.
–
Yo sé que usted
es de las personas que dicen “Non
memoria oscuratta est” (“Sin perder la conciencia”), Tribunus Legatus; me dice el naviero, y además estoy cierto de que deben descansar. Cuando Usted guste pueden retirarse a sus
aposentos, mis sirvientes estarán atentos a su indicación. Mañana me voy a dar el gusto de presentarle a
dos magníficos jóvenes que podrán serle útiles en el “Christus Mandatus”; ya
están aquí, pero no los he invitado a esta reunión ‘porque no soportan las
bacanales romanas’ así me han dicho ambos; y debo decirle que entre ellos no se
conoce; qué coincidencia, ¿no? Uno es de
Antioquía de Syria, de nombre Lucanus; y el otro es de aquí, de Creta y se
llama Silvano, pero nosotros lo conocemos por Silas.
–
Le agradezco
todas sus finas atenciones, Sóstenes Kirítis; le respondo, así como las valiosísimas ayudas que nos ha
facilitado; comenzando con ‘La Liburna Christina’ a la cabeza, más todo el habilitamiento
náutico que nos ha suministrado. El
César sabrá recompensarle, estoy seguro de ello.
–
Ya lo ha hecho,
mi querido amigo Veritelius de Garlla; me distingue con su amistad y eso ya es
muchísimo; me
contesta él. Pero esos son asuntos de mañana en adelante; hoy solo a disfrutar,
Tribunus Legatus.
Siempre
le he reconocido algo a Tiberio César; tiene una capacidad enorme y certera
para seleccionar a los hombres de sus grupos: ya sea en la militia, en el Senado, o sus círculos de amistades. Si debo incluirme en ellos, podría decir que
todos le tenemos sinceridad y fidelidad ante todo; ese podría ser un
identificador común de sus allegados.
† †
†
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
Tu Palabra es La Verdad.
También me puedes seguir en:
Solo por el gusto de Proclamar El Evangelio
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