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jueves, 22 de febrero de 2018

V, De G. - 27 - Con el Primer Discípulo que me Reúno.


Santifícalos con La Verdad.

Ciudad de México, Febrero 23 del 2018.
Cumpleaños de mi amada esposa Lilia. 

DEL LIBRO
Veritelius de Garlla, Apóstol Gentil
27 de 130


CON EL PRIMER DISCÍPULO
QUE ME REÚNO.

Apollonia, Cyrenaica
Iulius VIII
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

Todas las tropas Romanas apostadas en Apollonia están presentes en los muelles y la explanada del puerto; la recepción tiende a ser algo realmente grande.  Nunca en la historia de Cyrenaica como Provincia, se habían reunido dos Comandantes Supremos Militares de Ejército Imperial Romano; Marco Cayo Agripa, Tribunus Legatus de África–Gætulia, y yo, nos hemos reunido otras tres veces: la primera ocurrió en Alexandria, Ægyptus; la siguiente en Gades, Hispania, y la última en Cartago.  Él es un anciano muy querido por Tiberio Julio César, y muy respetado por mí; de más de ochenta años de edad, lúcido y hábil para la Política Provincial Romana.  Es temido en el Senado por sus propuestas invariablemente imperiales y por su pausada y desesperante retórica en defensa de la Provincia como forma de gobierno; yo podría decir que es el ‘padre’ de esos mandatos de Procuradores.  A mí, siempre me ha tratado el venerable hombre como el ‘Joven General de Tiberio’, pero siempre muy respetuosamente.

Por supuesto, junto a él sin excepción, está Camito Apión, Procurador de Cyrene, quien hoy hace las veces de anfitrión de dos de los tres Tribunus Legatus que existen; una gran ocasión para lucirse.  Cuando menos hay cinco mil Soldados Legionarios para la parada militar que el caso amerita; toda una Legión en esta desértica zona, en donde no hay ni contra quién luchar y yo necesitando hombres para detener a francos, galos y germánicos, en tierras que van a producir el alimento del Imperio en los próximos cien años.  Yo calculo que tan solo en las bandas de música, estandartes e insignias, debe haber unos doscientos hombres desperdiciados; nada se puede hacer en contra, así está estructurada la militia del Ejército: el número de hombres (sin importar arma o su ‘desarma’ que carguen), es lo que hace la importancia de la plaza; y Apollonia es ‘muy importante’, aunque no produzca ni la mitad de lo que consume.

Desfilarán hombres, bestias y máquinas, aprovechando la oportunidad para dar a los ‘posibles enemigos de Roma’, una pequeña demostración de lo que debieran enfrentar si se les ocurre guerrear contra el Imperio; para eso sirven estas raras reuniones de Comandantes Supremos en desusadas ciudades de visita.  Aquí la caballería es muy distinta a la de Gallia o Belgium; los caballos son muy pequeños, ágiles y rápidos en comparación con aquéllos, que son parte del arma de pelea.  Igualmente las formaciones de columna son muy diferentes en sus movimientos, escaramuzas y estrategias; un ecuestre de Germania no tiene nada que hacer en las dunas del desierto y viceversa.  Marco Cayo Agripa es un experto en estas condiciones de campaña, él ganó para el Imperio, junto con Claudio como General Magíster Legionario, los primeros territorios de la  Mauretania Meridional y consolidó la presencia Imperial en Tingitana. Ellos lo hacían en el Septentrio Gætulo y yo en el Meridio Bætico con las sublevaciones. 

Ya entrada la noche, Camito Apión hace verdaderamente productivo mi viaje a este lugar: me ha presentado a Simón de Cyrene, el hombre que fue forzado a ayudar a Iesus Nazarenus a cargar la cruz de su martirio.
-Estoy muy agradecido con Usted de aceptar esta conversación conmigo para hablar del Christus, Simón de Cyrene; le digo al bondadoso hombre.
-Hablar del Señor, siempre será un inmenso e inmerecido honor para mí.
-Tengo un mandato de Tiberio Julio César, nuestro Emperador, para dar a usted y a todos los ‘seguidores’ de Iesus Nazarenus la seguridad de libre convivencia como súbditos de Roma.  Es deseo del César generar las condiciones de hermandad entre todos los pueblos del Imperio.
-Si eso es lo que ahora quiere el César, eso no fue lo que demostró Poncio Pilatus en el martirio del ‘Mashiaj’; un hombre inocente que fue tratado como al peor de los malhechores o asesinos y contra quien vertieron las más salvajes e inhumanas formas de castigo que nadie pueda imaginar.  Pero en Su muerte, está nuestra Salvación; Tribunus Legatus.  Nadie es mejor testigo del salvajismo usado, que yo mismo y le agradezco al Señor que me haya concedido el inmenso e inmerecido don de haberle ayudado a cargar Su Cruz; pues solo eso bastó para que yo creyera en Él, en su Mensaje y en su Sacrificio.  Pero lo hecho por los hombres, especialmente por los romanos, al Hijo de Dios, solo tendría perdón en su Infinita Misericordia; pues no hay ley ni razón humana que justifique el deleznable trato del que fue objeto de parte de sus soldados.  Con tal golpiza inenarrable, Tribunus, no hubiese habido necesidad ya de crucificarle; Iesus Christus hubiera muerto por la gravedad de sus heridas algunas horas después, pues su cuerpo era toda una llaga tan profunda, que en la naturaleza humana no tenía curación.
-Estoy consciente de las exageraciones que se cometieron, Simón de Cyrene, y precisamente esa es mi labor, hacer iustitia ante ello.
-No llame simplemente ‘exageración’, a la vejación de un ser inocente, Tribunus Legatus; llame por su nombre a los actos asesinos cometidos por sus Legionarios, ante la Santa Humanidad del Hijo de Dios y con la complaciente actuación del Procurador Poncio Pilatus.  No minimice los hechos de brutalidad excesiva, con palabras que encubren la magnitud de la infamia y la incompetencia de sus hombres.  Cuarenta latigazos amarrado a su bien llamada ‘columna de la infamia’; en donde su propia legis, Tribunus Legatus, solo acepta se aplique doce golpes a un condenado a muerte.  Su espalda, toda ella; sus brazos, sus piernas y hasta su propia cara estaban lacerados por los desmesurados golpes recibidos.  Todo su Bendito Cuerpo era carne viva, abierta por la maldad de los latigazos que soportó; no había ni siquiera un palmo en donde pudiese uno tomarle para ayudarle y no lastimar sus Benditas Llagas; hice pasar muchos días antes de animarme a lavar los residuos de Su Bendita Sangre, que Misericordiosamente se pegaron en mí para remisión de mis pecados.  Ni a los animales en sus sanguinarios circus, Veritelius de Garlla, les tratan tan inclementemente como dañaron a Iesus Nazarenus, un hombre de bien que no hizo mal alguno; y no tan solo eso, sino que repartió bondad aún a las bestias humanas que tan acremente lo trataron.  ¿Cuál Honor Militar de Legionario Romano? Hasta las bestias del desierto saben cuando ya no atacar y dejar morir a su presa; sus soldados no, Tribunus Legatus; ellos no tienen medida ante el sufrimiento de una víctima indefensa.  ¿De qué iustitia habla, Veritelius?, ¿de la que promulga el Derecho Romano que lleva al martirio de la crucifixión a un hombre inocente?, ¿o de la que, quien debe procurarla, su Procurador, no es capaz de aplicarla?  Solo la Iustitia Divina podrá redimir esa infamia humana, Veritelius de Garlla, solo la Iustitia Divina.
-¿Y de qué forma esa Iustitia Divina podrá lograrlo, Simón de Cyrene?
-Haciéndonos todos Discípulos de Iesus Christus, Tribunus Legatus, bautizándonos en Su Nombre y siguiendo Sus Santos Ordenamientos; solo así podríamos borrar la maldad cometida por el Príncipe de las Tinieblas y sus operarios humanos, que ahora fueron sus hombres, Veritelius.
-¿Quién es el Príncipe de las Tinieblas, Simón de Cyrene?, le pregunto.
-Satanás el Diablo, Tribunus Legatus, el Maligno, el espíritu impuro enemigo del Hijo de Dios Vivo; del Bien y de la Verdad.

La respuesta me ha dejado realmente confundido por la elevación que implica y mi absoluta falta de conocimiento al respecto.  No hay siquiera un ápice de rencor en él; habla con la paz de alguien que se siente fuera de este mundo, alguien que ha alcanzado otro esquema de percepción de las cosas, de los acontecimientos y, sobre todo, del futuro.  El nivel místico de este hombre está por encima de cualquier cosa que yo pueda intentar; nada hay que yo le pueda decir que ayude a ‘comprender’ lo que sucedió; porque lo que sucedió fue inadmisible, ilegal e injusto, esa es la verdad.
-Dígame, Simón de Cirene, ¿qué puedo yo hacer, en nombre del Emperador Tiberio Julio César, para remediar lo sucedido?
-Nada, Tribunus Legatus, nada puede Usted hacer.  ¿Qué poder tiene Usted para devolverle la vida a Iesus Nazarenus; o para borrar de mi pensamiento y mi corazón el terrible sufrimiento al que se le sometió?  Ninguno, Veritelius, ni Usted ni el César pueden hacer nada para quitar la amarga pena que a mí y a miles de seguidores del Christus nos embarga ahora.  Sin embargo, Iesus Christus sí tiene poder sobre el mal, pues a Resucitado para Gloria de Dios.
-Tiene Usted razón, Simón de Cyrene, en ese sentido nada puedo realizar, pero ¿cómo podría yo resarcirle a Usted y a esas miles de personas de las que habla?
-Permitiendo que se Predique el Evangelio, La Buena Nueva de la que habló el Señor. ¿Puede Usted garantizar eso, Tribunus Legatus? ¿Estaría dispuesto el Emperador a Predicar el Evangelio?
-Sí, Simón de Cyrene, Tiberio César estaría dispuesto, pero no sabe cómo hacerlo; no sabe con quién hacerlo.
-Sí sabe, Veritelius de Garlla; para eso está Usted aquí, para eso es su enviado y representante; para hacer posible que se difunda El Evangelio de Iesus Nazarenus, El Christus.  Para llegar a ser un Apóstol Gentil.

Estas palabras ya las había oído antes; me las dijo el Sacerdote Theodorus en Capreæ, pero no tengo ni la menor idea de lo que significan; en eso estoy pensando cuando oigo al Cyreneus continuar:

-Usted puede permitir e impedir, construir y destruir, Tribunus Legatus; eso es lo que significa su Poder Plenipotenciario recibido del César, ahora solo úselo.  Dentro de sus limitaciones humanas que tiene respecto del Espíritu, pero con las ventajas que su posición de poder terrenal le da, que ha venido del cielo para Honra y Gloria de Dios nuestro Señor; permita que Christus hable a través de sus Apóstoles y discípulos; impida que lo que ha sucedido se vuelva a presentar; construya o ayude a construir una base sólida para la predicación del Evangelio; impida que esto sea destruido por el Maligno.
-Yo tengo instrucciones, Simón de Cyrene..., y me interrumpe al instante.
-Y yo las conozco, Veritelius de Garlla: que se restablezca el honor que haya perdido Roma; que se haga iustitia con la aplicación de su Legis; que se garantice la convivencia de los ofendidos y que quede evidencia escrita de tales cosas. ¿Cómo lo hará Tribunus Legatus?
-No lo sé, Señor, le digo a Simón de Cyrene ante el portento demostrado por sus poderes, que me superan y trascienden, no lo sé.
-Vaya a Jeru-salem y aplique todo el rigor de su Lex. Hable con Simón Pedro, el Principal de los Doce quien ya le está esperando; él le dirá qué hacer para su ayuda.  Mis dos hijos, Alexandro y Rufo están allá; yo fui enviado a mi patria después de Pentecoste para predicar a Christus Resucitado.
-Perdóneme, Simón de Cyrene, pero no he comprendido lo que me ha dicho; ¿Iesus Nazarenus ha resucitado, no está muerto?, ¿Qué es Pentecoste?, ¿Quién es Simón Pedro?
-Iesus Christus vive; ha resucitado y ahora está pleno de su Gloria de Dios inmortal; ya nada podrá contra él.  Ni el Mal ni el Maligno, porque lo ha vencido a la muerte y ha redimido al Mundo.  Pentecoste fue el momento en que se derramó el Sanctus Spirîtus sobre los que aceptamos a Iesus Nazarenus como el Christus.  Ahora estamos en Cyrene, Capadocia, Panfilia, Frigia, Roma y todos los lugares conocidos; la obra del Señor se ha multiplicado grandemente y la Salvación es un hecho.
-Simón de Cyrene, por favor instrúyame sobre esto que no sé y no entiendo y que Usted con tanta sabiduría y espiritualidad maneja.

Ha salido el Sol; el buen hombre de Dios está tan fresco como hace seis horas que empezamos y no ha dejado de hablar acerca del ‘Ministerio de Iesus Nazarenus’.  Pareciera que él solo es la materialidad de algo que hay atrás con todo ese poder que solo tienen los elegidos, los hijos de los dioses, los mismos dioses.  Todos se han ido ya y él y yo seguimos en el mismo lugar en donde fuimos presentados por Camito Apión, Procurador de Cyrenaica.  He escrito tantos nombres, que si no hubiese tenido el atino de anotarlos, ya se me habrían olvidado. 

También le he preguntado acerca de Anás y Caifás, los llamados ‘Sumos Sacerdotes’ y me ha contado todo respecto a ellos y al Sanedrín Iudarum y a cómo hicieron para que Poncio Pilatus fallara tan cruelmente en contra de Iesus Nazarenus.  Este hombre verdaderamente tiene algo extraordinario, puede ser Sanctus Spirîtus, tal como él dice, pero yo no comprendo esto; lo que sí sé, es que Simón de Cyrene, ‘el cyreneo’, como él dicen que le llaman, tiene una paz interior que no le he visto a ningún mortal.  Habla de ‘sanctus’ como esos seres extraordinarios con poderes Divinos; yo estoy seguro que él es uno de ellos.






LOS CONVERSOS

Apollonia, Cyrenaica
Iulius IX
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

Ya no tengo tiempo de dormir, al final de la última vigilia saldrá la liburna del correo del César y debo enviarle un escrito informando esto que me ha sucedido; también debo escribir a Domiciano para que realice una investigación al respecto.
Apollonia, Cyrenaica, Iulius IX, del
 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
                                          
         Divino Tiberius Iulius Cæsar, Imperator Maxîmus:
                  
         Guiados por los dioses hemos llegado con bien a este lugar.  En cumplimiento a          sus órdenes respecto del “Christus Mandatus”, he conversado con SIMÓN DE          CYRENE, el hombre que según el reporte de ordenanza del ‘Juicio de Poncio          Pilatus a Iesus Nazarenus’, fue forzado para ayudar al  Rabbuni a cargar la          cruz de su martirio. 

         Sus declaraciones son impactantes y llenas de un gran espíritu de perdón y    paz.  En mi próxima misiva enviaré transcrito su testimonio. Tengo nombres          de contactos y formas de ayuda para sus causas, siendo todas de fraternidad.

                                                                  ¡Ave César!
                                               Tribunus Legatus Veritelius de Garlla

Él, Tiberio César, ya debe saber de la existencia de este hombre, pero que esté enterado de que ya le he podido contactar servirá para su paz interior; esa que no le deja tranquilo desde hace mucho tiempo.

Apollonia, Cyrenaica, Iulius IX, del
 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
                                          
         General Magíster Legionario Domiciano Alves:
                  
         Urge  integrar una relación de nombres de los Iudarum prominentes de Roma          que hayan visitado Hierosolyma (Jerusalén) entre Martis XXVI e Maius XV, de este año; que hayan presenciado la Fiesta de Pentecoste en esa ciudad de    Iudae, y hayan escuchado el discurso de Simón Pedro.  Son proselytus Iudaicus.
         No hace falta que tú entiendas de qué se trata; tus preguntas solo deben ser si          estuvieron allá y si oyeron las palabras de Simón Pedro, pescador de Galilea.           Muy importante conocer, oficio anterior y actual; la lista debe ser de más de   CIEN NOMBRES DE HOMBRES solamente, a contrario sensu, está    incompleta. Esta información no me debe ser enviada; terminar completa y   reservarla.  Yo estaré en Roma para su consulta.
                                                                  ¡Ave César!
                                               Tribunus Legatus Veritelius de Garlla

En la milicia la información tiene sus tiempos: lo primero es saber quién es el enemigo; lo siguiente es saber dónde está; y al final saber cómo funciona.  Ese mismo proceso seguiré ahora, pero con gente buena; no con enemigos. ¿O sí?  Realmente he quedado impresionado con el testimonio recibido de Simón de Cyrene; no creo que vaya a haber uno más conmovedor y dramático que éste, pues el lugar que a él le tocó ocupar en este asunto, es el más angustioso de todos.  Claro, faltan muchos por oír, pero éste es impactante.  Su información me ayudará mucho en el proceso contra Poncio Pilatus, pues ha narrado claramente una multitud de excesos y fallos cometidos.

Los scriptôris que nos acompañan están realizando un gran trabajo, igualmente Nikko Fidias con sus resúmenes de la Torá, que nos dio el Sacerdote Theodorus en Capreæ.  Hasta ahora tengo claros varios puntos:
+ El Pueblo Hebreo (después Israel), desde su Primer Patriarca, Abraham, ha sido gobernado de forma Theocrâticus, esto es, todo cuanto realizan está directamente ordenado por Dios y sus Ministros; por lo tanto, éstos son gente de gran influencia entre la población en asuntos políticos.
+ De Abraham a Moisés, se mencionan además a Isaac y a Jacob como Patriarcas.  Durante todo el tiempo que el Pueblo de Israel permanece en Ægyptus, no aparece ningún otro nombre como ‘dirigente’ de esta numerosa nación desde que José los trajo a vivir a la Tierra del Nilus, con la autorización y beneplácito del Pharaón Amenemes, hace casi dos mil años.
+ Las Doce Tribus de Israel son:
     - Hijos de Jacob y Lea, su primera esposa: Isacar, Judá, Leví,       Rubén, Simeón y Zabulón.
     - Hijos de Jacob con Raquel, su segunda esposa: José (el que fue   vendido en Ægyptus y se convirtió en Primer Ministro y en      poderoso administrador; el que los llevó a ese país) y Benjamín, el          hijo más pequeño de todos.
     - Hijos de Jacob y Zilpá, esclava de él: Gad y Aser; éstos por lo     tanto son de segunda categoría.
     - Hijos de Jacob y Bilhá, otra esclava: Dan y Neftalí, también de   categoría inferior.
+ Desde Moisés, el manejo de las ‘Cosas Santas’ y del Tabernáculo (una especie de Templo movible), se encomendó a la Tribu de Leví, los levitas, siendo ellos los únicos Sacerdotes (unos Sumos); cualquiera de otra tribu es ilegible, usurpador, ilegal y apostâta.
+ La Ley y las ‘recomendaciones’ de Moisés, son una amplísima redacción del número casi infinito de acciones del ‘bien actuar’ del Pueblo respecto de Dios, a quien en muy pocas ocasiones llaman con su nombre que es “Ya Havá Wé Hayá”, “Yo Soy El Que Soy”.
+ No había ni Escribas ni Fariseos en tiempo de Moisés.

Hasta aquí tengo claros a los Iudaicus en sus antepasados y orígenes; ahora me falta la historia de ellos en los últimos mil quinientos años.  Tengo ya la de los Macabeos, que son solamente judíos y de hace doscientos años, en donde yo puedo definir una apostasía, pues los dirigentes religiosos de ellos, sacerdotes y Sumo Sacerdotes no eran levitas, sino solo judíos; algo que contradice la Ley de Moisés, además de incumplirla. Ese es el caso de Hircano II a quien ejecutó Herodes el Grande hace cincuenta años por conspiración; y de quien Herodes Antipas, su hijo, ahora gobierna Galilea, pero éste no es Rey, sino solamente Tetrarca.  Además un dato importante es que es tío de Herodes Antipas, aquél iudaicus compañero de la infancia de Calígula en la corte de Tiberio.  Tengo mucha suerte de haber tomado esta ruta hacia Hierosolyma, pues además de haber conocido aquí en Apollonia a Simón de Cyrene, estaremos en  Alexandria, en donde está la biblioteca más grande del Imperio Romano.  Allí conseguiré la información que me falta sobre el Pueblo Iudarum.

Debo incluir entre la gente con la que he de hablar en Cesarea de Palestina o en Jerusalem, a los Doce Apóstoles que me dio Simón de Cyrene:  Simón, Pedro, que es el Principal entre ellos y su hermano Andrés, así como a Felipe, todos de Bethsaida; Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo; Iudas Tadeus y su hermano Santiago el Menor; Leví, el hermano del Fariseo Misael de Capharnaum (llamado Mateo por el Rabbuni); Simón de Caná (‘el zelote’ –este me suena peligroso); Bartholomeus Natanael, de Hierosolyma; Tomás (el gemelo), y Matías, el último escogido.

La siguiente actividad en Apollonia es una reunión con los Proselytus Conversus, esos Iudarum y gentiles que han dejado su religión anterior y ahora siguen los mandatos de Iesus Nazarenus; está conmigo Camito Apión a quien yo he llevado.  Además he traído a tres scriptôris para tomar nota de cuanto se diga y sirva para Tiberio César.  Será muy interesante escucharlos.  La reunión la encabeza Simón de Cyrene, a quien todos han tomado como su guía espiritual y su principal:
-Hermanos todos en El Señor Iesus Christus; les he llamado porque tenemos en Apollonia la visita de un ilustrísimo Ciudadano Romano el Tribunus Legatus Veritelius de Garlla; él es un enviado Plenipotenciario del Emperador para revisar nuestros reclamos de justicia ante la infamia cometida contra Iesus Nazarenus, nuestro Salvador, por lo que debemos alegrarnos mucho, pues nuestras oraciones han sido escuchadas.  Igualmente debemos agradecer al Procurador de Cyrenaica Camito Apión, quien también nos acompaña, por su intervención y la efectividad de sus buenos oficios.  Y como ésta es una reunión solemne para declara nuestra Fe, quiero invitarlos a que todos nos pongamos de pié y oremos al Señor:      “Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
                            y enciende en ellos el Fuego de Tu amor;
                            envía Señor Tu Espíritu Creador;
                            y se renovará la faz de la tierra”.   Amén.
         Veritelius de Garlla, Plenipotenciario de Tiberio Julio César, hablará     para nosotros.

Impresionante la oración del Sanctus Cyrenaico.  La audiencia es de más de cincuenta hombres, no hay ni mujeres ni niños; me presento ante ellos, les digo la razón de mi estancia en Apollonia y el por qué de mi viaje a Jerusalén.  Les ofrezco que en breve podrán darse cuenta de la magnificencia de la Legis y la Iustitia Romanas y los encamino hacia donde deseo que esta reunión vaya:

-Ciertamente todos ustedes están ansiosos de que se haga justicia en este caso de Iesus Nazarenus; y se hará, yo lo garantizo.  Pero ahora lo más importante es que yo tenga testimonios de mucha gente para su defensa y la incriminación de aquéllos que fallaron en su contra.  Por ello, le pido a los que hayan sido seleccionados nos cuenten los detalles de su propia  experiencia con el ‘Mashiaj’. De inmediato se levanta un hombre y dice:

-Soy Lamec, nací en Apollonia de padre y madre iudaicus; viajé a Cafarnaúm hace dos años pues tenía un mal congénito que me impedía hablar; los únicos sonidos que podía yo emitir, eran gritos desaforados y sin poder pronunciar palabra alguna.  Muchos aquí me conocieron así: mudo; incapaz de poder decirles cuánto les amaba..
Yo no soy gente que pueda pagar viajes; y caminar desde Apollonia hasta          Cafarnaúm, me hubiese costado la vida antes de llegar.  Pero era tal mi deseo de ver a Iesus Nazarenus, que vendí la tierra que me habían heredado mis padres para costear el viaje en navis desde aquí hasta         Sidón, en Fenicia; desde donde caminé hasta la rivera del Lago de          Tiberíades, en donde sabía que podía ver al Divino Rabbuni.
Esperé hasta que llegó, habiendo pasado cuatros días sin comer ni beber         agua, pues era mi sacrificio ofrecido al Señor nuestro Dios. Finalmente el Tishrei, que es nuestro día más Glorioso dentro de las Fiestas Judías,          el Yom Kippur, Día de la Expiación; se presentó el Señor y corrí      desesperadamente para verle, pues yo sabía que con tan solo verle podría sanar.  Cuando llegué delante de Él, me detuvieron Santiago hijo de    Zebedeo y Simón, Pedro; dos hombres muy fuertes, justo a unos pasos del   Rabbuni.  Él se detuvo, me miró y me dijo:
               –“¿Qué quieres Lamec?”  Él nunca antes me había visto, ni yo a                 Él; y sin embargo, me preguntó llamándome por mi nombre.                        Entonces yo le dije:
“¡Quiero poder hablar, Señor; quiero poder decirles a todos lo que sé y lo que siento por ellos, Rabbuni; nunca he podido hacerlo!”.  Y en ese momento Simón, Pedro, dijo:      
              – “¡Pero si ya hablas, hombre!”.     
     Y hasta entonces me di cuenta que ya hablaba.  Desde ese día, y hasta    Pentecoste, estuve allá, pues Él me había aceptado entre los suyos.     Simón, Pedro, me envió junto con Simón de Cyrene a predicarles a    nuestros hermanos en Apollonia y así lo hacemos.

Muchos de los aquí reunidos lloran con una emoción tan grande que hasta la trasmiten a los demás, que también sollozan. 
Un momento después, se levanta el siguiente de en medio de la concurrencia y dice:
-Me llamo Eliud, soy de Apollonia de padre cartaginés y madre judía.  Soy Ciudadano Romano porque fui Soldado Legionario en Ægyptus, hasta hace dos meses cuando fui herido con una espada y la herida no me sanaba, sino que se me infectó, hasta casi causarme la muerte.  En el hospitîum en Alexandria me preguntaron si quería morir allá o en Apollonia; y yo decidí que acá, con mi familia.  En la navis que me subieron, venían Simón y Lamec desde Gaza, con el mismo rumbo.  Cuando Simón supo que yo estaba abordo, fue hacia mí y me dijo:
       “¿Conoces a Iesus Christus?, Él te puede salvar”.
      Yo conocí al Salvador en Jericó, en una visita que Él hizo allá, en donde         yo estaba asignado como patrulla de orden.  Solo lo vi pasar, pero sus   grandes ojos, como verdes olivas maduras me miraron, se quedaron      gravados en mi mente de tal forma que nunca los olvidé.  Y ese día en       que Simón se acercó a mí y me dijo eso, vi en él los ojos de Iesus         Nazarenus (y como Usted puede ver, Señor, Simón tiene los ojos color        carbón), entonces le contesté:
      “Sí, sí le conozco; sí sé quién es.”,  y él me dijo.
      “Pues si crees en Él, te salvarás”.  Y se quedó conmigo rezando.
     Usted sabe, Tribunus Legatus, lo que significan las heridas en donde se vuelcan para afuera los intestinos y las vísceras; son muerte segura.  Así          estaba yo; ¡y así estoy ahora, Señor, perfectamente sano!  Y en el mismo   instante el hombre se abre su túnica para enseñar la enorme cicatriz del     espadazo recibido.

Fueron diez los hombres que hablaron, cada cual con su vivísima experiencia siempre con Iesus Christus de por medio; yo estaba atónito, no daba cabida a cada una de las cosas que estos individuos narraban.  Al terminar la sesión, solo me interesaba saber si mis scriptôris habían tomado nota de cuanto habíamos escuchado; y compruebo que así lo han hecho.

Empezamos esta reunión a la cuarta hora del día y el tiempo se ha ido tan rápido, que ya es la hora de cenar; nos despedimos de todos y Camito Apión y yo vamos hacia el Pretorio, en donde ha preparado una cena con sus más altos oficiales del Ejército Imperial Romano; y los hombres más importantes de la comunidad de Apollonia.  Le anticipo insistentemente que yo me retiraré muy pronto, pues no he pegado los ojos para dormir en todo un día más dos vigilias.  El buen hombre se apiada de mí y ofrece brevedad en la celebración; sin embargo me pide que asista, pues ya nos esperan y es una ‘cena oficial’.


† † †


Orar sirve, oremos por nuestros Pueblos.

De todos ustedes afectísimo en Cristo

Antonio Garelli



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