Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Febrero 23 del 2018.
Cumpleaños de mi amada esposa Lilia.
Cumpleaños de mi amada esposa Lilia.
DEL LIBRO
Veritelius
de Garlla, Apóstol Gentil
27 de 130
CON EL PRIMER DISCÍPULO
QUE ME REÚNO.
Apollonia, Cyrenaica
Iulius VIII
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
Todas las tropas
Romanas apostadas en Apollonia están
presentes en los muelles y la explanada del puerto; la recepción tiende a ser
algo realmente grande. Nunca en la
historia de Cyrenaica como Provincia,
se habían reunido dos Comandantes Supremos Militares de Ejército Imperial
Romano; Marco Cayo Agripa, Tribunus
Legatus de África–Gætulia, y yo,
nos hemos reunido otras tres veces: la primera ocurrió en Alexandria, Ægyptus; la
siguiente en Gades, Hispania, y la
última en Cartago. Él es un anciano muy
querido por Tiberio Julio César, y muy respetado por mí; de más de ochenta años
de edad, lúcido y hábil para la Política Provincial Romana. Es temido en el Senado por sus propuestas
invariablemente imperiales y por su pausada y desesperante retórica en defensa
de la Provincia como forma de gobierno; yo podría decir que es el ‘padre’ de
esos mandatos de Procuradores. A mí,
siempre me ha tratado el venerable hombre como el ‘Joven General de Tiberio’,
pero siempre muy respetuosamente.
Por supuesto,
junto a él sin excepción, está Camito Apión, Procurador de Cyrene, quien hoy hace las veces de anfitrión de dos de los tres Tribunus Legatus que existen; una gran
ocasión para lucirse. Cuando menos hay
cinco mil Soldados Legionarios para la parada militar que el caso amerita; toda
una Legión en esta desértica zona, en donde no hay ni contra quién luchar y yo
necesitando hombres para detener a francos, galos y germánicos, en tierras que
van a producir el alimento del Imperio en los próximos cien años. Yo calculo que tan solo en las bandas de
música, estandartes e insignias, debe haber unos doscientos hombres
desperdiciados; nada se puede hacer en contra, así está estructurada la militia del Ejército: el número de
hombres (sin importar arma o su ‘desarma’ que carguen), es lo que hace la
importancia de la plaza; y Apollonia
es ‘muy importante’, aunque no produzca ni la mitad de lo que consume.
Desfilarán
hombres, bestias y máquinas, aprovechando la oportunidad para dar a los
‘posibles enemigos de Roma’, una pequeña demostración de lo que debieran
enfrentar si se les ocurre guerrear contra el Imperio; para eso sirven estas
raras reuniones de Comandantes Supremos en desusadas ciudades de visita. Aquí la caballería es muy distinta a la de Gallia o Belgium; los caballos son muy
pequeños, ágiles y rápidos en comparación con aquéllos, que son parte del arma
de pelea. Igualmente las formaciones de
columna son muy diferentes en sus movimientos, escaramuzas y estrategias; un
ecuestre de Germania no tiene nada que hacer en las dunas del desierto y
viceversa. Marco Cayo Agripa es un
experto en estas condiciones de campaña, él ganó para el Imperio, junto con
Claudio como General Magíster
Legionario, los primeros territorios de la
Mauretania Meridional y consolidó la presencia Imperial en Tingitana.
Ellos lo hacían en el Septentrio Gætulo y yo en el Meridio Bætico con las
sublevaciones.
Ya entrada la
noche, Camito Apión hace verdaderamente productivo mi viaje a este lugar: me ha
presentado a Simón de Cyrene, el
hombre que fue forzado a ayudar a Iesus
Nazarenus a cargar la cruz de su martirio.
-Estoy muy agradecido con Usted de aceptar esta
conversación conmigo para hablar del Christus, Simón de Cyrene; le digo al
bondadoso hombre.
-Hablar del Señor, siempre será un inmenso e
inmerecido honor para mí.
-Tengo un mandato de Tiberio Julio César, nuestro
Emperador, para dar a usted y a todos los ‘seguidores’ de Iesus Nazarenus la
seguridad de libre convivencia como súbditos de Roma. Es deseo del César generar las condiciones de
hermandad entre todos los pueblos del Imperio.
-Si eso es lo que ahora quiere el César, eso no fue
lo que demostró Poncio Pilatus en el martirio del ‘Mashiaj’; un hombre inocente
que fue tratado como al peor de los malhechores o asesinos y contra quien
vertieron las más salvajes e inhumanas formas de castigo que nadie pueda
imaginar. Pero en Su muerte, está
nuestra Salvación; Tribunus Legatus.
Nadie es mejor testigo del salvajismo usado, que yo mismo y le agradezco
al Señor que me haya concedido el inmenso e inmerecido don de haberle ayudado a
cargar Su Cruz; pues solo eso bastó para que yo creyera en Él, en su Mensaje y
en su Sacrificio. Pero lo hecho por los
hombres, especialmente por los romanos, al Hijo de Dios, solo tendría perdón en
su Infinita Misericordia; pues no hay ley ni razón humana que justifique el
deleznable trato del que fue objeto de parte de sus soldados. Con tal golpiza inenarrable, Tribunus, no
hubiese habido necesidad ya de crucificarle; Iesus Christus hubiera muerto por
la gravedad de sus heridas algunas horas después, pues su cuerpo era toda una
llaga tan profunda, que en la naturaleza humana no tenía curación.
-Estoy consciente de las exageraciones que se
cometieron, Simón de Cyrene, y precisamente esa es mi labor, hacer iustitia
ante ello.
-No llame simplemente ‘exageración’, a la vejación
de un ser inocente, Tribunus Legatus; llame por su nombre a los actos asesinos
cometidos por sus Legionarios, ante la Santa Humanidad del Hijo de Dios y con
la complaciente actuación del Procurador Poncio Pilatus. No minimice los hechos de brutalidad
excesiva, con palabras que encubren la magnitud de la infamia y la incompetencia
de sus hombres. Cuarenta latigazos
amarrado a su bien llamada ‘columna de la infamia’; en donde su propia legis,
Tribunus Legatus, solo acepta se aplique doce golpes a un condenado a muerte. Su espalda, toda ella; sus brazos, sus
piernas y hasta su propia cara estaban lacerados por los desmesurados golpes
recibidos. Todo su Bendito Cuerpo era
carne viva, abierta por la maldad de los latigazos que soportó; no había ni
siquiera un palmo en donde pudiese uno tomarle para ayudarle y no lastimar sus
Benditas Llagas; hice pasar muchos días antes de animarme a lavar los residuos
de Su Bendita Sangre, que Misericordiosamente se pegaron en mí para remisión de
mis pecados. Ni a los animales en sus
sanguinarios circus, Veritelius de Garlla, les tratan tan inclementemente como
dañaron a Iesus Nazarenus, un hombre de bien que no hizo mal alguno; y no tan
solo eso, sino que repartió bondad aún a las bestias humanas que tan acremente
lo trataron. ¿Cuál Honor Militar de
Legionario Romano? Hasta las bestias del desierto saben cuando ya no atacar y
dejar morir a su presa; sus soldados no, Tribunus Legatus; ellos no tienen
medida ante el sufrimiento de una víctima indefensa. ¿De qué iustitia habla, Veritelius?, ¿de la
que promulga el Derecho Romano que lleva al martirio de la crucifixión a un
hombre inocente?, ¿o de la que, quien debe procurarla, su Procurador, no es
capaz de aplicarla? Solo la Iustitia
Divina podrá redimir esa infamia humana, Veritelius de Garlla, solo la Iustitia
Divina.
-¿Y de qué forma esa Iustitia Divina podrá lograrlo,
Simón de Cyrene?
-Haciéndonos todos Discípulos de Iesus Christus,
Tribunus Legatus, bautizándonos en Su Nombre y siguiendo Sus Santos
Ordenamientos; solo así podríamos borrar la maldad cometida por el Príncipe de
las Tinieblas y sus operarios humanos, que ahora fueron sus hombres,
Veritelius.
-¿Quién es el Príncipe de las Tinieblas, Simón de
Cyrene?, le pregunto.
-Satanás el Diablo, Tribunus Legatus, el Maligno, el
espíritu impuro enemigo del Hijo de Dios Vivo; del Bien y de la Verdad.
La
respuesta me ha dejado realmente confundido por la elevación que implica y mi
absoluta falta de conocimiento al respecto.
No hay siquiera un ápice de rencor en él; habla con la paz de alguien
que se siente fuera de este mundo, alguien que ha alcanzado otro esquema de
percepción de las cosas, de los acontecimientos y, sobre todo, del futuro. El nivel místico de este hombre está por
encima de cualquier cosa que yo pueda intentar; nada hay que yo le pueda decir
que ayude a ‘comprender’ lo que sucedió; porque lo que sucedió fue inadmisible,
ilegal e injusto, esa es la verdad.
-Dígame, Simón de Cirene, ¿qué puedo yo hacer, en
nombre del Emperador Tiberio Julio César, para remediar lo sucedido?
-Nada, Tribunus Legatus, nada puede Usted
hacer. ¿Qué poder tiene Usted para
devolverle la vida a Iesus Nazarenus; o para borrar de mi pensamiento y mi
corazón el terrible sufrimiento al que se le sometió? Ninguno, Veritelius, ni Usted ni el César
pueden hacer nada para quitar la amarga pena que a mí y a miles de seguidores
del Christus nos embarga ahora. Sin
embargo, Iesus Christus sí tiene poder sobre el mal, pues a Resucitado para
Gloria de Dios.
-Tiene Usted razón, Simón de Cyrene, en ese sentido
nada puedo realizar, pero ¿cómo podría yo resarcirle a Usted y a esas miles de
personas de las que habla?
-Permitiendo que se Predique el Evangelio, La Buena
Nueva de la que habló el Señor. ¿Puede Usted garantizar eso, Tribunus Legatus?
¿Estaría dispuesto el Emperador a Predicar el Evangelio?
-Sí, Simón de Cyrene, Tiberio César estaría
dispuesto, pero no sabe cómo hacerlo; no sabe con quién hacerlo.
-Sí sabe, Veritelius de Garlla; para eso está Usted
aquí, para eso es su enviado y representante; para hacer posible que se difunda
El Evangelio de Iesus Nazarenus, El Christus.
Para llegar a ser un Apóstol
Gentil.
Estas
palabras ya las había oído antes; me las dijo el Sacerdote Theodorus en Capreæ, pero no tengo ni la menor idea
de lo que significan; en eso estoy pensando cuando oigo al Cyreneus continuar:
-Usted puede permitir e impedir, construir y
destruir, Tribunus Legatus; eso es lo que significa su Poder Plenipotenciario
recibido del César, ahora solo úselo.
Dentro de sus limitaciones humanas que tiene respecto del Espíritu, pero
con las ventajas que su posición de poder terrenal le da, que ha venido del
cielo para Honra y Gloria de Dios nuestro Señor; permita que Christus hable a
través de sus Apóstoles y discípulos; impida que lo que ha sucedido se vuelva a
presentar; construya o ayude a construir una base sólida para la predicación
del Evangelio; impida que esto sea destruido por el Maligno.
-Yo tengo instrucciones, Simón de Cyrene..., y me interrumpe
al instante.
-Y yo las conozco, Veritelius de Garlla: que se
restablezca el honor que haya perdido Roma; que se haga iustitia con la
aplicación de su Legis; que se garantice la convivencia de los ofendidos y que
quede evidencia escrita de tales cosas. ¿Cómo lo hará Tribunus Legatus?
-No lo sé, Señor, le digo a Simón de Cyrene ante el portento demostrado por
sus poderes, que me superan y trascienden,
no lo sé.
-Vaya a Jeru-salem y aplique todo el rigor de su
Lex. Hable con Simón Pedro, el Principal de los Doce quien ya le está
esperando; él le dirá qué hacer para su ayuda.
Mis dos hijos, Alexandro y Rufo están allá; yo fui enviado a mi patria
después de Pentecoste para predicar a Christus Resucitado.
-Perdóneme, Simón de Cyrene, pero no he comprendido
lo que me ha dicho; ¿Iesus Nazarenus ha resucitado, no está muerto?, ¿Qué es
Pentecoste?, ¿Quién es Simón Pedro?
-Iesus Christus vive; ha resucitado y ahora está
pleno de su Gloria de Dios inmortal; ya nada podrá contra él. Ni el Mal ni el Maligno, porque lo ha vencido
a la muerte y ha redimido al Mundo.
Pentecoste fue el momento en que se derramó el Sanctus Spirîtus sobre
los que aceptamos a Iesus Nazarenus como el Christus. Ahora estamos en Cyrene, Capadocia, Panfilia,
Frigia, Roma y todos los lugares conocidos; la obra del Señor se ha
multiplicado grandemente y la Salvación es un hecho.
-Simón de Cyrene, por favor instrúyame sobre esto
que no sé y no entiendo y que Usted con tanta sabiduría y espiritualidad
maneja.
Ha
salido el Sol; el buen hombre de Dios está tan fresco como hace seis horas que
empezamos y no ha dejado de hablar acerca del ‘Ministerio de Iesus Nazarenus’. Pareciera que él solo es la materialidad de
algo que hay atrás con todo ese poder que solo tienen los elegidos, los hijos
de los dioses, los mismos dioses. Todos
se han ido ya y él y yo seguimos en el mismo lugar en donde fuimos presentados
por Camito Apión, Procurador de Cyrenaica. He escrito tantos nombres, que si no hubiese
tenido el atino de anotarlos, ya se me habrían olvidado.
También
le he preguntado acerca de Anás y Caifás, los llamados ‘Sumos Sacerdotes’ y me
ha contado todo respecto a ellos y al Sanedrín Iudarum y a cómo hicieron para
que Poncio Pilatus fallara tan cruelmente en contra de Iesus Nazarenus. Este hombre
verdaderamente tiene algo extraordinario, puede ser Sanctus Spirîtus, tal como él dice, pero yo no comprendo esto; lo
que sí sé, es que Simón de Cyrene,
‘el cyreneo’, como él dicen que le
llaman, tiene una paz interior que no le he visto a ningún mortal. Habla de ‘sanctus’ como esos seres
extraordinarios con poderes Divinos; yo estoy seguro que él es uno de ellos.
LOS CONVERSOS
Apollonia, Cyrenaica
Iulius IX
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
Ya
no tengo tiempo de dormir, al final de la última vigilia saldrá la liburna del
correo del César y debo enviarle un escrito informando esto que me ha sucedido;
también debo escribir a Domiciano para que realice una investigación al
respecto.
Apollonia, Cyrenaica, Iulius IX, del
Año XX del
Reinado de Tiberio Julio César
Divino
Tiberius Iulius Cæsar, Imperator Maxîmus:
Guiados
por los dioses hemos llegado con bien a este lugar. En cumplimiento a sus órdenes respecto del “Christus Mandatus”, he conversado
con SIMÓN DE CYRENE, el hombre
que según el reporte de ordenanza del ‘Juicio de Poncio Pilatus a Iesus Nazarenus’, fue forzado para ayudar al Rabbuni a cargar la cruz de su martirio.
Sus
declaraciones son impactantes y llenas de un gran espíritu de perdón y paz.
En mi próxima misiva enviaré transcrito su testimonio. Tengo nombres de contactos y formas de ayuda para sus
causas, siendo todas de fraternidad.
¡Ave
César!
Tribunus
Legatus Veritelius de Garlla
Él,
Tiberio César, ya debe saber de la existencia de este hombre, pero que esté
enterado de que ya le he podido contactar servirá para su paz interior; esa que
no le deja tranquilo desde hace mucho tiempo.
Apollonia, Cyrenaica, Iulius IX, del
Año XX del
Reinado de Tiberio Julio César
General
Magíster Legionario Domiciano Alves:
Urge integrar una relación de nombres de los
Iudarum prominentes de Roma que
hayan visitado Hierosolyma (Jerusalén) entre Martis XXVI e Maius XV, de este año; que hayan presenciado la Fiesta de
Pentecoste en esa ciudad de Iudae, y
hayan escuchado el discurso de Simón Pedro.
Son proselytus Iudaicus.
No
hace falta que tú entiendas de qué se trata; tus preguntas solo deben ser si estuvieron allá y si oyeron las
palabras de Simón Pedro, pescador de Galilea.
Muy importante conocer,
oficio anterior y actual; la lista debe ser de más de CIEN NOMBRES DE HOMBRES solamente, a contrario sensu, está incompleta. Esta información no me debe ser
enviada; terminar completa y reservarla. Yo estaré en Roma para su consulta.
¡Ave
César!
Tribunus
Legatus Veritelius de Garlla
En
la milicia la información tiene sus tiempos: lo primero es saber quién es el
enemigo; lo siguiente es saber dónde está; y al final saber cómo funciona. Ese mismo proceso seguiré ahora, pero con
gente buena; no con enemigos. ¿O sí?
Realmente he quedado impresionado con el testimonio recibido de Simón de
Cyrene; no creo que vaya a haber uno
más conmovedor y dramático que éste, pues el lugar que a él le tocó ocupar en
este asunto, es el más angustioso de todos.
Claro, faltan muchos por oír, pero éste es impactante. Su información me ayudará mucho en el proceso
contra Poncio Pilatus, pues ha narrado claramente una multitud de excesos y
fallos cometidos.
Los
scriptôris que nos acompañan están
realizando un gran trabajo, igualmente Nikko Fidias con sus resúmenes de la
Torá, que nos dio el Sacerdote Theodorus en
Capreæ. Hasta ahora tengo claros
varios puntos:
+ El Pueblo
Hebreo (después Israel), desde su Primer Patriarca, Abraham, ha sido gobernado
de forma Theocrâticus, esto es, todo
cuanto realizan está directamente ordenado por Dios y sus Ministros; por lo
tanto, éstos son gente de gran influencia entre la población en asuntos
políticos.
+ De Abraham a
Moisés, se mencionan además a Isaac y a Jacob como Patriarcas. Durante todo el tiempo que el Pueblo de
Israel permanece en Ægyptus, no
aparece ningún otro nombre como ‘dirigente’ de esta numerosa nación desde que
José los trajo a vivir a la Tierra del Nilus,
con la autorización y beneplácito del Pharaón Amenemes, hace casi dos mil años.
+ Las Doce
Tribus de Israel son:
- Hijos de Jacob y Lea, su primera esposa: Isacar, Judá, Leví, Rubén, Simeón y Zabulón.
- Hijos de Jacob con Raquel, su segunda
esposa: José (el que fue vendido en Ægyptus
y se convirtió en Primer Ministro y en poderoso
administrador; el que los llevó a ese país) y Benjamín, el hijo más
pequeño de todos.
- Hijos de Jacob y Zilpá, esclava de él: Gad y Aser; éstos por lo tanto son de segunda categoría.
- Hijos de Jacob y Bilhá, otra esclava: Dan y Neftalí, también de categoría inferior.
+ Desde Moisés,
el manejo de las ‘Cosas Santas’ y del Tabernáculo (una especie de Templo
movible), se encomendó a la Tribu de Leví, los levitas, siendo ellos los únicos
Sacerdotes (unos Sumos); cualquiera de otra tribu es ilegible, usurpador,
ilegal y apostâta.
+ La Ley y las
‘recomendaciones’ de Moisés, son una amplísima redacción del número casi
infinito de acciones del ‘bien actuar’ del Pueblo respecto de Dios, a quien en
muy pocas ocasiones llaman con su nombre que es “Ya Havá Wé Hayá”, “Yo Soy El Que Soy”.
+ No había ni
Escribas ni Fariseos en tiempo de Moisés.
Hasta
aquí tengo claros a los Iudaicus en
sus antepasados y orígenes; ahora me falta la historia de ellos en los últimos
mil quinientos años. Tengo ya la de los
Macabeos, que son solamente judíos y de hace doscientos años, en donde yo puedo
definir una apostasía, pues los
dirigentes religiosos de ellos, sacerdotes y Sumo Sacerdotes no eran levitas,
sino solo judíos; algo que contradice la Ley de Moisés, además de incumplirla.
Ese es el caso de Hircano II a quien ejecutó Herodes el Grande hace cincuenta
años por conspiración; y de quien Herodes Antipas, su hijo, ahora gobierna
Galilea, pero éste no es Rey, sino solamente Tetrarca. Además un dato importante es que es tío de
Herodes Antipas, aquél iudaicus
compañero de la infancia de Calígula en la corte de Tiberio. Tengo mucha suerte de haber tomado esta ruta
hacia Hierosolyma, pues además de
haber conocido aquí en Apollonia a
Simón de Cyrene, estaremos en Alexandria,
en donde está la biblioteca más grande del Imperio Romano. Allí conseguiré la información que me falta
sobre el Pueblo Iudarum.
Debo
incluir entre la gente con la que he de hablar en Cesarea de Palestina o en
Jerusalem, a los Doce Apóstoles que me dio Simón de Cyrene: Simón, Pedro, que es
el Principal entre ellos y su hermano Andrés, así como a Felipe, todos de
Bethsaida; Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo; Iudas Tadeus y su hermano
Santiago el Menor; Leví, el hermano del Fariseo Misael de Capharnaum (llamado Mateo por el Rabbuni); Simón de Caná (‘el zelote’ –este me suena peligroso); Bartholomeus Natanael, de Hierosolyma; Tomás (el gemelo), y
Matías, el último escogido.
La
siguiente actividad en Apollonia es
una reunión con los Proselytus Conversus,
esos Iudarum y gentiles que han dejado su religión anterior y ahora siguen los
mandatos de Iesus Nazarenus; está
conmigo Camito Apión a quien yo he llevado.
Además he traído a tres scriptôris
para tomar nota de cuanto se diga y sirva para Tiberio César. Será muy interesante escucharlos. La reunión la encabeza Simón de Cyrene, a quien todos han tomado como su
guía espiritual y su principal:
-Hermanos todos en El Señor Iesus Christus; les he
llamado porque tenemos en Apollonia la visita de un ilustrísimo Ciudadano
Romano el Tribunus Legatus Veritelius de Garlla; él es un enviado
Plenipotenciario del Emperador para revisar nuestros reclamos de justicia ante
la infamia cometida contra Iesus Nazarenus, nuestro Salvador, por lo que
debemos alegrarnos mucho, pues nuestras oraciones han sido escuchadas. Igualmente debemos agradecer al Procurador de
Cyrenaica Camito Apión, quien también nos acompaña, por su intervención y la
efectividad de sus buenos oficios. Y
como ésta es una reunión solemne para declara nuestra Fe, quiero invitarlos a
que todos nos pongamos de pié y oremos al Señor: “Ven
Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos
el Fuego de Tu amor;
envía Señor Tu
Espíritu Creador;
y se renovará la faz
de la tierra”. Amén.
Veritelius de Garlla, Plenipotenciario
de Tiberio Julio César, hablará para
nosotros.
Impresionante
la oración del Sanctus Cyrenaico. La audiencia es de más de cincuenta hombres,
no hay ni mujeres ni niños; me presento ante ellos, les digo la razón de mi
estancia en Apollonia y el por qué de
mi viaje a Jerusalén. Les ofrezco que en
breve podrán darse cuenta de la magnificencia de la Legis y la Iustitia Romanas y los encamino hacia donde deseo que
esta reunión vaya:
-Ciertamente todos ustedes están ansiosos de que se
haga justicia en este caso de Iesus Nazarenus; y se hará, yo lo garantizo. Pero ahora lo más importante es que yo tenga
testimonios de mucha gente para su defensa y la incriminación de aquéllos que
fallaron en su contra. Por ello, le pido
a los que hayan sido seleccionados nos cuenten los detalles de su propia experiencia con el ‘Mashiaj’. De inmediato se
levanta un hombre y dice:
-Soy Lamec, nací en Apollonia de padre y madre
iudaicus; viajé a Cafarnaúm hace dos años pues tenía un mal congénito que me
impedía hablar; los únicos sonidos que podía yo emitir, eran gritos desaforados
y sin poder pronunciar palabra alguna.
Muchos aquí me conocieron así: mudo; incapaz de poder decirles cuánto
les amaba..
Yo
no soy gente que pueda pagar viajes; y caminar desde Apollonia hasta Cafarnaúm, me hubiese costado la vida
antes de llegar. Pero era tal mi deseo de ver a Iesus Nazarenus, que vendí la
tierra que me habían heredado mis padres
para costear el viaje en navis desde aquí hasta Sidón, en Fenicia; desde donde caminé hasta la rivera del
Lago de Tiberíades, en donde
sabía que podía ver al Divino Rabbuni.
Esperé hasta que llegó, habiendo pasado cuatros días
sin comer ni beber agua, pues era
mi sacrificio ofrecido al Señor nuestro Dios. Finalmente el Tishrei, que es
nuestro día más Glorioso dentro de las Fiestas Judías, el Yom Kippur, Día de la Expiación; se presentó el Señor y
corrí desesperadamente para verle,
pues yo sabía que con tan solo verle podría sanar. Cuando llegué delante de Él, me detuvieron
Santiago hijo de Zebedeo y Simón,
Pedro; dos hombres muy fuertes, justo a unos pasos del Rabbuni. Él se detuvo, me
miró y me dijo:
–“¿Qué quieres Lamec?” Él nunca antes me había visto,
ni yo a Él; y sin embargo, me preguntó llamándome por mi nombre. Entonces yo le dije:
– “¡Quiero poder hablar, Señor; quiero
poder decirles a todos lo que sé y lo que siento por ellos, Rabbuni; nunca he podido hacerlo!”. Y en
ese momento Simón, Pedro, dijo:
– “¡Pero si ya hablas,
hombre!”.
Y hasta
entonces me di cuenta que ya hablaba.
Desde ese día, y hasta Pentecoste,
estuve allá, pues Él me había aceptado entre los suyos. Simón,
Pedro, me envió junto con Simón de Cyrene a predicarles a nuestros hermanos en Apollonia y así lo
hacemos.
Muchos
de los aquí reunidos lloran con una emoción tan grande que hasta la trasmiten a
los demás, que también sollozan.
Un
momento después, se levanta el siguiente de en medio de la concurrencia y dice:
-Me llamo Eliud, soy de Apollonia de padre cartaginés
y madre judía. Soy Ciudadano Romano
porque fui Soldado Legionario en Ægyptus, hasta hace dos meses cuando fui
herido con una espada y la herida no me sanaba, sino que se me infectó, hasta
casi causarme la muerte. En el hospitîum
en Alexandria me preguntaron si quería morir allá o en Apollonia; y yo decidí
que acá, con mi familia. En la navis que
me subieron, venían Simón y Lamec desde Gaza, con el mismo rumbo. Cuando Simón supo que yo estaba abordo, fue
hacia mí y me dijo:
– “¿Conoces a Iesus Christus?, Él te
puede salvar”.
Yo conocí al Salvador en Jericó, en una visita
que Él hizo allá, en donde yo
estaba asignado como patrulla de orden.
Solo lo vi pasar, pero sus grandes
ojos, como verdes olivas maduras me miraron, se quedaron gravados en mi mente de tal forma que nunca
los olvidé. Y ese día en que Simón se acercó a mí y me dijo eso, vi
en él los ojos de Iesus Nazarenus
(y como Usted puede ver, Señor, Simón tiene los ojos color carbón), entonces le contesté:
–“Sí, sí le conozco; sí sé quién es.”, y él
me dijo.
–“Pues si crees en Él, te salvarás”. Y se
quedó conmigo rezando.
Usted
sabe, Tribunus Legatus, lo que significan las heridas en donde se vuelcan para afuera los intestinos y las
vísceras; son muerte segura. Así estaba yo; ¡y así estoy ahora, Señor,
perfectamente sano! Y en el mismo instante el hombre se abre su túnica para
enseñar la enorme cicatriz del espadazo
recibido.
Fueron
diez los hombres que hablaron, cada cual con su vivísima experiencia siempre
con Iesus Christus de por medio; yo
estaba atónito, no daba cabida a cada una de las cosas que estos individuos
narraban. Al terminar la sesión, solo me
interesaba saber si mis scriptôris
habían tomado nota de cuanto habíamos escuchado; y compruebo que así lo han hecho.
Empezamos
esta reunión a la cuarta hora del día y el tiempo se ha ido tan rápido, que ya
es la hora de cenar; nos despedimos de todos y Camito Apión y yo vamos hacia el
Pretorio, en donde ha preparado una cena con sus más altos oficiales del
Ejército Imperial Romano; y los hombres más importantes de la comunidad de Apollonia. Le anticipo insistentemente que yo me
retiraré muy pronto, pues no he pegado los ojos para dormir en todo un día más
dos vigilias. El buen hombre se apiada
de mí y ofrece brevedad en la celebración; sin embargo me pide que asista, pues
ya nos esperan y es una ‘cena oficial’.
† †
†
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
Tu Palabra es La Verdad.
También me puedes seguir en:
Solo por el gusto de Proclamar El Evangelio
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