Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Enero 19 del 2018.
DEL
LIBRO
Veritelius
de Garlla, Apóstol Gentil
22 de 130
Genua,
Liguria; ansiada
llegada
Iunius XXVI
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
Las
instalaciones militares de Genua son primordialmente navales y solo para
transportación de tropas y suministros, tanto de llegada a Mediolanum, como de salida a Gallia;
los ligures tienen derecho a la Ciudadanía Romana, pues Genua es un municipîum con sus propias leyes
locales, pero basado en la Lex Romana. 
Todos los suministros de alimentos que yo entrego al Ejército Imperial,
son embarcados desde Genua y van a lugares tan distantes como Asia y Ægyptus o Belgium y Germania
Inferior.  La actividad comercial en los
muelles de Genua nunca termina y la movilización de personas es constante, pues
también es un centro de reclutamiento para las campañas de Germania.  Mis intereses aquí son muy variados, pues
tienen que ver con mis responsabilidades como Comandante del Ejército Imperial
en Europa; y los negocios de la familia como abastecedores de alimentos
producidos en Villa Garlla. 
Hace apenas
treinta días estuvimos aquí Tadeus y yo para revisar los envíos de refuerzos de
tropas para Germania Superior, así
que no tendremos que ocupar ningún tiempo aquí. 
Hemos hecho tres jornadas de navegación idénticas: de Capreæ a Ostia; de Ostia a Piombius en
Etruria; de Piombius a Genua; ciento cuarenta millas aproximadamente entre
cada lugar.  Con todo y lo que ha
sucedido, los hombres están con buen ánimo y tienen mucho trabajo qué hacer en
los próximos cinco días en que nosotros estaremos en viaje y en Villa
Garlla.  La tripulación completa se
quedará en las instalaciones militares del puerto en Genua, en donde harán
prácticas de lucha cuerpo a cuerpo en embarcaciones militares, como es el caso
de La Liburna “Christina”.
Es la undécima
hora del día, lo que significa que habrá cuatro horas más de luz solar; Tadeus,
Marcus, Tremus y yo partiremos en tanto atraquemos; así podremos adelantar
camino cruzando los Appennini Ligurius, que son el último brazo de montañas en
el Septentrio Italiano antes de la gran planicie del Padus.  El deseo por regresar a casa y con la familia,
me come por dentro;  ya saben que vamos
para allá, pero todavía no saben las ‘sensacionales noticias’ que les llevo;
espero que sean ‘tan sensacionales’ para ellos, como lo han sido para mí.  Pernoctaremos en  Tortonus, y desde allí, mañana sin descanso,
Villa Garlla y Mediolanum serán nuestros
otra vez.
Tortonus, Liguria; camino a Villa
Garlla
Iunius XXVII
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
Julio,
Octavio, Tiberio y Gallio; esos son mis hijos varones.  Minerva, Vesta, Diana y Venus, son mis hijas
mujeres.  A todos los amo como si fueran
uno; bueno, eso en el caso de los hombres; pero en el caso de las mujeres, las
amo como a sus nombres; como si fuesen diosas. 
La bendición más grande de los dioses para los humanos, es tener hijos.  Yo amo a Roma y su Emperador, porque a ellos
me debo; amo el arte de la guerra, porque es mi pasión; amo a mi esposa Lili,
porque es mi ilusión; amo los caballos, porque son casi humanos; amo a los
perros, porque son fieles amigos; pero sobre todo, amo a mis hijos, porque son
mis dioses.  Nada que yo haga en la vida
tiene importancia primera sobre mis hijos; nunca he tenido que decidir entre
‘mis grandes amores’ y ellos, pero si así fuera, decidiría a su favor.  Si los dioses nos dan a los hijos, como es,
nos los dan para que les amemos encima de nuestra propia vida; pues solo en
ellos nos perpetuamos.
Julio
tiene veinticuatro años, nació en Achaia –pero no es helénico, es romano–
cuando yo fui ascendido a Jefe de Cohorte; es instructor de tácticas militares
tanto en Mediolanum como en Villa Veritas,
en Roma; padece el mismo mal que su padre: ama apasionadamente el Arte de la
Guerra.  Aún no se casa porque no se ha
enamorado de ninguna mujer; dice él que primero ha de divorciarse del amor que
ahora tiene: la milicia. Es el heredero vitalicio de mi Título de Magíster Legionario, los demás se los ha
de ganar él mismo.  Pero pronto se
casará, yo lo sé; a mí me sucedió exactamente igual.
Octavio
tiene veintiún años y es un enamorado de la naturaleza; todo lo que tiene vida
en Villa Garlla le absorbe su tiempo, sus fuerzas y su interés.  También nació en Achaia –pero tampoco es
helénico, es más romano que Julio– y él dice que la verdadera pasión de la
guerra, radica en la vida; tiene razón, porque para realmente saber de la
guerra, lo primero que hay que hacer, es sobrevivir.  Las mejoras de semillas, la labranza de la
tierra, los instrumentos de trabajo, la vitivinicultura; los animales y su
mejor forma de aprovechamiento y reproducción; esos temas son su pasión.  Él heredará Villa Garlla y sus campos de
cultivo y crianza. 
Tiberio
tiene dieciocho años y no puede ser más diferente a sus hermanos mayores,
porque tienen el mismo padre y la misma madre. 
Él nació en Belgium, cuando yo era General Comandante Legionario y lo
único que a este hombre le interesa, son los libros; todos los libros que haya,
sin importar el idioma en que estén escritos; ahora ya puede leer y hablar
latín, griego, franco y tarracones.  Éste
sí quiere ser político; ansía ser Procurador de alguna provincia de Hispania o Gallia.  No creo que lo
logre, pero senador, seguro que será. 
Quiere dedicarse al estudio y perfeccionamiento de la Lex Romana.  Todos mis libros, tabularii, escritos y
pergaminos, serán su herencia, junto con Villa Veritas.
Gallio
es un joven dedicado a la contemplación, yo creo que será Sacerdote Romano, theólogo o philósopho, porque lo único que realmente disfruta es ‘hablar con
dios’, así dice él.  Ahora tiene quince
años e igual que Tiberio, nació en Belgium; y tiene una idea de la ciudadanía
muy particular que resume en su frase más apreciada de cuantas repite: ‘El hombre es, de donde quiere ser.’  Realmente no sé qué será de este pequeño
Garlla; pero ya los dioses dirán.
Minerva,
de doce años que nació en Germania; Vesta de nueve años nacida en la Gallia; Diana, de seis años nacida en Hispania; y Venus de tres años, la única
de mis ocho hijas e hijos nacida en Italia, más específicamente en Roma; éstas
son mis ninfas: el aire de mis pulmones, la luz de mis ojos, el agua de mi cuerpo
y el fuego de mi mente; son en una palabra, la razón de mi existir.  A todas ellas su madre las convertirá en
‘auténticas damas romanas’; así me lo ha dicho Lili la tierra que me dio tan
hermosas flores.  Para ellas la herencia
será todo el oro que yo tenga (que por cierto, ahora es mucho).
Esos
son mis ocho vástagos, algunos serán ramas de otras ramas y hojas; y hasta
florecerán y darán frutos; algunos solamente ramas y hojas; sin frutos,
quizás.  Algunas más serán podadas y
renacerán en otras parcelas continuando la creación de nuevas semillas de su
propia simiente.  Mi nombre se continúa
en los hijos de mis hijos siempre, pero mi esencia se queda segura en los hijos
de mis hijas; Irremediabilis Naturæ Lexum.
Los
regresos de campaña en una nación guerrera, siempre son multifacéticos: dan una
gran tristeza si el hombre no regresa: ha muerto o ha sido capturado; o dan una
mediana alegría: el hombre ha regresado, pero mal herido; y en el mejor de los
casos pueden otorgar una gran alegría, el hombre vuelve cargado de triunfo y
victoria, sano y salvo.  Así es la
guerra, todos los soldados lo sabemos; y también nuestras familias lo saben, lo
viven y lo sufren.  Roma es una nación
guerrera por vocación de cultura; cuando esta nación nació, guerreaba para subsistir
ante sus agresores; cuando nos consolidamos como estado, guerreábamos por el
derecho a convivir; y ahora que hemos alcanzado la cúspide de la cultura, la
convivencia y la realización, guerreamos para que todos los pueblos tengan lo
que Roma: felicîtas, prosperîtas;
honoris, legis, iustitia. Para eso somos operâris, opêras, operândum, para lograrlo.  Eso es Roma y su Mágnum Imperium.
Es
mediodía pleno cuando arribamos a los campos de Villa Garlla, el camino de
entrada está flanqueado por todos sus habitantes; han venido felices a darnos
la bienvenida por nuestro pronto regreso. 
Hoy habrá fiesta en las casas de Tadeus, Diófanes, Marcus y Tremus; y
por supuesto en la mía; Lili, mi amada esposa y los racimos de frutos y flores
que son mis hijos e hijas.  Todos estamos
felices de volvernos a ver, más aún si la campaña fue tan corta: solo duró
catorce días y no hubo necesidad de guerrear contra nadie.  Estos días son recordados siempre en los
hogares de los Saldados Legionarios; el padre ha vuelto, y además, sano y
salvo.  ¿Qué habrá mañana?, eso no
importa; lo verdaderamente importante es regresar.
En
la plaza de Villa Garlla, frente al domus
familiar, están todos los que deben estar: esposa, hijos, colaboradores y
sirvientes; el señor de la Villa ha regresado. 
A todos beso, a todos abrazo, a todos acaricio, a todos saludo. Hemos
vuelto, y debemos estar felices.  La cena
será al tiempo de comida, para que el gozo dure más.  Pero antes que nada, primero al templo: a
agradecer a los dioses sus cuidados y su benevolencia.
En
todas las domus romanas hay un altar
a los dioses, o al menos al dios predilecto, y es costumbre obligatoria
celebrar un oficio de despedida (cuando hay tiempo para ello –al que nosotros
no asistimos pero sí se celebró in
austentis–), y uno de bienvenida sin excepción; en nuestro caso, éstas son
la máximas celebraciones religiosas que realizamos.  Es necesario agradecer lo propicio de las
fuerzas de la naturaleza que no están sujetas a la voluntad; es menester dar
gracias a los dioses por su colaboración divina en la legitimización de
nuestros actos y funciones, en pos de la más importante autoridad terrena que
un romano reconoce: El Imperium.
Esta vez la
celebración de Auspicium a los dioses
la presidirá el Magíster Sumo Pontífice de
Mediolanum (quien tiene su mejor
templo aquí en Villa Garlla); el ritual será fastuoso, pues como le indiqué en
la misiva que le envié, será de despedida; es probable que algún día
regresemos, pero eso solo los dioses lo saben. 
Los sacrificios serán a los tres Supremos Dioses: Iuppiter, Iuno y
Minerva, pero como somos militia, por
supuesto estará incluido Martis, dios de la guerra pacificadora; y como
navegamos en nuestra labor, se incluye a Neptunus, dios del mar y de todas las
aguas.  Para las ceremonias del Focus Æternus estará presente la Archigallus, que es la Jefe de las
Sacerdotisas de las Cibeles, con sus Auguris  y sus Virgo
Vestalis.  El fuego que ellas
produzcan, lo llevaremos en una lámpara que no habrá de apagarse nunca y con el
cual encenderemos las ofrendas en Novus Villa Garlla en Capreæ.
Todos los
presentes estamos con nuestras mejores galas y vestimentas, pues las ceremonias
principales son por la vida que hemos conservado y el futuro que deseamos, pero
del cual nada sabemos.  Con la sola materialidad
de las cosas, la vida es indigna de los dioses; siempre será necesario incluir
nuestra voluntad para, al menos, intentar contactar con ellos
espiritualmente.  Un alma sin dios, es
como un cuerpo sin vida.
Las ceremonias
durarán dos horas o más, pero en el templo, todos estamos cómodos; y cuando los
niños ya no lo están, salen a la plaza a jugar; sin embargo, también ellos
tienen que aprender, también han de participar. 
El templo de Villa Garlla tiene un altar principal a nuestro Triunviratus Deus, nuestros tres dioses;
dos más, secundarios pero no menos importantes, para Mars y Neptunus; quince
más a dioses y diosas de la familia, el trabajo y las causas.  Cada dies
Solis para nosotros es verdadero dies
deus, día de dios.  
Solo con los
dioses presentes en nuestras vidas, es que podemos asegurar la aceptación por
ellos de lo que hagamos; porque vivir la vida sin dios, es como haber nacido
solo para morir.  Es la hora nona y
empezaremos a cenar; al fin puede Demustus darme el parte de novedades de las
dos semanas que estuve fuera, aunque informado de vez en cuando.  En lo militar las campañas avanzan
satisfactoriamente; tengo muchas misivas, ninguna que requiera atención
inmediata, que responder a los Generales Legionarios.  En los campos de cultivo y las factumae y molinos, se continúa con la
producción de alimentos para el Ejército Imperial; las entregas han sido
constantes y la recaudación de cobros también. 
Sin novedad; Pax Romana.
–      
¡Ave Tiberius
Iulius Cæsar, Imperator Maxîmum!, les digo a todos.
–      
¡Ave César! Contestan a coro
los presentes, agregando: ¡Ave Tribunus
Legatus Veritelius de Garlla! 
–      
Amigos todos,
familiares y colaboradores; el Emperador me ha hecho portador de un saludo de
bienestar y buenos deseos para cada uno de ustedes.  El Divino Tiberio ciertamente es ya un
anciano, pero los dioses le conservan en plenitud de facultades; platica, come
y hasta cabalga como cualquiera de nosotros, y que algunos, aún mejor.  Nos ha hecho un nuevo encargo para bien de
nuestro Magno Imperio; ni siquiera el nombre les puedo decir.  Para llevarlo al cabo, ha ordenado que toda
mi familia y yo vivamos con él en Capreæ, la isla que él habita solo con su
séquito y donde están sus magníficos palacios. 
Nos vamos nosotros, pero ustedes están en nuestros corazones, por lo que
se van también en el recuerdo presentísimo. Por eso ha sido esta gran
celebración religiosa, la cual agradezco a todos los que la han hecho posible y
le pido a los dioses les bendigan a todos ustedes y eleven sus plegarias a
ellos por nosotros.  Ahora, “comamos y
bebamos, pero no nos perdamos”.
Vuelvo
a mi lugar en el triclinium, en donde solo se encuentra mi familia, y es Julio,
mi hijo mayor quien toma la iniciativa para comentar el asunto:
–      
¡Vaya que si es
una gran noticia, pater!, ¡la familia Garlla viviendo en los palacios del
Emperador! ¡Ya nobles, pues!  Por
supuesto que habrás decidido que al menos yo me quede aquí, ¿verdad?
–      
Sí Julio, así
es.  Sin embargo, nosotros nunca debemos
considerarnos nobles, porque no lo somos; solo somos súbditos del Emperador.
–      
Es cierto eso,
pater, sin embargo, hay muchos nobles que quisieran vivir en Capreæ y estoy
seguro que nunca serán invitados a hacerlo; en cambio, a ustedes sí les han
llamado.  Súbditos, es cierto, pero de
los preferidos pater Veritelius.
–      
Tienes razón,
Julio; le respondo. La villa donde viviremos es una hermosa e inmensa mansión
romana, con un gran jardín interior más bello que mis sueños, circundada por
más de treinta habitaciones a las cuales, por supuesto, no les falta nada; es
más, podría yo decir que hasta les sobran muebles, cosas y adornos.
–      
No habrás
ordenado que las sacasen, ¿verdad?; me pregunta con ironía mí amada esposa
Lili.
–      
Nada he ordenado
en la parte de habitación, eso lo harás solo tú, le digo para
tranquilizarla.
–      
Pater, ¿hay
caballos?, inquiere la pequeña Diana, muy preocupada.
–      
Por supuesto, mi
amor, es el palacio del Emperador; allí no falta nada, la animo en su
inocencia.
–      
Qué bueno,
Patis,
me contesta tranquila.
–      
Voy a renunciar
a mi título de Magíster Legionario en favor de Julio, su hermano mayor, quien
podrá empezar a gozar de sus beneficios desde hoy. De todos los cuantiosos
beneficios que eso significa; pero también de las múltiples responsabilidades
que representa. No
he terminado de hablar, cuando aquél se lanza a mis pies agradeciendo.
–      
¡Pater meus,
eres un Mercurius de los dioses para mí en este momento, que grande y buena
noticia es esa!
–      
¿Qué será de mí,
pater Veritelius?,
pregunta Octavio con serenidad.
–      
Villa Garlla es
tuya desde este día, todo lo que hay aquí te pertenece a ti; sin embargo,
siempre habrás de tomar en consideración que todos podemos volver y que
obligatoriamente nos darás espacio en el domus si te lo pedimos. Otro que no me
deja acabar y está ya abrazado a mí rodeándome el cuello con sus fuertes
brazos, y dándome besos filiales de profundo agradecimiento.
–      
¡Patis, eres
grande entre los grandes!, esto siempre será tuyo, aunque ya no vivas entre
nosotros.
–      
Todos los demás
irán conmigo y su mater a vivir a Capreæ; ya llegará el tiempo de más
cambios.  Por ahora, esos son los
únicos.  Entonces,
tomados de los hombros como hacían de niños, Julio y Octavio dice con gran
sonrisa:
–      
Bueno, sí,
nosotros nos quedamos aquí, pero un mes completo nos vamos a descansar a
Capreæ; ¡esto no podemos dejar de vivirlo! 
Si no, todos ustedes tendrán muchas cosas que contarles a sus hijos y
nietos, que nosotros no vivimos; así que, por el momento “zarparemos juntos,
Tribunus Legatus”, pater máximus; y me abrazan entre los dos con la fuerza
de los Titanes.
–      
¡Bravo, bravo,
bravo!,
se oye decir a alguien con el llanto apenas contenido; es Lili, mi amada
esposa, que no ha resistido tantas emociones y llora como una lluvia de
primavera.
–      
Julio y Octavio,
escojan su gente, todos los demás se irán conmigo.  Aquí deben vivir una Centuria de Legionarios,
pues vive en este lugar un General Magíster de ellos. ¡Salud y buena fortuna
para todos!
–      
¿Cuándo salimos
para Capriae, patis?; pregunta Minerva, la mayor de las niñas; que ha
estado atenta a todo cuanto se ha dicho.
–      
En cuanto
arreglemos todo, niña bonita y mía; y
se dice Capreæ, no ‘Capriae’, eh?
La
celebración continúa y las preguntas de todos también; el cambio será grande,
claro está, pues convivir con el Emperador y su familia es un gran honor muy
pocas veces otorgado a los patricîus
del Imperio.  Todos estos son bienes del
“Christus Mandatus”, no tengo ni la
menor duda.  Ya ha sonado la diana de la
primera vigilia y en el domus de Villa Garlla nadie se ha movido de su lugar;
todo mundo pregunta, todos comentan, cada cual tiene algo qué decir sobre las
noticias recibidas; pues sean propios (mi familia) o ‘extraños’ (mis
colaboradores) todos se verán afectados favorablemente, eso espero, con los
cambios.  Tadeus, quien ha estado todo el
tiempo con su familia en el triclinium asignado, se acerca sigilosamente a
decirme:
–      
Tribunus
Legatus, creo que la única misiva que debe atender ahora es esta: es de
nuestros hombres, los emissarii del Fariseo Misael.
–      
¡Claro, dámela!, le contesto.
¡URGENS!
Brundisium,
Calabria, Iunius XXVI, del
 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
         Tribunus Legatus Veritelius de Garlla:
         Confirmamos recibo de su misiva Iunius
XXIV en día XXV.  Día perdido por nosotros por carga y descarga de
mercancías fletadas y provisiones de nave. 
  Fariseo Misael, hermano de
Leví de Cafaraúm, antes Recaudador de Impuestos     del Imperio en Galilea, ahora discípulo de Iesus Nazarenus,
importante          “Mashiaj” (no
entendemos, ¿Ungido?, ¿Hijo de Dios?), crucificado en Martis      XXVI
en Hierosolyma (Yerushalayim, dice él). 
Para Fariseo Misael, Iesus          Nazarenus
‘non grato’, porque vida de su hermano Leví peligra.  Shabat (dies Saturni)
ceremonia solo, encerrado, sin contacto con otros todo el día. No come     muchos alimentos ‘porque son
impuros’.  Vive en Athenæ, estudia ‘philosophia’     Helénica.  Esperamos sus órdenes.
¡Ave César!
                                      Ícaro y
Galo, Emissarii           
         (Post data: Perdone si lo que
escribimos en esta relación es confuso, pero no          entendemos muchas palabras ni costumbres, solo repetimos sus
dichos.)
¡Pobres
hombres estos, están igual o peor que yo con todo lo que hay a lado del “Christus Mandatus”, no entendemos nada!,
tal parece que andamos queriendo atrapar el humo con nuestras manos.  Ya tenemos otro nombre que agregar a la larga
lista de afectados: Leví de Cafarnaúm, hermano del místico y misterioso Fariseo
Misael.  ¿Cuántos nombres más agregaré a
mi lista, si dicen que son miles sus seguidores?  ¿Hasta dónde nos llevará todo este enigmático
asunto de “El Hijo de Dios”?  Mañana en
paz, continuaré con ello.
† †
†
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
Tu Palabra es La Verdad.
También me puedes seguir en:
Solo por el gusto de
Proclamar El Evangelio












 
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