Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Enero 10 del 2018.
DEL LIBRO
EL DEMONIO AL
ACECHO DEL MESÍAS
CAPÍTULO SEGUNDO
Desde las
Tentaciones en el Desierto
A cuando Jesús
Resucita a la Hija
de Jairo
11 DE 77
II.1.- LAS TENTACIONES EN EL DESIERTO
(Mt
4, 1-11; Lc 4, 1-13; Mc 1, 12-13)
“Jesús, lleno
del Espíritu Santo, se volvió del Jordán y era conducido por el Espíritu en el
desierto, durante cuarenta días, tentado por el Diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de
ellos sintió hambre.
Entonces el
Diablo le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en
pan.”
Jesús le
respondió: “Está escrito: No solo de pan vive el hombre.”
Llevándole luego
a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo
el Diablo: “Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque me la han
entregado a mí y yo se la doy a quien quiero.
Si, pues, me adoras, toda será tuya.”
Jesús le
respondió: “Está escrito: Adorarás al Señor tu Dios y solo a Él darás culto.”
Le llevó después
a Jerusalén, le puso sobre el alero del Templo y le dijo: “Si eres Hijo de
Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: ‘A sus ángeles te encomendará
para que te guarden’ y ‘En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pié en
piedra alguna.’
Jesús le
respondió: “Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios.”
Acabada toda
tentación, el Diablo se alejó de Él
hasta el tiempo propicio.”
Finalmente tienen contacto directo
Satanás y Jesús de Nazaret. Nada media
entre ellos; están solos en un páramo más de desolación que de vida. El lugar induce a la ascética y Jesucristo ha
ido allí para una meditación profunda que lo acerque al Padre. Ni siquiera pensará en comer con tal de
lograr esta meta: estar en comunión con Dios.
Una infinita multitud de seres celestiales les atisban; es el encuentro
que todos han esperado por milenios. El
enfrentamiento del Mal que gobierna el Mundo, contra el Bien que ha bajado del
cielo para salvarlo y liberarlo de la esclavitud del pecado y de la
muerte. Nadie intervendrá ni a favor ni
en contra; solos, el Diablo y el Cristo, van a dirimir las diferencias entre la
soberbia demoníaca que produjo la desobediencia, y la humildad de acción que
corresponde a alguien que quiere hacer la Voluntad de Dios Creador.
En los macizos rocosos del Desierto de
Judea, solo hay insectos, pequeños roedores y reptiles venenosos y de
ponzoña. No es un lugar para la vida
humana, pues carece del esplendor de la Creación , tal como Dios la pensó y realizó. Se podría decir que es más un ambiente propio
del yermo del pecado, que un lugar de alabanza.
Aquí ha querido el Divino Maestro empezar sus actos como el Mesías:
amalgamarse con el Padre en oración y enfrentar al Demonio, causante de todos
los males sobre la humanidad y el mundo.
En esos lugares y con esas circunstancias, el silencio es abrumador; el
alma humana, la psiké que nos mueve
entre el cosmos y Dios, puede abstraerse de lo material y tocar la
espiritualidad que posee. Solo Jesús es
humano en ese momento y en ese lugar.
Dios hecho hombre ha querido tomar las
mismas condiciones personales con las que Adán, el primer hombre, fue puesto
sobre la Tierra :
perfecto, lleno de Dios, inteligente, con voluntad propia y libre. Solo sujeto a la Creación en virtud de su
persona humana; esto es, limitado por su cuerpo. Exactamente así está Cristo allí para
enfrentar al Maligno; ese mismo que en función de su soberbia hizo que todo se
perdiera en el Edén. Nada ni nadie
intervendrá en este enfrentamiento, solo Jesús y el Diablo participarán. Es el mismo Lucifer de entonces; pero es El
Nuevo Adán, Jesucristo, en plan de redimir a los humanos.
Narra San Mateo acerca de este momento:
“. . . Y después de hacer un ayuno de
cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. . .” Hambre, como cualquier ser humano; sujeción
corpórea a la existencia. Limitación
impuesta por el Creador al hombre para sujetarlo al cosmos creado para él. Y eso lo usa el tentador de inmediato: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras
se conviertan en panes.” El mismo
método utilizado en el Jardín del Edén con Eva: “. . . ¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los
árboles del jardín?” ¡Gracias a
Dios, aquí mismo empiezan las diferencias!
En tanto que Eva entra en conversación con la serpiente (al explicarle: “Podemos comer del fruto de los árboles del
jardín. Mas del fruto del árbol que está
en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de
muerte.”), (¡Adán, ¿dónde estabas cuando esto sucedió?!), Jesús es tajante
en su opor-tunidad: “. . . Está escrito:
No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de
Dios.”
La segunda oportunidad deja ver
descaradamente de qué está hecho el Diablo: pura soberbia. El Demonio le muestra a Jesús todos los
reinos de la Tierra
y le dice: “. . . Todo esto te daré si
postrándote me adoras.” Otra vez
como en Edén: “. . . Es que Dios sabe muy
bien que el día que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como
dioses. . .” Y otra vez la respuesta
es diferente: en tanto que Eva juzga que el árbol es ‘. . . bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr
sabiduría, tomó del fruto y comió. . .’; Jesucristo corta toda
comunicación, diciendo: “Apártate,
Satanás, porque está escrito: ‘Al Señor tu Dios adorarás, y solo a él darás
culto.’”
Y el tercer intento del Diablo (ahora
en el alero del Templo de la
Ciudad Santa ), sube de tono inmediatamente: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque
está escrito: ‘A sus ángeles te encomendará, en sus manos te llevarán, para que
no tropiece tu pie en piedra alguna.’”
La misma treta que había dado éxito con Eva: “. . . De ninguna manera moriréis. . .”
Pero ahora el resultado es diferente: Cristo responde con autoridad: “. . . También está escrito: ‘No tentarás al
Señor tu Dios.’” ¡Este humano sí sabe!
Allí está la diferencia: dejar a un
lado nuestras necesidades (como cosa prioritaria), borrar la duda de toda
nuestra existencia y poner a Dios como primicia. ¡Esa era la forma! Y este humano,
Jesús, sí pudo contra el Maligno. ¡Él sí
apartó sensualidad y soberbia para seguir siendo digno de Dios!
Nada logra el Satán; Cristo Jesús aprueba en su ‘forma como hombre’ los
embates del mal, habiendo sido tentado en la misma dimensión que nuestros
primeros padres. El tan esperado
encuentro del hombre para vencer al
Diablo se ha dado, y Jesucristo ha salido victorioso. ¡El acecho del Demonio sobre el Mesías una
vez más ha sido vencido! Pero éste no es de fiarse, continuará atacando;
intentará por todos los medios disuadirlo, desanimarlo, abrumarlo en su camino
a la Redención.
A mí me encanta como termina Leví de
Cafarnaúm (Mateo), esta parte del Evangelio: “Entonces el Diablo le deja. Y
he aquí que se acercaron unos ángeles y le servía.” ¡Qué belleza! Por eso la Iglesia canta: “Gloria a
Dios en el Cielo y en la Tierra
paz a los hombres que ama el Señor.”
§ § §
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
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