“Santifícalos con La
Verdad. 
Tu Palabra es La
Verdad.”
Ciudad de
México, Enero 16 del 2018.
“Pedro ¿me amas?.
. . Apacienta mis ovejas.”
Jesucristo
(Jn 21, 15-19)
CUANDO EL CURA NO PREDICA  
Muy estimados todos, en Cristo Jesús:
Los que estamos
acostumbrados a asistir a Misa todos los Domingos, vamos por dos razones
primordiales: tener contacto con Dios nuestro Señor, que es también cumplir con
el Mandamiento de la Sagrada Eucaristía; y escuchar la Homilía que el Sacerdote
del Señor haya preparado –o no– para nosotros. 
En muchísimos
lugares –especialmente los más ‘apartados de la civilización’– La Misa del Día
del Señor (Domingo) es un evento con múltiples facetas: religioso, místico,
social, familiar, etc., etc.  La gente,
generalmente, apenas tiene tiempo para sus tareas cotidianas de lunes a sábado,
por lo que el Domingo se aprovecha en su máxima expresión: acercarnos más a
Dios y convivir con familiares, amigos y vecinos.
Hasta aquí, todo el
Mundo es ‘más o menos igual’; las diferencias vienen cuando el ‘santo padrecito’,
durante la Homilía, aprovecha para regañar, ‘señalar’, guasear o hasta ‘socializar’
desde el púlpito, en vez de predicar La Buena Nueva del Señor; así, como el
Magisterio de la Santa Iglesia Católica lo enseña: relacionando los Santos
Escritos Bíblicos y aplicándolos, para bien, en nuestras comunidades, con sus
explicaciones.
Yo generalmente tomo
‘alguna idea’ de la prédica que hace el Sacerdote en su Homilía, para después,
escribirles ‘algo’ a todos ustedes en nuestro Blog DMD; créanmelo, a veces
resulta difícil escoger un tema que pudiese gustarnos o interesarnos a todos,
pero el esfuerzo se hace.  Cuando eso
sucede, todo es ganancia.
Pero cuando el Presbítero
no predica, entonces El Día del Señor se vuelve uno más, como cualquier otro
día; y todos viviremos una semana sin guía, sin idea, sin aliento respecto de
Jesucristo y su Iglesia.  He ahí lo
importante de la Homilía del Sacerdote de Cristo; el Rebaño del Señor debe
sentirse custodiado, apacentado, amado, en una palabra.  
Es imperioso que
oigamos un buen discurso del Señor Cura, aunque sea ‘sermón’ para algunos o
para todos; pues, para vivir nuestra vida de cara a Cristo Jesús, es
indispensable que El Día del Señor, Él nos hable a través de sus enviados, de sus
Santos Sacerdotes –aunque no sean Curas– esos a los que, representados por
Simón Pedro en la Aparición de Cristo en el Lago de Tiberíades, Jesús les
pidió: “Apacienta mis ovejas.” (Jn 21, 15-17)
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
También me puedes seguir en:
Solo
por el gusto de proclamar El Evangelio.












 
No hay comentarios:
Publicar un comentario