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sábado, 30 de diciembre de 2017

TRES SIMILITUDES DIVINAS

¡Alabado sea Jesucristo!

Ciudad de México, Diciembre 30 del 2017.
Solemnidad de La Sagrada Familia

“Él se levantó,
tomó consigo al niño y a su madre,
 y entró en tierra de Israel.”
(Mt 2, 21)

TRES SIMILITUDES DIVINAS

Muy estimados todos en Cristo Jesús:

Vivida ya, con toda intensidad, la Natividad del Niño Dios, ahora debemos prepararnos para el nuevo año que se acerca velozmente; y si el Adviento lo hemos usados para perdonar y recibir perdón, el Tiempo de la Epifanía debe ser para todos, una oportunidad para el cambio –desde lo que estaba mal– o para la continuidad y mejora –desde lo que estaba bien–; siempre de cara a Jesucristo.

Agricultores y jornaleros lo saben bien: hay una gran similitud entre las Virtudes Teologales de Fe, Esperanza y Caridad; y las duras labores del campo de sembrar, cultivar y cosechar. 

Las preparaciones de la tierra al inicio del año (que incluyen la limpieza, el barbecho y el arado de las parcelas), son como un Acto de Fe: es probable que no entendamos cabalmente el mandato, pero sabemos que debemos creerlo (y hacerlo) en tiempo y forma. 

Y ni qué decir del cuidado de lo que hemos sembrado, este es verdaderamente un Acto de Esperanza; pues solo depende de Dios Padre Creador, la multiplicación de nuestras semillas y el aprovechamiento de los brotes y frutos, para abastecernos del alimento requerido y los bienes que hemos de comercializar. 

Y finalmente la utilización, aplicación y reinversión del producto de nuestras ventas, son una secuencia continua de Actos de Amor para los nuestros, los ‘prójximos’ y hasta para los lejanos o desconocidos.

Si La Fe me sirve para creer lo que no puedo comprender; La Esperanza para asegurar lo que no puedo garantizar; y El Amor para darle valía a todo lo que hago; prepararme para mi desempeño durante el próximo año es: sembrar con Fe, cultivar con Esperanza, para cosechar con Amor.   Tres acciones y Virtudes que debo procurar mantener juntas, pues, en la medida en que las pueda unir mejor, está el resultado que obtenga ante el Señor. 

Además, todo cuanto hagamos o planeemos hacer, hemos de realizarlo ‘Para la mayor Gloria de Dios’; ya que ‘en Él somos, nos movemos y existimos’; conscientes o inconscientes de ello, esto es, lo queramos o no.  Solo vivimos nuestra vida plenamente, si en ella incluimos a Dios; pues, de esa forma, nuestras dos naturalezas –la humana y la espiritual– se funden y multiplican a cabalidad, para lo que fuimos hechos desde el principio: dar alabanza y gloria a Dios.

¡No!, estas no son ‘mocherías’ (excesos de piedad católica), mis queridos amigos; estas son realidades absolutas, verdades axiomáticas, evidencias ineludibles.  Nos sentimos ‘poca cosa’ porque nos hemos acostumbrado a la forma material de nuestra existencia; habiéndonos olvidado que nuestra parte espiritual, que no tan solo es mayor, sino que puede ser eterna, si Dios quiere; (y Él sí quiere). 

Nuestra alma tiene todas las posibilidades de vivir para siempre; de trascender, de perdurar, de nunca morir.  Pero nos hemos olvidado de ello a cambio de banalidades temporales, superfluas y sensibles que creemos mejores.  Por eso hemos perdido la esperanza de mejorar; por eso no salimos de los círculos viciosos que nos encierran; porque nos hemos ‘cosificado’ en exceso, nos hemos materializado hasta en lo que pensamos. 

Hoy, que festejamos la Solemnidad de La Sagrada Familia, cuna de la Redención Humana, analicemos nuestra personal, personalísima realidad de vida y propongámonos una mejora continua en nuestro actuar; saquemos lo mejor de nosotros mismos y ofrezcámoslo en beneficio de los más próx(j)imos que tenemos; sin importar si son familiares, amigos, conocidos o no.  México y el Mundo necesitan de esto, empecemos por nosotros mismos y por nuestra Familia y Patria.

Orar sirve, es la mejor forma de permanecer con Dios.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,

Antonio Garelli




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