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jueves, 9 de noviembre de 2017

Veritelius de Garlla - 12 - Roma Augusta (2)

¡Alabado sea Jesucristo!

Ciudad de México, Noviembre 10 del 2017.

Veritelius de Garlla, Apóstol Gentil
12 de 130


ROMA AUGUSTA, URBI ET ORBI

Los documentos que me está entregando este hombre, son información clasificada a la que solo algunos tenemos acceso.  Yo la puedo copiar, pero las ‘tabulae’ originales deben ser devueltas cuanto antes, a menos que el Senado autorice su reubicación a otra biblioteca autorizada, como la que existe en Villa Veritas.
       Como son muchas las piezas, Tribunus Legatus, me dice el Tribuno Aurelio Sueto, me he permitido hacerle además un compendium que sea más fácil de leer para Usted; espero le sirva.
       Estoy muy agradecido con la fineza de sus atenciones, la eficacia de su labor y el interés de su servicio –le expreso serio y firme– pronto estaremos en contacto para futuros requerimientos que nos demande el Imperio y su Divino Emperador; (en ese momento saco de mis alforjas un anillo de oro que dice ‘Veritas-Solum’ y le digo): Que este presente recuerde nuestra amistad, Tribuno Aurelio Sueto. ¡Ave César!
       ¡Ave César, Tribunus Legatus Veritelius de Garlla!

Y, ahora, a la Curia Iulia, sede del Senado Romano; la cual físicamente es el centro geográfico de los Foros Imperial y Romano, y espiritualmente el corazón del Imperio; al menos, así lo manifiestan los senadores.  El edificio rectangular es magnífico desde el pórtico, impecablemente blanco y limpio; con sus ocho columnas de estilo romano, de fuste liso y capitel corintio, rematando al techo con hojas de higuera, labradas con exquisito gusto; la impresionante puerta de entrada, que pareciera requerir la fuerza de muchos hombres para cerrarla o abrirla, en madera de ciprés, entintada en marrón obscuro; y cruzando el umbral, el gran salón de sesiones del Senado: más mármol blanco en el piso, pulido hasta el reflejo y forrado de esa gran carpeta de tonos magenta, púrpura, blanco, verde  y añil; puesta allí para reducir el frío del pétreo piso. Las paredes de marquetería, de mármol de tantos colores que uno no podría ni imaginar, como vistiendo de manera elegante las salidas de los seis frontones falsos de mármol banco, como nichos esperando ser ocupados, que asoman en las pares Oriente y Poniente.  Y qué decir del techo, con sus plafones cuadrados de cedro rojo, profusamente tallados con guirnaldas, flores y cintas victoriosas; que al recibir la luz de las ventanas superiores, bailan su maravillosa danza de profundidades y sombras. Belleza, solo hermosura derrocharon sus constructores hace más de cincuenta años; y aquí sigue el edificio, inmutable al tiempo y a los hombres, con sus ideas, razones y sentimientos.

La sesión será extraordinaria, solo cinco senadores, que son la comisión designada, y yo, que seré el ejecutor de tal o tales hechos que serán  expuestos.  Los cuatro guardias pretorianos de la entrada, no se moverán de allí, serán vigías sordos y mudos de cuanto puedan llegar a escuchar.  Nadie más habrá en la Curia Iulia; me pregunto ¿qué tan importante es el asunto para tratarlo de esta forma?
       ¡Ave César! ¡Tribunus Legatus Veritelius de Garlla!, me llama una voz desde el centro del salón de sesiones, hacia donde volteo de inmediato.
       ¡Ave Tiberio Julio César!, ¡Honorable Senador Flavio Nalterrum, qué gusto me da verle!, contesto impostando el tono.
       Pase, por favor, Tribunus Legatus; estaremos en el Salón Augusto del fondo, para mayor comodidad y privacidad. Le agradezco mucho que haya atendido con tanta prestancia mi nota, yo sé que a usted ya no debemos importunarlo para ningún asunto, pero solo seguimos la recomendación hecha por el Emperador Tiberius Iulius Cæsar.
       Estoy a su mandato, Senador Nalterrum, al del Divino Tiberio César y al de Roma; le respondo mientras caminamos el largo salón hasta alcanzar el final del mismo, en donde se encuentra la Silla Curulis.
       Ya nos esperan los senadores que me asistirán en el asunto que hoy nos ocupa; son cuatro y todos especialistas muy escogidos; me anticipa, en tanto hace el ademán de cederme el paso al interior del Salón Augusto, al cual tan pronto entro, saludo:
       ¡Ave Tiberio Julio César!
       ¡Ave César, Tribunus Legatus!, me contestan todos.
       ¡Honorables Senadores! Presento a ustedes al Ciudadano Romano Veritelius de Garlla, Tribunus Legatus de nuestro Ejército Imperial Romano, desde hoy en comisión especial del Emperador Tiberio Julio César.
A todos les conozco; alguna vez en mi vida activa de Comandante Militar, algo tuve que ver con cada uno.  Seguramente Tiberio los ha escogido a todos; solo falta saber a qué se dedican ahora, lo que inicia haciendo el Senador Flavio Nalterrum:
       El Honorable Senador Homero Suetonius de la Comisión de Credos, Doctrinas y Religiones, del Senado Romano. 
         El Honorable Senador Milos Piridión de la Comisión para Asia, Siria y Palestina del Senado Romano.
         El Honorable Senador Artemius Laericum de la Comisión de Honor y    Justicia Militar del Senado Romano.
         El Honorable Senador Silvio Bequani de la Comisión de Jurisprudencia          Provincial del Senado Romano.

Finalmente se empieza a aclarar el asunto.  Por las comisiones representadas (de las más de noventa que tiene el Senado Romano), el problema es el siguiente:
         “Un militar romano de alto rango, ha cometido una grave falta; en algún       lugar de las          provincias de Oriente, que ha ofendido seriamente a los        cultos autorizados por el Senado”.
No creo estar equivocado, pero esperaré pacientemente el proceso lento, tedioso y sinuoso que estos hombres de la política romana suelen realizar en estos casos.  En el Salón Augusto, todas las paredes están adornadas con mosaicos de las grandes batallas ganadas por Augusto César: Corinto, en Achaia; Alejandría, en Egipto; Apollonia, en Cyrenaica; Baetica, en Hispania; el arte desplegado en cada representación es extraordinario, pero en nada se parece a la realidad de cada uno de los eventos que quieren recordar.  En el salón están colocadas seis sillas sollum, para que cada uno se siente o recueste según desee, y han sido dispuestas como un hexágono; justo en el momento de darme cuenta de la forma de su distribución, vienen a mi memoria las palabras del Fariseo Misael de Cafarnaúm, allá en Florentia, en ocasión del Simposio que tuvo lugar en esa plaza: “. . . es el signo de la Estrella de David; lo cual significa para mí, que el anuncio luminoso viene directamente de Dios. . .” Qué extraño es todo esto.


       Tribunus Legatus Veritelius de Garlla, ¿qué sabe usted acerca de un hombre llamado Iesus Nazarenus?, me pregunta tajante el Senador Flavio.
       Honorable Senador Nalterrum, sé muy poco de él; sé que se llama Jesús, que nació en Nazaret, un lugar que no puedo ubicar bien en la Provincia de Iudae; y que recientemente ha sido crucificado, junto con otros dos malhechores, por mandato de Poncio Pilato, Gobernador de la Provincia.  No sé nada más de él.
       Pues realmente sabe muy poco, Tribunus Legatus, –me dice el Senador Homero Suetonius de la Comisión de Credos, Doctrinas y Religiones, del Senado Romano – éste fue un hombre extraordinario, que ha nacido en nuestro tiempo para marcar la historia de la humanidad. Así está señalado en el libro de las profecías del pueblo hebreo, muchas de las cuales tuvieron cumplimiento precisamente en él. Poseía poderes sobrenaturales, como los de los hijos de los dioses romanos, pero sin límite alguno; e inclusive era capaz de devolver la vida a los muertos. Este hombre, Jesús de Nazaret, también está considerado como un gran profeta, no solo para los judíos, sino para todas las naciones, incluyendo al Gran Imperio Romano.
       Y si era tan extraordinario, Senador Suetonius, ¿porqué no usó sus poderes para salvarse de la infame muerte de ser crucificado?, le pregunto al hombre, sin recibir respuesta.
       El hecho, Tribunus Legatus, me dice el Senador Artemius Laericum, de la Comisión de Honor y Justicia Militar, es que un militar del más alto rango, ha cometido un asesinato abusando de sus facultades; lo que ha ocasionado ya algunas protestas al respecto de varios ciudadanos romanos que se dicen afectados por el mandato.
       ‘Asesinato y abusando de sus facultades’ son palabras sumamente comprometedoras, Senador Laericum, le respondo, ¿tiene usted alguna evidencia para emitir esas acusaciones?; tampoco responde.
       Las inconformidades, Tribunus Legatus, interviene ahora el Senador Milos Piridión de la Comisión para Asia, Siria y Palestina, proceden de tan diversas provincias como Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, Cirene, y muchas otras; y creemos que esto pueda derivar en un levantamiento armado de sus ‘discípulos’, que ya en este momento se cuentan por miles; lo que obviamente debe preocupar al Imperio.
       Usted habla de ‘miles de discípulos’, Senador, ¿debemos considerarlos como una fuerza hostil al Imperio?, ¿se han presentado enfrentamientos con nuestros soldados?, ¿cuántos muertos ha habido?; ¿ha sido él el único?; cuatro preguntas y no hay contestación.
       La gente que está solicitando la aplicación del Derecho Romano, Tribunus Legatus, tiene evidencias del ‘mal manejo de la situación’ –dicen el Senador Silvio Bequani, de la Comisión de Jurisprudencia Provincial– y seguramente las usarán en contra de quienes resulten responsables, si no nos anticipamos a los hechos.
       ¿Conocemos esas ‘evidencias’, Senador? ¿Tenemos el reporte del juicio?; otra vez no hay respuesta.
Como puede usted darse cuenta, Tribunus Legatus, interviene ahora el Senador Flavio Nalterrum, este es un asunto muy complicado de Honoris, Legis, Iustitia; y que puede desembocar en acciones fuera de control para el Imperio, lo cual, obviamente, queremos evitar.  Para ello es que nos hemos reunido con Usted, a petición expresa del Emperador Tiberio César; quien desea verle en Villa Capreæ el día de mañana mismo.  Él le designará personalmente para esta Comisión, dándole los salvoconductos necesarios, así como los poderes que el caso amerita, para que se clarifique y resuelva favorablemente esta desagradable situación.  Por supuesto, el Senado, a través de nuestras Comisiones apoyará en todo lo necesario y conveniente.
       Muy bien, senadores, –les respondo – por supuesto que no puedo decir nada al respecto en este momento, pues como bien han señalado ustedes mismos, ‘sé poco del asunto’; pero me doy cuenta que no soy el único.  Creo que lo más conveniente será reunirme primero con el Emperador Tiberio César, a fin de saber su postura personal sobre el tema y la forma en que él quiera que sea investigado y solucionado.  Partiré de inmediato con mi escuadra; pero ver al Emperador mañana mismo, será muy difícil en virtud de la distancia.
       Hemos anticipado eso, Tribunus Legatus, me interrumpe el Senador Flavio Nalterrum, está esperándole en el puerto de Ostia una barca de las llamadas ‘liburnas’, de esas que son muy rápidas, para transportarle hasta Villa Capreæ al momento en que Usted lo desee; por supuesto, solo debieran embarcarse personas, ya que la embarcación es pequeña y los equinos le serían proporcionados allá mismo.  Si Usted acepta, estaría adelantando horas muy valiosas para el arribo a su crucial cita con Tiberio César y el inicio de los trabajos de esta comisión especial. Por cierto, todo lo relacionado con este tema, de hoy en adelante, si le parece, lo vamos a llamar simplemente “Christus Mandatus”, (no entiendo el por qué del nombre del archivo, pero no voy a preguntar por ahora).
       Le agradezco sus atenciones, Senador Flavio Nalterrum, tomaré la embarcación que Usted ha dispuesto y partiré para Villa Capreæ. A mi regreso estaremos en contacto. Ah! Por cierto, ojalá pudiésemos manejar todo esto como ‘consilii summo’, algo parecido a lo estrictamente confidencial de la milicia. ¡Ave Tiberio César!
       ¡Ave César, Tribunus Legatus!

Estos hombres viven en su propio mundo, y eso no es lo malo; lo peor que creen que el mundo es como ellos se lo imaginan.  Pero diez años de Dictadura de Cayo Julio César, cuarenta y un años de Imperio con Augusto César y veinte años con Tiberio César, nos han enseñado a manejar a los políticos dentro de su dimensión; todo estriba en no enseñarles más que lo que piensan que tienen.  Esto será lo primero que yo le pida a Tiberio César en este asunto: confidencialidad militar; un decreto para no difusión de parte del Senado.  De otra forma, se corre el riesgo de crear una sublevación a nivel Imperio con un solo muerto: Iesus Nazarenus.


† † †


Orar sirve, oremos por nuestros Pueblos.

De todos ustedes afectísimo en Cristo

Antonio Garelli




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De Milagros y Diosidencias.  Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.

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