¡Alabado sea Jesucristo!
Ciudad de
México, Noviembre 29 del 2017.
EL DEMONIO AL
ACECHO DEL MESÍAS
5 DE 77
I.5.- EL VIAJE A EGIPTO
(Mt
2, 13-15)
“Cuando ellos se
retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
‘Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí
hasta que yo te diga. Porque Herodes va
a buscar al niño para matarle.’
Él se levantó,
tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta
la muerte de Herodes; para que se cumpliera lo dicho por el Señor por medio del
profeta; ‘De Egipto llamé a mi hijo.’”
§ § §
El sapientísimo Leví de Cafarnaúm (San
Mateo), amigo íntimo de Jesús de Nazaret desde su adolescencia, es el único que
asienta este evento de la vida del Señor; y lo hace consciente de la
importancia que encierra para El Niño Dios haber vivido estas jornadas de destierro,
en una de las naciones más antisemitas desde tiempo inmemorial: Egipto. Hoy en día todavía se pueden ver y sentir las
inclemencias del desierto, lo agresivo de la topografía del lugar y la
ausencia, casi total, de vida vegetal o animal.
La escasez de agua es impresionante.
El paisaje es pétreo en su totalidad.
¡Aquí el acecho del Demonio será casi imposible de evitar!, pues este
malvado ser, se aprovechará de todo cuanto tiene este inhóspito lugar.
Una vez más, el ‘ángel del Señor’ ha tenido que intervenir para anticiparse a lo que
Satanás está tramando contra el Redentor.
La angustia de sus palabras es evidente, pues urge a José a una pronta
movilización, la cual es, por supuesto, inesperada, además de temiblemente
riesgosa.
Hace dos mil años realizar un viaje
como éstos, requería una preparación que podía tomar meses de trabajos muy
duros y ahorros hasta el límite de las posibilidades. Más aún para aquellos que no tenían grandes
recursos (como era el caso de José), amén del largo tiempo que se empleaba para
recorrer el trayecto. Y aunque entre
Jerusalén y el gran delta del Nilo no hay más de trescientos kilómetros en línea
recta, esta distancia a pie o al lomo de un animal suele duplicarse por lo
agreste del terreno, en donde los precipicios y desfiladeros hacen pendientes
de más de trescientos metros de profundidad, con el agravante que son igual de
difíciles para bajar que para subir.
Si la jornada de camino a pie en un
día, no es de más de quince kilómetros en este tipo de terreno, esto significa
que a María y José (con Bebé recién nacido y todo), debió haberles tomado más
de ¡cuarenta días con sus noches, haber llegado a tierras egipcias! Además, estos viajes se realizaban en
caravanas, por lo que era muy importante mantener el paso y ritmo de sus
desplazamientos, pues de manera contraria, uno podría quedarse solo en
cualquier lugar del camino. Y esto,
tenía riesgos muy grandes, a veces, mortales.
Sin imaginar más contingencias que las
inherentes a la
Sagrada Familia , tan solo las situaciones descritas serían
magníficas oportunidades para el Demonio, en su constante acecho sobre el
Mesías. Fríos de noches invernales; rachas de vientos y tormentas de arena;
ataques de fieras y animales salvajes; escasez de agua e insalubridad; todas pudieron
ser condiciones inmejorables para atentar contra la vida de Dios Niño.
El pequeño Bebé Emmanuel, solo habría
tenido un par de semanas de nacido, y era, igual que todos los seres humanos,
absolutamente dependiente de sus padres.
Él así lo quiso, pero yo creo que nunca se imaginó hasta dónde iba a
llegar el Demonio con los ataques en su contra. Sin embargo, allí estaban María y José
pendientes de cuidar “el Divino encargo”
que el Señor les había mandado.
¡Benditos sean María y José! Que procuraron
con tal vehemencia la vida de Jesús Niño, que pudieron conservarlo incólume
durante todo este aciago viaje. ¡Cuánto
habrán batallado estos Benditos de Dios para mantener alejado de Satanás al
‘indefenso’ Niño Dios que era su Hijo humano!
Nada les sucedió. Ni Mateo, ni ninguno de los otros
Evangelistas lo narra, y yo no voy a especular acerca de los
acontecimientos. Pero de lo que sí estoy
seguro, es que ninguna caravana viajó jamás, tan segura como ésta, de Jerusalén
a las fronteras continentales de Egipto.
Debió haber habido encima de ellos una miríada de ángeles del cielo
cuidando al recién nacido Hijo de Dios como hombre; porque las oportunidades
del Demonio para dañarle estaban muy a la mano, como nunca más se le iban a
presentar.
¡Bendito sea Dios en sus Ángeles y en
sus Santos, María y José! Amén.
§ § §
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
También me puedes seguir en:
Solo por el gusto de Proclamar El Evangelio
No hay comentarios:
Publicar un comentario