¡Alabado sea Jesucristo!
Ciudad de
México, Septiembre 1 del 2017.
EN PLACENTIA
Iunius XIV
Ningún
contratiempo, pernoctaremos en Placentia;
que en honor a su nombre, nos ha recibido placenteramente y con agrado. Este es solo un pueblo de paso del Padus; el
caserío es muy grande, pero no hay un solo domus
de piedra, ni una pizca de mármol en todo el lugar. Todo es de madera y en muchos casos está sin
aserrar. Sin embargo tienen varios hospitii en donde pasar la noche;
nosotros iremos al asignado para el Ejército Imperial, que siempre es mejor
atendido.
–
¡Ave César! Saludamos de
rigor, a nuestra entrada a la caballeriza.
Al instante aparecen los vigilantes del lugar en presta acción de
guardia; han visto que se trata de un Tribunus
Legatus Legionario Imperial y su escuadra, por lo que la actitud cambia de
inmediato a plena disposición de atención y servicio.
–
¡Ave César!, responden al
unísono todos, perfectamente erguidos y avanzando a tomar nuestros corceles
para que podamos desmontar. Todos son soldados triarii, el más bajo rango en la milicia, queriendo ser Legionarios algún día en su
vida y pudiendo obtener así, el significativo reconocimiento de Ciudadano
Romano.
–
¡Ave César! ¡Ave
Tribunus!,
me saluda el jefe de la guardia, que es un Centurión, golpeando su pecho y
extendiendo brazo y mano derecha.
–
Veritelius de
Garlla, contesto, con mi brazo derecho levantado y la mano extendida, Tribunus
Legatus en comisión del Emperador Tiberio Julio César.
–
¡Tribunus, es un
honor para todos nosotros que usted esté aquí!, me dice con voz
firme y ronca, sin esconder su gusto por nuestro arribo.
–
Solo pasaremos
la noche en este lugar, le digo; mañana, en la cuarta vigilia de la noche
reiniciaremos nuestro camino hacia Roma.
–
¡Marte y todos
los dioses estén con nosotros Tribunus; sea usted bienvenido! Será nuestro
honor atenderle junto con su escuadra.
La comida en
estos lugares es espléndida en sabor y frescura; cierto es que le faltan muchos
condimentos, pero está tan recién hecha y uno llega con tanta hambre, que degustarla
es un deleite. Especialmente en estos
pueblos del Septemtrio de Italia, el condio o forma de preparar los
alimentos, reviste gran importancia, ya que son pocas las especias a las que
tienen acceso (en comparación con las grandes urbes) y sus guisados son parcos,
pero bien sazonados. Sin embargo, los
vinos y las conservas son extraordinarios; y qué decir de los quesos, su
variedad de caseus es
inigualable. Como hemos llegado en la
primera vigilia, habrá tiempo suficiente para una buena mesa con platillos
estilo Æmilia. Toda esta región es tierra de etruscos, aliados de Roma desde
hace ciento cincuenta años y buenos defensores del Imperio, pero no faltan los
revoltosos que quieren armar riña con la milicia. Antes de hacer ninguna otra
cosa, el Comandante o General de la columna o grupo que pase o acampe en la
zona, debe ser informado de inmediato por el oficial de mayor rango de la
estación o cuartel, respecto de la situación que se vive en el lugar.
Esta
información es tan valiosa (y el cumplir la orden de pedirla y darla es tan
importante), que si no es facilitada y llegase a presentarse un ataque o
emboscada a la milicia que esté arribando, los oficiales a cargo en los dos
mandos serán procesados por traición y muertos en el mismo instante de su
captura. El reporte que me ha dado el
Centurión que funge como comandante del lugar, más parece una misiva a la
familia, que un reporte de hechos militares en la zona; Yo podría resumirla en
tres palabras: “prosperîtas, felicîtas, solum”. ¡Qué gran cosa es saber
que el Imperio sea así!
El
paso de un Tribunus Legatus por
cualquier lugar, debe dejar huella siempre; finalmente, después del César, es
la máxima figura del Ejército Imperial, y éste, además, es un Imperio militar
en expansión. En menos de tres horas,
habrá comida y vino hasta saciarse para cuanto hombre militar haya en el lugar;
todo será pagado con oro del mentado Magíster. Así tiene que ser: si en la Urbe todo es ‘panis et circus’, en la provincia debe
ser: ‘panis et canto’. Esto nunca debe ser olvidado, es una demanda,
a voces en silencio, de toda la milicia.
Y claro está, si los militares están de fiesta, los civilis deben ser invitados al convivio. En mi caso, la orden de “Non memoria oscuratta est” (“Sin perder la conciencia”), será dada
y habrá de ser ejecutada escrupulosamente; que se promueva la alegría y la
convivencia, no el vicio y la ruina.
Las
habitaciones asignadas para aseo y descanso tienen apenas lo mínimo que se
requiere en estos casos, no se puede pedir más, el lugar no es para hacerlo; en
nuestro trayecto encontraremos mejores ocasiones. Un General Romano siempre debe tener
presencia impecable, el pueblo romano se lo demanda; si ha de representarlos,
entonces que sea con toda dignidad, y esto empieza en el aseo y la limpieza de
sus vestimentas. Para ello se cuenta con
todo lo necesario, desde los arreos y artículos, hasta los asistentes para la
faena; todas las avanzadas del Ejército Imperial cuentan con esos insumos por
rango y, su consumo, debe ser adecuadamente justificado. Igual es para los oficiales y la tropa
acompañante.
Al
toque de la trompeta que anuncia el cambio de la primera vigilia por la
segunda, para defensa de la fortificación, estoy recibiendo una nota escrita en
papel color café claro con tinta negra, que dice (en el ‘más puro latín etrusco’):
“Honorabilis Tribunus Legatus Veritelius de
Garlla
Es nuestro deseo invitar a Usted y a su
comitiva a la Magna celebración por
su arribo y paso por esta insigne aldea de Placentia.
La castra y civilis se honrarán con su
presencia.”
Ha
sido entregada por un mensajero perfectamente limpio y uniformado; la misiva la
ha recibido mi asistente, quien ha hecho las preguntas de rigor.
–
¿Quién la envía?
–
El Centurión
Melanus.
–
¿Requiere
respuesta?
–
Sí, asienta el
mensajero.
Mi
asistente, Tadeus Tarquinii, se presenta delante de mí y dice:
–
Tribunus
Legatus, ha sido traída por un mensajero esta nota que envía el Centurión
Melanus y que requiere respuesta.
Abro
la nota, la leo y respondo:
–
Dígale que el
honor es nuestro, que allí estaremos.
Éste
transmite mis instrucciones y vuelve ante mi presencia. Acto seguido ordeno al asistente que informe
a los centuriones que nos acompañan, que se alisten de inmediato para revisión
del General en el cuadro de arena de la caballeriza. En un instante están todos
reunidos y en espera de las nuevas órdenes.
–
Hemos sido
invitados a una Magna celebración con todo el pueblo, –les digo – cenaremos con ellos y departiremos por
separado pero en el mismo lugar. Para
nosotros este convivio terminará antes del toque de la tercera vigilia, momento
en que nos retiraremos a descansar para partir de este lugar al alba sin
faltar. Cualquier omisión será
reprendida.
–
¡Ave César! ¡Ave
Tribunus Veritelius!
Responden todos a una voz cuando he dejado de hablar.
Así
funciona una tropa bien entrenada; orden, ejecución; ejecución, resultado;
resultado, validación; validación, informe; informe, orden. El que ordena debe saber que lo que está
ordenando se puede ejecutar; el que recibe la orden debe saber que lo único que
es su responsabilidad es ejecutar la orden; ambos deben conocer el resultado de
la o las acciones realizadas; la validación corre a cargo del ordenante y ha de
informar las consecuencias. En el
Imperio Romano de Tiberio Julio César, todos sabemos esto y lo acatamos como immutabilis lex. También sabemos que nuestra existencia
depende en gran medida de nuestra capacidad de obedecer las órdenes
recibidas. Éstas son garantías de
mandos; superiores e inferiores. Sine qua
non. Todos los legionarios que están
a mi servicio, podrían ser oficiales en cualquier cuerpo del Ejército Imperial;
aceptan no tener el rango, porque prefieren ser mi escolta que estar en
campaña. Immutabilis lex. Ley inmutable, sin cambio.
† †
†
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
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De Milagros y
Diosidencias. Solo por el gusto de
proclamar El Evangelio.
Para que yo no siga en el error, se pronuncia Garla o Garya
ResponderEliminar"Garla" Pero como la doble ele en italiano "Garl-la"
EliminarSaludos