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jueves, 31 de agosto de 2017

Veritelius de Garlla - 02 - En Placentia (Camino a Roma)

¡Alabado sea Jesucristo!

Ciudad de México, Septiembre 1 del 2017.


EN PLACENTIA
Iunius XIV

Ningún contratiempo, pernoctaremos en Placentia; que en honor a su nombre, nos ha recibido placenteramente y con agrado.  Este es solo un pueblo de paso del Padus; el caserío es muy grande, pero no hay un solo domus de piedra, ni una pizca de mármol en todo el lugar.  Todo es de madera y en muchos casos está sin aserrar.  Sin embargo tienen varios hospitii en donde pasar la noche; nosotros iremos al asignado para el Ejército Imperial, que siempre es mejor atendido.
       ¡Ave César! Saludamos de rigor, a nuestra entrada a la caballeriza.  Al instante aparecen los vigilantes del lugar en presta acción de guardia; han visto que se trata de un Tribunus Legatus Legionario Imperial y su escuadra, por lo que la actitud cambia de inmediato a plena disposición de atención y servicio.
       ¡Ave César!, responden al unísono todos, perfectamente erguidos y avanzando a tomar nuestros corceles para que podamos desmontar. Todos son soldados triarii, el más bajo rango en la milicia,  queriendo ser Legionarios algún día en su vida y pudiendo obtener así, el significativo reconocimiento de Ciudadano Romano. 
       ¡Ave César! ¡Ave Tribunus!, me saluda el jefe de la guardia, que es un Centurión, golpeando su pecho y extendiendo brazo y mano derecha.
       Veritelius de Garlla, contesto, con mi brazo derecho levantado y la mano extendida, Tribunus Legatus en comisión del Emperador Tiberio Julio César.
       ¡Tribunus, es un honor para todos nosotros que usted esté aquí!, me dice con voz firme y ronca, sin esconder su gusto por nuestro arribo.
       Solo pasaremos la noche en este lugar, le digo; mañana, en la cuarta vigilia de la noche reiniciaremos nuestro camino hacia Roma.
       ¡Marte y todos los dioses estén con nosotros Tribunus; sea usted bienvenido! Será nuestro honor atenderle junto con su escuadra.

La comida en estos lugares es espléndida en sabor y frescura; cierto es que le faltan muchos condimentos, pero está tan recién hecha y uno llega con tanta hambre, que degustarla es un deleite.  Especialmente en estos pueblos del Septemtrio de Italia, el condio o forma de preparar los alimentos, reviste gran importancia, ya que son pocas las especias a las que tienen acceso (en comparación con las grandes urbes) y sus guisados son parcos, pero bien sazonados.  Sin embargo, los vinos y las conservas son extraordinarios; y qué decir de los quesos, su variedad de caseus es inigualable.  Como hemos llegado en la primera vigilia, habrá tiempo suficiente para una buena mesa con platillos estilo Æmilia. Toda esta región es tierra de etruscos, aliados de Roma desde hace ciento cincuenta años y buenos defensores del Imperio, pero no faltan los revoltosos que quieren armar riña con la milicia. Antes de hacer ninguna otra cosa, el Comandante o General de la columna o grupo que pase o acampe en la zona, debe ser informado de inmediato por el oficial de mayor rango de la estación o cuartel, respecto de la situación que se vive en el lugar. 

Esta información es tan valiosa (y el cumplir la orden de pedirla y darla es tan importante), que si no es facilitada y llegase a presentarse un ataque o emboscada a la milicia que esté arribando, los oficiales a cargo en los dos mandos serán procesados por traición y muertos en el mismo instante de su captura.  El reporte que me ha dado el Centurión que funge como comandante del lugar, más parece una misiva a la familia, que un reporte de hechos militares en la zona; Yo podría resumirla en tres palabras: “prosperîtas, felicîtas, solum.  ¡Qué gran cosa es saber que el Imperio sea así!

El paso de un Tribunus Legatus por cualquier lugar, debe dejar huella siempre; finalmente, después del César, es la máxima figura del Ejército Imperial, y éste, además, es un Imperio militar en expansión.  En menos de tres horas, habrá comida y vino hasta saciarse para cuanto hombre militar haya en el lugar; todo será pagado con oro del mentado Magíster.  Así tiene que ser: si en la Urbe todo es ‘panis et circus’, en la provincia debe ser: ‘panis et canto’.  Esto nunca debe ser olvidado, es una demanda, a voces en silencio, de toda la milicia.  Y claro está, si los militares están de fiesta, los civilis deben ser invitados al convivio.  En mi caso, la orden de “Non memoria oscuratta est” (“Sin perder la conciencia”), será dada y habrá de ser ejecutada escrupulosamente; que se promueva la alegría y la convivencia, no el vicio y la ruina.

Las habitaciones asignadas para aseo y descanso tienen apenas lo mínimo que se requiere en estos casos, no se puede pedir más, el lugar no es para hacerlo; en nuestro trayecto encontraremos mejores ocasiones.  Un General Romano siempre debe tener presencia impecable, el pueblo romano se lo demanda; si ha de representarlos, entonces que sea con toda dignidad, y esto empieza en el aseo y la limpieza de sus vestimentas.  Para ello se cuenta con todo lo necesario, desde los arreos y artículos, hasta los asistentes para la faena; todas las avanzadas del Ejército Imperial cuentan con esos insumos por rango y, su consumo, debe ser adecuadamente justificado.  Igual es para los oficiales y la tropa acompañante.

Al toque de la trompeta que anuncia el cambio de la primera vigilia por la segunda, para defensa de la fortificación, estoy recibiendo una nota escrita en papel color café claro con tinta negra, que dice (en el ‘más puro latín etrusco’):
         “Honorabilis Tribunus Legatus Veritelius de Garlla
         Es nuestro deseo invitar a Usted y a su comitiva a la Magna celebración          por su arribo y paso por esta insigne aldea de Placentia.
         La castra y civilis se honrarán con su presencia.”
Ha sido entregada por un mensajero perfectamente limpio y uniformado; la misiva la ha recibido mi asistente, quien ha hecho las preguntas de rigor.
       ¿Quién la envía?
       El Centurión Melanus.
       ¿Requiere respuesta?
       Sí, asienta el mensajero.


Mi asistente, Tadeus Tarquinii, se presenta delante de mí y dice:
       Tribunus Legatus, ha sido traída por un mensajero esta nota que envía el Centurión Melanus y que requiere respuesta.
Abro la nota, la leo y respondo:
       Dígale que el honor es nuestro, que allí estaremos.
Éste transmite mis instrucciones y vuelve ante mi presencia.  Acto seguido ordeno al asistente que informe a los centuriones que nos acompañan, que se alisten de inmediato para revisión del General en el cuadro de arena de la caballeriza. En un instante están todos reunidos y en espera de las nuevas órdenes.
       Hemos sido invitados a una Magna celebración con todo el pueblo, –les digo – cenaremos con ellos y departiremos por separado pero en el mismo lugar.  Para nosotros este convivio terminará antes del toque de la tercera vigilia, momento en que nos retiraremos a descansar para partir de este lugar al alba sin faltar.  Cualquier omisión será reprendida.
       ¡Ave César! ¡Ave Tribunus Veritelius! Responden todos a una voz cuando he dejado de hablar.

Así funciona una tropa bien entrenada; orden, ejecución; ejecución, resultado; resultado, validación; validación, informe; informe, orden.  El que ordena debe saber que lo que está ordenando se puede ejecutar; el que recibe la orden debe saber que lo único que es su responsabilidad es ejecutar la orden; ambos deben conocer el resultado de la o las acciones realizadas; la validación corre a cargo del ordenante y ha de informar las consecuencias.  En el Imperio Romano de Tiberio Julio César, todos sabemos esto y lo acatamos como immutabilis lex.  También sabemos que nuestra existencia depende en gran medida de nuestra capacidad de obedecer las órdenes recibidas.  Éstas son garantías de mandos; superiores e inferiores. Sine qua non.  Todos los legionarios que están a mi servicio, podrían ser oficiales en cualquier cuerpo del Ejército Imperial; aceptan no tener el rango, porque prefieren ser mi escolta que estar en campaña.  Immutabilis lex.  Ley inmutable, sin cambio.


† † †


Orar sirve, oremos por nuestros Pueblos.

De todos ustedes afectísimo en Cristo

Antonio Garelli




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De Milagros y Diosidencias.  Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.

2 comentarios:

  1. Para que yo no siga en el error, se pronuncia Garla o Garya

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