¡Alabado sea
Jesucristo!
Ciudad de México,
Junio 14 del 2017
M E D I T A N D O L
A S
P A R Á B O L A S D
E
J E S Ú S D E N A Z A R E T
16 de 35
En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu
Santo + Amén.
PADRENUESTRO
“Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea
tu nombre;...”
AVEMARÍA
“Dios te salve, María, llena eres de Gracia.
. .”
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
“Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus
fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía Tu Espíritu Creador. Y renueva la faz
de la tierra. Oh Dios, que has iluminado
los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a sus
inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.”
15.- “PARÁBOLA DEL
SIERVO DESPIADADO”
(Mt 18, 23 – 35)
“Por
eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con
sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le
fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor
que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le
pagase. Entonces el siervo se echó a sus
pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré.’
Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó
la deuda.
Al
salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía
cien denarios; lo agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes.’ Su compañero, cayendo a sus pies, le
suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré.’ Pero él no quiso, sino que fue y lo echó en
la cárcel, hasta que pagase lo que debía.
Al
ver sus compañeros lo ocurrido, se estremecieron mucho, y fueron a contar a su
señor todo lo sucedido. Su señor
entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda
aquella deuda porque me suplicaste. ¿No deberías tú también compadecerte de tu
compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’ Y encolerizado su señor, lo entregó a los
verdugos hasta que pagase todo lo que le debía.
Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de
corazón cada uno a vuestro hermano.”
ACTOS DE
PREPARACIÓN:
Ninguna razón existe en mi mente que
pueda aclararme fehacientemente el Juicio de Dios. Solo aprovechando la Fe
puedo conceptualizar este impresionante momento. En él, ganaré la vida eterna o perderé la
existencia de mi alma. Así de simple,
así de tajante, así de cierto.
Pero con la lucidez para el espíritu,
que es la Fe ,
también llegó la Esperanza , que es el
techo protector de mi corazón durante la tormenta.
Y como complemento indispensable, Dios
me otorgó el Amor, modo final en que
podré contactarme con mi Creador.
PETICIÓN:
Padre Santo, abre mi entendimiento y mi
corazón para aceptar cuanto me digas en este momento de meditación contigo,
pues requiero de ti para mi salvación, y yo, ¡realmente quiero salvarme!
EL
TIEMPO Y EL LUGAR:
Poco días antes
de este momento, ha tenido lugar “La Transfiguración ”; ese impactante acontecimiento
en que, al menos tres de sus Apóstoles, han visto su Gloria que es, aún mayor,
que la de Moisés (La Ley )
y Elías (Los Profetas).
Recientemente ha
empezado el tercer año del Ministerio del Señor y durante dos años completos ha
predicado el perdón como arma para vencer el mal. Esta parábola se las dice solo a sus discípulos;
es el final de lo que conocemos como “El Discurso Eclesiástico”. Se encuentran nuevamente en Cafarnaúm, en
donde, a una pregunta específica de Pedro, sobre “¿Cuántas veces tengo que
perdonar las ofensas de mi hermano?” Jesús ha respondido “No te digo siete
veces, sino hasta setenta veces siete”, haciendo ver con ello lo limitado de la Ley de Moisés al respecto, y
lo amplísimo del mandato de perdón del Divino Maestro.
LOS PERSONAJES Y
ELEMENTOS:
Quizá para mí,
hombre del Siglo XXI, los personajes suenen hasta anticuados, pero hay que ver
lo que representan. El Rey, que como el
mismo Jesús lo indica, es el Reino de los Cielos. Los siervos, somos todos los que queremos
llegar allá. La deuda, en la cantidad de
diez mil talentos, una suma exorbitante, ejemplifica lo mucho que le debemos a
Dios. El primer dictamen del Rey para que sea liquidada la deuda, muestra el
perdón de Dios.
Implorar la
misericordia de Dios, es lo único que me
queda ante los parcos resultados de mis actos.
La actitud del siervo deudor ante su propio deudor, es lo injusto de mis
acciones. El juicio del Rey, es la
sentencia que puedo propiciar ante Dios, por la falta de perdón al prójimo de
mi parte.
MEDITACIÓN:
¡Si este pobre
siervo, que soy yo, le debe a Dios doscientos sesenta mil kilos de oro (lo que
son diez mil talentos), estoy realmente endeudado! Es lo que hoy puede llamarse ‘una deuda
impagable’. No hay, pues, cómo le pague
yo a Dios mi deuda. Y sin embargo, Dios está dispuesto a perdonármela, siempre
y cuando yo haga lo mismo con las deudas que algunos tienen conmigo. ¡Y por supuesto que no estoy hablando de oro
o dinero! Estoy hablando de perdonar a
los que me causan mal intencionalmente, a los que me perjudican sin que
siquiera se hayan dado cuenta, me refiero a los rencores escondidos con los que
vivo.
Voy a hacer una
síntesis de frases y oraciones. “En esto
conocerán todos que son mis discípulos: en el amor que se den los unos a los
otros.” Así enseñó Cristo. San Pablo le
escribió en su Primera Carta a los Corintios (13,) que “. . .El amor no lleva
cuentas del mal. . . El amor no acaba nunca. . .”, entonces: yo debo amar a mis
hermanos sin límite, solo por llamarme cristiano. Así, amar al prójimo para mí, será perdonarlo
siempre.
Amor y perdón,
esos son los ingredientes que requiere mi relación con los demás; porque son
también los componentes de la misericordia de Dios. San Juan fue más allá, cuando dijo: “. . .
Dios es amor: y el que permanece en Dios, permanece en el amor.” (I Jn 4, 16)
Visto esto,
aclarado que estoy endeudado con Dios hasta lo impagable (que es precisamente
mi vida y los dones que he recibido), solo me queda empezar a revisar las
listas de mis acreedores y deudores: mi familia, mi trabajo, mis
amistades. Yo no puedo dirigirme al
Señor en oración pidiéndole el perdón de mis faltas, si primero no tengo
disposición de perdonar a los que han fallado conmigo.
Es una
incongruencia solicitar la
Misericordia de Dios, si no soy capaz de mostrarme compasivo
con mis más próximos, con mi prójimo. La ejemplificación dada por el Señor
(diez mil talentos que yo debo, contra cien denarios que me deben), es bastante
clara como para que yo todavía aluda no entender. Igual que pido el perdón, debo perdonar. En la misma línea; en la misma dimensión;
bajo las mismas prerrogativas.
Dice San Juan en
su Primera Epístola (4, 20): “Si alguno dice: ‘Yo amo a Dios’, y odia a su
hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede
amar a Dios a quien no ve.” Con esto
como antecedente y sabiendo que el amor es primero perdón, solo debo poner
‘manos a la obra’ y empezar a eliminar mi ‘lista negra’ de ‘a estos nunca los
voy a perdonar’; porque “Con la vara que mida, seré medido.”
Pero que me
quede muy claro, no es la materialidad de las deudas lo único que debo
perdonar; al menos, no es lo más importante.
Son las deudas morales, las que afectan mi espíritu o el alma de los
demás, de las que más me he de preocupar.
El perdón no abarca solamente las acciones físicas hechas o sufridas;
eso es casi insignificante ante el daño espiritual de nuestra persona
humana. Y no por la inmaterialidad de
este tipo de acciones puedo llegar a pensar en lo intangible de su daño. Perdonar de corazón, es borrar el rencor de
mi alma. Y esto no tiene materialidad
alguna; es un acto de trascendencia que supera por mucho el espacio físico que
ocupo con mi persona. Y Dios me medirá
precisamente en la dimensión del alma, no en el tamaño del cuerpo.
FRUTO:
VOY A ESCRIBIR TRES PROPÓSITOS TANGIBLES Y
ALCANZA-BLES QUE DEBERÁN CAMBIAR MI VIDA, A FIN DE SER UNA PERSONA CONGRUENTE
ENTRE LO QUE ACABO DE APRENDER DE JESUCRISTO Y LO QUE DEBO HACER COMO UN DIGNO
SEGUIDOR DEL SEÑOR.
1 (En mi
familia)
2 (En mi círculo
social y amistades)
3 (En mis
actividades laborales o de negocios)
ORACIÓN A MARÍA:
Madre
Santísima, tú que jamás guardaste rencor en tu corazón, perdonando a
todos cuantos te ofendieron, ayúdame a encontrar la mejor forma de imitarte y
lograr con ello el perdón de Dios de todos mis pecados.
Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.
PADRENUESTRO –
AVEMARÍA
En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu
Santo + Amén.
V V V
Afectísimo en
Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
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De Milagros y
Diosidencias. Solo por el gusto de
proclamar El Evangelio.
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