¡Alabado
sea Jesucristo!
México, D. F.,
Septiembre 28 del 2015.
DOS SEPELIOS PARA MI MADRE
Muy estimados todos en Cristo Jesús:
¡Muchas, muchísimas gracias por las muestras de
consuelo! Han sido todos ustedes una vereda de esperanza, de paz y de amor,
ante un momento muy difícil en mi vida; pues no es nada fácil ser Católico
Apostólico Romano y tener una Madre Testigo de Jehová; y ambos,
recalcitrantemente practicantes. En una
situación así, todo se complica; y su muerte no ha sido la excepción, también tuvo
dos sepelios.
El primero, en consideración a mis hermanas y demás
familiares testigos, fue de acuerdo a lo que ellos decidieron. Pero para mi
sorpresa, ¡no decidieron nada! Allí
estuvo el cuerpo de mi Madre en la funeraria, en el ataúd, y nadie hizo
nada!! No rezaron, no discursaron, no
cantaron; ¡nada, no hicieron nada! Mi
amada esposa Lilia –a quien quiero reconocerle su invaluable apoyo en estos
duros momentos– y yo, estuvimos esperando a que apareciera la espiritualidad de
la secta; pero como era de esperarse, ese ansiado momento no llegó. No podía llegar, es inexistente.
Así estuvimos la tarde y noche del jueves y medio día
del viernes, cuando retiraron el cuerpo de Doña Eugenia para su cremación. Los únicos católicos permanentemente, fuimos
mi esposa y yo. Rezamos en nuestro
interior, pues haber hecho algo exterior nosotros (rezar, cantar o discursar),
habría causado un gran problema; pues todos mis familiares testigos saben el
tamaño de mi intransigencia hacia ellos.
Pero entonces aparecieron las Diosidencias.
Mi Madre dejó todo arreglado para su muerte: a quién
hablarle cuando falleciera, dónde ‘velarla’, cómo ‘arreglarla’ para ponerla en
el féretro, y su cremación; pero no dejó instrucciones para el ‘manejo’ de sus
cenizas; y ninguno de mis hermanos tenía un lugar para depositarlas. . . y yo
sí.
Así que me dieron las cenizas y de inmediato iniciamos
el ‘segundo funeral’: la despedida católica cristiana de una hija de Dios. Y nos dimos a la tarea de adquirir una urna
con un Crucifijo, de solicitar una Misa por la Salvación de su alma y una
solemne ceremonia para darle Cristiana Sepultura. No tienen idea cómo lloré al ver la pequeña
urna con las cenizas de mi Mamá, en el centro del enorme altar de MI IGLESIA de
San Ignacio de Loyola; solo pensé una cosa: Dios quería ver a Eugenia en Su
Casa y Él se encargó de que así fuera; y en el momento más importante de
nuestra existencia humana, cuando partimos hacia La Casa del Padre.
En San Ignacio me convertí al Catolicismo; allí nos
casó el Padre Pérez Alonso, S.J., ocasión que también fue mi Primera Comunión;
allí fueron las Primeras Comuniones de mis dos hijas; allí fue el funeral de la
Mamá de mi querida esposa; y mi Mamá nunca estuvo presente. Ahora le tocaba a ella y no podía faltar. Todo con precisión y exactitud Divina; como
son los Milagros y las Diosidencias. Y
además arropados con el amor cristiano de los católicos que me fortalecen y me
inspiran. ¡Eso es un funeral digno!
¡Gracias Dios!
Y gracias a todos ustedes, familiares y amigos, por su
caluroso y acogedor apoyo; a mi amada esposa Lilia, a mis adorables Hijas Kary
y Lore y a sus queridísimos esposos Carlos y Moy. Sin el amor de todos ustedes yo sería nada,
absolutamente nada; pero con ese Amor que el Señor les ha otorgado para dárselo
a los demás, soy un feliz católico que transcurre con tranquilidad, el duelo de
haber perdido a la primera mujer que amé: Mi Madre.
Por favor, oren por ella; para poder salvar su alma.
De todos ustedes, con afecto en Cristo.
Antonio Garelli
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De Milagros y Diosidencias.
Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.
Señor Garelli, tenga la seguridad de mis oraciones por su amada madre.
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