¡Venga Tu
Reino!
Octubre 8
del 2013.
EL
PAPA FRANCISCO EN ASIS
Muy apreciables todos, en Jesucristo:
Dios me ha permitido la Gracia de haber vivido
(conscientemente), a SIETE Papas: Juan XXIII, el Papa Bueno; Paulo VI, mi Tío;
Juan Pablo I, un verdadero enigma; Juan Pablo II, El Santo que todos vimos en
persona; Benedicto XVI, otro enigma; y al Papa Francisco, la sorprendente
sorpresa. Si como mi padre y mi madre
(quien todavía vive), yo pudiera vivir más de 85 años, me quedarían muchos
otros Papas qué vivir como católico.
El pensamiento del Papa en turno ‘es el sentir de la
Iglesia’ y como tal, a todos los católicos debe interesarnos, además de
importarnos. Una forma de constatar esto,
son los escritos y comentarios de los Papas, respecto de los problemas y
oportunidades que vive la sociedad de su tiempo, por ejemplo:
- La Rerum Novarum del Papa León XIII.
- La Pacem in Terris de San Juan XXIII.
- La Humanae Vitae del Papa Paulo VI.
- La Familiaris Consortio de amadísimo San
Juan Pablo II.
Y lo anterior, solo por señalar algunos textos del
atinado pensamiento Papal.
En el mundo de la súper comunicación que nos ha tocado
vivir, velocísima e inmediata –aunque no siempre veraz– todos los católicos debemos
estar enterados del pensamiento del Papa; de sus posiciones, sus enseñanzas, y
sobre todo, de sus recomendaciones.
Aquí les entrego un documento abierto para su
consulta, con cuatro posiciones del Santo Padre acerca de cuatro temas ‘muy
actuales’; estoy seguro que les servirá.
Suyo afectísimo en Cristo
Antonio Garelli
De
Milagros y Diosidencias. Solo por el
gusto de proclamar El Evangelio.
¿Qué hacer en la vida? Un compromiso así
¿para siempre?
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Preguntas y
respuestas del Papa Francisco a los jóvenes presentes en Asís sobre la
vocación, la familia, el trabajo y la misión (4 de octubre de 2013).
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La tarde del 4 de octubre de 2103 se llevó a cabo el
esperado encuentro del Papa Francisco con los jóvenes en la localidad
italiana de Asís, último evento del viaje del Papa a esta ciudad de la región
de Umbría. Miles de peregrinos con gritos del “Viva el Papa” y canciones relacionadas
con la juventud recibieron entre aplausos al Obispo de Roma.
El Papa invitó les a tomar a San Francisco de Asís como
ejemplo a seguir: “Francisco hizo crecer la fe, renovó la Iglesia, y al mismo
tiempo renovó la sociedad, la hizo más fraterna, pero siempre con el
Evangelio”.
Éstas son las preguntas formuladas al Santo Padre por
los jóvenes:
1. Vocación: ¿Qué hacer en la vida? ¿Cómo y dónde usar los talentos que el
Señor me ha dado?
A veces nos atrae la idea del sacerdocio o de la vida
consagrada. Pero inmediatamente nace el miedo. Y luego, un compromiso así:
¿para siempre? ¿Cómo reconocer la llamada de Dios? ¿Qué aconseja a quien
quisiera dedicar la vida al servicio de Dios y de los hermanos?
2. Familia: Nosotros jóvenes vivimos en una sociedad donde al centro está
‘el estar bien’, el divertirse, el pensar en sí mismos. Vivir un matrimonio
de jóvenes cristianos es complejo, abrirse a la vida es un desafío y un temor
frecuente. Como pareja joven sentimos la alegría de vivir nuestro matrimonio,
pero experimentamos la fatiga y los desafíos cotidianos. ¿Cómo puede
ayudarnos la Iglesia, cómo pueden sostenernos nuestro pastores, cuáles pasos
también nosotros estamos llamados a cumplir?
3. Trabajo: También en Umbría la crisis económica general de estos
últimos años ha provocado situaciones de malestar y pobreza. El futuro se
presenta incierto y amenazante. El riesgo es de perder, junto con la
seguridad económica, también la esperanza. ¿Cómo debe mirar al futuro un
joven cristiano? ¿En cuál de estos caminos comprometerse para la edificación
de una sociedad digna de Dios y digna del hombre?
4. Misión: Es bello para nosotros estar aquí junto a Usted y escuchar
sus palabras que nos animan e inflaman nuestro corazón. El año de la fe que
concluye dentro de algunas semanas, ha re propuesto a todos los creyentes la
urgencia del anuncio de la Buena Noticia. También nosotros quisiéramos
participar en esta aventura entusiastamente. ¿Pero cómo? ¿Cuál puede ser
nuestra contribución? ¿Qué debemos hacer?
Texto completo de las palabras del Papa a los jóvenes:
¡Gracias por haber venido, gracias por esta fiesta! De
veras: ¡esta es una fiesta! Y gracias por sus preguntas.
Me alegra que la primera pregunta haya sido de un
matrimonio joven ¡un lindo testimonio! Dos jóvenes que han optado, que han
decidido formar una familia, con alegría y con valor. ¡Sí, porque es cierto,
se necesita ser valientes para formar una familia! ¡Hace falta valor! Y la
pregunta de ustedes, jóvenes esposos, se enlaza con la de la vocación. ¿Qué
es el matrimonio? Es una verdadera vocación, al igual que el sacerdocio y la
vida religiosa. Dos cristianos que se casan han reconocido en su historia de
amor la llamada del Señor, la vocación para formar de dos, hombre y mujer,
una sola carne, una sola vida. Y el Sacramento del matrimonio envuelve este
amor con la gracia de Dios, lo arraiga en Dios mismo. ¡Con este don, con la
certeza de esta llamada, se puede partir seguros, no se tiene miedo de nada,
se puede afrontar todo, juntos!
Pensemos en nuestros padres, en nuestros abuelos o
bisabuelos: se casaron en condiciones mucho más pobres que las nuestras,
algunos en tiempo de guerra, o en la posguerra; algunos emigraron, como mis
padres. ¿Dónde encontraban la fuerza? La encontraban en la certeza de que el
Señor estaba con ellos, de que la familia está bendecida por Dios en el
Sacramento del matrimonio, y de que es bendita la misión de tener hijos y de
educarlos. Con estas certezas superaron incluso las pruebas más duras. Eran
certezas simples, pero verdaderas, formaban columnas que sostenían su amor.
Su vida no era fácil: había problemas, tantos problemas. Pero estas certezas
simples les ayudaban a ir hacia delante. Y lograron hacer una bella familia,
a dar vida, a hacer crecer sus hijos.
¡Queridos amigos, se necesita esta base moral y
espiritual, para construir bien y de forma sólida! Hoy en día, las familias y
la tradición social ya no garantizan esta base. Aún más, la sociedad en la
que ustedes nacieron privilegia los derechos individuales en lugar de la
familia, estos derechos individuales, privilegian las relaciones que duran
hasta que no surgen dificultades, y por esta razón a veces habla de relación
de pareja, de familia y de matrimonio de forma superficial y equívoca. Sería
suficiente ver ciertos programas de televisión: y se ven estos valores, ¿no?
Cuántas veces, los párrocos – también yo, algunas veces lo he escuchado –
oyen una pareja que viene a casarse: “Pero, ¿ustedes saben que el matrimonio
es para toda la vida?”. “Ah, nosotros nos amamos tanto, pero…estaremos juntos
mientras dure el amor. Cuando termina, uno por un lado y el otro por otro”.
Es el egoísmo: cuando yo no siento, termino el
matrimonio y me olvido de aquella “una sola carne” que no puede separarse. Es
arriesgado casarse: ¡es riesgoso! Es aquel egoísmo que nos amenaza, porque
dentro de nosotros todos tenemos la posibilidad de una doble personalidad:
aquella que dice “yo, libre, yo quiero esto…”, y la otra que dice: “Yo, me,
mi, conmigo, por mi…”: ¿eh? El egoísmo siempre, que regresa y no sabe abrirse
a los otros. La otra dificultad es esta cultura del provisorio: parece que
nada sea definitivo. Todo es provisorio. Como dije recientemente: pero el
amor, hasta que dura. Una vez oí un seminarista – bueno, ¿eh? – que decía:
“Yo quiero ser sacerdote pero por diez años. Luego volveré a pensar”. Pero…
¡es la cultura de lo provisorio, y Jesús, no nos ha salvado provisoriamente:
nos ha salvado definitivamente!
¡Pero el Espíritu Santo suscita siempre respuestas
nuevas a las nuevas exigencias! Y así se han multiplicado en la Iglesia los
caminos para los novios, los cursos de preparación para el Matrimonio, los
grupos de matrimonios jóvenes en las parroquias, los movimientos
familiares... ¡Son una riqueza inmensa! Son puntos de referencia para todos:
para los jóvenes en busca, para las parejas en crisis, para los padres que
tienen problemas con sus hijos y viceversa.
Pero nos ayudan
todos. Y luego están las diferentes formas de acoger: acogida, adopción,
hogares de acogida de diversos tipos... La fantasía – me permito la palabra -
¡La fantasía del Espíritu Santo es infinita, pero también es muy concreta!
Entonces les quiero decir que no tengan miedo de dar pasos definitivos en la
vida: no tener miedo de darlos. Cuántas veces he oído madres que me decían:
“Pero, Padre, yo tengo un hijo de 30 años y no se casa: ¡no sé qué cosa
hacer! Tiene una bella novia, pero no se decide…” ¡Pero, señora, no le
planche más las camisas! ¡Es así! No tener miedo de dar pasos definitivos,
como el del matrimonio: profundicen su amor, respetando sus tiempos y
expresiones, recen y prepárense, pero luego ¡confíen en que el Señor no los
deja solos! Háganlo entrar en su hogar como uno de la familia, Él los
sostendrá siempre.
La familia es la vocación que Dios ha escrito en la
naturaleza del hombre y de la mujer, pero también hay otra vocación
complementaria al matrimonio: el llamado al celibato y a la virginidad por el
Reino de los Cielos. Es la vocación que el mismo Jesús vivió. ¿Cómo
reconocerla? ¿Cómo seguirla? Es la tercera pregunta que me han presentado.
Pero, alguno de ustedes puede pensar: “pero, ¡qué bien este Obispo! Hicimos
las preguntas y ¡tiene las respuestas todas listas, escritas!”. Yo recibí las
preguntas algunos días atrás, ¿eh? Por eso las conozco… Y yo les respondo con
dos elementos esenciales, sobre cómo reconocer esta vocación al sacerdocio o
a la vida consagrada. Primer elemento: orar y caminar en la Iglesia. Estas
dos cosas van de la mano, se entrelazan.
En el origen de toda vocación a la vida consagrada
siempre hay una fuerte experiencia de Dios ¡una experiencia que no se olvida,
se recuerda para toda la vida! Es aquella que tuvo Francisco, ¿no? Y esto no
lo podemos ni calcular ni programar. ¡Dios siempre nos sorprende! Es Dios el
que llama; pero es importante tener una relación diaria con Él, escucharlo en
silencio ante el Tabernáculo y dentro de nosotros mismos, hablarle, acercarse
a los Sacramentos. Tener esta relación familiar con el Señor es como tener
abierta la ventana de nuestra vida, para que Él nos haga escuchar su voz, lo
que quiere de nosotros. Sería lindo escuchar aquí a los sacerdotes presentes,
a las religiosas... Sería lindísimo, porque cada historia es única, pero
todas empiezan con un encuentro que ilumina en lo profundo, que toca el
corazón y envuelve a toda la persona: afecto, intelecto, sentidos, todo. La
relación con Dios no concierne sólo a una parte de nosotros mismos, sino que
abarca todo. Es un amor tan grande, tan hermoso, tan verdadero, que merece
todo y merece toda nuestra confianza. Y me gustaría decir una cosa con
fuerza, sobre todo hoy: ¡la virginidad por el Reino de Dios no es un
"no" es un "sí"! Por supuesto, implica la renuncia a un
vínculo conyugal y a una familia propia, pero la base es el "sí"
como respuesta al "sí" total de Cristo hacia nosotros, y este
"sí" hace fecundos.
¡Pero aquí, en Asís no hay necesidad de palabras! ¡Está
Francisco, está Clara allí, ellos hablan! Su carisma sigue hablando a muchos
jóvenes en todo el mundo: muchachos y muchachas que dejan todo para seguir a
Jesús por el camino del Evangelio.
He aquí, el Evangelio. Quisiera tomar la palabra
"Evangelio " para responder a las otras dos preguntas que me han
formulado, la segunda y la cuarta. Una se refiere al compromiso social, en
este período de crisis que amenaza la esperanza; y la otra se refiere la
evangelización, llevar el mensaje de Jesús a los demás. Ustedes me preguntan:
¿qué podemos hacer? ¿Cuál puede ser nuestro aporte?
Aquí, en Asís, aquí cerca de la Porciúncula, me parece
oír la voz de San Francisco, que nos repite: "¡Evangelio, Evangelio!” Me
lo dice también a mí: aún más, en primer lugar a mí: ¡Papa Francisco, sé
servidor del Evangelio! Si yo no logro a ser un servidor del Evangelio, ¡mi
vida no vale nada!
Pero el Evangelio, queridos amigos, no concierne sólo a
la religión, concierne al hombre, a todo el hombre y concierne al mundo, a la
sociedad, a la civilización humana. El Evangelio es el mensaje de salvación
de Dios para la humanidad. ¡Pero cuando decimos "mensaje de
salvación", no es una forma de hablar, no son meras palabras o palabras
vacías, como tantas que hay hoy en día! ¡La humanidad necesita realmente ser
salvada! Lo vemos todos los días cuando leemos el periódico, o escuchamos las
noticias en la televisión, pero también lo vemos a nuestro alrededor, en las
personas, en las situaciones..., ¡y lo vemos en nosotros mismos! ¡Cada uno de
nosotros tiene necesidad de salvación! ¡Solos no podemos! ¡Tenemos necesidad
de salvación! ¿Salvación de qué? Del mal. El mal obra, hace su trabajo. Pero
el mal no es invencible y el cristiano no se resigna ante el mal.
Y ustedes, los jóvenes ¿quieren resignarse ante el mal,
las injusticias, las dificultades? ¿Quieren o no quieren? [Los jóvenes
responden: ¡no!] Ah, ¡está bien! Esto me gusta. Nuestro secreto es que Dios
es más grande que el mal: ¡es verdad, Dios es más grande que el mal! Dios es
amor infinito, misericordia sin límites, y este Amor ha vencido el mal en su
raíz en la muerte y resurrección de Cristo. ¡Éste es el Evangelio, la Buena
Nueva: el amor de Dios ha ganado! Cristo murió en la cruz por nuestros
pecados y resucitó. Con Él podemos luchar contra el mal y vencerlo todos los
días. ¿Creemos en ello, o no? [Los jóvenes responden: ¡sí!] Pero este ‘sí’ debe
ir en la vida ¿eh? Si yo creo que Jesús venció el mal y me salvará, debo
seguir a Jesús, debo ir por el camino de Jesús toda la vida.
Entonces, el Evangelio, este mensaje de salvación, tiene
dos destinos que están enlazados: el primero, suscitar la fe, y ésta es la
evangelización; el segundo, transformar el mundo según el designio de Dios, y
ésta es la animación cristiana de la sociedad. Pero no son dos cosas
separadas, son una sola misión: ¡llevar el Evangelio a través del testimonio
de nuestras vidas transforma el mundo! Éste es el camino: llevar el Evangelio
a través del testimonio de nuestra vida.
Miremos a Francisco: él hizo ambas cosas, con la fuerza
del único Evangelio. Francisco hizo crecer la fe, renovó la Iglesia, y al
mismo tiempo renovó la sociedad, la hizo más fraterna, pero siempre con el
Evangelio, con el testimonio. ¿Saben qué cosa dijo una vez Francisco a sus
hermanos? “Prediquen siempre el Evangelio y, si fuera necesario, ¡también con
las palabras!”. Pero, ¿cómo? ¿Se puede predicar el Evangelio sin las
palabras? ¡Sí, con el testimonio! Primero, el testimonio, luego, las
palabras. ¡El testimonio!
¡Jóvenes de Umbría: hagan lo mismo! Hoy, en nombre de
San Francisco, les digo, no tengo ni oro, ni plata para darles, sino algo
mucho más valioso, el Evangelio de Jesús, ¡vayan con coraje! Con el Evangelio
en su corazón y en sus manos, sean testimonios de la fe con su vida: lleven a
Cristo a sus hogares, anúncienlo entre sus amigos, acójanlo y sírvanlo en los
pobres. ¡Jóvenes: Den a Umbría un mensaje de vida, de paz y de esperanza!
¡Ustedes pueden hacerlo!
[Luego de rezar el
Padrenuestro e impartir su bendición] Y, por favor les pido: ¡Recen por mí!
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