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viernes, 24 de mayo de 2013

LOS MILAGROS DE JESUCRISTO (3 DE 50)

¡Venga Tu Reino!
Mayo 24 del 2013.
CURACIÓN DE UN LEPROSO

Muy estimados en Jesucristo:

Vamos a seguir la línea cronológica de Milagros que lleva San Mateo en el Evangelio; cuando se sincronicen, cualesquiera que sea de los otros tres Evangelistas, con un Milagro que Mateo no haya escrito, lo insertaré preferentemente:

°  °  °

“Cuando bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre. En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: ‘Señor, si quieres, puedes limpiarme.’ Él extendió la mano, le tocó y dijo: “Quiero, queda limpio.” Y al instante quedó limpio de su lepra.  Y Jesús le dice: “Mira, no le digas a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio.””

Evangelios según San Mateo, San Marcos y San Lucas
(Mt 8, 1-4); (Mc 1, 40-45); (Lc 5, 12-14)


El Capítulo VIII del Evangelio según San Mateo, contiene la descripción consecutiva de diez Milagros; ha querido con ello el insigne Ex Recaudador de Impuestos para el Imperio Romano, mantener la atención de quienes fuesen a leer, o a escuchar la lectura de sus escritos, sobre la importantísima labor curadora, sanadora y limpiadora del Divino Maestro.  Hay, en efecto, uno o varios de los ‘tipos’ de Milagros realizados por el Señor; atiende leprosos, gente con dolores internos, endemoniados y hasta el más impactante de sus Milagros contra-natura: La Tempestad Calmada.


No es casual que Mateo haya iniciado sus redacciones de milagros con el leproso.  Yo no sé si ustedes han estado alguna vez en un leprosario, pero es uno de esos momentos que se quedan para toda la vida; una experiencia que no se olvida jamás. El leproso es la imagen más doliente del sufrimiento humano por una enfermedad. El aspecto de las llagas en la piel de los enfermos, es impactante, muestra la carne viva y lastimada.  El cáustico olor que expele, que penetra cualquier filtro que uno anteponga, asfixia hasta al más insensible. Y el lamento constante del enfermo, que aturde la razón y abruma el sentimiento ante la imposibilidad de poder ayudarle; simplemente vence al más entero que haya.  Uno no puede ni tragar saliva ante todo ese dolor que se manifiesta en un leproso.


En el pueblo de Israel, la lepra ya está considerada como algo despreciable y de grandes cuidados y tajantes decisiones, desde La Ley de Moisés; esto es, 1270 años antes de Jesucristo. ¡Eso significa que los israelitas han ‘convivido’ con la lepra durante toda su existencia como nación! Por eso El Milagro de Sanación del Leproso, San Mateo lo pone en primerísimo lugar; porque su amadísimo Rabbuní, no es un maestro cualquiera, es el mismísimo Mesías, el Cristo, el Divino Redentor que ‘hará nuevas todas las cosas’.    


Los dos se conocen muy bien; los dos se saben profundamente.  El Maestro todo lo sabe del leproso; y éste, en uso de su FE, SU ESPERANZA Y SU INMENSA NECESIDAD DE AMOR, sabe solo una cosa: que Cristo Jesús lo puede sanar: “Señor, si quieres, puedes limpiarme.  Primero le reconoce su Señor, luego apela a su bondad infinita y finalmente ansía su cura. Y la respuesta no se hace esperar: “Quiero, queda limpio.” De forma inmediata, ante la portentosa Fe mostrada por el leproso, Dios Hecho Hombre hace sentir la Misericordia Divina, que es Él mismo.


A mí se me llenan los ojos de lágrimas de emoción, nada más de imaginar el magnífico momento; ¡ahora imagínense lo que debió haber experimentado toda la gente que estaba en ese lugar!  Habrán dicho: ¡Sí, el Reino de los Cielos está cerca! ¡¡Es más, ya está aquí con nosotros!!  Y el Glorioso Rabbuní todavía tiene tiempo de darle las indicaciones de Ley que ameritan.


Por supuesto que este iba a ser el primer Milagro que Leví de Cafarnaúm narrara, pues, su íntimo y viejo amigo de la infancia, es nada más y nada menos que ¡¡EL MESIAS!!  Tienen quince años de conocerse, de saberse, de amarse como hermanos; y eso que Mateo ha entendido perfectamente bien, que Jesús de Nazaret es el Mesías, ahora con sus escritos del Evangelio, quiere dejarlo más que claro, quiere dejarlo evidente: Éste es el Cristo.  Solo Él es capaz de borrar todos los sufrimientos del pueblo judío; puede limpiar, eliminar, desaparecer hasta la infame lepra.


Veinte siglos después de aquél Divino Momento en la Tierra, la lepra sigue entre nosotros; ciertamente no igual, pero aún hay humanos que la sufren.  Pero la lepra que más debe preocuparnos hoy en día, es la lepra espiritual; esa que nos ataca el alma, que nos consume la voluntad, que nos aniquila el amor; esa lepra es la que debemos pedirle a Dios que nos limpie.  Debemos buscar ser sanados de espíritu, debemos pedir la recomposición de la propia voluntad hacia nuestro Creador, debemos conseguir que nuestra alma vuelva a ansiar la cercanía con Dios.


¡Jesucristo quiere limpiarnos espiritualmente, quiere sanarnos el alma!  Pero quiere que seamos nosotros quienes se lo pidamos, y más aún, quiere que se lo pidamos con Fe, con Esperanza y con Amor.  Con Fe sincera, esa que cree sin reticencias; con Esperanza alentadora, esa que no tiene duda en aguardar; y con Amor de Prójimo, el que se da sin esperar recibir. ¡Eso quiere Cristo hoy de mí!  Pues, entonces, ESO ES LO QUE YO TENGO QUE DAR!!!


Suyo afectísimo


Antonio Garelli
 

 

 

De Milagros y Diosidencias. – Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.

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