¡Venga Tu Reino!
Mayo 17 del
2013.
JESÚS
ENSEÑA Y SANA EN GALILEA
Muy estimados en Jesucristo:
El segundo evento
que analizaremos (que en realidad son muchos Milagros juntos), es el que narra
San Mateo al final del capítulo IV.
° ° °
“Recorría Jesús
toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino
y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Su fama llegó a toda Siria; y le trajeron
todos los que se encontraban mal con enfermedades y sufrimientos diversos; endemoniados,
lunáticos y paralíticos, y los curó.”
Evangelio Según San Mateo
(4, 23-24)
Los primeros cuatro
capítulos de sus escritos Evangélicos, los emplea Leví de Cafarnaúm, Hijo de
Alfeo, para ubicar en el tiempo, en la forma y en el espacio a su Divino
Maestro. Mateo, como es mejor conocido
por nosotros (ya que fue el nombre que le dio Jesucristo cuando lo llamó para
que le siguiera como su Discípulo), pone una genealogía esmerada y certera;
describe la Epifanía (que es la manifestación del Redentor al Mundo), como no
lo hace algún otro Evangelista; subraya la importancia de la Predicación de
Juan El Bautista y sus intentos de purificación de la gente, incluido el
innecesario Bautismo del Señor; y por último, nos reseña las tentaciones en el
desierto, con lujo de signos, detalles y significados.
Al final de ese
Capítulo IV, según asienta el Primer Evangelista, son llamados los primeros
cuatro Discípulos: Andrés, Simón, Santiago y Juan; y se entiende que Cristo
inicia su Ministerio, porque se desplaza predicando por Galilea y sanando a
todos los dolientes que se encuentra o le llevan.
Yo no quiero
contradecir a San Juan Apóstol y Evangelista, pero creo que todo esto sucedió en
Cafarnaúm, antes de que fuera Jesús a Caná de Galilea; luego entonces, sus
primeros Milagros son curaciones y sanaciones de gente.
Como sea, y
tomándome el atrevimiento de justificar lo que he dicho, Jesucristo primero
hizo Milagros y después hizo signos o señales; esto es: primero sanó enfermos y
desvalidos y después transformó agua en vino.
Porque Él era El Mesías, El Ungido, El Salvador, El Redentor; era para
la gran mayoría que lo necesitaba espiritual y físicamente. Cristo no viene para avisarle a unos cuantos
entendidos (por medio de señales), que ya está aquí; Cristo viene para “. . . liberar a los cautivos. . .” de
todas sus ataduras.
Cuando San Mateo dice
que “Recorría Jesús toda Galilea. .
.”, se refiere al territorio que les describo a continuación: al Norte Siria y
Fenicia (hoy Líbano); al Sur Samaria; al Oriente El Lago de Tiberíades (o Mar
de Galilea) junto con el Río Jordán; y al Poniente, El Monte Karmel; sin llegar
a la costa del Mara grande (hoy Mediterráneo).
Esto significan 60 Km.
de largo (Este-Oeste), por 30 Km de ancho (Norte-Sur); 1,800 Kilómetros cuadrados.
Allí cuando menos había cinco sinagogas: la más grande y más bella, la de
Cafarnaúm; la de Ginosar, la de Magdala, la de Nazara y la de Betsaida. Allí predicaba el Señor, allí les leía la Ley
y los Profetas a sus paisanos; y allí les anunciaba la llegada del Reino de los
Cielos.
¡Treinta años han
sido testigos María y José, del desarrollo de su Hijo para convertirse en El
Mesías! ¡Treinta años Jesús de Nazaret ha tenido que aguardar para hacerse
sentir, para poder ser escuchado, atendido y buscado por los más necesitados!
¡¡Ya no habrá más espera!! Oirán, verán, sentirán, y hasta olerán y saborearán
el Reino de Dios. Qué bien lo
profetizaba Isaías de Juan el Bautista: “Voz
del que clama en el desierto. . .” Éste que lo anunció, ahora lo ha visto
llegar; El Mesías, El Cristo, ha hecho
su aparición.
Y hace acto de
presencia con todo su repertorio a la vez: gran conocimiento y discernimiento
de La Ley y Los Profetas; imbatible poder contra Satanás y sus demonios para
expulsarlos y dominarlos; inagotable fuerza para sanar, curar y devolver la
vida; y hasta manifestaciones extraordinarias y portentosas, incluso contra la
naturaleza misma. ¡Allí donde haya mal, Jesucristo impondrá El Bien! ¡Allí
donde haya presencia del Demonio, Cristo Jesús invocará a Dios!
Pero para realizarlo
todo, ‘ha puesto un precio’: TENER
FE. Él todo lo puede hacer, todo lo
puede conseguir, todo lo puede logra; DEPENDE DE LA FE DE SU INTERLOCUTOR, QUE
SE LOGRE O NO EL MILAGRO QUE ÉSTE QUIERA. No, no será simplemente porque se lo
pidan; será porque se tiene FE EN ÉL Y EN EL PADRE; SERÁ PORQUE SE QUIERE SER
PARTE DEL REINO DE LOS CIELOS, Y EN LA FE ESTÁ LA LLAVE QUE ABRE LA PUERTA DE
ENTRADA.
Les predicaba, les
enseñaba, les consolaba y les sanaba; sí, siempre y cuando su FE FUERA SINCERA;
siempre y cuando creyeran y esperaran en Él sin duda, sin vacilo, sin
engaño. Milagros ha habido siempre, y
quién los procurara, también; pero nunca nadie en tal cantidad, con tal
efectividad Y CON TANTO AMOR POR LOS DEMÁS.
Lo mejor para
nosotros, mis queridos, es que ese tiempo AÚN EXISTE EN NUESTROS DÍAS, todavía
lo vivimos tangiblemente; y el precio es el mismo: TENER FE. De esa Fe que ‘mueve montañas y planta árboles en el mar’; esa que ‘es seguridad de lo que no conocemos ni hemos
visto’; esa entrega por la cual el Señor dice “Tu Fe te ha salvado.”
Todavía hay Milagros, lo que escasea mucho es la FE SINCERA,
DESINTERESADA Y FIEL.
¿Quiero Milagros?. . . pues, requiero FE.
Suyo afectísimo
Antonio Garelli
De Milagros y Diosidencias. – Solo por el gusto de proclamar
El Evangelio.
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