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martes, 24 de junio de 2025

MÍSTICA - LILIA GARELLI - ÉL NOS AMÓ - (DN-06)

“… Señor, quédate con nosotros …”

San Cleofás en Emaús 

Riviera Maya, México; Junio 25 del 2025.

           MÍSTICA

                                                            Por: Lilia Garelli                                      

 

“…conocer que Cristo ha muerto por nosotros no se queda en conocimiento, sino que necesariamente se convierte en afecto, en amor…”

San Buenaventura - Papa Francisco - Dilexit Nos No. 26 

DILEXIT NOS (6)

                                                             Él nos Amó

“Sobre el Amor Humano y Divino del Corazón de Jesucristo” 

 

Estimados en Cristo:

Seguimos con el apartado “El Fuego” de esta interesante Carta Encíclica “Dilexit Nos” – Él nos amó – Sobre el Amor Humano y Divino del Corazón de Jesucristo del Papa Francisco, donde se esmera en ponernos en el contexto del amor que genera el corazón en unión con el alma y la importancia que le debemos dar todos a esta facultad que Dios nos quiso regalar.

El Papa continúa este apartado recordando las palabras que, al respecto decía San John Henry Newman quien, dicho sea de paso, fue presbítero anglicano y posteriormente se convirtió al catolicismo en el año de 1845, más tarde, por el Papa León XIII fue hecho cardenal, él decía: “… “Cor ad cor loquitur”, porque más allá de toda dialéctica, el Señor nos salva hablando a nuestro corazón desde su Corazón sagrado.  Esta misma lógica hacía que para él, gran pensador, el lugar del encuentro más hondo consigo mismo y con el Señor no fuera la lectura o la reflexión, sino el diálogo orante, de corazón a corazón, con Cristo vivo y presente…” (PF – DN No. 26).

Ante estas palabras que cubren la profundidad del corazón humano, es posible percibir la presencia viva de Jesucristo en nuestra vida, por ello es importante nutrirnos de las experiencias de los santos para procurar descubrir en nuestra vida la hondura del amor de Dios como una realidad fehaciente; para San John Henry Newman la eucaristía era el mejor momento para tener ese diálogo orante con Dios nuestro Señor, oración que el Papa Francisco nos recuerda y a la cual me gustaría añadirle, para nuestro mejor conocimiento, la inclusión de todas las partes de una oración completa:

“…Sacratísimo y muy amado Corazón de Jesús, estás oculto en la Santa Eucaristía y sufres aún por nosotros. (…) Te venero, pues, con todo mi mejor amor y reverencia, con mi ferviente afecto, (Oración de adoración); con mi mayor sumisión y la más resuelta voluntad.  Dios mío, cuando condesciendes a sufrir que te reciba, te coma y te beba, y por un momento estableces tu morada en mí, (Oración de humildad); haz que mi corazón lata con el tuyo.  Purifícalo de todo lo que es terrenal, de todo lo que es orgullo y sensualidad, de todo lo que es duro y cruel, de toda perversidad, de todo desorden, de toda mortandad. (Oración de Petición).  Llénalo tanto de ti, que ni los acontecimientos del momento ni las circunstancias de la época tengan poder de alterarlo, sino que en tu amor y en tu temor pueda hallarse en paz (Oración de Alabanza) …” (S. John Henry Newman, Meditaciones y devociones, Edibesa, Madrid 2007,310) (PF – DN No.26).

Como bien dice el Papa Francisco, ante la oración fervorosa entramos al sentir y querer del Corazón de Jesús, para realmente escucharle, comprenderle y reaccionar ante su mensaje amoroso, siempre lleno del Espíritu Santo.

·        El mundo puede cambiar desde el corazón:

En este apartado el Papa Francisco enfatiza la tarea de cualquier comunidad que a través del uso de su inteligencia y voluntad puede decidir el camino de la paz, siendo guiado por el Espíritu Santo porque, “… El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social…” (PF – DN No. 28).

Claro está que para poder lograr lo anterior, es necesario que deshagamos primero que nada los nudos que nosotros mismos hacemos, ciertamente algo bien difícil de hacer, y peor aún, los apretamos cada vez que no deseamos vencer nuestras propias miserias de soberbia, rechazo y predisposición hacia el otro, evitando abrir las puertas a una visión más amplia del mundo, porque si en lo pequeño tienen consecuencias nuestras malas acciones, mucho más lo tendrán en la comunión con la sociedad; por ello el Papa nos invita a “tomar en serio el corazón” porque de ahí también habrá consecuencias sociales.

El Papa continúa recordándonos las enseñanzas del Concilio Vaticano II en su Constitución Pastoral “Gaudium et Spes” – Sobre la Iglesia en el Mundo Actual - al respecto: “… tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore…” (GES No. 82); porque ”…los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano…” (GES No. 10);  “… por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones, y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino…” (GES No. 14)…” (PF – DN No.29).

En efecto, ¡qué valioso es para nosotros los católicos, retomar tantos documentos de la Iglesia, que nos enriquecen en su experiencia, sin que sus consejos se tornen caducos con el pasar del tiempo; sin duda, son sabiduría que se alcanza a través de la luz del Espíritu Santo, cuando el alma está dispuesta, sensible y abierta a sus inspiraciones.  Les invito incansablemente a leer y meditar sobre estos documentos del Concilio Vaticano II que nos guían hacia el cambio interior para seguir trabajando en un mundo mejor.

“…Al afirmar, por tanto, en sí mismo la espiritualidad y la inmortalidad de su alma, no es el hombre juguete de un espejismo ilusorio provocado solamente por las condiciones físicas y sociales exteriores, sino que toca, por el contrario, la verdad más profunda de la realidad…” 

Gaudium et Spes No. 14 - Concilio Vaticano II

Afectísima en Jesucristo,

Lilia Garelli

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.

domingo, 22 de junio de 2025

APARICIONES MARIANAS - (15a.) - DECIMOQUINTA - XV

“Domine, mane nobiscum...”

San Cleofás en Emaús 

Riviera Maya, México; Junio 23 del 2025.

APARICIONES MARIANAS

NUESTRA SEÑORA DE LAS VICTORIAS

LUGAR:     París, Francia

VIDENTE:  P. Carlos Eléonor des Genettes

AÑO:           1832 A. D.

PETICIÓN: Consagración al Santísimo e Inmaculado Corazón de María.

FIESTA:     27 de Agosto

 

Nuestra Señora de las Victorias 

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Orar sirve, nuestra alma lo agradece y nuestra mente también.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,

Antonio Garelli

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viernes, 20 de junio de 2025

EL EVANGELIO SEGÚN ZAQUEO (8)

“… Señor, quédate con nosotros...”

San Cleofás en Emaús 

Riviera Maya, México; Junio 21 del 2025.

 

LAS PÁGINAS QUE SE LEEN ENSEGUIDA, SON PARTE DE MI LIBRO

“El Evangelio Según Zaqueo”

(Antonio Garelli – El Arca Editores – 2004)

 

EL JOVEN DIOS (2)

 

Todos los Evangelistas dicen que Jesús empezó su ministerio a los 30 años de edad; no los quiero contradecir, pero quiero dejar claro en todos ustedes que no fue así.  Ya a los 12 años el Niño Jesús tuvo sus primeros encuentros con los Maestros Fariseos, con los Doctores de la Ley.  Desde entonces, antes y siempre, Jesús de Nazaret estaba en pleno Ministerio.  ¡Cuántas cosas hizo que sucedieran sin siquiera decir una sola palabra! 

Llamó con Su Estrella a los Magos desde el Oriente para que dieran fe de su nacimiento.  Hizo descender del cielo a miríadas de ángeles que cantaran su encarnación como Dios Hecho Hombre.  Manifestó la iniquidad del reinado de Herodes, en la muerte de los niños belenitas inocentes.  Hizo profetizar a Simeón y Ana, los ancianos del templo, acerca de su maravillosa vida y lo que significaría para toda la Humanidad.  Y también hizo que su Madre recitara una de las oraciones más profundas en cuanto a reconocimiento del Poder Divino entre nosotros, El Magnificat.

Cuenta María que desde muy pequeño el Niño Jesús daba pruebas de su Divina esencia.  Por ejemplo, el Niño nunca tuvo dificultad alguna para aprender a hablar; decía todo cuanto quería expresar e inclusive con palabras que ellos no usaban de común.  José, el padre adoptivo de Jesús, si bien era un hombre muy correcto en su comportamiento y apegado a sus costumbres como judío, no tenía la capacidad de enseñarle a Jesús mucho respecto de los idiomas que debía dominar cualquier judío: el hebreo y el arameo.  Él nunca asistió a una escuela para aprenderlos, y por lo tanto, solo podía enseñarlos en cuanto a su habla común, mas no con la exactitud de dicción de una persona con altos estudios al respecto.  Sin embargo, Jesús siempre pronunció y habló correctamente los dos idiomas. 

Esta era una de las cosas que más maravillaban a sus parientes, oír hablar al Niño tan pequeñito, con tanta propiedad.  Inclusive María y José tenían que guardar silencio ante las lisonjas y adulaciones que recibían de todos por el hecho.  Todos les felicitaban “por estar capacitados para ser tan buenos padres y haber enseñado tan bien al Pequeño Jesús”.

Todos oían con agrado al Hijo de María y José, narrando cuanto vivieron en esos años que pasaron en Egipto.  Lo grande y bellas que eran las ciudades; lo interesante de la gente; la variedad de los mercados y el bullicio de las plazas.  Hablaba de los barcos y las carretas; de los animales de carga y de lo que transportaban; de la vida a la orilla del Gran Nilo, ese mismo lugar en donde vivieron sus antepasados.  ¡Y eso que el Pequeño Jesús solo tenía cinco años cuando regresaron!

También en esas ocasiones tan familiares Jesús ya estaba en pleno Ministerio.  Algunos de sus Primos (Santiago el Menor y Judas Tadeo), todos más pequeños que Él, llegarían a ser sus Apóstoles, algunas de sus tías seguirían a María en este peregrinar que representó la ‘Predicación del Evangelio por parte de Jesús de Nazaret’.  Todos se conocían tan íntimamente, como buena familia judía, unida y colaboradora, que llegaban juntos a donde el Maestro fuera.

Todos ellos eran testigos de la ‘sapiencia sobrenatural’ que poseía Jesús ‘desde siempre’.  Les admiraba su inteligencia, su capacidad de observación, las conclusiones que podía obtener; pero, sobre todo, esa sorprendente forma de hablar que tenía, comunicando sus experiencias a través de ejemplos y comparaciones.  Todos nos maravillaríamos muchos años después con sus “Parábolas”, esa magnífica forma que Él escogió para proclamar su Evangelio.

Los galileos son gente muy especial, principalmente la que vive en la orilla occidental del Lago de Genesaret.  Por ejemplo: nunca contestan en forma directa una pregunta que les hagan; generalmente ellos hacen otra primero, para después dar la respuesta a su interlocutor.  Y cuando la pregunta tiene una contestación muy obvia, con mucha frecuencia se ríen antes de decirle a uno: “¿Pues, de dónde es usted”? Queriendo con ello hacerlo sentir como extraño o extranjero de algún lugar muy alejado de esa tierra que ellos habitan; y ello, aún que sepan que están hablando con un judío, con un samaritano o inclusive, con otro galileo. 

Además de esto, no pronuncian muchas veces los sonidos finales de las palabras, por lo que uno acaba por medio entenderlos o, definitivamente, por no comprender lo que han dicho.  Cuando un galileo quería decir con mucha propiedad alguna idea o noticia, utilizando palabras que no le eran propias a su lenguaje, lo primero que causaba era la ironía de sus oyentes, pues estaban tan poco acostumbrados a hablar con exactitud, que no sabían la pronunciación correcta de todos los vocablos.

Por eso era tan maravilloso oír hablar a Jesús, porque a pesar de ser galileo, sus palabras eran claras, exactas, entendibles y precisas.  Su forma de pronunciar no dejaba duda en cuanto a lo que decía, siendo además evidente su buena educación.  Sin embargo, no perdió todo lo galileo que tenía, en muchas ocasiones Jesús responde con una pregunta a algún cuestionamiento que le han hecho.  Galileo al fin, El Niño Jesús tenía seis años cuando visitó por primera vez Cafarnaúm, había acompañado a sus padres en un viaje para realizar compras de víveres y maderas para el trabajo de José. 

Quedó impresionado con el tamaño de la ciudad; claro, hay que entender que Él vivía en Nazaret, un pueblo que no pasa de 100 casas.  Es tan pequeño, que ni siquiera tenía su propio recaudador de impuestos.  Todos se conocían y muchos eran familiares y parientes.  El camino que se seguía era pasando por Caná (un pueblo más pequeño aún que Nazaret), y desde allí hasta Magdala, para bordear el Lago de Tiberíades y llegar hasta su extremo Norte en donde se ubica Cafarnaúm.  Justo al llegar al lago, el Niño se quedó impresionado y exclamó:

“... ¡Cuánta agua, Papá, Mamá!  ¡Como en Egipto, allá donde había tantos barcos!  ¡Cuántas cosas bellas ha hecho Mi Padre que está en el Cielo, para sus Hijos aquí en la Tierra! ¡En este lugar se alabará a Dios de gran forma!

María y José quedaron estupefactos, sin habla, sin poder externar una sola palabra.  El Niño correteaba de un lado a otro de la orilla, inclusive entrando en el agua; se sentía feliz, lleno de gozo, como en un lugar que conociera muy bien, como que le fuera muy propicio.  El Pequeño Jesús irradiaba felicidad; aventaba piedras y trozos de palos al lago, para después salir corriendo hacia sus padres.  Todo llegaron a pensar María y José, menos que este Niño Dios fuese a ser “tan humano”, tan igual que todos los demás niños que había en el mundo.  Si para Jesús había sido una ‘gran experiencia’ este viaje, para José y María sería inolvidable.

Esta ciudad, junto con Corozaín y Bethsaida eran muy importantes debido a su estratégica ubicación, junto en el paso del comercio proveniente de Capadocia, Siria y Fenicia.  Los días de mercado eran especialmente bulliciosos, pues no solamente se veían productos de lugares muy distantes de Galilea, sino también personas llegadas de Este o desde la misma Roma, Grecia o Macedonia. 

Sin ser del tamaño de Jerusalén, Cafarnaúm era una auténtica metrópolis greco-romana en donde convivían culturas y personas de las más variadas nacionalidades.  Las construcciones que bordeaban el lago eran magníficas; los embarcaderos eran muchos y muy importantes para la ciudad, ya que en ellos se desarrollaba el mercado interno, esto es, los víveres que consumían propios y extraños.  El Mar de Galilea, como también se le conoce, es una gran depresión rodeada de pequeñas llanuras y grandes montes.  La vegetación es abundante, ya sea silvestre o de cultivo lo que le da al mismo tiempo una variedad de paisajes hermosos y placenteros.  Es de alguna forma, un descanso de Alto Jordán, en su camino para regar Samaria, la Decápolis y Perea, hasta su desembocadura final en el Mar Muerto. 

En todo ese trayecto, las aguas son transparentes, cristalinas, llenas de vida.  En el Lago las tonalidades de verdes y azules se reparten el espacio total.  Solo las orillas aceptan el tenue color de la tierra, entre suave arena y abundante limo.  La vida animal en el Mar de Galilea es también profusa, no tan solo de peces, sino también de aves que revolotean todo el tiempo sobre su superficie.  En tiempo de lluvias las nubes danzan sobre el mar, para después dejar pasar los rayos del sol a su espectáculo de luces y destellos.  En invierno, cuando uno llega desde los montes circundantes, aprecia la espesa niebla estacionada, que no cede sino hasta después del mediodía.  Y las noches de Pascua, su inmensa Luna y su miríada de estrellas, no son superadas ni siquiera por Jerusalén, con todo su esplendor.  Por ello la exclamación del Niño: “¡Cuántas cosas bellas ha hecho Mi Padre que está en el Cielo, para sus hijos aquí en la Tierra!”

Bien lo decía Jacob en sus bendiciones a los Hijos de Israel: “... Neftalí es una corza veloz, que ofrece materia a bellos cantos”, y todo el Mar de Galilea, en lo antiguo, era Tierra de Neftalí.

Ʊ + Ω

La próxima entrega será el sábado de la siguiente semana.


Orar sirve, nuestra alma lo agradece y nuestra mente también.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,

Antonio Garelli 

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jueves, 19 de junio de 2025

CONVENTOS DE NUEVA ESPAÑA (59)

“… Señor, quédate con nosotros...”

San Cleofás en Emaús 

Riviera Maya, México; Junio 20 del 2025.

CONVENTOS DE NUEVA ESPAÑA

(MÉXICO – USA – CENTROAMÉRICA Y EL CARIBE)  -  1519 – 1809

(ARRIBA)

EX CONVENTO DE JESÚS MARÍA

Centro Histórico, México, D.F.

 

MONJAS CONCEPCIONISTAS - FUNDACIÓN: 1597 - TMPLO, CLAUSTRO Y CONVENTO - 120 m X 55 m (ORIGINAL)

USO: TEMPLO PARA CULTO

EL CONVENTO NO EXISTE MÁS (TODAS SON VIVIENDAS ILEGALES)

TERRITORIO PASTORAL DE + ARQUIDIÓCESIS PRIMADA DE MÉXICO

 

(EN MEDIO)

EX CONVENTO Y TEMPLO DE JESÚS MARÍA

La Merced, México, D.F.

 

FUNDACIÓN: 1597 - TEMPLO DE JESÚS MARÍA - CONVENTO Y CLAUSTRO

32 m LARGO - 26 m ANCHO - (60 m POR LADO ORIGINALES)

USO: IGLESIA PARROQUIAL

+ ARQUIDIÓCESIS PRIMADA DE MÉXICO

 

(ABAJO)

EX CONVENTO DE SAN AGUSTÍN

San Luis Potosí, SLP, México

 

AGUSTINOS - FUNDACIÓN: 1599 - TEMPLO, ATRIO, CONVENTO, CLAUSTRO,

HOSPEDERÍA Y HOSPITAL. - 150 m LARGO 75 m ANCHO

USO: IGLESIA PARROQUIAL, 

OFICINAS DE LA SEC/TUR DE S.L.P.

+ ARQUIDIÓCESIS DE SAN LUIS POTOSÍ

 

FIN DEL SIGLO XVI

 

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Antonio Garelli

 

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martes, 17 de junio de 2025

MÍSTICA - LILIA GARELLI - ÉL NOS AMÓ (DN-05)

“… Señor, quédate con nosotros …”

San Cleofás en Emaús 

Riviera Maya, México; Junio 18 del 2025.

           MÍSTICA

                                                            Por: Lilia Garelli                                      

 

“…si allí reina el amor, una persona alcanza su identidad de modo pleno y luminoso; porque cada ser humano ha sido creado ante todo para el amor, está hecho        en sus fibras más íntimas para amar y ser amado…”

Papa Francisco - Dilexit Nos No. 21

DILEXIT NOS (5) - Él nos Amó

“Sobre el Amor Humano y Divino del Corazón de Jesucristo”

 

Estimados en Cristo:

Continuamos con las reflexiones sobre esta Carta Encíclica que nos dejó el Papa Francisco Sobre el Amor Humano y Divino del Corazón de Jesucristo, en el apartado sobre “El corazón que une los fragmentos”  el Papa recuerda diversos momentos de su niñez en donde las pequeñas cosas de la vida, creaban un recuerdo inolvidable, esa sensación de bienestar que quizá en el momento no se tomaba en cuenta, pero que una vez llegada la vejez, se vienen a la mente, sin siquiera esforzarse, porque han marcado como una huella en el corazón.

“…Pienso en el uso del tenedor para sellar los bordes de esas empanadillas caseras que hacemos con nuestras madres o abuelas.  En ese momento de aprendiz de cocinero a medio camino entre el juego y la adultez, (…) hacer brotar sonrisas con una broma, calcar un dibujo al contraluz de una ventana, jugar el primer partido de futbol con una pelota de trapo, cuidar gusanillos en una caja de zapatos, secar una flor entre las páginas de un libro, cuidar un pajarillo que se ha caído del nido, pedir un deseo al deshojar una margarita.  Todos esos pequeños detalles, lo ordinario y extraordinario, nunca podrá estar entre los algoritmos, porque el tenedor, las bromas, la ventana, la pelota, la caja de zapatos, el libro, el pajarillo, la flor… se sustentan en la ternura que se guarda en los recuerdos del corazón…” (PF – DN No.20).

En efecto, todos y cada uno de nosotros, dentro de nuestra propia historia, tendremos recuerdos imborrables de momentos de ternura, alegría y experiencias positivas en la familia, la escuelo o lo que nos rodeara en ese momento: por ello el Papa las enfatiza para volver a aquella sensibilidad propia del corazón, tan olvidada hoy en día, por toda la ansiedad, rencores y predisposiciones que han enfermado nuestro interior.  Esa realidad vivida por todo nuestro ser, es como bien dice el Papa el núcleo de cada ser humano, la integralidad de su persona compuesta de alma y cuerpo, identidad anímica y corpórea; “…Todo se unifica en el corazón, que puede ser la sede del amor con la totalidad de sus componentes espirituales, anímicos y también físicos…” (PF – DN No. 21).

Si tomáramos la definición y funciones anatómicas del corazón lo tomaríamos como que es el músculo que bombea la sangre rica en oxígeno y nutrientes a los tejidos del cuerpo a través de los vasos de la sangre.  El corazón mantiene la sangre en movimiento en el cuerpo de forma unidireccional, es un circuito cerrado donde nada se pierde y por tanto es vital para la vida; y así como es un órgano vital para la vida corpórea, se podría, por qué no, considerar como el centro que integra lo anímico y espiritual de los sentimientos y emociones del ser humano y lo reparte a todo el ser de donde surgen las intenciones y decisiones voluntarias que la persona realiza.

Desafortunadamente, cuando en el mundo se observan tantas injusticias, violencia y en resumen un ambiente en donde la “civilización de la muerte” es la que prevalece, como bien dice el Papa, podríamos pensar que “es signo de un mundo sin corazón”; (…) “Amando, la persona siente que sabe por qué y para qué vive.  Así todo confluye en un estado de conexión y de armonía.  Por eso, frente al propio misterio personal, quizás la pregunta más decisiva que cada uno podría hacerse es: ¿tengo corazón? …” (PF – DN No. 23).

·        El Fuego:

En este apartado el Papa Francisco nos explica parte de la teología en la que San Ignacio de Loyola basaba sus Ejercicios Espirituales, en donde el principio se rige “con toda la fuerza del corazón” hasta llegar a las mociones que nos muestra Dios, esto es según Michel de Certeau, S.J., sacerdote jesuita, historiador, teólogo y filósofo: 

“…de un querer de Dios y de un querer del propio corazón que permanece “otro” en relación con el orden manifiesto. Algo inesperado se pone a hablar en el corazón de la persona, algo que nace de lo incognoscible, remueve la superficie de lo conocido y lo conflictúa.  Es el origen de un nuevo “ordenamiento de la vida” a partir del corazón. No se trata de discursos racionales que habría que llevar a la práctica, haciéndolos pasar a la vida, de modo que la afectividad y la práctica serían simplemente consecuencias -en dependencia- de conocimientos asegurados. (Cf. Michel de Certeau, L’espace du désir ou le “fondement” des Exercices Spirituels: Christus 77(1973), pp. 118-128) …” (PF - DN No. 24).

Esta percepción de la inspiración que Dios nos da en ocasiones, cuando el alma está dispuesta a la visión trascendente de la voluntad de Dios, generalmente se da cuando estamos en oración, es al principio difícil de entender, pero con la práctica de cada meditación de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio vamos tomando consciencia en nuestra comprensión espiritual; es por ello necesario que la consistencia de nuestra oración se vuelva una necesidad espiritual habitual, que desea profundizar voluntariamente, porque como nos dice Michel de Certeau, S.J., no es una comprensión racional que surge de conocimiento y te lleva a una determinada acción, es una moción espiritual; la práctica de la oración fervorosa diariamente y la práctica anual de los Ejercicios Espirituales son medios que le podemos dar a nuestro corazón para profundizar en las cosas del Señor.

Sigamos el consejo del Papa Francisco: “…Allí donde el filósofo detiene su pensamiento, el corazón creyente ama, adora, pide perdón y se ofrece a servir en el lugar que el Señor le da a elegir para que lo siga.  Entonces entiende que es el tú de Dios, y que puede ser un yo porque Dios es un tú para él.  El hecho es que sólo el Señor nos ofrece tratarnos como un tú siempre y para siempre. Aceptar su amistad es cuestión de corazón y eso nos constituye como personas en el sentido pleno de la palabra…” (PF – DN No. 25)

Afectísima en Jesucristo,

Lilia Garelli

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domingo, 15 de junio de 2025

APARICIONES MARIANAS - (14)

“Domine, mane nobiscum...”

San Cleofás en Emaús 

Riviera Maya, México; Junio 16 del 2025.

APARICIONES MARIANAS

 

NUESTRA SEÑORA DE LA MEDALLA MILAGROSA

LUGAR:     París, Francia

VIDENTE:  Santa Catalina Labouré

AÑO:           1830 A. D.

PETICIÓN: Se Acuñe la Medalla Milagrosa

FIESTA:     27 de Noviembre 

 

Capilla Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa | Chapelle Notre-Dame de la Médaille Miraculeuse

 

Medalla Milagrosa

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Antonio Garelli

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sábado, 14 de junio de 2025

EL EVANGELIO SEGÚN ZAQUEO (7)

“… Señor, quédate con nosotros...”

San Cleofás en Emaús 

Riviera Maya, México; Junio 14 del 2025.

 

LAS PÁGINAS QUE SE LEEN ENSEGUIDA, SON PARTE DE MI LIBRO

“El Evangelio Según Zaqueo”

(Antonio Garelli – El Arca Editores – 2004)


EL JOVEN DIOS 

Cuando Jesús tenía 20 años, igual caminaba en dirección al Mar de Galilea (donde tenía muchos amigos), que hacia al imponente Mar Grande, enclave de puertos marítimos con una población muy importante de extranjeros; a través de los cuales era posible conocer la cultura y costumbres de otras naciones.  Es cierto que los judíos nunca destacamos como grandes navegantes, es más, ninguna de nuestras ciudades principales se asentaba en la costa, pero la ubicación estratégica de Palestina en las rutas marítimas y terrestres del Imperio Romano entre Oriente y Occidente, nos hacía una región privilegiada con un gran comercio de bienes y servicios. 

Jesús conoció todo eso en visitas constantes que incluían el contacto directo con mucha gente de múltiples naciones.  Pasaba horas en pláticas con todo tipo de personas que le ayudaron en su acercamiento a los problemas comunes y corrientes de los seres humanos.  Y no fue que Él no los conociera, sino que alimentaba así, en ellos y no en Él, los valores universales que debían poseer.  Esa gente extranjera se llevó las múltiples enseñanzas de Jesús a sus pueblos de origen.  Pero en las orillas de Mar de Galilea la labor realizada por este maravilloso “hombre”, fue diferente.  Desde Bethsaida en la orilla Noreste del mar, hasta Tiberíades (esa fastuosa ciudad inaugurada por Herodes el Grande en honor de Tiberio César), ubicada en el extremo Suroeste; Jesús recorrió palmo a palmo el terreno que después le sería muy familiar para el inicio de su Ministerio.

Allí vio por primera vez a Mateo, el de mayor edad entre todos los discípulos, solo tres años menos que el Señor.  Simón pudo haber sido el de más arrojo, el más intrépido y también el más líder; pero Leví era el más culto, el mejor preparado, el que mejor entendió el Ministerio de Jesús de Nazaret.  Cuando Jesús le dice aquella mañana “Sígueme”, Mateo no duda un instante porque sabe que ha sido elegido por el Maestro para ser su Apóstol.  Llevaban 15 años conociéndose, frecuentándose, siendo amigos, sabiéndose intimidades humanas uno del otro.  Leví recibió de su padre la oportunidad de estudiar para Fariseo, si no lo era, fue precisamente porque era ambicioso, tenía ansias de poder, quería ser diferente a todos en su familia, una familia de levitas, de sacerdotes, de gente dedicada a Dios.  Pero siempre reconoció la Divinidad de Jesús, siempre la palpó y la comprobó.  Él sabía quién era; por eso a su llamado reacciona de inmediato, porque sabe que le está llamando el Mesías, El Salvador, Cristo Jesús.

También conoció (y le conocían) a Felipe de Bethsaida, Simón, Andrés, Santiago y Juan; por supuesto a Santiago el Menor y Judas su hermano, hijos de Alfeo y parientes suyos; y a Simón de Caná.  Nueve galileos en total; no me extraña, todos eran muy afines al Señor.  Los que me extrañan son los tres restantes: Tomás y Judas Iscariote, ambos de la Gran Ciudad de Jerusalén; y el ‘buen hombre’ Bartolomé, de Betania.  Le digo así, porque lo era, él conoció a Jesús en uno de sus viajes a Jerusalén para la celebración de las Fiestas de Pascua y a partir de entonces, nunca dejaron de verse; al menos cada año en su casa.  Mucho tiempo pasará antes de que el Cristo les llame a todos.

Para Jesús los primeros años de su vida humana con José, su padre adoptivo, fueron fundamentales en su formación.

Desde siempre había sido un ‘preguntón’ natural; todo quería saber, todo quería experimentar, todo quería tener bajo control. Y ahí estaba José para responder, para enseñar, para educar en la portentosa prudencia de José (que no tengo ni la menor duda de que le fue dada como Don Celestial después de nacimiento de Jesús), solo cabía el anhelo de serle útil al Mesías.  Jamás le obligó a hacer nada.  Nunca impuso su voluntad, José entendió siempre cuál sería su papel como padre adoptivo.

José enseñó a Jesús a caminar en el campo; a sembrar una planta o una semilla; a distinguir los árboles y las maderas de cada uno.  Cuáles tenían flores y frutos y cuáles no.  Cuáles crecerían grandes y fuertes y cuáles serían pequeños arbustos.  Le enseñó la utilidad de cada madera: cuáles deberían solo utilizarse en cortes pequeños y elaborar con ellos utensilios para la casa, para los talleres, para la labranza, para la pesca.  Le enseñó la importancia del agua y de la tierra.  Le mostró la vida y la muerte en la naturaleza y las ventajas de ello en la nuestra.

De la mano de José, Jesús hizo su primer viaje al Lago Tiberíades, el Mar de Galilea, que tantos prodigios y portentos vería en los años de su Ministerio.  Con José a su lado, subió Jesús por primera vez al Monte Tabor, su favorito de todos cuantos había.  José le enseñó a amarrarse las sandalias, a ceñirse el cinto, a cubrirse el rostro en las tormentas de arena y en las lluvias de estación.

José se dio el gusto de ver crecer al Joven Jesús; hermoso, se parecía mucho a su Madre; sano, radiante, sobrenaturalmente inteligente.  Sin un ápice de mal en su ser; todo bondad, todo verdad, todo belleza.  De José aprendió Jesús el valor humano del ayuno y la razón de ser del mismo.  Juntos navegaron por primera vez en una lancha de pesca, una experiencia que Jesús jamás olvidaría y que ya en pleno uso de sus Divinos Poderes, hasta se deleitaría en ello.

A partir de los veinte años de edad, el Joven Jesús de Nazaret inició sus correrías por el campo, las montañas, el lago y el mar.  A partir de entonces todo lo que José había enseñado se convirtió en valiosísima experiencia para ser usada en alabanza y Gloria de Dios.  Fueron muchas jornadas las que utilizaría Jesús para enriquecer su vida humana antes de que el Espíritu Santo descendiera sobre Él y lo llenara de los poderes que requeriría para su Ministerio como El Mesías.

Cuando uno tiene un padre terrenal como José, la vida puede presentarse favorable o no; uno sabrá con las enseñanzas recibidas, cómo enfrentar los inconvenientes que se presenten.  Cuando uno tiene un padre como José, se siente pleno, en confianza, con certeza.  Cuando uno ha recibido el apoyo de su padre, nada parece insalvable, todo se ve ‘natural’, como que a lo aprendido en experiencia ajena solo le falta el ingrediente personalísimo de uno mismo, pero ya se sabe qué se debe hacer, cómo se debe actuar, cuáles son los pros y los contras, lo positivo (para hacer) y lo negativo (para dejar de hacer).  Ciertamente que El Padre en los Cielos le escogió a Jesús ‘un substituto a la medida’ como padre adoptivo en la Tierra. 

No, no todos hemos tenido un padre como el que Jesús de Nazaret tuvo en José el carpintero.  En la mayoría de los casos hasta se podría decir que nuestro padre natural nos ha demostrado con ‘su hacer’, precisamente lo que ‘no debemos hacer’.  Más a menudo tenemos que aprender qué hizo nuestro padre y cuáles fueron sus resultados obtenidos, para que a partir de eso podamos decidir qué debemos hacer nosotros para obtener mejores logros que los alcanzados por nuestros progenitores.  Y no se necesita mucho en este asunto.  Todo hijo solo demanda tiempo y atención personalizada en su educación.  Algo que no todos los padres dan.

Realmente no importa si el padre tiene grandes bienes o, al contrario, solo tiene grandes carencias.  Lo que sí es muy importante, es su interés por sus hijos; su deseo de participación, su involucramiento.

Y José era especialmente pobre en recursos.  Nunca tuvo dinero que le sobrara para atender las necesidades de “buena educación religiosa” para ‘su hijo’.  Los Escribas y Fariseos (esos odiosísimos contemporáneos de José y míos, que tanto encarecieron el aprendizaje de la Palabra de Dios, de la Ley y los Profetas), se encargaron de imposibilitar el conocimiento generalizado del tema, solo para enriquecerse al máximo a costa de los ricos y poderosos.  No, José nunca pudo solventar esos gastos, y por lo tanto, nunca envió a Jesús a estudiar a la Yashiva  de la Sinagoga.

Cierto es que lo indispensable (casa y comida), no les faltó para su subsistencia; pero las carencias, el desprendimiento de los bienes materiales y el aprovechamiento al máximo de los recursos disponibles, hicieron de esta familia un ejemplo de unidad y amor a pesar de sus limitaciones materiales.  Antes, al contrario, fue precisamente esta situación la que los mantuvo en constante armonía y siempre dispuestos a alabar a Dios.

Fueron muchos años los que convivieron juntos, ya que José todavía vivía cuando Jesús de Nazaret inició su Ministerio.  ¡¡Qué gran Gracia de Dios permitirle a José ver concluida su misión como padre adoptivo de El Salvador!!  José recibió en vida el resultado de su esfuerzo, el fruto de sus semillas, el producto de su trabajo.  Este fue el ‘agradecimiento’ de Dios para su “Padre Adoptivo”, haberse sabido útil en el trabajo de la Salvación del Mundo que realizaría con su vida el Cristo.

Cuando leo y recuerdo todas las Parábolas de Jesús de Nazaret, me imagino a Jesús Niño, a Jesús Joven y a Jesús Hombre, caminando y conviviendo al lado de José, su tutor humano, el hombre al que le debemos por su obediencia, humildad y disponibilidad que el Redentor haya podido pertenecer a una familia humana, La Sagrada Familia.  Me alegro de que le haya enseñado tantas cosas y que Él, Jesús, en su Divino Esplendor, haya sintetizado para la predicación del Evangelio tan maravillosas experiencias que hoy son nuestras.

Desde la primera predicación del Señor (El Sermón de la Montaña), hasta su última Parábola descrita por Juan y Leví (El Buen Pastor), se capta, se percibe, se intuye que éste es un Hijo que fue educado con gran esmero por su padre.  Sin lugar a dudas, las enseñanzas materiales de José en Jesús de Nazaret son un deleite para nosotros.

Haber conocido a María ha sido para mí tan impresionante como haber conocido a Jesús de Nazaret.  Si en El Maestro se notaba a simple vista su impactante personalidad, en su Madre se veía y se sentía la paz que solo se encuentra en las altas montañas.  Digna madre de un Rabino, María tenía el don para ubicarse exactamente en el lugar que el momento le demandaba;  callaba y decía solamente lo que debía callar y decir; jamás estuvo desubicada en sus acciones o en sus palabras.  María tenía la Gracia Divina en todo su ser; era más hermosa que la más espléndida de las esculturas griegas en mármol blanco de diosas bondadosas; era dulce en su habla como el canto de una alondra en el alba o el ocaso; era discreta y útil como el rocío de la mañana que hace crecer la siembra; era serena como el claro de la Luna en una noche estrellada.

María era la personificación del Amor.  No existía en su ser ningún mal; ni soberbia, ni odio, ni rencor.  Antes que eso, era humilde, bondadosa y conciliadora.  Dios la dotó de una templanza firme como el acero ante el mal y dúctil como la seda frente el desamparo; le dio la fortaleza de una muralla y la generosidad de quien se sabe amado.  María irradiaba gentileza, confianza y paciencia; poseía todos los Dones del Espíritu Santo porque en Ella habitaba Él mismo.

¡Y esto no me lo contaron!  María vivió todos sus años, después de la muerte y Resurrección de Su Hijo, en la gran Ciudad de Jerusalén.  Allí la visitábamos todos los que queríamos estar bajo su protección invaluable, bajo su maternal cuidado.  Yo la vi cientos de veces, muchas más que cualquier ser humano (con excepción de Juan, el Hijo de Zebedeo).  Cuando Jesús de Nazaret y María estuvieron en mi casa, yo tenía 50 años de edad y ella, apenas algunos menos.  Nos tratamos durante los siguientes treinta años que yo viví; y ya decrépito, hacía lo posible por ir a deleitarme de aquella frescura inagotable que de Ella brotaba.  ¡Seguía rozagante, lúcida, inmaculada!

¡Miles de horas, cientos de días, decenas de años disfruté yo su bellísima existencia!  Es cierto, yo no recibí Espíritu Santo para narrar y escribir ésto;  sin embargo, estuve más tiempo con María que Lucano o que Mateo, para los cuales fue fuente viva de información e inspiración.  Ellos escribieron (porque así debería de ser) de Jesucristo, El Mesías, El Salvador; con su prédica, su Teología, su Divinidad.  Yo solo lo escribo de Jesús de Nazaret, el Hijo de María y José.

Puede ser que ustedes no se hayan percatado de esto, pero el Plan de Dios para salvar a la Humanidad inicia mies de años antes de los días en que nació Jesús de Nazaret; en que vivíamos sus padres y yo.  En el Primer Libro del ‘Gran Libro’ del pueblo Hebreo, está redactado ese momento.  Moisés, el gran narrador y escritor de a Historia de los Patriarcas, lo describe como sigue:

“...Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y su linaje; él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el calcañar...”

Déjenme explicarles el vastísimo significado de tan pocas palabras: quien habla es Dios, el Creador de todo cuanto existe.  Es el Padre Celestial de Jesús de Nazaret, el Cristo.  El lugar en que se desarrolla este acontecimiento es el mismísimo Jardín del Edén.  El momento específico es cuando Dios ha llamado a cuentas a los actores del pecado y ha emitido ya las consecuencias del mismo.  Está hablando contra la serpiente, en donde se ha personificado el Diablo para engañar a Eva, quien finalmente ha quebrantado el mandato de Dios.

“...Pondré enemistad...” quiere decir que no habrá transigencia contra las acciones, que no habrá tregua ante el mal y la desobediencia.

“... entre ti y la mujer...” entre quien nazca del Demonio o sea su simiente y quien nazca de María (Jesús) y se identifique con el bien.

“... él te aplastará la cabeza...” esta es una de las más efectivas formas de matar, eliminar, aniquilar a una serpiente.  En este mandato se da la seguridad de que el mal será vencido, que será borrado.

“... y tú le acecharás el calcañar.”  El sacrificio de Cristo está de manifiesto para poder lograr la eliminación del mal, del pecado.

Esto acontece (según las investigaciones de Mateo para determinar la genealogía de Jesús), 28 generaciones antes del nacimiento de El Salvador.  14 generaciones de Jesús al Rey David y 14 generaciones de David a Adán.  ¡Más de tres mil años antes del divino nacimiento del Redentor del Mundo!  Y desde este tiempo Dios piensa en María, por lo tanto, la crea, por lo tanto, existe, por lo tanto, ella es desde entonces.  Pero solo toma la forma de “La Mujer” de la profecía hasta estos años, en que se cumplen ‘la plenitud de los tiempos’ para realizar el prodigio de la Redención.  Así de ‘antigua’ es María; así de importante en este asunto de la Salvación; así de auténtica y preferida es para Dios y su Hijo.   María es la primera madre de la Historia, porque en el momento en que Dios ‘la piensa’, se la imagina con ‘linaje’, con descendencia, con un Hijo.

Imagínense qué grandes dones vertió Dios sobre esta maravillosa Mujer que sería la Madre de su Hijo; sobre esta ‘Esclava del Señor’ como ella misma le dijo a Lucano, cuando éste la contactó para escribir algunos de los momentos más íntimos de la vida de Jesús de Nazaret.  Piensen qué gran dicha para todos los que tratamos en vida a María y que nos percatamos de los inmensos favores recibidos de Dios Padre.  Ella poseía el Espíritu Santo mucho antes de que Éste descendiera sobre los Apóstoles en Pentecostés, en donde también yo me encontraba.  Esta ‘Bendita entre todas las mujeres’, como la llamó su prima Isabel, la madre de Juan el Bautista, tenía todas las virtudes, todas las bondades, bienes y belleza que un ser humano pueda reunir.

Cuando yo escribo esto, tengo 75 años, soy un decrépito anciano y la muerte me ronda por todas partes; sin embargo, María no ha envejecido, sigue fresca como los lirios del campo tan queridos por su Hijo; no hay enfermedad alguna en ella, su salud es perfecta.  Es tal su estado, que estoy seguro que nunca morirá, que vivirá para siempre, que se quedará con nosotros eternamente.

Esa oración que María repetía constantemente y que Lucano plasmó en su Evangelio lo dice todo:

Mi alma glorifica al Señor,

y mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador;

porque puso sus ojos en la bajeza de su esclava.

 

He aquí que desde ahora me llamarán dichosa

todas las generaciones;

porque ha hecho en mi favor grandes cosas

El Poderoso.

 

Santo es su nombre y su misericordia llega de

generación en generación a los que le temen.

 

Ha desplegado el poder de su brazo;

ha desbaratado a los soberbios con los

proyectos de su corazón;

derrocó de su trono a los poderosos

y enalteció a los humildes;

llenó de bienes a los hambrientos y despidió a los

ricos con las manos vacías.

 

Socorrió a Israel, su siervo, acordándose de su

Misericordia, según lo había anunciado

a nuestros padres, a Abraham y su

descendencia para siempre”.

¡¡Yo estaba en casa de María cuando le dijo tan bellísimas palabras a Lucano!!  Las escuchamos juntos, como muchas otras narraciones de María.  Allí, en casa de Juan, el hijo de Zebedeo, allí nos conocimos el ‘grieguito’, como yo le decía, y yo.  Cuando nos presentó Juan a todos, María agregó de mí: “De este Zaqueo de Jericó has de escribir, porque es un hombre justo desde que Jesús estuvo en su casa.  Era un hombre de bien, dentro de la apariencia de un rico y poderoso, pero ha dejado todo para servir al Señor”.

¡Así le dijo!  Y Lucano solo escribió la historia que juntos le contamos.  ¡¡Bendita sea María, la Madre de mi Señor, que al igual que Él, vio en mí el sincero arrepentimiento de una vida solícita y descarriada!!

Ʊ + Ω

La próxima entrega será el sábado de la siguiente semana.

Orar sirve, nuestra alma lo agradece y nuestra mente también.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,

Antonio Garelli

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