“… Hazme un instrumento de tu paz …”
San Francisco de Asís
Riviera
Maya, México; Agosto 14 del 2024.
MÍSTICA
Por:
Lilia Garelli
“…Si el
testimonio de los Apóstoles funda la Iglesia,
el (testimonio)
de las mujeres contribuye en gran manera a nutrir la fe
de las comunidades cristianas…”
San Pablo VI
Discurso Año Internacional De la
Mujer
18 abril 1975
CHRISTIFIDELES LAICI (37)
“Vocación y Misión de
los Laicos en la Iglesia y en el Mundo”
Estimados en Cristo:
Terminando este importante apartado sobre la labor de las “Mujeres” en la vida de la sociedad y de la Iglesia, San Juan Pablo II nos dice:
“…Aunque no hayan sido llamadas al apostolado de los Doce y por tanto al sacerdocio ministerial, muchas mujeres acompañan a Jesús en su ministerio y asisten al grupo de los Apóstoles (cf. Lc 8, 2-3); están presentes al pie de la Cruz; (cf. Lc 23,49); ayudan al entierro de Jesús (cf. Lc 23,55) y la mañana de Pascua reciben y transmiten el anuncio de la resurrección (cf. Lc 24, 1-10; rezan con los Apóstoles en el Cenáculo a la espera de Pentecostés (cf. Hch 1, 14) …” (SJPII – CFL No. 49).
En efecto, como lo hemos desmenuzado en el escrito anterior, la labor de la mujer en la familia, en el trabajo y por supuesto, en diversidad de apostolados en los que su “genio femenino”, como lo decía el Papa, influye y es valiosísimo en la vida de la Iglesia; solo por mencionar algunos ámbitos: Catequistas, misioneras, formadoras en Escuelas de Pastoral, Centros Educativos en todos los niveles de formación, Universidades Pontificias, cabezas de diversos apostolados de servicio social como discapacitados, huérfanos, asilos, enfermos terminales, hospitales en guerras, pobreza extrema, y muchas otras áreas en las que la mujer se ha desarrollado para influir positivamente en la sociedad.
San Juan Pablo II reconoce la labor de la mujer diciendo: “…Es una historia de inmensa laboriosidad, humilde y escondida la mayor parte de las veces, pero no por eso menos decisiva para el crecimiento y para la santidad de la Iglesia. Es necesario que esta historia se continúe, es más que se amplíe e intensifique ante la acrecentada y universal conciencia de la dignidad personal de la mujer y de su vocación; y ante la urgencia de una “nueva evangelización”, y de una mayor “humanización” de las relaciones sociales…” (SJPII – CFL No. 49).
Para terminar este apartado el Papa nos recuerda la consigna que el Concilio Vaticano II dejó a través de los Padres del Sínodo: “…Para su vida y su misión, es necesario que la Iglesia reconozca todos los dones de las mujeres y de los hombres, y los traduzca en vida concreta. (…) Este Sínodo proclama que la Iglesia exige el reconocimiento y la utilización de estos dones, experiencias y aptitudes de los hombres y de las mujeres, para que su misión se haga más eficaz…” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instructio de libertate christiana et liberatione, 72).
¡Vamos pues, hombres y mujeres de buena voluntad, a reforzar nuestra Iglesia con los dones que el Señor, nuestro Dios nos ha dado!, iniciando con nuestro testimonio de vida coherente con los principios cristianos y ¡defendámoslos con la prudencia de quien habla con la verdad y la intrepidez que requiera nuestro tiempo!
50. Fundamentos antropológicos y teológicos:
San Juan Pablo II quiere dejar claro el papel del hombre y de la mujer, basado en los fundamentos antropológicos y teológicos, obedeciendo, sin duda el mensaje que desde el principio nos dejó al respecto: “a imagen suya”, “varón y mujer los creó” (Gn 1, 27); así como también quiere acoger la llamada de Dios a conocer, a admirar y a vivir su designio. Es un designio que “al principio” ha sido impreso de modo indeleble en el mismo ser de la persona humana —varón y mujer— y, por tanto, en sus estructuras significativas y en sus profundos dinamismos. Precisamente este designio, sapientísimo y amoroso, exige ser explorado en toda la riqueza de su contenido: es la riqueza que desde el “principio” se ha ido manifestando progresivamente y realizando a lo largo de la entera historia de la salvación, y ha culminado en la “plenitud del tiempo”, cuando “Dios mandó a su Hijo, nacido de mujer” (Ga 4,4) …” (SJPII – CFL No. 50).
Efectivamente, San Juan Pablo II ha insistido en todo momento en la necesidad de dar a cada uno de los seres humanos, el lugar que le corresponde según sus características propias del designio de Dios, al ser hombre en su masculinidad y al ser mujer con su femineidad; inclusive publicó varios documentos re-enmarcando las cualidades femeninas, dentro de las cuales les invito a leer detenidamente y reflexionar en la Carta Apostólica “Mulieris Dignitatem” de donde tomé el siguiente párrafo:
“…Eva, como –madre de todos los vivientes- (Gén 3,20), es testigo del comienzo bíblico en el que están contenidas la verdad sobre la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios y la verdad sobre el pecado original. María es testigo del nuevo –principio- y de la –nueva criatura- (Cfr. 2 Cor 5,17). Es más, ella misma, como la primera redimida en la historia de la salvación, es –una nueva criatura-, es la –llena de gracia-… en ella tiene su comienzo la nueva y definitiva Alianza en la Sangre redentora de Cristo…” (Mulieris Dignitatem 11 – SJPII).
Siendo que este tema es tan importante hoy en día, continuaremos en el próximo escrito ahondando en las características antropológicas y teológicas de la mujer.
“…los invito a que prosigan el estudio crítico, de modo que profundicen siempre mejor —sobre la base de la dignidad personal del varón y de la mujer y de su recíproca relación— los valores y las dotes específicas de la femineidad y de la masculinidad, no sólo por el ámbito del vivir social, sino también y sobre todo en el de la existencia cristiana y eclesial…”
San Juan Pablo II - Christifideles Laici No. 50
Afectísima en Jesucristo,
Lilia Garelli
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Solo por el gusto
de proclamar El Evangelio.
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