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jueves, 21 de mayo de 2020

EL CREDO, SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA - 32 - Y AL TERCER DÍA RESUCITÓ (2)


Sagrado Corazón de Jesús,
en ti confío


Riviera Maya, México; Mayo 22 del 2020.


Tomado de la Colección de Folletos
EL CREDO. SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA
P. Emiliano Jiménez Hernández, C.N.
Grafite Ediciones – Bilbao España
2006


CREO EN DIOS…
CREO EN JESUCRISTO…

B) Y AL TERCER DÍA RESUCITÓ
DE ENTRE LOS MUERTOS… (2)

En la Palabra y en el Sacramento nos encontramos con el Resucitado. La Liturgia nos pone en contacto con Él. En ella le reconocemos como el vencedor de la muerte. La Liturgia celebra siempre el Misterio Pascual.  El Señor ha resucitado y es tan potente que puede hacerse visible a los hombres.  En Cristo el amor es más fuerte que la muerte. 

La resurrección de Jesús es el hecho histórico en el que Dios confiere la vida a quien ha vivido la propia vida gastándola por los demás.  Es la ratificación de la vida como amor y entrega; y la condenación de la vida como poder, placer o aturdimiento, expresiones, todas, del pecado.

Dios no abandona al justo más de tres días. (Jon 2,1; Os 6,2) En Jesucristo, resucitado por Dios al tercer día, aparece cumplida en plenitud la esperanza de salvación de los profetas. Justamente en esa situación externa y sin salida posible que es la muerte, se afirma el poder y la fidelidad de Dios, devolviendo a Su Hijo a la vida, realizando la esperanza de Abraham, nuestro padre en la fe, que pensaba que “poderoso es Dios aun para resucitar de entre los muertos.” (Hb 11,19) 

Al ser vencida la muerte por la muerte, acontece en la historia algo que trasciende toda la historia.

En el anuncio gozoso que hacen los Apóstoles ¡Vive! ¡Dios le ha resucitado!, Dios ha rehabilitado a Jesús como inocente.  Con su intervención, Dios exalta a su siervo Jesús y en su nombre ofrece el perdón de los pecados y la vida nueva a los que crean y se conviertan a Él.  En el anuncio de la muerte y resurrección de Jesucristo, el Padre nos ofrece la conversión para el perdón de los pecados.

San Melitón de Sardes pondrá este anuncio en la boca de Cristo Resucitado, en su Homilía sobre la Pascua:
“Cristo resucitó de entre los muertos y exclamó en voz alta: “¿Quién disputará contra mí? ¡Que se ponga frente a mí!  Yo he rescatado al condenado, he vivificado la muerte, he resucitado al sepultado. ¿Quién es mi contradictor?  Yo destruí la muerte, triunfé del enemigo, pisoteé el infierno, amordacé al fuerte, arrebaté al hombre a las cumbres de los cielos.  ¡Venid, pues, familias todas de los hombres unidas por el pecado, y recibid el perdón de los pecados!  Porque yo soy vuestro perdón, yo la pascua de la salvación, yo el cordero inmolado por vosotros, yo vuestro rescate, yo vuestra luz, yo vuestro Rey.  ¡Yo os conduzco a las cumbres de los cielos! ¡Yo os resucitaré por mi diestra!

Ante este anuncio todos somos descubiertos en pecado.  Dios se revela como el que está reconciliando al mundo consigo, como el que está ratificando el Evangelio de la gracia y el perdón.  Con este anuncio todos quedamos situados ante la verdad del pecado y en presencia del amor misericordioso sin límites.  El pecado y la muerte han quedado vencidos para siempre.  Con la resurrección Dios ha declarado justo a Jesús y a nosotros pecadores perdonados, agradecidos por su muerte. 

La cruz, juicio condenatorio de Dios para los judíos, con la resurrección ha quedado transformada en Cruz Gloriosa.  La Vida Eterna ha comenzado.  El creyente puede experimentarla en todas las formas en que la anunciaron los Profetas para cuando llegara el Reino de Dios; la Paz de Dios, el gozo de estar redimido por Él. 

La participación en su vida y herencia, la alegría del perdón de los pecados, la libertad de toda esclavitud, la capacidad de amar al prójimo, incluso enemigo. El creyente no se halla ya a merced de los poderes que conducen a la muerte, sino en las manos de Dios que conduce a la vida a quienes no son y resucita a los muertos. La experiencia de la resurrección es la piedra angular que mantiene la fe del creyente y de la Iglesia. San Agustín escribió:

“Sólo la fe en la Resurrección de Cristo distingue y caracteriza a los cristianos de los demás hombres. Aun los paganos admiten su muerte, de la que los judíos fueron testigos oculares.  Pero ningún pagano o judío acepta que “Él haya resucitado al tercer día de entre los muertos.”  Luego la fe de la resurrección distingue nuestra Fe viva de la incredulidad muerta.  Escribiendo a Timoteo le dice San Pablo: “… recuerda que Jesucristo resucitó de entre los muertos.” (2Tm 2,8)  Creamos, pues, hermanos y esperemos que se realice en nosotros, lo que ya se realizó en Cristo; ¡Es promesa del Dios que no engaña!

Los estudiosos y doctos han demostrado que Pascua en un vocablo hebreo que significa tránsito. Mediante la Pasión pasó el Señor de la muerte a la vida. No es cosa grande creer que Cristo murió; esto lo creen los paganos, los judíos e incluso los impíos: ¡todos creen que Cristo murió! La Fe de los Cristianos consiste en creer en la Resurrección de Cristo.  Esto es lo grande: creer que Cristo resucitó.

Entonces quiso Él que se le viera; cuando pasó, es decir, resucitó.  Entonces quiso que se creyera en Él, cuando pasó, pues, “… fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación.” (Rm 4,25) El Apóstol recomienda sobremanera la Fe en la Resurrección de Cristo, cuando dijo:
“Si crees en tu corazón que Dios resucitó a Cristo
de entre los muertos, serás salvo.”
Rm 10,9”


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Orar sirve, es bueno para nuestra alma y nuestra mente.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,


Antonio Garelli




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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.

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