Sagrado
Corazón de Jesús,
en ti
confío
Riviera
Maya, México; Mayo 22 del 2020.
Tomado de la Colección de Folletos
EL CREDO. SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA
P. Emiliano Jiménez Hernández, C.N.
Grafite Ediciones – Bilbao España
2006
CREO
EN DIOS…
CREO
EN JESUCRISTO…
B)
Y AL TERCER DÍA RESUCITÓ
DE
ENTRE LOS MUERTOS… (2)
En
la Palabra y en el Sacramento nos encontramos con el Resucitado. La Liturgia
nos pone en contacto con Él. En ella le reconocemos como el vencedor de la
muerte. La Liturgia celebra siempre el Misterio Pascual. El Señor ha resucitado y es tan potente que
puede hacerse visible a los hombres. En Cristo
el amor es más fuerte que la muerte.
La
resurrección de Jesús es el hecho histórico en el que Dios confiere la vida a
quien ha vivido la propia vida gastándola por los demás. Es la ratificación de la vida como amor y
entrega; y la condenación de la vida como poder, placer o aturdimiento,
expresiones, todas, del pecado.
Dios
no abandona al justo más de tres días. (Jon 2,1; Os 6,2) En Jesucristo,
resucitado por Dios al tercer día, aparece cumplida en plenitud la esperanza de
salvación de los profetas. Justamente en esa situación externa y sin salida
posible que es la muerte, se afirma el poder y la fidelidad de Dios,
devolviendo a Su Hijo a la vida, realizando la esperanza de Abraham, nuestro
padre en la fe, que pensaba que “poderoso
es Dios aun para resucitar de entre los muertos.” (Hb 11,19)
Al
ser vencida la muerte por la muerte, acontece en la historia algo que
trasciende toda la historia.
En
el anuncio gozoso que hacen los Apóstoles ¡Vive!
¡Dios le ha resucitado!, Dios ha rehabilitado a Jesús como inocente. Con su intervención, Dios exalta a su siervo
Jesús y en su nombre ofrece el perdón de los pecados y la vida nueva a los que
crean y se conviertan a Él. En el
anuncio de la muerte y resurrección de Jesucristo, el Padre nos ofrece la
conversión para el perdón de los pecados.
San Melitón de
Sardes
pondrá este anuncio en la boca de Cristo Resucitado, en su Homilía sobre la Pascua:
“Cristo resucitó
de entre los muertos y exclamó en voz alta: “¿Quién
disputará contra mí? ¡Que se ponga frente a mí!
Yo he rescatado al condenado, he vivificado la muerte, he resucitado al
sepultado. ¿Quién es mi contradictor? Yo
destruí la muerte, triunfé del enemigo, pisoteé el infierno, amordacé al
fuerte, arrebaté al hombre a las cumbres de los cielos. ¡Venid, pues, familias todas de los hombres
unidas por el pecado, y recibid el perdón de los pecados! Porque yo soy vuestro perdón, yo la pascua de
la salvación, yo el cordero inmolado por vosotros, yo vuestro rescate, yo
vuestra luz, yo vuestro Rey. ¡Yo os
conduzco a las cumbres de los cielos! ¡Yo os resucitaré por mi diestra!
Ante
este anuncio todos somos descubiertos en pecado. Dios se revela como el que está reconciliando
al mundo consigo, como el que está ratificando el Evangelio de la gracia y el
perdón. Con este anuncio todos quedamos
situados ante la verdad del pecado y en presencia del amor misericordioso sin
límites. El pecado y la muerte han
quedado vencidos para siempre. Con la resurrección
Dios ha declarado justo a Jesús y a nosotros pecadores perdonados, agradecidos
por su muerte.
La
cruz, juicio condenatorio de Dios para los judíos, con la resurrección ha
quedado transformada en Cruz Gloriosa.
La Vida Eterna ha comenzado. El
creyente puede experimentarla en todas las formas en que la anunciaron los
Profetas para cuando llegara el Reino de Dios; la Paz de Dios, el gozo de estar
redimido por Él.
La
participación en su vida y herencia, la alegría del perdón de los pecados, la
libertad de toda esclavitud, la capacidad de amar al prójimo, incluso enemigo.
El creyente no se halla ya a merced de los poderes que conducen a la muerte,
sino en las manos de Dios que conduce a la vida a quienes no son y resucita a los muertos. La experiencia de la resurrección
es la piedra angular que mantiene la fe del creyente y de la Iglesia. San
Agustín escribió:
“Sólo la fe en la Resurrección de Cristo distingue y
caracteriza a los cristianos de los demás hombres. Aun los paganos admiten su
muerte, de la que los judíos fueron testigos oculares. Pero ningún pagano o judío acepta que “Él haya
resucitado al tercer día de entre los muertos.” Luego la fe de la resurrección
distingue nuestra Fe viva de la
incredulidad muerta. Escribiendo a Timoteo le dice San Pablo:
“… recuerda que Jesucristo resucitó de entre los muertos.” (2Tm 2,8) Creamos,
pues, hermanos y esperemos que se realice en nosotros, lo que ya se realizó en
Cristo; ¡Es promesa del Dios que no engaña!
Los estudiosos y doctos han demostrado que Pascua en
un vocablo hebreo que significa tránsito.
Mediante la Pasión pasó
el Señor de la muerte a la vida. No es
cosa grande creer que Cristo murió; esto lo creen los paganos, los judíos e
incluso los impíos: ¡todos creen que Cristo murió! La Fe de los Cristianos
consiste en creer en la Resurrección de Cristo.
Esto es lo grande: creer que Cristo resucitó.
Entonces quiso Él que se le viera; cuando pasó, es
decir, resucitó. Entonces quiso que se
creyera en Él, cuando pasó, pues, “… fue entregado por nuestros pecados y
resucitó para nuestra justificación.” (Rm
4,25) El Apóstol recomienda sobremanera la Fe en la Resurrección de Cristo,
cuando dijo:
“Si crees en tu
corazón que Dios resucitó a Cristo
de entre los
muertos, serás salvo.”
Rm 10,9”
+ + +
Orar sirve, es bueno
para nuestra alma y nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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por el gusto de proclamar El Evangelio.
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