“¡Señor,
auméntanos la Fe!”
Domine, adauge nobis
fidem
Riviera
Maya, México, Abril 29 del 2020.
MÍSTICA
Por: Lilia Garelli
“…Salió luego hacia la hora tercia
y al ver a otros que
estaban en la plaza parados, les dijo:
--Id también vosotros a mi viña, y
os daré lo que sea justo…”
Jesucristo
(Mt 20, 3-4)
ID TAMBIÉN VOSOTROS A MI VIÑA (1)
Muy
estimados en Cristo:
Ante lo que estamos viviendo a lo largo de este tiempo
de contingencia por la pandemia mundial, sin gran esfuerzo nos lleva a
reflexionar lo vulnerables que somos ante un pequeñísimo pero poderoso virus,
que ha hecho que gran parte de la población mundial se paralice, algunos en sus
hogares, otros en hospitales y algunos otros al servicio total de los enfermos
y fallecidos.
De alguna manera hemos tenido que reinventar las
formas de comunicación o bien de consecución de nuestras vidas, pero también ha
sido un maravilloso momento de tener tiempo para la oración, la reflexión y la
escucha del mensaje de Dios nuestro Señor a cada uno de nosotros; es por ello
que me ha venido a la mente desarrollar este tema, el papel del laico en
nuestra Iglesia Católica por lo que intentaré dar a todos ustedes los puntos
que considero vitales para “no permanecer
ociosos” en este tiempo de espera, y además sea para el crecimiento de
nuestra espiritualidad, y por resultado nazcan de ello grandes ideas
apostólicas para ponerlas en práctica cuanto antes.
Así como solemos ser muy creativos en nuestro trabajo
diario, por qué no serlo llegando a muchas almas, es por ello que en esta
ocasión he escogido la Exhortación
Apostólica post-sinodal “CHRISTIFIDELES
LAICI” – Vocación y Misión de los Laicos en la Iglesia y en el Mundo, desarrollada
por San Juan Pablo II coincidiendo con el vigésimo aniversario del Concilio
Vaticano II y siendo firmada por él el día 30 de diciembre de 1988, cumpliendo el
undécimo año de su Pontificado.
Con el fin de ponernos en el contexto, recordemos
algunos puntos importantes sobre el Concilio
Vaticano II; dicho concilio fue una reunión de 2,450 obispos
convocada por San Juan XXIII e iniciado el 11 de octubre de 1962; continuado y
terminado por San Pablo VI de 1963 a 1965.
Fue un Concilio Ecuménico, esto quiere decir que estaban invitadas todas
aquellas confesiones cristianas reconocidas como religión esto es ―Iglesia Ortodoxa: griega, copta y rusa; Protestante: Luterana y Calvinista; y Anglicana: Metodista, Bautista y
Episcopal— no aquellas conocidas como “sectas” (división, de división que
niegan el Credo).
El Concilio
Vaticano II fue un hecho histórico para la humanidad, ya que se
analizaron diversos temas de extrema importancia –es importante hacerles notar que se elaboró un libro que incluye todos
los documentos que resultaron de él y los invito a leerlos pausadamente, y si
es de su interés, estudiarlos según el tema que deseen profundizar – El
Concilio se llevó a cabo en 4 sesiones, siendo solo la primera presidida por San
Juan XXIII y las tres siguientes por San Paulo VI, ambos canonizados recientemente.
Después
de un largo y duro trabajo, se redactaron 16 documentos, cuyo conjunto
constituye una toma de conciencia de la situación de la Iglesia en ese momento y
define las orientaciones pertinentes para su aplicación. Estos documentos se dividieron en 4
Constituciones, 9 Decretos y 3 Declaraciones. En este artículo consideraré algunas partes de
las Constituciones: Lumen Gentium
(la luz de la gente) –Constitución Dogmática sobre la Iglesia, y Gaudium et
Spes (la alegría y la esperanza) – Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el
Mundo Actual.
Una
vez que hemos recordado la raíz y razón del Concilio Vaticano II, de donde se
desprende la exhortación, materia de este artículo, sigamos con el análisis de la vocación y
misión en la Iglesia y en el mundo del “Pueblo de Dios representado en los
obreros de la viña, de los que habla el Evangelio de Mateo” (SJP II – CFL 1) cuyo
texto aparece en la introducción de este artículo.
Id también vosotros a mi viña: “también los fieles laicos son llamados personalmente por el Señor, de quien reciben una misión en favor de la Iglesia y del mundo. Lo recuerda San Gregorio Magno quien predicando al pueblo les dice: “Fijaos en vuestro modo de vivir, queridísimos hermanos, y comprobad si ya sois obreros del Señor. Examine cada uno lo que hace y considere si trabaja en la viña del Señor…” (SJPII – CFL 2).
Id también vosotros a mi viña: “también los fieles laicos son llamados personalmente por el Señor, de quien reciben una misión en favor de la Iglesia y del mundo. Lo recuerda San Gregorio Magno quien predicando al pueblo les dice: “Fijaos en vuestro modo de vivir, queridísimos hermanos, y comprobad si ya sois obreros del Señor. Examine cada uno lo que hace y considere si trabaja en la viña del Señor…” (SJPII – CFL 2).
¡Qué importantes son estas palabras!: “examinar lo que
venimos haciendo, dentro de la cotidianidad”, sin importar nuestra edad o
estado de vida, lo necesario es descubrir si ya somos “obreros del Señor”. ¿Qué será ser obreros del Señor? Lo que yo
podría entender sería si realmente consideramos, que a través de nuestros actos,
damos en todo momento, Gloria a Dios, si
verdaderamente lo hacemos con amor y por amor, reflejando la Voluntad de Dios,
como legítimos hijos de Dios.
Es bien cierto que la creciente indiferencia religiosa
imperante en nuestro mundo desde hace muchas décadas ha provocado el
alejamiento no tan solo de las costumbres religiosas sino, peor aún, de un
rechazo a los conceptos de la trascendencia de vida, lo que ha generado el
aumento del secularismo idealizándola con otros ídolos como el dinero, el
poder, la fama, etc.
A pesar de todas las tendencias descritas en el
párrafo anterior, y tratando de ser optimistas, bien dice San Juan Pablo II en
su Exhortación: “… la aspiración y la necesidad de
lo religioso no pueden ser suprimidos totalmente. La conciencia de cada hombre, cuando tiene el
coraje de afrontar los interrogantes más graves de la existencia humana, y en
particular el del sentido de la vida, del sufrimiento y de la muerte, no puede
dejar de hacer propia aquella palabra de verdad proclamada a voces por San
Agustín: --nos has hecho, Señor, para
Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en Ti…” (SJPII – CFL 4).
¡Sigamos
orando, meditando y escuchando la Palabra de Dios!
Afectísima en Jesucristo,
Lilia
Garelli
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