“¡Señor, auméntanos la Fe!”
Domine, adauge nobis fidem
Riviera
Maya, México; Abril 1 del 2020.
MÍSTICA
(Du-mystisch; Es-mística; En-mysticism; Fr-mystique; It-misticismo;
Pl-mistyczne; Pt-mistico; Ru-мистика; Zh-神秘的)
Por: Lilia Garelli
“…De
este modo los cónyuges, a la vez que se dan entre sí,
dan más
allá de sí mismos la realidad del hijo,
reflejo
viviente de su amor, signo permanente de
la unidad conyugal y
síntesis
viva e
inseparable del padre y de la madre…”
San Juan Pablo II
Familiaris Consortio 14
HIJOS (3)
DERECHO A VIVIR EN UNA FAMILIA – A SER
AMADO
Muy estimados en Cristo:
En estos momentos, en que Dios nuestro Señor nos ha dado la
oportunidad de convivir mucho más en familia, a causa de esta pandemia
ocasionada por el coronavirus, ¡qué mejor manera de leer este artículo dedicado
a los hijos, dándoles una estadía más que agradable y amorosa con sus padres en
casa!
Como lo hemos mencionado en el artículo anterior sobre el
derecho del niño a tener una identidad, la mejor manera de que él/ella lo
sienta y reafirme en su desarrollo, es a través del vivir día a día en
una Familia, bien conocida como el núcleo principal de donde
nacen los diversos grupos sociales.
Los hijos son el don preciosísimo del matrimonio, como San
Juan Pablo II nos lo explica de forma sencilla y clara: “… Según el designio de Dios, el matrimonio es el
fundamento de la comunidad más amplia de la familia, ya que la institución
misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y
educación de la prole, en la que se encuentran su coronación…” (Familiaris Consortio No.
14)
Cuando el hijo(a) se saben amados, sabrán amar y
desarrollarse emocionalmente de forma natural, tendrán un crecimiento afectivo
sano y por supuesto podrán desenvolverse con seguridad y confianza.
Al conocer todo lo bueno, por esencia rechazarán la violencia, el maltrato, en
general no serán conflictivos, ni demostrarán signos de desamor en su forma de
ser.
Pero… como padres, siempre surgirá la pregunta ¿lo estaré
haciendo bien? como consejo puedo decirte –no te preocupes, ni te presiones
tanto– hay ocasiones que en la
cotidianidad pensamos que todo va bien –hay otros momentos donde
pensamos que ¡no lo hemos hecho nada bien!!!– por ello aquí te doy
algunas estrategias para demostrarle a tu hijo(a) cuánto lo(la) amas,
independientemente de lo que él/ella opinen posteriormente; lo importante será
que siempre lo hagas de cara a Dios y con la confianza de que Dios y
María te guían en los momentos de incertidumbre y
confusión:
·
Abrázalo – Hasta
que él(ella) lo permita.
·
Bésalo – Hasta
que él (ella) así lo quiera.
·
Atiéndelo cuando lo
necesita – De corazón, con pureza de intención.
·
Platícale – Todo lo
bueno que te ha pasado, si hay algo no tan bueno sé concreta y prudente.
·
Interésate por
sus cosas – Siempre lo recordará.
·
Pregúntale cómo ha sido
su día – No insistas si no lo desea.
·
Escúchalo – Con
atención y sin interrupción.
·
Dale
confianza – Motívalo si es necesario hacerlo.
·
Dale libertad cuando la
necesita – De acuerdo a su edad y madurez.
·
Oriéntalo con
conceptos positivos – A partir de la pubertad
si él(ella) te lo pide, o bien si
te da apertura para hacerlo.
·
Ponerle límites es amar
– Quizá ahora no le guste, más tarde te
lo agradecerá.
·
Si es varón, rechaza
las malas costumbres – Él sí cuenta en la distribución de las labores del hogar,
nada se lo impide y lograrás que las
valore.
·
Sé tú un buen
ejemplo en todo, principalmente de caridad ante los demás – Que la
crítica e inconformidad no sea una forma natural de ser.
·
Sé justa, sé noble
– Sé positiva en la visión del
mundo esto le ayudará a saber amar y
promover la Civilización del Amor.
·
Enséñale a amar a
sus semejantes – Saber dar gratuitamente y saber recibir gratuitamente, aunque nuestra
tendencia al pecado nos lleva a dar
para recibir a cambio, esfuérzate por mejorar en tu amor y el amor que enseñes (Lc. 6, 35)
·
Enséñale a orar por
todos los que sufren – Es importante dejar en manos de Dios todo aquello que es imposible de resolver.
·
Enséñale como Dios lo
ama – Porque de Él venimos y a Él
regresaremos para vivir la plenitud
de su presencia eterna.
Dios «ama al hombre por sí mismo». Con
el amor de Dios ha de armonizarse el de los padres. En ese sentido, éstos deben
amar a la nueva criatura humana como la ama el Creador. El querer humano está
siempre e inevitablemente sometido a la ley del tiempo y de la caducidad. En
cambio, el amor divino es eterno. «Antes de haberte formado yo en el seno
materno, te conocía —escribe el profeta Jeremías— (SJPII
- Carta a las Familias 1994)
Sería importante acotar lo que nos comenta San Juan Pablo II
en la Exhortación Apostólica “Familiaris Consortio”, dicho sea
de paso, les recomiendo enormemente su lectura y análisis. A este
respecto él comenta:
“…no se debe olvidar que incluso cuando la procreación no es posible, no
por esto pierde su valor la vida conyugal. La esterilidad física, en
efecto, puede dar ocasión a los esposos para otros servicios importantes a la
vida de la persona humana como por ejemplo la adopción, las diversas formas de
obras educativas, la ayuda a otras familias, a los niños pobres o
minusválidos…”
El objetivo de incluir este comentario, es el definir que sin
importar las condiciones físicas del hijo(a), sea propio o
adoptado, o tenga en alguna medida capacidades diferentes, el
amor es aplicable, sin medida, de acuerdo a las estrategias anteriormente
expuestas, considerando la dignidad de la persona y por supuesto la capacidad
de amar como hijo de Dios.
Por otro lado, derivar el amor de ese matrimonio sin hijos a
otras instancias, como apoyo apostólico en diversas áreas de necesidad de
la Iglesia, donde ellos podrán elegir según su interés y en
donde ellos podrán expresar y ejercitar el inmenso amor que Dios les ha
procurado en su vida.
¡A
los hijos, ámalos, abrázalos
estrechamente
y déjalos ir…!
Afectísima
en Jesucristo,
Lilia Garelli
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