“¡Señor,
auméntanos la Fe!”
Domine, adauge nobis fidem
Riviera Maya, México, Marzo 4 del
2020.
M Í S
T I C A
Por: Lilia Garelli
“… y con tu sabiduría formaste al hombre
para que dominase sobre tus criaturas,
gobernase el mundo con santidad y
justicia
y juzgase con rectitud de
espíritu…”
Sb 9,2-3
HIJOS (1a)
DERECHO A LA VIDA Y A LA
SUPERVIVENCIA
Muy
estimados en Cristo:
Hace ya algunos meses que venimos
dedicando el escrito de los miércoles de Mística a algún integrante
de la familia, así lo hemos hecho con el “padre” y con
la “madre” y ahora quisiera retomar el tema que traté
sobre “los hijos” (25
de septiembre de 2019), ampliándolo como se los había prometido; es por
ello que trataré durante varias semanas cada uno de los derechos que
mencioné en esa ocasión.
Iniciaré con el “Derecho a la Vida y a la Supervivencia” como comprenderán un tema vital para ser
analizado desde todas las perspectivas, esto es: sobrenatural, humana,
moral y biológica, con el fin de que quede lo más claro posible
en un sentido simple y replicable, sin tratar de ahondar en la profundidad de
cada ciencia.
En los escritos “1a” y “1b”
siguientes, me fundamentaré en la Sagradas
Escrituras, la Carta a las Familias
de San Juan Pablo II, la Carta
Encíclica Evangelium Vitae,
de San Juan Pablo II, el Documento Instrucción sobre el Respeto a la
Vida Humana Naciente y la Dignidad de la Procreación, escrito por la
Congregación para la Doctrina de la Fe, encabezado en ese momento por el
Cardenal Joseph Ratzinger (hoy Papa Emérito) y la Encíclica Humanae Vitae del
Papa San Paulo VI.
Sobrenatural:
“… Entonces Yahvé
Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices
aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente…” (Gen 2,7)
Humana:
Es un hecho que, si queremos
considerar el derecho a la vida de un hijo, vamos a tocar el tema de lo
que es el amor a mi esposo(a) y desde la definición
reconocemos que es un sentimiento de vivo afecto e inclinación hacia una
persona a la que se le desea todo lo bueno; el hijo es el fruto del
amor profundo entre un hombre y una mujer. Físicamente
hablando y si quisiéramos entenderlo por el lado científico, hay
muchas teorías -aunque no del todo conclusivas– porque intervienen
diferentes partes del ser humano como la química, la
psicología, fenomenología, sociología, etc., lo que si podemos
asegurar que se activan en el cerebro ciertas áreas que segregan la
dopamina y la oxitocina que incrementan la habilidad del ser humano
para reconocer las emociones propias y de los demás, por lo
que puede animar a la persona a decirle a su pareja “te amo desde el fondo de
mi corazón”.
Moral:
En el Rito del Matrimonio la
Iglesia nos recuerda: “... estar dispuestos a recibir de
Dios, responsable y amorosamente, los hijos y a educarlos
responsablemente…” En la Carta a las Familias, San Juan Pablo II nos
explica de forma muy sencilla nuestra misión procreadora: La unidad de los
esposos, “… se hallan ante la potencia
creadora de Dios. Están llamados a ser padres, o sea, a cooperar con el
Creador a dar la vida. Cooperar con Dios llamando a la vida a nuevos
seres humanos significa contribuir a la transmisión de aquella imagen y
semejanza divina de la que es portador todo nacido de mujer. No solamente
‘hueso de sus huesos y carne de su carne´ (Gen 2,23) sino imagen y semejanza de Dios, esto es, persona…”
Biológica:
La fecundación humana consiste en
la fusión de un espermatozoide y un óvulo. Esta unión de los dos gametos
da lugar al cigoto, siendo la primera
célula del nuevo ser humano. A partir de esta célula
se desarrollarán todas las demás gracias a la mitosis, el proceso de división
celular.
Este proceso natural y todo lo que
se desarrollará a lo largo de nueve meses, da por resultado a UN HIJO, que por gracia de Dios nos
permite ser padres y colaboradores con él en la procreación de un nuevo
ser. Una madre lleva a su hijo por 9
meses en el vientre, 3 años en brazos y toda la vida en el corazón.
En los tres subtemas anteriores,
se redacta el concepto esencial del tema principal, el(los) hijo(s) tienen
el DERECHO A VIVIR Y A MANTENER SU
SUPERVIVENCIA. Como instrumentos que somos del Señor,
nosotros no tenemos la capacidad de decidir si vive o no, ya que no somos dueños
de la vida.
Hoy en día sufrimos
de múltiples ataques contra la vida humana desde su concepción, y
vivimos una terrible crisis del sentido correcto de la moral, por lo
que es necesarísimo que seamos sinceros y hablemos con la verdad
y de cara a Dios, creador del ser humano a su imagen y semejanza, sin
confundirnos con intereses personales, llenos de egoísmo e irresponsabilidad.
San Juan Pablo II preocupado
por las tendencias mundiales contra la vida, escribió la Carta Encíclica “Evangelium Vitae” promoviendo
en todo momento La Civilización de la
Vida, nos lo dice claramente: “…Todo hombre abierto
sinceramente a la verdad y al bien, aun entre dificultades e incertidumbres,
con la luz de la razón y no sin el influjo secreto de la gracia, puede llegar
a descubrir en la ley natural escrita en su corazón (cf. Rm 2,
14-15) el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta su
término, y afirmar el derecho de cada ser humano a ver respetado totalmente
este bien primario suyo…”
“Por un hijo se llora, se ríe, se ama,
y se mueve el mundo
si es necesario; porque
un hijo es el único ser, al que se ama
más que a uno mismo”
Afectísima en Jesucristo,
Lilia Garelli
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