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martes, 3 de marzo de 2020

MÍSTICA - LILIA GARELLI - HIJOS (1 a) - Derecho a la Vida y a la Supervivencia


“¡Señor, auméntanos la Fe!” 
Domine, adauge nobis fidem 


Riviera Maya, México, Marzo 4 del 2020. 

 M Í S T I C A 
Por: Lilia Garelli 


“… y con tu sabiduría formaste al hombre 
 para que dominase sobre tus criaturas,  
gobernase el mundo con santidad y justicia 
 y juzgase con rectitud de espíritu…” 
Sb 9,2-3 


HIJOS (1a) 
DERECHO A LA VIDA Y A LA SUPERVIVENCIA 
  
Muy estimados en Cristo: 

Hace ya algunos meses que venimos dedicando el escrito de los miércoles de Mística a algún integrante de la familia, así lo hemos hecho con el “padre” y con la “madre” y ahora quisiera retomar el tema que traté sobre “los hijos” (25 de septiembre de 2019), ampliándolo como se los había prometido; es por ello que trataré durante varias semanas cada uno de los derechos que mencioné en esa ocasión. 

Iniciaré con el “Derecho a la Vida y a la Supervivencia” como comprenderán un tema vital para ser analizado desde todas las perspectivas, esto es: sobrenatural, humana, moral y biológica, con el fin de que quede lo más claro posible en un sentido simple y replicable, sin tratar de ahondar en la profundidad de cada ciencia. 

En los escritos “1a” y “1b” siguientes, me fundamentaré en la Sagradas Escrituras, la Carta a las Familias de San Juan Pablo II, la Carta Encíclica Evangelium Vitae, de San Juan Pablo II, el Documento Instrucción sobre el Respeto a la Vida Humana Naciente y la Dignidad de la Procreación, escrito por la Congregación para la Doctrina de la Fe, encabezado en ese momento por el Cardenal Joseph Ratzinger (hoy Papa Emérito) y la  Encíclica Humanae Vitae del Papa San Paulo VI. 

Sobrenatural: 

“… Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente…” (Gen 2,7) 

Humana: 

Es un hecho que, si queremos considerar el derecho a la vida de un hijo, vamos a tocar el tema de lo que es el amor a mi esposo(a) y desde la definición reconocemos que es un sentimiento de vivo afecto e inclinación hacia una persona a la que se le desea todo lo bueno; el hijo es el fruto del amor profundo entre un hombre y una mujer.  Físicamente hablando y si quisiéramos entenderlo por el lado científico, hay muchas teorías -aunque no del todo conclusivas– porque intervienen diferentes partes del ser humano como la química, la psicología, fenomenología, sociología, etc., lo que si podemos asegurar que se activan en el cerebro ciertas áreas que segregan la dopamina y la oxitocina que incrementan la habilidad del ser humano para reconocer las emociones propias y de los demás, por lo que puede animar a la persona a decirle a su pareja “te amo desde el fondo de mi corazón”.   

Moral: 

En el Rito del Matrimonio la Iglesia nos recuerda: “... estar dispuestos a recibir de Dios, responsable y amorosamente, los hijos y a educarlos responsablemente…”  En la Carta a las Familias, San Juan Pablo II nos explica de forma muy sencilla nuestra misión procreadora: La unidad de los esposos, “… se hallan ante la potencia creadora de Dios.  Están llamados a ser padres, o sea, a cooperar con el Creador a dar la vida.  Cooperar con Dios llamando a la vida a nuevos seres humanos significa contribuir a la transmisión de aquella imagen y semejanza divina de la que es portador todo nacido de mujer.  No solamente ‘hueso de sus huesos y carne de su carne´ (Gen 2,23) sino imagen y semejanza de Dios, esto es, persona…” 

Biológica: 

La fecundación humana consiste en la fusión de un espermatozoide y un óvulo.  Esta unión de los dos gametos da lugar al cigoto, siendo la primera célula del nuevo ser humano.  A partir de esta célula se desarrollarán todas las demás gracias a la mitosis, el proceso de división celular. 

Este proceso natural y todo lo que se desarrollará a lo largo de nueve meses, da por resultado a UN HIJO, que por gracia de Dios nos permite ser padres y colaboradores con él en la procreación de un nuevo ser.  Una madre lleva a su hijo por 9 meses en el vientre, 3 años en brazos y toda la vida en el corazón.
 
En los tres subtemas anteriores, se redacta el concepto esencial del tema principal, el(los) hijo(s) tienen el DERECHO A VIVIR Y A MANTENER SU SUPERVIVENCIA. Como instrumentos que somos del Señor, nosotros no tenemos la capacidad de decidir si vive o no, ya que no somos dueños de la vida. 

Hoy en día sufrimos de múltiples ataques contra la vida humana desde su concepción, y vivimos una terrible crisis del sentido correcto de la moral, por lo que es necesarísimo que seamos sinceros y hablemos con la verdad y de cara a Dios, creador del ser humano a su imagen y semejanza, sin confundirnos con intereses personales, llenos de egoísmo e irresponsabilidad. 

San Juan Pablo II preocupado por las tendencias mundiales contra la vida, escribió la Carta Encíclica “Evangelium Vitae” promoviendo en todo momento La Civilización de la Vida, nos lo dice claramente:   “…Todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aun entre dificultades e incertidumbres, con la luz de la razón y no sin el influjo secreto de la gracia, puede llegar a descubrir en la ley natural escrita en su corazón (cf. Rm 2, 14-15) el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta su término, y afirmar el derecho de cada ser humano a ver respetado totalmente este bien primario suyo…” 
“Por un hijo se llora, se ríe, se ama, 
y se mueve el mundo si es necesario; porque  
un hijo es el único ser, al que se ama 
más que a uno mismo 

Afectísima en Jesucristo, 

Lilia Garelli 



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