“¡Señor,
auméntanos la Fe!”
Domine, adauge
nobis fidem
Riviera
Maya, México; Marzo 20 del 2020.
Tomado de la Colección de Folletos
EL CREDO. SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA
P. Emiliano Jiménez Hernández, C.N.
Grafite Ediciones – Bilbao España
2006
CREO EN DIOS…
CREO EN JESUCRISTO…
POR OBRA Y GRACIA DEL ESPÍRITU
SANTO…
B)
FUE CRUCIFICADO…
La
cruz es la expresión de ese amor radical que se da plenamente, acontecimiento
que es lo que hace y que hace lo que es; expresión de una vida que es ser para los
demás.
Ya
en el Nuevo Testamento, la cruz es considerada como el signo de salvación
cristiana. Desde entonces la cruz es el
símbolo cristiano por excelencia.
Marcado con la cruz en el Bautismo, el cristiano levanta la cruz en todo
tiempo y lugar, como símbolo de su pertenencia a Cristo Crucificado. La Cruz, como confiesa Pablo, es el
compendio, la fórmula abreviada de todo el Evangelio, símbolo auténtico de la
vida cristiana; de modo que el cristiano no quiere “… conocer cosa alguna sino a Jesucristo, y éste, crucificado.” (1Co
2,2)
San
Cirilo de Jerusalén en su Catequesis,
señala importancias básicas de la Fe en Cristo:
Gloria de la Iglesia Católica es
toda acción de Cristo. ¡Pero la Gloria de las glorias es La Cruz!, como decía
San Pablo: “¡En cuanto a mí, Dios me libre de
gloriarme si no es en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo!” (Ga 6,14)… La brillante corona de la cruz iluminó a los que estaban
ciegos por la incredulidad, libró a los que estaban prisioneros del pecado y
redimió a todos los hombres… Pues, si por la culpa de un solo hombre reinó
la muerte en el mundo, ¿cómo no iba a reinar la vida por la justicia de uno? (Rm 5, 12-21; 1Co 15,21-49) Y si entonces
nuestros padres fueron arrojados del Paraíso por haber comido del árbol, ¿no
entrarán ahora más fácilmente en el Paraíso los creyentes, por medio del Árbol
de Jesús?... Y si en tiempos de Moisés el cordero alejó al Exterminador (Ex
12,23), ¿no nos librará con más razón del pecado “el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo”? (Jun 1,29)
No nos avergoncemos, pues, de
confesar al Crucificado. Que nuestros
dedos deben su sello en la frente, como gesto de confianza. Y la señal de la cruz acompañe todo: sobre el
pan que comemos y la bebida que bebemos; al entrar y al salir; antes de dormir,
acostados y al levantarnos; al caminar y al reposar. La fuerza de La Cruz viene de Dios y es
gratuita.
Es la señal de los fieles y terror
de los demonios. Con ella los venció
Cristo “exhibiéndolos públicamente, al incorporarlos a su
cortejo triunfal” (Col 2,15) Por eso,
cuando ven La Cruz recuerdan al Crucificado y temen a Quien “quebrantó la
cabeza del dragón.” (Sal 74,14) No desprecies, pues, tu sello por ser
gratuito; toma la Cruz, más bien, como fundamento inconmovible y construye
sobre ella el edificio de la Fe.”
San Cirilo de Jerusalén
Éste
es también el escándalo del Cristianismo.
La Cruz es signo de salvación y signo de contradicción; piedra de
escándalo. Ante ella se define quiénes
están con Cristo y quiénes contra Cristo.
A cada paso nos encontramos con la cruz en la vida, como piedra, en la
cual nos apoyamos; o como piedra que nos aplasta: Cristo Crucificado es señal
de contradicción, “puesto para caída y
elevación de muchos.” (Lc 2,34) Ante
la cruz quedan al descubierto las intenciones del corazón. Es inevitable “mirar al que traspasaron”, “como escándalo y
necedad” o “como fuerza y sabiduría de Dios”
Así
como lo señala ampliamente San Pablo a los Corintios:
“Pues la predicación de la cruz es una
necedad para los que se pierden; más para los que se salvan –para nosotros– es
fuerza de Dios… Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan
sabiduría, nosotros predicamos a Cristo crucificado; escándalo para los judíos,
necedad para los gentiles. Mas para los
llamados, lo mismo judíos que griegos, un solo Cristo, fuerza de Dios y
sabiduría de Dios. Porque la necedad
divina es más sabia que la sabiduría de los hombres; y la debilidad divina, es
más fuerte que la fuerza de los
hombres.” (1Co 1, 17-25)
La
cruz es la manifestación suprema de un Amor que se despoja de sí mismo hasta el
extremo. Es, pues, la expresión plena de
la vida. Para el Evangelio de San Juan,
crucifixión, exaltación, elevación y glorificación aparecen unidas como una
única realidad inseparable. (Jn 3, 14; 12, 34)
En el momento de su muerte en cruz, Jesús pronuncia la palabra
victoriosa: “Todo está cumplido” (Consummatum
est). (Jn 19, 30)
En
su Homilía, San Teodoro de Mopsuestia
predica así a sus feligreses:
“Cuando Cristo nuestro Señor hubo cumplido
todo esto por nosotros, avanzó hacia la muerte, y la recibió por medio de la
cruz. No en lo secreto. Su muerte fue manifiesta y conocida de todos,
porque a todo el mundo debía ser proclamada por los bienaventurados Apóstoles,
la Resurrección de nuestro Señor. (Lc 24, 46-48)
Convenía que su muerte fuera
manifestada a todo el mundo, pues su resurrección era la abolición de la
muerte.” (2Tim 1,10)
v v v
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente, más aún, si estamos en cuaresma.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
También me puedes seguir en:
Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario