“¡Señor,
auméntanos la Fe!”
Domine, adauge
nobis fidem
Riviera
Maya, México; Marzo 6 del 2020.
Tomado de la Colección de Folletos
EL CREDO. SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA
P. Emiliano Jiménez Hernández, C.N.
Grafite Ediciones – Bilbao España
2006
CREO EN DIOS…
CREO EN JESUCRISTO…
FUE CONCEBIDO POR OBRA DEL E.S.…
PADECIÓ BAJO EL PODER DE P. PILATO…
A) PADECIÓ
La
Pasión de Cristo nos coloca ante Dios.
Es una Pasión querida por Dios.
En su plan salvífico “el Hijo del
hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos
sacerdotes y los escribas; ser muerto y resucitado…” Éste es el pensar de Dios, que pedro –y demás
Apóstoles– “no entiende”. Pero Jesús, por tres veces, les anuncia su
Pasión.
“Iban de camino a Jerusalén, y Jesús marchaba
delante de ellos; ellos, estaban sorprendidos y le seguían con miedo. Tomó otra vez a los doce y comenzó a decirles
lo que iba a suceder: “Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será
entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le
entregarán a los gentiles, y se burlarán de Él, le escupirán, le azotarán y le
matarán; y a los tres días resucitará.” (Mc 10, 32-34)
Lucas
añadirá los insultos y salivazos… Todo ello para dar cumplimiento a lo
anunciado por los profetas. (Lc 18,31)
Cristo va a la pasión siguiendo los designios del Padre, en obediencia a
la voluntad del Padre: “Cristo, siendo Hijo, aprendió por experiencia, en sus
padecimientos, a obedecer. Habiendo
llegado así a la plena consumación, se convirtió en causa de salvación para
todos los que le obedecen.” (Hb 5,8-10)
En
su sangre se sella la alianza del creyente y Dios Padre: “Tomando una copa y, dadas las gracias, se la dio y bebieron todos de
ella. Y les dijo: “Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por
muchos; para el perdón de los pecados.”” (Mc 14, 23-24; Mt 26, 27-28; Lc
22,20) Esto es lo que Pablo ha recibido
de la tradición eclesial, que se remonta al mismo Señor:
“Porque yo recibí del Señor lo que os he
transmitido: que l Señor Jesús, la noche en que fue entregado… después de
cenar, tomó la copa, diciendo: “Esta
copa es la nueva alianza en mi sangre.
Cuantas veces la bebáis, hacedlo en memoria mía.” Pues, cada vez que coméis este pan y bebéis
esta copa anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga.”
En
todos estos textos aparecen las palabras, grávidas de significado, “por
vosotros”, “por muchos”, que expresan la entrega de Cristo a la pasión en
rescate nuestro. Marcos, en su relato de
La Pasión, nos presenta a Jesús como el
justo que sufre sin culpa la persecución de los hombres.
En
el Salmo 22 Jesús encuentra el ritual de su ofrenda al Padre por los
hombres. Él es el Siervo de Yahveh, tan
desfigurado que no parecía hombre; sin apariencia ni presencia, despreciable y
desecho de los hombres; varón de dolores y sabedor de dolencias, ante quien
vuelve el rostro.
Carga
sobre sí los sufrimientos y dolores, azotado, herido de Dios y humillado. Herido,
ciertamente, por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas, soportando Él
el castigo que nos trae la paz, pues con sus malestares hemos sido nosotros
curados. Él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores. (Is 52, 13-53)
San
Pedro, en su Primera Carta a las Comunidades Cristianas, presenta La Pasión de
Cristo como huellas luminosas por donde caminar:
“Pues, para esto habéis sido
llamados, ya que también Cristo sufrió por nosotros, dejándonos un ejemplo para
que sigamos sus huellas. Él no cometió
pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el
insulto; al contrario, se ponía en manos de la justicia. Cargando nuestros pecados subió a la cruz,
para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas nos han
curado.” (1P 2, 21-24)
En
su pasión aparece el amor insondable de Dios, que no perdonó a su propio Hijo,
sino que lo entregó por nosotros (Rm 8, 32; Jn 3, 16), para reconciliar en Él
al mundo consigo. Para esto vino el Hijo
al mundo: “Porque el Hijo del hombre no
ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por
todos.” (Mc 10, 45) Cada cristiano
puede decir junto con Pablo: “El Hijo de
Dios me amó y se entregó por mí.”
San
Justino en sus Diálogos establece la importancia de la muerte de Cristo:
“Los cristianos provienen de
Jesucristo, que gustó la muerte en cruz, según el gran designio salvífico de
Dios… El misterio del cordero, ordenado sacrificar por Dios como Pascua (Ex 12,
1-11), era figura de Cristo, con cuya sangre, quienes creen en Él, ungen sus
casas, es decir, a sí mismos…
Y el mismo Dios, que prohibió a Moisés
hacer imágenes, le mandó, sin embargo, fabricar la serpiente de bronce y la
puso como signo por medio del cual se curaban quienes habían sido mordidos por
las serpientes.
Con ello anunciaba Dios un gran
misterio: la destrucción del poder de la serpiente –autora
de la transgresión de Adán (y Eva) – y, a
la vez, la salvación de quienes creen en Quien por este signo era figurado, es
decir, en Aquel que iba a ser crucificado para librarnos de las mordeduras de
la serpiente: idolatrías y demás iniquidades.”
San
Justino, Mártir
+ + +
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente; más aún si es en Tiempo de Cuaresma, como estamos ahora.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
También me puedes seguir en:
Solo
por el gusto de proclamar El Evangelio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario