“¡Señor,
auméntanos la Fe!”
Domine, adauge
nobis fidem
Riviera
Maya, México; Febrero 14 del 2020.
Tomado de la Colección de Folletos
EL CREDO, SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA.
P. Emiliano Jiménez Hernández, C.N.
Grafite Ediciones – Bilbao España
2006
CREO EN DIOS…
CREO EN JESUCRISTO…
NACIÓ DE MARÍA VIRGEN…
-
Madre de Dios
El
Hijo eterno de Dios fue concebido en María por el Espíritu y nació de ella. (Mt
1,20) El Credo pone de relieve la
verdadera maternidad de María y su maternidad virginal. El Hijo de Dios es gestado en las entrañas de
María y nace de ella; por lo tanto, es realmente su Hijo. No solamente ‘pasó por ella’. María es DEI GENITRIX, THEOTÓKOS: “Madre
de Dios”. Así lo confesó la Iglesia en el Concilio de Éfeso (431 A.D.),
confesando de esta manera que Jesucristo es Verdadero Dios y verdadero hombre
en una sola persona.
Tal
confesión de fe no significa, por tanto, que Jesús es ‘mitad Dios y mitad hombre’,
sino que para la Fe, Jesús es completamente hombre y completamente Dios. Su Divinidad no implica disminución de la
humanidad; así como tampoco la humanidad, disminución de la Divinidad.
Contra
Arrio y Apolinar, la fe de la Iglesia confesó siempre la plena e indivisa
humanidad y Divinidad de Jesucristo. El
nacimiento de Jesús no significa que haya nacido ‘un nuevo’ Dios Hijo, sino que
Dios Hijo se hace hombre.
Dice
San Cirilo de Alejandría:
“La Escritura no dice que el Logos se asoció
la persona del hombre, sino que “se hizo
carne” (Jn 1,14). Esto significa que comunicó con nosotros "en la carne y en la sangre”. (Hb
2,14)
Hizo, pues, suyo nuestro cuerpo y nació como “hombre de mujer" (Ga 4,4), sin dejar por ello de ser Dios y de haber nacido de Dios Padre. ¡En
la asunción de la carne, permaneció siendo lo que era! Por ello los santos padres de Nicea no
dudaron en llamar a la Santa Virgen
Madre de Dios… Convenientísimamente, por lo tanto, y con toda razón, la
Santa Virgen puede ser llamada Madre de Dios y Virgen Madre, pues Jesús, nacido
de ella, no era ‘un simple hombre’.
Si
la Virgen es Madre de Cristo, también es ciertamente Madre de Dios; y si no es
Madre de Dios, tampoco es Madre de Cristo… Y ya que no entendemos a Cristo como
mero hombre unido a Dios… es, pues, Madre de Dios quien engendró al Señor.” (Lc
2, 11-12)
María Hija de Sión, Figura de la
Iglesia
En
el Antiguo Testamento nos encontramos con muchos nacimientos ocurridos milagrosamente
en los momentos decisivos de la Historia de la Salvación. Además de Sara, la esposa de Abraham y madre
de Isaac (Gn 11), están también la madre de Samuel (1S 1-3) y la de Sansón (Jc
13), que son estériles. En los tres
casos el nacimiento del hijo, que será el salvador de Israel, tiene lugar por
un acto de la graciosa misericordia de Dios, que hace posible lo imposible (Gn
18,14), que exalta a los humildes (Lc 1,52)
Con
Isabel, la madre de Juan el Bautista, “a quien llamaban la estéril”, se
continúa la misma línea. En estos
relatos Dios, contra toda esperanza humana, una y otra vez suscita una nueva
vida para cumplir así su promesa. Dios
elige a los débiles e impotentes para confundir a los fuertes. (1Co 1,27).
Con
María llegamos al punto culminante de esta Historia de la Salvación. María es el resto de Israel, La Hija de Sión
a donde se dirigen todas las miradas de la esperanza. Con ella comienza el nuevo Israel:
“El
Espíritu del Señor vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su
sombra; y por eso el hijo engendrado será santo y será llamado Hijo de Dios.”
(Lc 1,35)
El
horizonte se extiende hasta la Creación, superando la historia de la alianza
con Israel. En la Creación el Espíritu
de Dios es el poder creador de Dios. Él
se cernía al principio sobre las aguas.
Él transformó el caos en cosmos (Gn 1,2), su soplo hace surgir la vida
(Sal 104,30).
Por
ello, al cubrir a María con su sombra, tiene inicio la nueva creación. Dios, que de la nada llamó al ser a todas las
cosas, en María coloca un nuevo inicio en medio de la humanidad: Su Palabra (El
Verbo) se hace carne.
La
sombra del Espíritu Santo cubriendo a María, alude también al templo de Israel
y a la tienda del desierto, que mostraba la shekiná
o Presencia de Dios en medio del pueblo (Ex 40,3). María, nuevo Israel, la verdadera Hija de
Sión, es el templo y la tienda de reunión en la que se posa la nube en la que
Dios entra en la historia. María es la
nueva Tienda de la Alianza en la que
el Verbo de Dios puso su Morada entre nosotros. (Jn 1,14)
El
sentido de los acontecimientos es siempre el mismo: La Salvación no viene de
los hombres ni de su propio poder. Es
regalo de Dios y el hombre solo puede recibirlo como don, como gracia. El libro de Isaías (Is 54,1) expresa solemne-
mente que la Salvación viene solamente del poder de Dios, cuando dice:
“Alégrate, estéril, que no das a luz;
rompe a cantar de júbilo,
tú que no has tenido los dolores,
porque la abandonada tendrá
más hijos que la casada, dice el Señor.”
+ + +
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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por el gusto de proclamar El Evangelio.
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