¡Alabado
sea Jesucristo!
México,
D.F., Marzo 23 del 2015.
CUARESMA, SEMANA SANTA
Y PASCUA DE RESURRECCIÓN.
Muy estimados todos en Cristo Jesús:
Ayer llegué a la
Iglesia de San Ignacio para la Misa Dominical, con el pensamiento latente de
que entramos a la última semana de la Cuaresma; lo que significa igualmente,
que nuestro tiempo de purificación concluirá precisamente el Domingo de Ramos. Allí iniciamos la Semana Santa, con el Triduo
Pascual y muchos oficios tan significativos como esperanzadores; para
finalmente vivir La Semana de Pascua, lo más importante de estas fechas.
Sería muy bueno que
viviésemos en constante estado de purificación –esto es, una Cuaresma
prolongada durante toda nuestra vida–, pero nuestro Señor Jesucristo sabe que
eso sería casi imposible para nosotros; también lo cree así la Santa Iglesia
Católica, y por lo tanto, no se ha ‘institucionalizado’ ese tiempo permanente. Pero los más seguros de que eso no podría
darse, somos nosotros mismos, los fieles laicos, los que engrosamos La Iglesia
por ser los más cuantiosos dentro de ella.
Las almas
consagradas a Dios de entre nosotros, sí luchan por su permanente estado de
purificación; como parte de su vida diaria. Monjas y Monjes, Diáconos, Sacerdotes,
Obispos, Cardenales y el mismísimo Papa, mantienen una disciplina cotidiana de
purificación mucho más estricta que la nuestra, la de los laicos. Yo creo que a nosotros nos cuesta más
esfuerzo la Cuaresma, porque los otros 300 días del año (descontando el Tiempo
de Adviento), nos olvidamos de las prácticas de purificación. Lo bueno es que existen ‘gentes pías’, que
son como consagrados sin dejar de ser fieles laicos.
Sin embargo, La
Cuaresma no es el tiempo litúrgico más importante para los Cristianos, ni
siquiera lo es La Semana Mayor; sino el Tiempo Pascual. Quedarse en Cuaresma o Semana Santa, es vivir
el difícil tiempo de purificación y el más difícil aún, tiempo de dolor, que es
el Triduo Pascual; sin llegar a la verdadera razón de la existencia de ambos:
La Redención. Jesucristo no nos salva
con el ‘simple hecho de haber nacido como humano’; ni siquiera nos redime con
su muerte en la cruz; es La Resurrección del Señor lo que finalmente nos
alcanza La Redención.
Con la Cuaresma
llegamos ‘limpios’ a participar con Cristo en su Vía Crucis, a vivir con él la
dificultad de la entrega hasta la muerte; pero, a partir de La Vigilia Pascual,
nos unimos a Él en su Vía Luminosa (Vía Lucis); el gozo de verle Vencedor de la
muerte y el pecado, lo que es, nuestro Salvador y Redentor.
Hace uno años,
consciente por las Mega Misiones en que participamos, me percaté del hecho de
que La Alegría de la Resurrección, era inmensamente mayor que los sufrimientos
de la purificación y el gran dolor de la Crucifixión; entonces me di a la tarea
de integrar estas ideas en un libro al que llamé ‘La Viæ Cæli’ (El Camino al
Cielo), que pueden ustedes leer en el siguiente enlace:
Nosotros no somos
Cristianos porque Cristo nació, tampoco somos Cristianos porque Cristo haya
muerto en la cruz; SOMOS CRISTIANOS PORQUE CRISTO VENCIÓ AL PECADO Y A LA
MUERTE; Y RESUCITÓ PARA REDIMIRNOS Y DARNOS LA SALVACIÓN.
Hoy, igual que desde
hace dos mil años, vivamos con diligencia nuestra última semana de Cuaresma; vivamos
con entrega y contrición los Oficios de la Semana Santa; pero ante todo,
preparémonos para el gozo que es La Pascua del Señor, Su Resurrección, Su
Cuaresmal Estancia Pascual y Su Divina Ascensión a los Cielos. Hoy más que nunca, dispongámonos a ser
Cristianos del Gozo de nuestro Señor Jesucristo.
Orar sirve, oremos
por México.
De todos ustedes,
con afecto en Cristo.
Antonio Garelli
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De Milagros y Diosidencias.
Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.
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