“… Hazme un instrumento de tu paz …”
San
Francisco de Asís
Riviera
Maya, México; Noviembre 13 del 2024.
MÍSTICA
Por:
Lilia Garelli
“…Para que se dé una pastoral
verdaderamente incisiva y eficaz, hay que
desarrollar la formación de los formadores…”
San Juan
Pablo II - Christifideles Laici No. 63
ÚLTIMA ENTREGA DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
CHRISTIFIDELES LAICI (50)
“Vocación y Misión de
los Laicos en la Iglesia y en el Mundo”
Estimados en Cristo:
63.
La Formación recibida y dada recíprocamente por todos:
San Juan Pablo
II continúa con el tema de la Formación aseverando que no es un
privilegio de algunos, sino un derecho y un deber de todos; como
efectivamente lo hemos venido comentado a lo largo de varios escritos; y
transcribe las palabras que han resonado en el Sínodo de Obispos tantas veces
mencionado anteriormente y de donde ha surgido esta Exhortación Apostólica
Post-sinodal:
“…Se ofrezca a todos, la posibilidad de la formación, sobre todo a los
pobres, los cuales pueden ser fuente de formación para todos. (…) Para la
formación empléense medios adecuados que ayuden a cada uno a realizar la plena
vocación humana y cristiana…” (Propositio
44 y 41). (SJPII – CFL No. 63).
La educación del
intelecto y del alma, sin duda tendrán como resultado la mejor formación del
individuo, porque se desarrolla el razonamiento y con bases adecuadas el juicio
crítico que tendrá como fruto los principios correctos que regirán su vida en
las virtudes y valores cristianos, que universalmente siempre buscarán el bien
común en la única verdad – Dios nuestro Señor.
Hablando de la
formación de los fieles laicos, el Papa nos invita a tener en cuenta que la
capacitación que se les dé a aquellos que formarán a otros formadores sea de
calidad, para lograr a su vez una “…pastoral incisiva y eficaz. (…) Algunas
convicciones se revelan especialmente necesarias y fecundas en la labor
formativa. Antes que nada, la convicción de que no se da formación
verdadera y eficaz si cada uno no asume y no desarrolla por sí mismo la
responsabilidad de la formación. En
efecto, ésta se configura esencialmente como “auto-formación” …” (SJPII – CFL No. 63).
Efectivamente,
las palabras del Papa son totalmente ciertas, primero que nada, todos y cada
uno de nosotros, nos debemos hacer conscientes de la necesidad de formarnos y
por otro lado, perseverar en ello, siendo responsables de la importancia de
profundizar en nuestro conocimiento de Dios, porque el saber nos entusiasma y
es natural reconocer que nos gusta entender un poco más a nuestro creador, y
por lo tanto, proseguir más y más, hasta que llega el momento de aceptar que
parte de nuestro deber, es formar a otros, transmitir lo que Dios nos ha
permitido entender, y ahora dárselo a los demás.
San Juan Pablo
II nos lo explica con estas bellas palabras: “…Es
de particular importancia la conciencia de que la labor formativa, al tiempo
que recurre inteligentemente a los medios y métodos de las ciencias humanas, es
tanto más eficaz cuanto más se deja llevar por la acción de Dios: sólo el sarmiento que no teme dejarse podar por el
viñador, da más fruto para sí y para los demás…” (SJPII – CFL No.
63).
64. Llamamiento y Oración:
Con este
apartado, finaliza San Juan Pablo II esta aleccionadora Exhortación Apostólica
Post-Sinodal “Christifideles Laici”, y lo hace invitándonos nuevamente, a
todos nosotros fieles laicos a hacer nuestras las palabras de Jesús donde nos
invita de esta manera: “Id también
vosotros a mi viña”- Si,
en efecto, esa es la función a la que nos invita Jesucristo y los Padres
sinodales que han analizado a profundidad el papel del Pueblo de Dios, resuena
claramente, estamos incluidos en la misión de extender el Reino de Cristo entre
nuestros hermanos, por ello el Papa insiste diciéndonos:
“…Por eso os exhorto vivamente a
todos y a cada uno, Pastores y fieles, más aún, de arraigar cada vez más —en la mente, en el corazón y en la vida—
la conciencia eclesial; es decir, la conciencia de ser miembros de la
Iglesia de Jesucristo, partícipes de su misterio de comunión y de su energía
apostólica y misionera…” (SJPII
– CFL No. 64). Y
con esto reconocer la extraordinaria dignidad que se nos
ha otorgado al ser hijos de Dios a través del Bautismo, para lo cual nos
recuerda el Papa las palabras de Juan el Evangelista: “…
¡Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, y lo somos
realmente! (1Jn 3,1) …”
Como bien nos
dice San Juan Pablo II todos los fieles laicos estamos invitados a la santidad
en el amor, siendo partícipes del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo
en nuestra muy “propia
y peculiar” índole secular.
No debemos olvidar que esta conciencia está fundamentada en el sentido
de ser parte de la iglesia en su dignidad cristiana y al “misterio de la Iglesia-comunión”, como bien nos lo recuerda San
Juan Pablo II: “…Es éste un aspecto fundamental y
decisivo para la vida y para la misión de la Iglesia. La ardiente oración de Jesús en la última
Cena “¡Ut unum sint!” (Que sean uno), ha de convertirse para todos y
cada uno, todos los días, en un exigente e irrenunciable programa de vida y de
acción…” (SJPII – CFL No. 64).
En efecto, el
trabajo apostólico en comunión con la Iglesia, es el don que el Espíritu Santo
nos da momento a momento, para iluminar nuestro entendimiento y nuestro actuar
para que armónicamente seamos “una
Iglesia, santa y católica” que estará constituida por la diversidad de
carismas y ministerios, de apostolados dirigidos por los diversos movimientos
eclesiales y de los cuales los fieles laicos seamos inspirados y guiados por la
gracia del Espíritu Santo a través de su Iglesia.
San Juan Pablo
II nos invitaba entonces y para siempre a lo largo de la historia de la
humanidad a que “toda
la Iglesia, Pastores y fieles, ha de sentir con más fuerza su responsabilidad
de obedecer al mandato de Cristo: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena
Nueva a toda la Creación” (Mc
16,15). En pocas palabras, ¡A
UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN! que tanto nos grita este mundo, que vive en
la obscuridad y la confusión, creada desafortunadamente por la misma sociedad.
El Papa termina
este maravilloso documento encomendando a la intercesión de María Santísima,
Madre del Redentor con esta bella oración:
Oh! Virgen santísima
Madre de Cristo y Madre de la Iglesia,
Con alegría y admiración
Nos unimos a tu Magnificat, a tu canto de amor agradecido.
Contigo damos gracias a Dios,
“cuya misericordia se extiende
de generación a generación”,
Por la espléndida vocación
Y por la multiforme misión
Confiada a los fieles laicos,
Por su nombre llamados por Dios
A vivir en comunión de amor
Y de santidad con Él
Y a estar fraternalmente unidos
En la gran familia de los hijos de Dios,
Enviados a irradiar la luz de Cristo
Y a comunicar el fuego del Espíritu
Por medio de su vida evangélica en todo el mundo.
Virgen del Magnificat,
llena sus corazones
de reconocimiento y entusiasmo
por esta vocación y por esta misión.
Tú que has sido,
Con humildad y magnanimidad,
“la esclava del Señor”,
Danos tu misma disponibilidad
Para el servicio de Dios
Y para la salvación del mundo.
Abre nuestros corazones
A las inmensas perspectivas
Del Reino de Dios
Y del anuncio del Evangelio
A toda criatura.
En tu corazón de Madre
Están siempre presentes los muchos peligros
Y los muchos males
Que aplastan a los hombres y mujeres
De nuestro tiempo;
Pero también están presentes
Tantas iniciativas de bien,
Las grandes aspiraciones a los valores,
Los progresos realizados
En el producir frutos abundantes de salvación.
Virgen valiente,
Inspira en nosotros fortaleza de ánimo
Y confianza en Dios,
Para que sepamos superar
Todos los obstáculos que encontremos
En el cumplimiento de nuestra misión.
Enséñanos a tratar las realidades del mundo
Con un vivo sentido de responsabilidad cristiana
Y en la gozosa esperanza
De la venida del Reino de Dios,
De los nuevos cielos y de la nueva tierra.
Tú que junto a los Apóstoles
Has estado en oración
En el Cenáculo
Esperando la venida del Espíritu de Pentecostés,
Invoca su renovada efusión
Sobre todos los fieles laicos, hombres y mujeres,
Para que correspondan plenamente
A su vocación y misión,
Como sarmientos de la verdadera vid,
Llamados a dar mucho fruto
Para la vida del mundo.
Virgen Madre,
Guíanos y sostennos para que vivamos siempre
como auténticos hijos e
hijas
de la Iglesia de tu Hijo
y podamos contribuir a establecer sobre la tierra
la civilización de la verdad y del amor,
según el deseo de Dios
y para su gloria.
Amén
Con este escrito damos por
terminada este preciosa Exhortación Apostólica “Christifideles Laici”, de
nuestro siempre bien amado San Juan Pablo
II, a quien Dios nuestro Señor nos dio la gracia de conocer viviendo en
nuestro tiempo y aprendiendo todo aquello que el Señor le inspiró para
transmitírnoslo por amor a Él. Solo nos
queda a nosotros ¡aprovecharlo para
seguir este peregrinar en el mundo – hacia la eternidad!
Afectísima en Jesucristo,
Lilia Garelli
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de proclamar El Evangelio.