“… Señor, quédate con nosotros …”
San Cleofás en Emaús
Riviera
Maya, México; Octubre 15 del 2025.
MÍSTICA
Por:
Lilia Garelli
“…Aquel cuyo corazón late al unísono
con el mío…”
Sta. Teresita
del Niño Jesús –
DILEXIT NOS (22) - Él nos Amó
“Sobre el Amor Humano
y Divino del Corazón de Jesucristo”
Estimados en Cristo:
· San Carlos Foucauld y Santa Teresa del Niño Jesús:
Habiendo terminado a grandes rasgos la biografía de San Carlos Foucauld y de haber conocido su gran espiritualidad obtenida con una vida profundamente sacrificada, continuaremos ahora con lo que nos dice el Papa Francisco sobre Santa Teresa del Niño Jesús con respecto a su devoción al Sagrado Corazón de Jesús:
· Santa Teresa del Niño Jesús:
El Papa Francisco inicia con esta reflexión: “…Al igual que San Carlos de Foucauld, Santa Teresa del Niño Jesús respiró la enorme devoción que inundaba Francia en el siglo XIX. El sacerdote Almire Pichon era el director espiritual de su familia y se le consideraba un gran apóstol del Sagrado Corazón…” (PF – DN No.133). No cabe duda cómo el tener un sacerdote cercano a la familia inspira al crecimiento espiritual dentro de ella de donde pueden fácilmente surgir vocaciones consagradas a Dios; de esta familia surgieron tres vocaciones, su hermana Paulina, María, quien tomó el nombre religioso de “María del Sagrado Corazón” y curiosamente Santa Teresita ingresó al inicio de su vida consagrada, a un monasterio dedicado al Sagrado Corazón.
Conozcamos un poco más a Santa Teresita de Lisieux o Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz. Cuando cumplió catorce años sintió su conversión y un año después pidió, con el permiso de su padre, entrar al convento, pero le dijeron que debía esperar un poco más porque era muy pequeña aún; meses más tarde fueron a una peregrinación a Roma convocada por el Jubileo sacerdotal del Papa León XIII, Teresita tuvo la gracia de recibir la bendición de manos del propio Papa a quien ella le pidió ser admitida en el convento a los quince años. El Papa le respondió que, si era su voluntad, así sería.
En 1888 logró entrar al Convento “El Carmelo” y profesó como religiosa en septiembre de 1890; oraba con inmenso fervor por los sacerdotes y misioneros, por lo que más tarde se le conoció con el título de patrona de las misiones. Sufrió mucho los últimos 18 meses de su vida ya que sufrió de tuberculosis, fue un tiempo de sufrimiento corporal y de pruebas espirituales. Ella decía: “…Para mí, orar consiste en elevar el corazón, en levantar los ojos al cielo, en manifestar mi gratitud y mi amor lo mismo en el gozo que en la prueba…” Murió en septiembre de 1897, tan solo de 24 años. Fue declarada Santa en 1925 y proclamada Doctora de la Iglesia en 1997 por el Papa Juan Pablo II, hoy Santo.
Le escribía a su hermana Celina quien, dicho sea de paso, también era monja carmelita descalza: “…Tú bien sabes que yo no veo al Sagrado Corazón como todo el mundo. Yo pienso que el corazón de mi Esposo es sólo para mí, como el mío es sólo para Él, y por eso le hablo en la soledad de este delicioso corazón a corazón, a la espera de llegar a contemplarlo un día cara a cara…” (Cta. 122, A Celina (14 oct. 1890), 449,61133) (PF – DN No. 135).
A pesar de haber vivido tan pocos años, Santa Teresita sobresale por su humildad y sencillez, gracias a múltiples escritos que dejó en su camino, en forma de carta a sus conocidos y hermanas, y sus memorias que fueron solicitadas en innumerables ocasiones por su hermana Paulina, quien era priora del Convento, conocidas como “Historia de un Alma”, en donde ella narra todas sus experiencias personales y espirituales. Les recomiendo leer y reflexionar sus escritos porque están llenos de espiritualidad y amor a Dios; en ellos nos enseña cómo podemos vivir nuestro cielo en la tierra, haciendo el bien a todos los que nos rodean. Cómo es que buscando lo mejor para los demás, podemos alcanzar el cielo, actuando con pureza de intención siempre.
Tan ricos son
los escritos de Santa Teresita que el Papa Francisco continúa compartiendo con
nosotros varios párrafos y poesías que ella nos dejó:
“…En una poesía ella
expresó el sentido de su devoción, hecha más de amistad y confianza que de
seguridad en los propios sacrificios:
“Yo quiero un corazón
ardiente de ternura
Que me sirva de apoyo
sin jamás vacilar,
Que todo lo ame en mí,
incluso mi pobreza, (…)
Que nunca me abandone,
ni me olvide jamás. (…)
¡Yo necesito a un Dios
de humanidad vestido,
que se haga hermano
mío y que pueda penar! (…)
Sé que nuestras
justicias y todos nuestros méritos
carecen de valor a tus
divinos ojos…”
Poesía
23, al Sagrado Corazón de Jesús
(Junio
u octubre 1895), 679,680
Papa Francisco - Dilexit Nos. No. 135
Afectísima en Jesucristo,
Lilia Garelli
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Solo por el gusto
de proclamar El Evangelio
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