LA VIAE CAELI - (6)

“Hazme un instrumento de tu Paz…”

San Francisco de Asís

 

Riviera Maya, México; Mayo 12 del 2024.

LA ViÆ cÆli

El camino al cielo

Antonio Garelli

 

IV Estación:

 

Aparición a Las

Santas Mujeres

 

  

Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo y corrieron a dar la noticia a sus discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: "¡Dios os guarde!" Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron.  Entonces les dice Jesús: "No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán." Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. Éstos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: "Decid: 'Sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras nosotros dormíamos.' Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones." Ellos tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas.  Y se corrió esa versión entre los judíos, hasta el día de hoy.

Evangelio según San Mateo 26, 8-15

 

Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo… 

Evangelio según San Marcos 16, 8

 

Regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás. Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana y María de Santiago y las demás que estaban con ellas. Pero todas estas palabras les parecían como destinos y no les creían.

Evangelio según San Lucas 24, 9-11

 

Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería, y les dice: "Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto."

Evangelio según San Juan 20, 2

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Ni siquiera me voy detener mucho en aclarar cuántas y quienes son las Santas Mujeres que van al Sepulcro del Señor.  Para San Mateo son dos: María Magdalena y María de Cleofás; para San Marcos son tres: las dos mencionadas por Mateo, más Salomé; para San Lucas también son las de Mateo, más Juana; y finalmente para San Juan, solo es La Magdalena.  Igualmente, la Aparición narrada contiene algunas diferencias, pero lo sustancial es que El Señor se les Apareció solo a ellas, a estas cuatro mujeres; y solo es Mateo el que realmente narra el encuentro.

¿Por qué quiere Jesucristo recalcar esta Aparición a las Santas Mujeres, en una sociedad y en un pueblo en cuyas costumbres ‘la mujer no cuenta’?  Quizás por eso mismo, para que, a partir de ahora, cuenten.   ¡Y vaya que si van a empezar a contar! 

La Santísima Virgen María, es otra vez Primerísima; pues, como Madre del Salvador, y por el piadosísimo mandato de su Hijo en la Cruz, es Madre de todos.  María Madre reúne en torno a ella a los Apóstoles y Discípulos después de la Resurrección del Salvador; y es el eje en Pentecostés al momento de La Venida del Espíritu Santo, Su Esposo.  ‘La Viæ Cæli’ (El Camino al Cielo) es ahora plena seguridad en ella.

María es la Estrella de la Predicación al Mundo, y desde su Primera Aparición (a Santiago el Mayor en Cesaraugusta, Tarraco, Hispania), en el 40 d. de Cristo (hoy Virgen del Pilar, en Zaragoza, España), pasando por el Milagro del Tepeyac en 1531 en México (en su Advocación de Guadalupe) y hasta nuestros días; sigue siendo la Patrona de las Misiones de Evangelización de pueblos y culturas.  No hay nación en todo el Mundo, que no venere a la Santísima Virgen María; bien sea por una aparición propia del país o por alguna que libremente hayan tomado como suya de otro lugar.

María de Cleofás: permanece en Jerusalén con sus hijos Santiago el Menor, I Obispo y Judas Tadeo, II Obispo (en sucesión) de la Ciudad de David.

María Magdalena: después de haber vivido junto con La Santísima Virgen y el Apóstol Juan en Éfeso (donde él es I Obispo), viaja a Marsella para Evangelizar La Galia Romana.

Marta y María de Betania: junto con su hermano Lázaro, Evangelizan Chipre, de done él es I Obispo durante sesenta años.

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Orar sirve, nuestra alma lo agradece y nuestra mente también.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,

Antonio Garelli

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