“¿Por qué te afliges? ¿No estoy Yo
aquí que soy tu madre?” 
Nuestra Señora de Guadalupe del Tepeyac
Riviera
Maya, México; Abril 20, del 2022.
MÍSTICA
Por:
Lilia Garelli
Mt 19, 21
VERITATIS SPLENDOR (4)
“El Esplendor de la
Verdad”
Estimados en Cristo:
¡Felices Pascuas!
Esperando que hayan vivido esta Semana Santa de forma especial, acompañando y siendo conscientes de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, nuestro Salvador, y que además de haber renovado nuestras promesas bautismales, estemos llenos del Espíritu Santo que renueva nuestra Esperanza en una Buena Nueva guiándonos al encuentro con nuestro Señor. Los invito a seguir conociendo su fe que les ayudará a crecer en el amor de Dios y les ayudará a responder a cualquier reto que se atraviese en su peregrinar, siempre procurando dar Gloria a Dios con la coherencia de su ejemplo personal.
Como hemos visto en los escritos previos y continuando con la reflexión que nos propone San Juan Pablo II a través de su Carta Encíclica Veritatis Splendor; Jesús nos invita al amor perfecto, siendo una propuesta dirigida a todos, sin exclusividades, todos podemos ser parte de ella, ¿cómo podríamos aceptar esta invitación? ―”…. Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos, luego sígueme. Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes…” (Mt 19, 21-22) ― Al joven rico le pareció imposible cumplir con esta propuesta, porque esa parte de sus seguridades personales no se la podía tocar, ¡todo lo que quisiera, pero esa no! ¿y… para nosotros – cuál sería la parte que nos ata al mundo y no nos permite ver hacia el cielo y olvidarnos de lo que nos impide seguir a Jesús? Si reflexionáramos un poco, seguramente nos daríamos cuenta que no es tan difícil y menos imposible, porque Jesús en su afán de enseñarnos de forma práctica y simple resume todo los mandamientos así: ―ama a Dios por sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo― “seguir a Cristo” en las acciones de la vida cotidiana, todo ello con pureza de intención ―”Por esto, seguir a Cristo es el fundamento esencial y original de la moral cristiana… adherirse a la persona misma de Jesús, compartir su vida y su destino, participar de su obediencia libre y amorosa a la voluntad del Padre…” (SJPII – VS – No. 19).
En efecto, quien sigue el ejemplo vivo de Jesús sin duda podrá procurar a su prójimo de diferentes maneras, según sus necesidades; y a pesar de que esto requiriera de sacrificios personales, también estas acciones seguramente, te darán grandes sentimientos de plenitud, como si estuviese Cristo presente en tu vida. Este tipo de satisfacciones interiores solo te las da ― Jesús que es la luz del mundo, la luz de la vida (cf. Jn 8, 12); es el pastor que guía y alimenta a las ovejas (cf. Jn 14, 6); es aquél que lleva hacia el Padre, de tal manera que verle a él, el Hijo, es ver al Padre (cf. Jn 14, 6 – 10). Por tanto, imitar al Hijo que es “imagen de Dios invisible (Col 1, 15) significa imitar al Padre. (SJPII – VS No. 19).
Es por ello tan importante que todos los católicos valoremos los medios que Jesucristo nos dejó, a través de esa Iglesia naciente, con la institución de los Sacramentos, mismos que adoctrinó y pidió que sus apóstoles los dieran a conocer, instituyéndolos en la práctica para toda la humanidad. Fue un trabajo arduo, sin duda, el que realizaron los apóstoles y discípulos del Señor, a través de su entrega total en las primeras comunidades cristianas, formando poco a poco a la Iglesia Católica que hoy vivimos. Seguir a Cristo, será hoy y siempre una ardua tarea, por lo tanto, debemos conocer profundamente nuestra fe, para amar a Cristo, poderlo imitar poniendo en práctica sus enseñanzas en la vida diaria y así transmitirlo con el ejemplo de vida, a los que están confundidos, perdidos en el camino hacia Él. Él que es pan de vida.
San Juan Pablo II nos afirma en el No. 21 de su Carta Apostólica: “…Seguir a Cristo no es una imitación exterior, porque afecta al hombre en su interioridad más profunda. (…) Inserido en Cristo, el cristiano se convierte en miembro de su Cuerpo, que es la Iglesia (cf. 1 Cor 12, 13-27). Bajo el impulso del Bautismo configura radicalmente al fiel con Cristo en el misterio pascual de la muerte y resurrección, lo “reviste” de Cristo (cf. Gal 3, 27)”. Por lo tanto, Seguir a Cristo, nos hace reconocer la importancia de nuestra formación en la fe, para ello debemos tomar una fuente fidedigna, que nos enseñe con claridad cada uno de los Sacramentos, iniciando por el más importante El Bautismo. Esta fuente es el Catecismo de la Iglesia Católica que, dicho sea de paso, es importante recordar que fue publicado en el año de 1992, por el entonces Juan Pablo II, a propósito de los 30 años de la apertura del Concilio Vaticano II convocado por San Juan XXIII; y como bien dice San Juan Pablo II en su Introducción a la publicación:
“…el Papa Juan XXIII le fijó como principal tarea la de conservar y explicar mejor el depósito precioso de la doctrina cristiana, con el fin de hacerlo más accesible a los fieles de Cristo y a todos los hombres de buena voluntad…”
Al ser el “depósito de nuestra fe” es la mejor guía que tenemos para resolver nuestras dudas y comprender todos los principios en los que está basada nuestra religión, esto dice el No. 1253 y 1254 del Catecismo sobre el Bautismo: “…El Bautismo es el sacramento de la fe. Pero la fe tiene necesidad de la comunidad de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los fieles. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo. Por eso, la Iglesia celebra cada año en la noche pascual la renovación de las promesas del Bautismo. La preparación al Bautismo sólo conduce al umbral de la vida nueva. El Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana…”
Y como segundo y tercer Sacramentos importantísimos para mantenernos en gracia y seguimiento de Cristo, son la Reconciliación y la Eucaristía. “…La participación sucesiva en la Eucaristía sacramento de la Nueva Alianza (cf. 1 Cor 11, 23-29), es el culmen de la asimilación a Cristo, fuente de “vida eterna” (…) “Cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga” (1 Cor 11,26) (SJPII – VS No. 21).
“…No sólo el hombre rico, sino
también los mismos discípulos se asustan de la llamada de Jesús al seguimiento,
cuyas exigencias superan las aspiraciones y las fuerzas humanas…”
San Juan Pablo II
Veritatis Splendor No. 22
Afectísima en Jesucristo,
Lilia Garelli
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