“¿Por qué te afliges? ¿No estoy Yo
aquí que soy tu madre?”
Nuestra Señora de Guadalupe del Tepeyac
Riviera
Maya, México; Abril 13, del 2022.
MÍSTICA
Por:
Lilia Garelli
“…Si quieres ser perfecto …”
Mt 19, 21
VERITATIS SPLENDOR (3)
“El Esplendor de la
Verdad”
Estimados en Cristo:
En este Miércoles Santo y listos para vivir un Triduo Pascual intenso y cerca de Jesucristo nuestro Señor, continuaremos con el Capítulo I de la Carta Encíclica “Veritatis Splendor”, partiendo del versículo 21 del Capítulo en cuestión: “… Si quieres ser perfecto…”. San Juan Pablo II nos ayuda a reflexionar sobre esto con total veracidad, ¿quién es perfecto en este mundo? Ni siquiera quien pudiera decir que ha cumplido “aparentemente y según sus criterios” con todos los mandamientos, la perfección en este mundo no existe, por el simple hecho de nuestra naturaleza caída, por el pecado; aunque bien es cierto que Dios siempre apreciará nuestro deseo de esforzarnos por poner los medios y tratar de caminar por la senda correcta, pero solo como una decisión de empeñarnos en ello, no necesariamente porque vayas a cumplirlo cabalmente.
“…Jesús se da cuenta de que todavía le falta algo, Jesús en su última respuesta, se refiere a esa conciencia de que aún falta algo; comprendiendo la nostalgia de una plenitud que supere la interpretación legalista de los mandamientos, el Maestro bueno invita al joven a emprender el camino de la perfección…” (SJPII – VS No. 16).
Ante esto, surge la pregunta ¿Cómo iniciamos ese camino de la perfección? A lo que el Papa nos invita a reflexionar sobre las acciones que Jesús nos enseña en el Sermón de la Montaña, o el Sermón de las Bienaventuranzas ya que muestra la apertura y orientación de los mandamientos con la perspectiva de la perfección que es propia de las bienaventuranzas. Estas son ante todo promesas de las que también se derivan, de forma indirecta, indicaciones normativas para la vida moral. En su profundidad original son una especie de autorretrato de Cristo y, precisamente por esto, son invitaciones a su seguimiento y a la comunión de vida con Él…” (SJPII – VS No. 16).
Recordemos este “Discurso Evangélico” conocido como “Las Bienaventuranzas” (Mt 5, 2-11):
La primera de ellas nos enfatiza que serán Bienaventurados los pobres de espíritu, ―o sea los humildes de corazón ― no los soberbios que se ufanan de “ser perfectos o hacer todo casi perfecto” en comparación con los demás.
Bienaventurados los mansos: Nos invita a la sencillez sustancial, cuya expresión está libre de violencia y agresión, ya sea en el pensamiento, en la palabra o en la obra.
Bienaventurados los que lloran: Aquellos que sufren en este mundo y que son víctimas de la opresión del que tiene poder y que manipula sin piedad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: Aquellos que se esmeran por actuar en la verdad, a pesar del peligro que contraen por la defensa de su fe.
Bienaventurados los misericordiosos: Aquellos que saben perdonar siempre, sin importar el daño que les hayan causado los demás.
Bienaventurados los limpios de corazón: Aquellos que son bondadosos en pensamiento, palabra y obra.
Bienaventurados los que trabajan por la paz: Aquellos que buscan la paz por sobre todas las cosas, en su vida cotidiana, en la familia, el trabajo, etc. y son capaces de vencer sus deseos con tal de que se mantenga la paz interior del entorno.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia: Aquellos que defienden la justa verdad a ejemplo de Jesucristo.
Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa: Aquellos que defienden por sobre todo la Palabra de Dios, haciendo su Voluntad.
En todos los casos está el bien que recibirán: “Porque de ellos es el Reino de los Cielos. (…) Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande…”
¡Cuánto nos falta para siquiera acercarnos a lo que Dios nuestro Señor espera de nosotros para merecer la vida eterna!
Por ello la respuesta de Jesús es: “…Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven y sígueme…” (Mt 19, 21). Si realmente quieres ir más allá de lo que “ya haces”, quédate sin nada, despójate de ti mismo, de tu orgullo y vanagloria y ve ― ¡sigue a Jesús en todo, no en parte, y no en lo que te acomoda, sino en todo y para siempre!
Si no lo puedes hacer, despójate de todo orgullo personal y sigue trabajando, sigue esforzándote en el camino correcto que te lleva a Dios, y procura crecer poco a poco en tu fe, sacrificando cada vez un poco más, siguiendo el camino que nos llevará a alcanzar alguno de los perfiles que nos explican las Bienaventuranzas porque como nos explica San Juan Pablo II: “…La perfección exige aquella madurez en el darse a sí mismo, a que está llamada la libertad del hombre. La libertad del hombre y la ley de Dios no se oponen, sino, al contrario, se reclaman mutuamente…” (SJPII – VS No. 17)
“…en la medida en que sirvamos a
Dios, somos libres,
mientras que en la medida en que sigamos la
ley del pecado
somos esclavos…”
San
Juan Pablo II
Veritatis
Splendor No. 17
Afectísima en Jesucristo,
Lilia Garelli
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