“¿Por qué te afliges? ¿No estoy Yo
aquí que soy tu madre?”
Nuestra Señora de Guadalupe del Tepeyac
Riviera
Maya, México; Abril 6, del 2022.
MÍSTICA
Por:
Lilia Garelli
“…debemos
escrutar cuidadosamente el sentido de la pregunta
hecha por el joven rico del
Evangelio, y más aún,
el sentido de la respuesta de
Jesús …”
San Juan Pablo II
Veritatis Splendor No. 8
VERITATIS SPLENDOR (2)
“El Esplendor de la
Verdad”
Estimados en Cristo:
Iniciemos con el Capítulo I: ― “Maestro, ¿Qué he de hacer bueno…?” (Mt 19, 16) ― Cristo y la respuesta a la pregunta moral.
Como es costumbre en la pedagogía de San Juan Pablo II, el análisis y reflexión de este tema iniciará con un texto Evangélico, en este caso toma Mt 19, 16-21 que dice así:
“…En esto se le acercó uno y le dijo: “Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna? Él le dijo: “Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. ¿Cuáles? ―le dice él. Y Jesús dijo: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Dícele el joven: “Todo eso lo he guardado; ¿qué más falta?” Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego sígueme…”
Como bien dice San Juan Pablo II en su reflexión sobre este texto, el joven rico quien, a pesar de cumplir con todos los mandamientos, algo le faltaba, percibía que había algo más que hacer para “cumplir con lo bueno” de forma integral, y por ello se acerca a Jesús. Bien cierto es que cuando en la vida del hombre se percibe que hay algo más que hacer, que no basta ser como coloquialmente se dice “buenín= simplemente ser bueno según su conciencia, sin grandes retos”, sino que se tiene la necesidad de ―ir más allá ― de ir mar adentro ― de ser más profundos en nuestros conceptos del bien y del mal, como que la cosa se complica; porque ante la inconsciencia de que “mientras todo vaya bien” pareciera que no se necesita nada más; y todo ello nace quizá porque derivado del relativismo que invade nuestro diario vivir no nos damos cuenta que estamos atrapados en diversos conceptos superficiales en la forma de ver las cosas; pero pareciera que de repente, quizá por sufrir alguna frustración o al constatar las múltiples injusticias que se viven en el mundo, llega a nuestro interior la inquietud de hacer algo más porque nuestro entorno sea mejor. Bien nos dice el Sumo Pontífice en su tiempo, hoy San Juan Pablo II:
“…Es necesario que el hombre de hoy se dirija nuevamente a Cristo para obtener de Él la respuesta sobre lo que es bueno y lo que es malo. Él es el Maestro, el Resucitado… Es Él quien desvela a los fieles el libro de las Escrituras y, revelando plenamente la voluntad del Padre, enseña la verdad sobre el obrar moral…” (SJPII – VS No. 8).
“…Nadie es bueno sino sólo Dios. (Mc 10, 18) Solo Dios puede responder a la pregunta sobre el bien porque, Él es el BIEN…”. Estas palabras además de ayudarnos a reflexionar sobre la intención de Jesús al inicio de la respuesta al joven rico; porque lo que busca Jesús, es revertir la duda del joven hacia él mismo a que reconozca que el único bien es Dios mismo, felicidad perfecta.
Al reconocer que solo Dios es Bueno porque Él es el Bien, es importante darnos cuenta que, para conocer el Bien, Dios mismo nos dejó unos medios que claramente nos ayudan a vivir en la cotidianidad conforme a la Voluntad del Creador, “los mandamientos”, confirmados y resumidos por Jesucristo “Ama a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo”.
“…El mandamiento se vincula con una promesa: en la Antigua Alianza el objeto de la promesa era la posesión de la tierra en la que el pueblo gozaría de una existencia libre y según justicia (Cf. Dt 6, 20-25); en la Nueva Alianza el objeto de la promesa es el “reino de los cielos”. (SJPII – VS No. 12).
San Juan Pablo II hace un análisis precioso en cuanto al sentido de la respuesta que Jesús le dio al joven rico y nos lo enfatiza recalcando 3 puntos muy importantes:
1. La libertad que el hombre debe buscar de su dependencia con el pecado, a través de sus acciones, cumpliendo con los mandamientos. En primera instancia y como lo más importante es reconocer que Él es nuestro Señor y único Dios verdadero. “Yo soy el Señor, tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mi” (Ex 20, 2-3).
2. La segunda parte del Decálogo se fundamenta en el amor al prójimo. “Ama al prójimo como a ti mismo” (Mt 19, 19. En este precepto se expresa precisamente la singular dignidad de la persona humana, la cual es la “única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma” (SJPII – VS No. 13). Si repasamos poco a poco cada uno de los mandamientos del 4º al 10º encontraremos como todos ellos son normas morales que protegen la vida humana, la convivencia sana entre los esposos, la propiedad privada y la buena imagen de cada individuo.
“…La primera libertad ―dice San Agustín ― consiste en estar exentos de crímenes… como serían el homicidio, el adulterio, la fornicación, el robo, el fraude, el sacrilegio y pecados como éstos. Cuando uno comienza a no ser culpable de estos crímenes, comienza a alzar los ojos a la libertad, pero esto no es más que el inicio de la libertad, no la libertad perfecta…” (SJPII – VS No. 13).
3. El ser humano se liberará de la opresión y limitación que el pecado le ocasiona, a través del camino que Dios y Jesucristo nos han definido y esto será a través del amor a Dios y a nuestro prójimo. “…San Juan lo afirma con extraordinario vigor: “Si alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn 4, 20)” (SJPII – VS No. 14).
“…Y por encima de todo esto,
revestíos del amor,
que es el broche de la perfección…”
Col
3, 14
Afectísima en Jesucristo,
Lilia Garelli
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