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martes, 15 de marzo de 2022

MÍSTICA - LILIA GARELLI

“¿Por qué te afliges? ¿No estoy Yo aquí que soy tu madre?”

Nuestra Señora de Guadalupe del Tepeyac 

Riviera Maya, México; Marzo 16, del 2022.

MÍSTICA

Por: Lilia Garelli

 

 “…La antítesis de la espiritualidad conyugal está constituida en cierto sentido,

 por la subjetiva carencia de esa comprensión,

 ligada a la práctica y a la mentalidad anticonceptiva…”

San Juan Pablo II  Catequesis No. CXXXII

 

EL VALOR DE LA VIDA HUMANA (22)

Reestablecer el concepto del Amor Humano (14)

Amor y Fecundidad (4) 

Estimados en Cristo: 

Concluyendo este tema maravilloso del Amor unido a la Fecundidad quisiera hacer énfasis en la Catequesis de San Juan Pablo II No. CXXXII donde habla del Respeto por la Obra de Dios y la Espiritualidad Conyugal.  En esta catequesis, que no podemos pasarla tan solo como por una más, el entonces Papa Juan Pablo II se inspira en el don que la pareja unida a su inmenso amor y a la castidad puede reconocer que, en su convivencia conyugal, la unión de su cuerpo “en una sola carne” se une con el significado procreativo; y más aún que la pareja “llegue a comprender el significado singular, excepcional de ese acto: su dignidad y la consiguiente grave responsabilidad a él vinculada.  La virtud de la castidad conyugal, y todavía más, el don del respeto a lo que viene de Dios, modelan la espiritualidad de los cónyuges con el fin de proteger la dignidad particular de este acto, de esta “manifestación de afecto”, en el que la verdad del “lenguaje del cuerpo” sólo puede ser expresada salvaguardado la potencialidad procreativa.”

La base de estos conceptos, bien comprendidos en su dimensión espiritual y puestos en práctica en la vida conyugal permiten que la pareja respete la obra de Dios contribuyendo a que todo acto de amor no quede disminuido y materializado a tan solo una costumbre o necesidad corporal.  “…El respeto a lo que Dios ha creado libera de esta constricción, libera de todo lo que reduce al otro “yo” a un simple objeto; fortalece la libertad interior del don…” (SJPII No. 3).

Por otro lado, es importante reconocer que el ser humano suele cansarse fácilmente de lo que tiene enfrente, por ello el reto de mantener viva la llama de un matrimonio bien avenido, reconociendo que el paso del tiempo puede decolorar lo que no se ha alimentado de la luz, que la espiritualidad o trascendencia de nuestros actos nos proporciona, y que podría destruir todo aquello que se deseaba en un principio lograr con la unión matrimonial.  Aceptar que somos “templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios” (1 Cor 6, 19).   Por ello San Juan Pablo II nos dice:

“…La actitud de respeto por la obra de Dios que el Espíritu suscita en los cónyuges tiene un enorme significado para esas “manifestaciones afectivas”, ya que junto con ellas coexiste la capacidad de complacerse profundamente en el otro, de admirarse, de atender desinteresadamente a la “visible” y al mismo tiempo “invisible” belleza de la feminidad y masculinidad, y, por último, de apreciar profundamente el don desinteresado del “otro”. (SJPII No. 4).

El punto clave es comprender la importancia de la dignidad personal para respetar la obra de Dios en nuestro cuerpo, que debe ser tratado dignamente a través de todas las expresiones de afectividad que tengamos con nuestro esposo(a) logrando esa identificación espiritual de lo que es masculino o femenino.  Por ello San Juan Pablo II nos explica que: “… De esta identificación espiritual surge el conocimiento de la unión a través del cuerpo, en la tutela de la libertad interior del don. (…) Solo en este clima de comunión personal entre los cónyuges madura correctamente la procreación que calificamos como responsable…” (SJPII No. 5).

San Juan Pablo II, termina esta catequesis enmarcando la importancia de la Encíclica Humanae Vitae de San Pablo VI, diciendo: nos permite trazar un esbozo de la espiritualidad conyugal. (…) en ese clima humano y sobrenatural, en el que ―teniendo en cuenta el orden biológico y, al mismo tiempo, basándose sobre una castidad sostenida por el “donum pietatis” (o sea el don del respeto a la obra de Dios)― se plasma la armonía interior del matrimonio, en el respeto a lo que la encíclica llama “doble significado del acto conyugal” (HV 12).

Busquemos pues, continuar con nuestra reflexión, sobre tan importantes enseñanzas de la “teología del cuerpo”, conscientes de que son principios profundos de la realidad de nuestra vida, que nacen del hombre nuevo, que se ha redimido por la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, y que ha sido revelado por Cristo mismo en su paso por el mundo e iluminado a los Santos Papas para el entendimiento y transformación de nuestro diario vivir.

“…La vocación al matrimonio, requiere comprender la

Teología del Cuerpo…”

San Juan Pablo II

Afectísima en Jesucristo,

Lilia Garelli

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