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martes, 7 de diciembre de 2021

MÍSTICA - LILIA GARELLI - EL VALOR DE LA VIDA HUMANA (8)

“Nada te turbe, nada te espante… solo Dios basta… “

Santa Teresa de Ávila 

Riviera Maya, México, Diciembre 8 del 2021.

MÍSTICA

Por: Lilia Garelli

 

“…Nosotros hemos conocido

 y hemos creído en el amor que Dios nos tiene…”

1 Jn 4, 16

EL VALOR DE LA VIDA HUMANA (8)

La Maravilla del Conocimiento (2)

Muy estimados en Cristo:

El día de hoy festejando a nuestra querida Madre en su advocación de la Purísima Concepción de María, y preparándonos en esta segunda semana de Adviento para la llegada de nuestro Salvador, Dios nuestro Señor nos permite continuar con el tema de la semana pasada con respecto a los dos puntos para superar la deficiencia del conocimiento del adulto hoy en día:

a.     El bajo nivel de conocimiento general del adulto: (continuación)

La estrategia de aprendizaje que mencionaba en el escrito anterior tiene por objeto cambiar los esquemas antes definidos concibiendo los conceptos desde otra perspectiva, ayudándole al adulto a tener un conocimiento nuevo, corrigiendo el punto de vista erróneo a través de la reflexión y la comparación con las ideas anteriores; o bien de recibir conocimiento nuevo, más profundo y fundamentado que anteriormente no se tenía.

Existen varias estrategias didácticas para la enseñanza de la edad adulta, todas ellas deben buscar despertar su curiosidad, crear la motivación y deseo de aprender, porque ello le ayudará a formar su pensamiento crítico y en consecuencia mejor nivel de razonamiento, propiciando sin duda, mejor nivel de conocimiento fundamentado en los valores humanos.

Pasemos ahora al siguiente punto que marcamos en el escrito anterior con respecto a la formación integral del adulto contemporáneo:

b.     La débil formación moral y espiritual del adulto:  Para apoyar la propuesta del Concilio Vaticano II, de “hacer una renovación del espíritu” para renovar el Valor de la Vida en los corazones de la sociedad llega a mi mente la importancia de conocer la Palabra de Dios y orar como oraba San Ignacio de Loyola:  “…Señor que te conozca tanto que no deje de amarte y seguirte…”; definitivamente no podemos amar lo que no conocemos y mucho menos imitarlo y transmitirlo en nuestro entorno de forma correcta.

Amar a Dios a través de La Luz de la Fe, Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas.  Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo…” (Jn 12, 46 – 47). En efecto, es necesario que la formación moral y espiritual del ser humano, se realice a través de los valores cristianos y de la enseñanza de la “Buena Nueva” transmitida por Jesucristo su Único Hijo; y que esa enseñanza se permee de la niñez, a la juventud y a la adultez para que crezca en la plena identificación de la Voluntad de Dios con la propia vida.

El cristianismo no es tan solo una teoría, ni mucho menos una ideología, el cristianismo es un encuentro personal con Cristo, un Cristo exigente, pero que siempre nos guía por el camino del amor y de la verdad.  Para crecer en nuestra fe es necesario alimentarla, y se puede hacer a través de la Oración diaria y el conocimiento de la Sagrada Escritura y de innumerables escritos que la Iglesia nos proporciona a través de las obras de los santos, Sumos Pontífices, etc.  Recordemos la Carta Encíclica del Papa Francisco “Lumen Fidei” que nos dice: “…Por tanto, es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo.  Y es que la característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre. (…) La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor…” (PF – LF No. 4).

Una vez expuesta la importancia de la formación integral de todo ser humano y de fundamentar la necesidad de crecer en el conocimiento de Dios para profundizar en nuestra fe católica y así amar, imitar y transmitir su amor a través de las enseñanzas del Evangelio, será posible concebir un discernimiento intelectual y espiritual, con conceptos claros y profundos sobre el Valor de la Vida Humana.

Son innumerables los retos que la Iglesia ha afrontado con respecto a las tendencias en contra del valor de la vida a lo largo de muchos años, y guiados por los documentos pontificios y muchos otros medios de comunicación, la Iglesia ha querido formar moral y espiritualmente a la grey católica y al mundo en general siempre con los principios de la “Pastoral de la vida”; entre tantos esfuerzos tenemos la catequesis que durante muchos años dedicó San Juan Pablo II en sus audiencias generales de los miércoles, sobre el Amor Humano”, (5 de septiembre 1979 al 28 de noviembre de 1984) las cuales estaremos profundizando en el siguiente segmento; así como la Carta Encíclica “Evangelium Vitae” – “El Evangelio de la Vida” en el año 1995 siendo el décimo séptimo año de su pontificado.

“…La Iglesia sabe que este Evangelio de la vida, recibido de su Señor, tiene un eco profundo y persuasivo en el corazón de cada persona, creyente e incluso no creyente, porque, superando infinitamente sus expectativas, se ajusta a ella de modo sorprendente.  Todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aun entre dificultades e incertidumbres, con la luz de la razón y no sin el influjo secreto de la gracia, puede llegar a descubrir en la ley natural escrita en su corazón, el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta su término, y afirmar el derecho de cada ser humano a haber respetado totalmente este bien primario suyo.  En el reconocimiento de este derecho se fundamenta la convivencia humana y la misma comunidad política…” (SJPII – EV No. 2).

Los invito a leer detenidamente esta preciosa Encíclica que con la sencillez siempre mostrada por nuestro querido San Juan Pablo II la define como fruto de la colaboración del Episcopado de todos los países del mundo.

“¡Respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana!

 ¡Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad!”

San Juan Pablo II

Afectísima en Jesucristo,

Lilia Garelli

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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.

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