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martes, 1 de octubre de 2019

MÍSTICA - Lilia Garelli - EL PADRE


“Santifícalos con La Verdad.
Tu Palabra es La Verdad.”


Riviera Maya, México, Octubre 2 del 2019.

M Í S T I C A
Por: Lilia Garelli


“…Por eso doblo mis rodillas ante el Padre,
 de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra…”
San Pablo
(Ef 3,14)

EL PADRE

Muy estimados en Cristo:

Continuando con el tema de la Familia y después de haber meditado sobre la dignidad del ser humano desde su creación, a imagen y semejanza de Dios, en esta ocasión me gustaría tocar el tema de la figura del “padre” quien en diversas culturas es considerado como uno de los pilares del hogar, junto con su esposa (de quien hablaremos en próximos escritos). La paternidad necesita de la maternidad y viceversa, y se da como fruto de ese don procreador que El Padre concedió a la persona humana.

Buscando darle un toque místico, considero muy importante partir de Dios Padre con el texto bíblico que enmarca este escrito (Ef 3, 14); a través de estas palabras nos queda claro el hecho de centrar nuestra vida en lo más importante, el Padre, nuestro Creador, Omnipotente y Eterno; y continuar nuestra reflexión con el mejor ejemplo de “padre” con la imagen de ese Santo del que poco se habla, quien fue designado por Dios, nada menos que para ser el “guardián del Hijo de Dios” (nutritor domini) y cuya veneración se remonta apenas por el siglo IX.  En efecto él es San José, el padre adoptivo de Jesús, a quien Dios le asignó el cuidado, protección y sano crecimiento, de Su Hijo y de la Inmaculada, Siempre Virgen María.

Muy poco se ha escrito de San José, no obstante, en múltiples momentos de la historia de la Iglesia se consideró la importancia de la misión asignada a él por Dios, la cual cumplió cabalmente. Fue después de innumerables peticiones de obispos y patriarcas de la Iglesia, que el 8 de diciembre de 1870 el Papa Pío IX lo proclamó Patrono de la Iglesia Universal; dicho momento coincidió con la Solemnidad de la Inmaculada Concepción y se celebró en tres Misas realizadas al mismo tiempo en San Pedro, Santa María la Mayor y San Juan de Letrán, todas ellas Basílicas Vaticanas situadas en Roma.

Más adelante el Papa Pío IX escribió: “El ilustre Patriarca, el bienaventurado José, fue escogido por Dios prefiriéndolo a cualquier otro santo para que fuera en la tierra el castísimo y verdadero esposo de la Inmaculada Virgen María, y el padre putativo de Su Hijo único. Con el fin de permitir a José que cumpliera a la perfección un encargo tan sublime, Dios lo colmó de favores absolutamente singulares, y los multiplicó abundantemente. Por eso, es justo que la Iglesia Católica, ahora que José está coronado de gloria y de honor en el cielo, lo rodee de magníficas manifestaciones de culto, y que lo venere con una íntima y afectuosa devoción”.
En 1889 el Papa León XIII, escribió la primera Carta Encíclica “Quamquam Pluries – Sobre la devoción a San José, en donde destacó todas sus virtudes con gran cercanía a su figura.
Por otro lado, San Juan XXIII al inicio del Concilio Ecuménico Vaticano II encomendó por primera vez la protección de San José, y el Papa Francisco eligió iniciar su pontificado el 19 de marzo de 2013, diciendo: “doy gracias al Señor por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del ministerio petrino en la Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia universal: es una coincidencia muy rica de significado”.

Grandes virtudes las que tenía San José para haber sido escogido por Dios para tan grande misión, y sin lugar a duda las supo poner en práctica en la cotidianidad de la vida familiar. Imaginemos cuánto pudo compartir José con María y Jesús en los años que estuvieron juntos, desde la espera en el seno de María, su niñez y quizá algunos años de su juventud, situaciones triviales del día a día, es posible que pase por nuestra mente la pregunta: ¿qué podría haberle enseñado un sencillo mortal al Hijo de Dios?  Y a pesar de ello, estoy segura que Jesús estuvo atento a todo lo que con naturalidad y sencillez le mostraba José. Él siendo carpintero, seguramente enseñó a su Hijo el oficio, un oficio de artesano, que requería de mucha paciencia, delicadeza para crear cualquier pieza de madera,  y que al terminarla se sentirían orgullosos de su trabajo hecho con dedicación y entrega.

San José, hombre trabajador, responsable y valiente, no fueron pocos los retos que tuvo que superar: En varias ocasiones el Ángel del Señor se le apareció en sueños a José aclarándole su mente y corazón para guiarlo en los siguientes pasos a seguir con la Sagrada Familia:  (Mt 1, 20-24)  Dio casa, comida y sustento a la Sagrada Familia; los protegió cuando tuvieron que huir a Egipto; (Mt 2, 13-15); durante los viajes llenos de tensión y miseria por ser perseguidos, dio su total apoyo y protección tanto a su esposa la Virgen María, como a su Hijo Jesús; (Mt 2, 19-23); mostró en todo momento esa paternal autoridad llena de ternura de la que Jesús comprendió, como al padre terrenal, le debía respeto y obediencia.  José, cuya prudencia en el actuar, demostraba la inmensa fe que desbordaba en su vida, aceptando en silencio y asumiendo su papel de padre adoptivo del Salvador. (Lc 2, 39-40)

Cuáles serían las tres lecciones que nos daría San José:  (1)  descansar en el Señor, orando y meditando sobre los retos que Dios Nuestro Señor nos propone en nuestra vida; (2)  crecer en sabiduría con las experiencias que vivimos día a día, a ejemplo de la Sagrada Familia, guiada por José y María; (3) ser ese ejemplo de humildad, sencillez y vida apostólica influyendo en la sociedad a través de Su Ejemplo, porque no tan solo escuchó la voz del Ángel del Señor en sueños, sino que actuó de inmediato, seguro de su intuición marcada por los principios que enseñaba la Voluntad de Dios en su vida.

Los invito a encomendarse a San José: 
(Papa León XIII)
Oración a San José
A ti, bienaventurado san José, acudimos en nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de tu santísima esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio.
Con aquella caridad que te tuvo unido con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno
los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo,
 y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.
Protege, oh providentísimo Custodio de la divina Familia,
 la escogida descendencia de Jesucristo;
aleja de nosotros, oh padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios. 
Asístenos propicio desde el cielo,
 en esta lucha contra el poder de las tinieblas;
 y como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del Niño Jesús, 
así ahora defiende a la Santa Iglesia de Dios 
de las hostiles insidias y de toda adversidad.
Y a cada uno de nosotros protégenos con tu constante patrocinio,
 para que, a ejemplo tuyo, y
sostenidos por tu auxilio, podamos vivir y morir santamente
y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza.
 Amén

¡San José es el hombre de los sueños, con los pies en la tierra!
Papa Francisco


Afectísima en Jesucristo,

Lilia Garelli 




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