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martes, 24 de septiembre de 2019

MÍSTICA - Lilia Garelli - LOS HIJOS


“Santifícalos con La Verdad.
Tu Palabra es La Verdad.”


Riviera Maya, México, Septiembre 25 del 2019.


M Í S T I C A
Por: Lilia Garelli


“…ser familia hoy;
 lo indispensable que es esto para la vida del mundo,
 para el futuro de la humanidad…"
Papa Francisco


LOS HIJOS

Muy estimados en Cristo:

Después de haber tratado varios temas sobre La Pareja las semanas pasadas, espero haber dejado en todos ustedes la esencia del inmenso Amor de Dios por nosotros, porque ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de él te cuides?  Apenas inferior a los ángeles lo hiciste, coronándole de gloria y de esplendor; le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies…” (Sal. 8, 5-7); de igual manera haberles mostrado la importancia del papel de la pareja humana, al formar una comunión de personas, como bien lo enfatiza San JP II en la Carta a las Familias: “… solo las personas son capaces de vivir en comunión conyugal, que el Concilio Vaticano II califica como alianza, por la cual el hombre y la mujer se entregan y aceptan mutuamente…” (Gaudium et Spes 48)

En esta donación del hombre y la mujer que logra en sí misma la complementariedad y bendecida por el matrimonio sacramental, forma ese núcleo, considerado como la primera “sociedad” de personas, que engendra a los hijos y constituye la comunidad que enriquece y refleja la comunión conyugal; así lo podemos constatar al leer los primeros capítulos de la Biblia que nos dicen:   “… Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: ‘Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla’…” (Gen.1, 26)

Nos enfrentamos a uno de los hechos más significativos de la humanidad, cooperar con Dios para dar vida a un nuevo ser, no tan solo carne de tu carne, hueso de tus huesos, sino un hijo de Dios que es fruto del amor; “…también el nuevo ser humano, igual que sus padres, es llamado a la existencia como persona y a la vida en la verdad y en el amor.  Esta llamada se refiere no solo a lo temporal, sino a lo eterno…”  (San JP II Carta a las familias No. 9), enfatizo ciertas palabras que en otros escritos ampliaré.

Hablando del sensible acto de la maternidad y la paternidad, según el concepto de la sociedad contemporánea, pareciera que es un resultado natural, que se da por sí mismo en el acto conyugal; y no es así, cuántos matrimonios se ven en dificultad de ser fecundos, a pesar de que ello fuere uno de sus mayores deseos. 

Es por tanto necesario reflexionar sobre la importancia de recibir el don que Dios nos podría conceder, al acoger la vida de otro ser humano a nuestro cuidado y reconocer el compromiso tan grande de formarlo integralmente para la vida.  Nos lo recuerda muy acertadamente San JP II:  “… Dios… los llama a una especial participación en su amor y al mismo tiempo en su poder de Creador y Padre, mediante su cooperación libre y responsable en la transmisión del don de la vida humana…” (Familiaris Consortio No. 28).

Todo lo anterior nos lleva a meditar sobre la maravilla que Dios nos permite vivir, en cada momento en que podemos constatar que la vida es un milagro que solo Dios puede dar y que nosotros, como obra privilegiada suya, debemos dignificar con nuestros actos, respetando la vida por sobre todos los dones recibidos del Creador.

Ese hijo(s), hija(s) que Dios nos brinda como don a nuestro cargo, debe vivir y crecer en armonía con el bien común que debemos procurar para todos los integrantes de la familia, es entonces cuando esos pronombres personales:  > yo > tú > nosotros, se hace efectivo, como signo de nuestra entrega sincera al amor que el Creador nos ha concedido y que nosotros hacemos extensivo en la sociedad de donde se deriva la genealogía de la familia esposo/esposa; hijo/hija; hermano/hermana; tío/tía; abuelo/abuelo; nieto/nieta.

De aquí podríamos desprender la importancia de lo que ese ser, totalmente vulnerable desde su concepción, dependiente de su padre y madre, debe recibir para su cuidado y bienestar, considerándolo como los derechos a que se hace merecedor por ser frágil e indefenso, mismos que mencionaré de forma general y ampliaré en particular en diversos escritos posteriores:

*     Derecho a la vida y a la supervivencia: ¡derecho a nacer!
*     Derecho a la identidad: ¡ser reconocido como parte de una familia, nombre y apellidos!
*     Derecho a vivir en una familia: ¡a ser amado!
*     Derecho a la educación: ¡integral de calidad!
*     Derecho a vivir en bienestar y en un sano desarrollo integral: ¡dentro y fuera del núcleo familiar!
*     Derecho a vivir en un ambiente sano: ¡libre de peligros y violencia!
*     Derecho a ser educado en la fe. ¡con principios, valores y virtudes congruentes!
*     Derecho a la salud: ¡corporal, psicológica y espiritual!
*     Derecho a ser integrado a la sociedad aun sufriendo alguna debilidad.  “capacidades diferentes”

Los invito a no olvidar que ante todo derecho hay una obligación que por justicia hace equitativa la vida para todos; y de igual manera ante todo deber que nos puede ensombrecer el camino, tenemos la paz que Cristo nos propone “… Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, yo os daré descanso…” (Mt 11,28)

¡Levanta tu mano, divino Niño,
y bendice a estos pequeños amigos tuyos,
 bendice a los niños de toda la tierra!

San JP II
Carta a los niños – 13/XII/ 94


¡Formarse nos ayuda a EVANGELIZAR BIEN!


Afectísima en Jesucristo,


Lilia Garelli 



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