LAS PÁGINAS QUE SE LEEN ENSEGUIDA,
SON PARTE DE MI LIBRO
“El
Evangelio Según Zaqueo”
(EL ARCA
EDITORES - 2004)
Una muy personal forma de ver,
La Vida Humana de Dios Hecho Hombre.
“Santifícalos con
La Verdad.
Tu Palabra es La
Verdad.”
Riviera
Maya, México; Septiembre
15 del 2019.
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MARÍA MAGDALENA SE UNE AL GRUPO
El Maestro y sus Discípulos partieron a Nazaret de
inmediato para llegar allá antes de anochecer.
A la mañana siguiente todos se encontraban reunidos
en la casa de José, en donde estaba María, la madre de Jesús y todos sus
parientes. Cuando Jesús entró a la habitación, fue directamente hacia su Madre
para consolarla y le dijo:
“Bien sabes que
este justo era un escogido de mi Padre que está
en el Cielo. De
muy diversas maneras Él te lo demostró en muchas
ocasiones, por
lo que tu llanto no debe pasar del día de hoy; pues
tu seguridad
debe estar en Dios quien lo guardará hasta el día de
la resurrección
de los muertos.”
Y dicho eso fue ante el cuerpo de José y oró
diciendo:
“Padre de
bondad, que miras en el corazón de tus hijos la intención
de su proceder,
toma en Tu seno al Justo José y hazlo llegar
ante Ti como
premio de su vida. Este hombre fue fiel a Tus preceptos
y guardó tus
mandatos aún a costa de su voluntad, la cual
sometió a la
Tuya para el fiel cumplimiento de Tus designios, por
ello Padre,
acógelo como uno de tus preferidos.”
Jesús estaba de una sola pieza: sereno, amable con
cuantos querían acercarse a él, atento para con su Madre y firme ante los
acongojados. A todos los presentes les dio la paz y les agradeció sus muestras
de cariño por su padre, su Madre y por Él mismo. Al filo del mediodía, llegó
Cleofás con los embalsamadores y avisó a todos que José sería llevado a Belén,
en donde sería sepultado junto a sus padres. Les pidió a todos que no hicieran
cortejo fúnebre, pues ese había sido el deseo del buen Hombre y Carpintero que
todos conocían como José, el esposo de María y padre de Jesús.
La carroza partió con el cuerpo de José, ante la
mirada doliente de todos los que colmaban la casa de la Sagrada Familia en
Nazaret; y al mismo tiempo, todos se fueron despidiendo de Jesús y de María. Ya
convencida la Madre del Rabboni de que su vida estaba dando ‘otro giro
inadvertido’, ante el saludo de cada uno de sus parientes, ella les obsequiaba
alguna de las piezas de la casa, símbolo éste de que a partir de ese momento,
aquella morada que durante muchos años había sido el hogar de su amada familia,
dejaría de existir.
Cada cual salió con algo que la muy querida María
les había obsequiado. Todos partieron; y en las estancias de la residencia no
quedaron más que María, sentada en una silla ligera, Jesús y sus discípulos y
la Magdalena, la cual, al percatarse de la impactante presencia de la Virgen
Madre de su Señor (la cual había soñado nítidamente tal como se encontraba), se
lanzó a su regazo para romper en un llanto estremecedor que a todos conmovió
hasta las lagrimas. Entonces María dijo:
“Ya estamos
listas, María de Magadán; mucho es lo que tú y yo
tenemos que
hacer en el Ministerio del Mesías; El Señor
nuestro Dios lo
ha mandado y ambas hemos de obedecer su
mandato.
Unámonos pues a Jesucristo en la predicación de Su
Evangelio y
seamos dignas de tan Gran Señor.”
Dicho eso, salieron todos de la casa y se
dirigieron a Cafarnaúm, camino de Caná y Magadán (para evitar el paso por
Tiberíades, como siempre hacía la Madre del Señor), para vivir en la comunidad
de su amadísimo Hijo, Jesús de Nazaret.
Para trasladarse a pie de Nazaret a Caná, se usa
una jornada de camino. En este momento, la joven y bella Madre del Rabboni
tiene 45 años y aún viste sus galas blanco y azul celeste en el velo y el
manto; y rosa en el vestido. Lo primero, porque es una doncella comprometida; y
lo segundo porque es una madre desposada. María no cambiará estos colores en
tanto viva su Hijo; siempre dará señal de esta Divina contradicción de ser
Virgen y Madre.
En Caná pararon para visitar a los muchos amigos
que allí tenían. Todo el pueblo los saludaba jubilosos, pues ya habían oído
acerca del Ministerio de Jesús; de que era un gran conocedor de la Ley y los
profetas y que era el Mesías, el Salvador que se esperaba por esos días. Todos
querían hospedarlos en sus casas, pues siendo la víspera del Sabat, era un privilegio
que tanto Jesús como María, pudieran celebrar tan insigne momento en sus
hogares. Finalmente se quedaron con sus parientes, las primas de María.
Todos sabían que José había muerto, pero viendo a
María sin ropas de luto y sabiendo lo especial que eran ellos respecto de estas
tradiciones, nadie quiso contradecir lo que veían: Hijo y Madre vivirían sin
pesar la muerte del amadísimo José. Jesús había sido muy claro en su oración;
para Él, José solo había dado un paso más en su camino por llegar a Dios, por
habitar en el lugar de los justos.
Jesús predicó a todos los cananeos en la sinagoga
durante los sábados que permanecieron en Caná. Simón se sentía muy alagado por
el hecho de que el Divino Maestro les enseñara a todos acerca de las
Escrituras. Más aún, estaba orgulloso de que todos se encontraran en su pueblo
predicando el Evangelio.
Durante todo el tiempo que permanecieron en Caná, y
a pesar de darse cuenta de la gran aceptación que tenía el Maestro, algunos de
los Discípulos empezaron a dudar de si en realidad Jesús de Nazaret era lo que
la gente pensaba: “El salvador anunciado por los Profetas”. Maria Magdalena era
hasta entonces la única mujer que estaba con ellos (además de María la Madre
del Señor, por supuesto) y todavía la veían como entrometida en ese
privilegiado grupo. Los galileos eran los más reacios a aceptarla, ya que la
‘fama’ de la que estaba precedida no les agradaba en lo mínimo. Sin embargo, el
amor que recientemente había nacido entre la Madre del Señor y la Magdalena se
fortalecía y se autentificaba día con día, hasta llegar a ser sinceras
confidentes de cuanto vivían.
El primer día de la última semana que pasaron allá,
María fue invitada a una gran boda que se celebraría en el pueblo. Se casaría
el hijo del Rabino Minyamín, Mayordomo del pueblo y representante de los
cananeos en el Templo de Jerusalén. A la boda también fue invitado Jesús junto
con sus discípulos; todos asistieron al banquete en donde tuvo lugar la primera
manifestación pública, portentosa y Divina del Señor: la conversión del agua en
vino. Muchos habían sido ya los ‘milagros’ que Jesús había realizado, solo que
éste era el primero del cual tomarían debida nota sus Discípulos; como para que
no siguieran dudando; como para que creyeran en Él.
Fue muy especial el momento, ya que se realizó en
la fiesta civil más importante del pueblo judío: una boda. También resulta
significativo el hecho de que María haya intervenido ante su Hijo a favor de
todos los invitados y especialmente a favor del novio y de sus padres, es que
eran conocidos de ella.
Por supuesto que esto no bastó para que todos, a
partir de ese momento, creyeran y fueran incondicionales del Señor en su
Ministerio; muchas más obras haría el Señor para demostrar su Divino Origen a
cada uno de sus Apóstoles.
Señales como éstas tendrán en su oportunidad y con
su especial aplicación, Felipe en su natal Bethsaida con la multiplicación de
los Panes; Simón Pedro en el Lago de Genesaret, con la pesca milagrosa;
Natanael con su entrañable amigo Lázaro en Betania, levantado del sepulcro;
Juan y Santiago con la sanación de endemoniados; e inclusive María Magdalena,
en la curación de la hija de su amigo el centurión. Todos probarán la Divinidad
del Señor personalmente, cada uno en su oportunidad y a su momento. Pero la Primicia,
en esto, también es de María; se da en Caná de Galilea y a petición de Ella.
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Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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por gusto de proclamar El Evangelio.
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