LAS PÁGINAS QUE SE LEEN ENSEGUIDA,
SON PARTE DE MI LIBRO
“El
Evangelio Según Zaqueo”
(EL ARCA
EDITORES - 2004)
Una muy personal forma de ver,
La Vida Humana de Dios Hecho Hombre.
“Santifícalos con
La Verdad.
Tu Palabra es La
Verdad.”
Riviera
Maya, Q.R., México;
Julio 20
del 2019.
20 DE 40
LOS
PARIENTES DE JESÚS (2 DE 2)
Quizá
el evento más extraordinario de éstos fue el que les sucedió con una caravana
que se les unió en un viaje de Nazaret a Gadara en la zona de la Decápolis, al
sur del Monte Tabor. En Gadara se realizaba cada año un gran bazar de animales
vivos al que concurrían compradores y vendedores no tan solo de Palestina, sino
de muchos lugares de los países vecinos. Era una gran oportunidad para rehacer
ganados ya fuera comprando, vendiendo o cambiando los mejores ejemplares que
uno tenía o que otros poseyeran.
En
el viaje Cleofás llevaba más de mil animales entre ovejas, cabras y reses para
trueque o venta. Él no compraría ni un solo animal y su intención era regresar
con toda su mercancía vendida y algunos muy buenos ejemplares con los que
iniciaría otros rebaños. A las faldas del lado Sur del Tabor, se les unieron
unos idumeos que llevaban ya cinco días de camino con una manada de camellos y
dromedarios que venderían igualmente en Gadara. Los jefes de ambas caravanas
acordaron seguir juntos, ya que la zona que estaban por atravesar hasta el Río
Jordán, estaba totalmente despoblada de personas y vivían allí animales
salvajes como lobos y leones. Cuando se encontraron era apenas pasado el medio
día y las condiciones del camino se veían buena; así que no pararon para hacer
campamento.
De
repente, se inició una gran tormenta de arena venida de las llanuras de
Escitópolis que los sorprendió a todos.
Los
gritos para ordenar tanto a la gente como a los animales se desataron
inmediatamente; cada quien corrió al mejor lugar posible para resguardarse de
la tormenta. Con gran dificultad pudieron observar un gran peñasco que les
podría servir de resguardo momentáneo contra el fuerte viento cargado de arena.
Cuando María y José corrieron para salvaguardar a Jesús, este dijo:
“Vayan ustedes; yo me quedaré aquí para contener
esta ráfaga que nos ha sorprendido. Voy a pedirle a mi Padre su ayuda y su
protección para que no muramos.”
Jesús
debió haber tenido 15 años y estaba perfectamente consciente de sus actos.
Todos se fueron, excepto José, Cleofás y Santiago, que le insistieron en
quedarse con él. Aquella tempestad de tierra y arena incrementaba su fuerza y
todos estaban en peligro de perecer. En
ese momento, el Joven Jesús levantó los brazos y gritó con gran fuerza:
¡Adonai Abbá!, ¡Adonai Abbá! ¡¡Menaj eis Elohim!!
(¡Yahvé, mi Dios y Padre! ¡¡Consuélanos Señor!!)
¡¡Ten piedad de tus siervos Señor y que podamos
traspasar esta tempestad con vida; para seguir alabando Tu Santo Nombre!!
Casi
nada podía oírse, sino el silbar del poderoso viento que todo arrebataba de su
sitio. José estaba totalmente tendido en la tierra con los brazos abiertos;
atrás de él, hincados, se abrazaban fuertemente Cleofás y Santiago, tratando de
hacer fuerza para no ser arrastrados por el impetuoso aire. Jesús sin embargo,
no hacía ningún esfuerzo para permanecer parado con los brazos extendidos
dirigidos al cielo. Y entonces sucedió lo extraordinario; el Joven Dios emitió
un grito tan potente como los truenos que provocaban la turbulencia y dijo.
¡¡¡Cálmate, Yo te lo mando!!! Que quede quieto todo
lo que se mueve!!! Así lo quiere el Señor de la Creación, mi
Padre!!!
Al
instante, cesó la tormenta. Todo lo que volaba por los aires, cayó a tierra
inmediatamente. Jesús aún mantenía sus brazos levantados y se veía sudoroso y
fatigado.
De
inmediato, el primero que se levantó fue José, que hincado y con los brazos al
cielo solo gritaba ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Dios nos protege! Las dos Marías, los hijos e hijas que estaban
con ellas y todos los demás de la caravana, se empezaron a acercar al lugar en
donde estaba Jesús, Santiago, José y Cleofás. En ese instante María empezó a
cantar el Salmo de la Salvación que cantaron los Israelitas cuando fueron
salvados en el Mar Rojo.
Todos
estaban atónitos con lo ocurrido; solo tres se dieron cuenta del hecho mismo:
María y José abrazaban con gran fuerza a Jesús, mientras Santiago permanecía
con sus ojos tan abiertos, como si se fueran a salir de sus cuencas, mirando
fijamente a su amadísimo primo. Ese mismo día constató lo sobre-natural del
Hijo de María y José, ese mismo día vio la divinidad que poseía Jesús de
Nazaret. Nunca lo olvidaría, siempre estaría presente entre los dos.
Reordenar
la caravana les llevó muchas horas de constante trabajo en el arreo de los
animales. Finalmente ya entrada la noche pudieron terminar el cerco del ganado
para protegerlo de las fieras. En ese instante se oyeron los rugidos y aullidos
de leones y lobos; se acercaban en grupos de ataque dispuestos a una gran
matanza de cuanto pudieran alcanzar. Todos se aterrorizaron al saber lo que les
esperaba. Jesús se separó del grupo y le dijo a su Madre:
Que preparen los alimentos; debemos hacer una gran
fiesta en el nombre de Yahvé, ya que hoy nos ha salvado. Yo iré a apacentar a
los animales que nos acechan.
De
inmediato Santiago y Judas se unieron a Jesús, quien junto con Cleofás y José,
se encaminó hacia fuera del improvisado campamento. En efecto, varias jaurías
de lobos se agazapaban cerca del lugar en el que se encontraban los rebaños de
cabras y ovejas que llevaban. El Joven Dios extendió sus manos al frente con
las palmas hacia arriba y empezó a caminar hacia los animales que, ya para
entonces, mostraban una gran fiereza.
Cuando
el lobo jefe del grupo lo miró, de inmediato agachó la cabeza, bajó las orejas,
metió su larga cola entre las patas traseras y esperó a que el Divino Señor se
acercara. Todos los demás animales que integraban el grupo hicieron lo mismo.
Jesús les hablaba de una forma que ni Santiago ni Judas (quienes seguían junto
a Él), podían comprender; más atrás se encontraban José y Cleofás que,
atónitos, no daban crédito a lo que estaba sucediendo. Los animales
emprendieron la retirada tan sumisamente como un perro de casa o de compañía
ante la presencia de su amo. De la misma forma hizo con la manada de leones;
todos se retiraron tranquilamente dejando el lugar del campamento en plena paz.
Volvieron
todos juntos a donde estaban los demás y realizaron una fiesta de alabanza a
Dios, sacrificando un cabrito de seis meses en un improvisado altar levantado
para el momento. Los primos de Jesús no olvidarían jamás esta experiencia,
igualmente Cleofás y José.
Muchas
manifestaciones portentosas y sobrenaturales hizo Jesús de Nazaret delante de
sus familiares, no en balde muchos dejarían todo para seguirle como discípulos
en la predicación de su Evangelio.
Ni
María ni José, ni nadie que acompañara al Hijo de Dios padecía jamás un
deterioro en su salud; andar con Jesús era siempre sinónimo de estar a salvo,
de todo cuanto pudiera presentarse.
Ʊ Ω Ʊ
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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Solo
por gusto de proclamar El Evangelio.
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