LAS PÁGINAS QUE SE LEEN ENSEGUIDA,
SON PARTE DE MI LIBRO
“El
Evangelio Según Zaqueo”
(EL ARCA
EDITORES - 2004)
Una muy personal forma de ver,
La Vida Humana de Dios Hecho Hombre.
“Santifícalos con
La Verdad.
Tu Palabra es La
Verdad.”
Riviera
Maya, Q.R.; México.
Junio 16
del 2019.
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EL SUB
MUNDO DE GALILEA
Los
campos no cultivados en el norponiente de Galilea, justo en la franja que tocan
con tierras fenicias, son extensiones muy grandes que no pertenecían a nadie
por estar en caminos de discordia. Las
ciudades de tiro y de Sidón en la costa, eran grandes conglomerados de gente de
todas las naciones conocidas en el Mar Grande.
Sus puertos traían mercaderías (plata laminada, hierro y estaño) y
personas (algunas de ellas eruditos de conocimientos desconocidos en Palestina)
desde lugares tan distantes como Tarsis, en el extremo Occidental del Mare
Nostrum, como lo llamaban los romanos.
Jesús
gustaba de visitar estas ciudades precisamente por su conformación
multirracial, las cuales los helénicos identificaban como ciudades cosmopolitas
y los romanos como urbes. Para llegar a
Tiro, se tenía que atravesar la Cordillera del Líbano, en cuyas cimas, la nieve
permanece la mayor parte del año. De
allí su nombre hebreo, cuyo significado es ‘blanco’. Jesús de Nazaret era un experto en caminar por
senderos como estos; José, su padre adoptivo, le había enseñado todo cuanto era
necesario para ascender esas cumbres y permanecer en ellas salvaguardando la
vida.
En
las laderas de esos montes se apreciaba toda la flora silvestre propia de
lugar; flores, muchas flores; de todos los colores que uno pudiera desear y de
formas tan variadas que superaban cualquier imaginación. Igualmente, los aromas de esa vasta campiña
lo transportaban a uno ‘a las puertas del cielo’. ¡Cómo gozaba el Joven Jesús esos trayectos! Empleaba en ellos todo el tiempo que fuese
necesario para lograr y mantener el contacto con dios a través de su obra en la
Tierra. Cerraba sus ojos, inhalaba
profundamente, permanecía inmóvil para después exhalar abriendo os ojos
lentamente.
Los
sonidos eran otra delicia que disfrutar; en los matorrales, en los arbustos, en
los árboles, se oía el constante trinar y cantar de las aves. Se sentaba placenteramente para deleitarse
con tantos dones Divinos ¡Ah, que si Él lo disfrutaba, como que Él era artífice
de todo ello! Pocas cosas le entretenían
tanto y pocas también le daban esta suprema oportunidad de dialogar con su
Padre en los Cielos.
Muchas
de las Parábolas de Jesús de Nazaret tienen su origen en estos viajes tan
frecuentes del Hombre Dios por este mundo.
Por eso su extraordinaria precisión, por eso su asertividad perfecta,
por eso su valiosísima utilidad para enseñarnos Su Palabra, Su Evangelio. ¡Pero por supuesto que todo esto era
innecesario, ya que Él era Dios! Pero Él
así o quiso. Quiso vivirnos en plenitud.
Me
lo imagino platicando con las aves y haciéndolas posarse en su brazo o en su
mano; me lo imagino caminando sin veredas, acompañado de las “fieras del
campo”: lobos, osos o leones.
Sintiéndolos y dejándose sentir por cada uno de ellos. ¡Qué benditos animales aquellos que
contactaron con Dios Hecho Hombre!
¡Porque así fue, todos los que contactamos con El Salvador, y quisimos
ser salvados, lo conseguimos! Por eso
era el Mesías, por eso era el Hijo de Dios, para salvarnos.
Y
cuántas obras humanas pudo ver Jesús en su vida; de las que llenaban de orgullo
a sus constructores al momento de terminarlas, y de las que llenaron de oprobio
a quienes no pudieron concluirlas. De
todo vio este Divino Maestro, que aprendió cuanto sabía directamente de la obra
de su Padre; en donde todo está inmerso, en donde todo existe, en donde todo
es. Presencia viva de Dios son sus
obras.
Muchos,
muchos años de su vida humana empleó Jesús de Nazaret para tener acerbo
suficiente, no como dios, sino como hombre, para poder ser entendido por los
más humildes. Cristo no filosofó como
los humanos, él solo habló de las cosas sencillas, bellas, buenas y verdaderas
que Dios ha puesto delante de nosotros para alabarlo. No complicó su enseñanza con difíciles ideas
para razonar, como hacían los fariseos; allanó el conocimiento para que todos
lo pudiéramos entender y con ello poder ser adoradores del Padre. Habló sencillo a los humildes y recio a los
necios. Habló fácil a los desprotegidos
y duro a los altaneros. Predicó para
todos en la dimensión y posibilidad de cada uno. ¡Lo hizo tan bien, que hasta los más
pecadores, como yo, encontramos el camino a la santidad, a la salvación de
nuestra alma!
Nazaret
siempre fue un poblado demasiado pequeño para Jesús, quien desde que era niño
se interesó por las grandes ciudades.
Ese viaje anual que realizaban sus padres a Jerusalén en ocasión de la
Pascua, le motivaba mucho. Igualmente
los viajes que hacía con José a Cafarnaúm y a Cesarea, eran muy de su agrado
principalmente por conocer personas de muy diversa mentalidad, cultura o
costumbre.
A
los 25 años de edad, Jesús, ya todo un hombre, cambió su residencia a Cafarnaúm
en la margen meridional del Lago de Tiberíades.
Desde allí tenía más fácil acceso a varias poblaciones de la Galilea del
Mar: Bethsaida, Corozaín, Queneret y la modernísima Tiberíades con todo el
esplendor romano. Precisamente en esos
lugares conocerá a la gran mayoría de sus Apóstoles, a esos hombres que
conformarán su multifacético grupo de elegidos con los cuales iniciará su
Ministerio, la propagación de la Buena Nueva.
María
y José se quedan provisionalmente en Nazaret.
Entre sentimientos de paciencia y desesperación, aguardarán el llamado
final de su querido Hijo, para cuando Él inicie su predicación. María trabajará incansablemente para que toda
su familia le acompañe, se una a ella, al momento indicado para seguir a su
amado Hijo. Sus primas, tías y sobrinas
formarán parte de este grupo. Igualmente
lo harán algunos de los familiares de Jesús, como Santiago el Menor y Judas
Tadeo. Muchos de ellos, a instancias de
María se unirán con gran gozo y alegría.
José
por su parte siente la obligación se seguir con su trabajo material, para poyar
a su amadísimo hijo adoptivo y Señor, en lo que él pueda. María y José pasarán a formar, junto con sus
familiares más cercanos, el selecto grupo de discípulos de Jesús de Nazaret
desde el principio de su obra. Sin
embargo, no todos sus parientes se unirán a Jesús; los escépticos y reservados
permanecerán al margen de su obra.
Los
mercados de Cafarnaúm son un arco iris de productos; todos los pescadores del
lago traen aquí sus productos para la venta, igual hacen los agricultores de la
franja de Queneret, que en su fértil llanura cultivan toda clase de frutas,
legumbres y verduras para consumo de las ciudades y aldeas del Mar de Galilea.
Pero
no solo existen aquí galileos: hay sidonios y tirios; samaritanos y sirios;
egipcios y griegos y por supuesto romanos, muchos romanos que disfrutan su
estancia en las placenteras villas de la Provincia de Judea; cónsules y
políticos, generales y legionarios, comerciantes y nobles. De todo hay en Cafarnaúm. Uno podía encontrarse con gente de las Galias
o de Persia; macedonios o árabes. Tan variada
como Jerusalén o Cesarea, pero con un número mucho menor de habitantes, esa es
Cafarnaúm.
Eliú
de Sanabris era el jefe de publicanos de Galilea, mi contraparte en tan
maravilloso lugar. Me consta que él y
Jesús se reunieron en varias ocasiones para tratar asuntos relacionados con el
constante cierre de la sinagoga de Cafarnaúm.
Este hombre, aunque galileo, era un verdadero enemigo de las tradiciones
judías, de las obligaciones religiosas y del pago del diezmo al templo y los
levitas.
Por
gente como él, como Eliú de Sanabris, el odio de los jerarcas judíos en contra
de los publicanos se incrementaba día con día.
Jesús lo conoció por intercesión de Felipe, el hombre de Bethsaida que
se dedicaba al comercio de influencias entre Romanos y Judíos. Tantas eran las ocasiones en que escribas,
fariseos y saduceos arengaban al pueblo para oponerse al pago de impuestos al
Imperio, que Herodes le encargó directamente a este Eliú de Sanabris el control
de tales revueltas, las cuales solucionaban cerrando la sinagoga. Por supuesto, estas medidas solo enardecían
más a la gente (que sin ser religiosos y sin usar la sinagoga como deberían),
se empecinaban en conservar abierto el lugar.
La
sinagoga de Cafarnaúm era una construcción monumental, que no correspondía al
tamaño de la ciudad ni a la religiosidad de su gente. Sin embargo, era el centro de reunión más
frecuentado por los judíos y galileos.
Era espaciosa en su interior, tenía todos los habilitamientos requeridos
por la jerarquía farisaica; contaba también con un gran pórtico y hasta un
atrio de buen tamaño.
Igualmente,
contaba con una escuela para el estudio de los agrados escritos, la Ley y los
Profetas. En esta Yeshiva inició Leví
sus estudios para fariseo, impulsado por los consejos de su buen amigo de la
infancia, Jesús de Nazaret, para solo dejarlos cuando tuvo que viajar a las
escuelas de Jerusalén y Perge.
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Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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por gusto de proclamar El Evangelio.
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