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viernes, 19 de abril de 2019

MEDITACIÓN DE LAS SIETE PALABRAS


Meditación de las Siete Palabras

Jesús en la Cruz aboga;
da al ladrón; lega su Madre;
se queja, la sed le ahoga;
cumple; entrega el alma al Padre.
Al Calvario hay que llegar
porque Cristo, nuestra Luz,
hoy también nos quiere hablar
desde el ara de la Cruz.

¡Virgen de Los Dolores y Madre nuestra! Que, como Tú, acompañemos siempre a tu Hijo en vida, redención y muerte. Y después de glorificado en la tierra, le glorifiquemos por toda la eternidad, junto a Él y junto a Ti. Te lo pedimos por tu aflicción y martirio, al pie de la Cruz.  Asístenos siempre, especialmente en este último momento del combate cristiano que abrirá la eternidad feliz, en compañía de tu Hijo.  Así sea. 

Señor pecamos. Ten piedad y misericordia de nosotros.


Primera Palabra    "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" 
(Lc 23, 33-34)

Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús; como confieso,
ruega por mí; que, con eso,
seguro el perdón consigo.

Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía;
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí.

Señor y Dios mío, que por amor agonizaste en la cruz, para pagar con tu sacrificio la deuda de nuestros pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarnos el perdón de la divina justicia; ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de nosotros cuando nos hallemos en igual caso; y por los méritos de tu preciosísima Sangre, derramada para nuestra salvación, danos un dolor tan intenso de nuestros pecados, que expiremos con él en el regazo de tu infinita misericordia.  Amén.
Señor pecamos.  Ten piedad y misericordia de nosotros.

Segunda Palabra     "Hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lc 23, 39-43)

Vuelto hacia Ti el Buen Ladrón
con fe te implora tu piedad;
yo también de mi maldad
te pido, Señor, perdón.
Si al ladrón arrepentido
das un lugar en el Cielo,
yo también, ya sin recelo
la salvación hoy te pido.

Señor y Dios nuestro, que por amor agonizaste en la Cruz y con tanta generosidad correspondiste a la fe del buen ladrón, cuando en medio de tu humillación redentora te reconoció por Hijo de Dios, hasta llegar a asegurarle que aquel mismo día estaría contigo en el Paraíso; ten piedad de todos los hombres que están para morir, y de nosotros cuando nos encontremos en el mismo trance; y por los méritos de tu sangre preciosísima, aviva en nosotros un espíritu de fe tan firme y tan constante, que no vacile ante las sugestiones del enemigo, nos entreguemos a tu empresa redentora del mundo y podamos alcanzar llenos de méritos el premio de tu eterna compañía.  Amén.
Señor pecamos. Ten piedad y misericordia de nosotros.


Tercera Palabra      "He aquí a tu hijo: he aquí a tu Madre" (Jn 19, 25-27)

Jesús en su testamento a su Madre Virgen da;
¿y comprender quién podrá de María el sentimiento?
Hijo tuyo quiero ser,
sé Tú mi Madre Señora;
que mi alma desde a ahora
con tu amor va a florecer.

Señor y Dios mío, que por amor agonizaste en la Cruz y , olvidándome de tus tormentos, me dejaste con amor y comprensión a tu Madre dolorosa, para que en su compañía acudiera yo siempre a Ti con mayor confianza: ten misericordia de todos los hombres que luchan con las agonías y congojas de la muerte, y de mí cuando me vea en igual momento; y por el eterno martirio de tu madre amantísima, aviva en mi corazón una firme esperanza en los méritos infinitos de tu preciosísima sangre, hasta superar así los riesgos de la eterna condenación, tantas veces merecida por mis pecados.  Amén.
Señor pecamos.  Ten piedad y misericordia de nosotros.

Cuarta Palabra    "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27, 45-46)

Desamparado se ve
de su Padre el Hijo amado,
maldito siempre el pecado
que de esto la causa fue.
Quién quisiera consolar
a Jesús en su dolor,
diga en el alma: Señor,
me pesa; no más pecar.

Señor y Dios nuestro, que por amor agonizaste en la Cruz y tormento tras tormento, además de tantos dolores en el cuerpo, sufriste con invencible paciencia la más profunda aflicción interior, el abandono de tu eterno Padre; ten piedad de todos los hombres que están agonizando, y de nosotros cuando nos hallemos también en la agonía; y por los méritos de tu preciosísima sangre, concédenos que suframos con paciencia todos los sufrimientos, soledades y contradicciones de una vida en tu servicio, para que siempre unidos a Ti en nuestro combate hasta el fin, compartamos contigo tu triunfo eterno.  Amén.
Señor pecamos. Ten piedad y misericordia de nosotros.

Quinta Palabra    "Tengo sed" (Jn 19, 28-29)

Sed, dice el Señor, que tiene;
para poder mitigar la sed que así le hace hablar,
darle lágrimas conviene.
Hiel darle, ya se le ha visto; la prueba, mas no la bebe;
¿Cómo quiero yo que pruebe la hiel de mis culpas Cristo?

Señor y Dios mío, que por amor agonizaste en la Cruz, y no contento con tantos oprobios y tormentos, deseaste padecer más para que todos los hombres se salven, ya que sólo así quedará saciada en tu divino Corazón la sed de almas; ten piedad de todos los hombres que están agonizando y de nosotros cuando lleguemos a esa misma hora; y por los méritos de tu preciosísima sangre, concédenos tal fuego de caridad para contigo y para con tu obra redentora universal, que sólo llegue a desfallecer con el deseo de unirme a Ti por toda la eternidad.    Amén.
Señor pecamos.  Ten piedad y misericordia de nosotros.

Sexta Palabra   "Todo está consumado" (Jn 19, 30)

Con firme voz anunció Jesús, ensangrentado,
que del hombre y del pecado
la redención consumó.
Y cumplida su misión,
ya puede Cristo morir;
y abrirme su corazón
para en su pecho vivir.

Señor y Dios mío, que por amor agonizaste en la Cruz, y desde su altura de amor y de verdad proclamaste que ya estaba concluida la obra de la redención; para que el hombr e, hijo de ira y perdición, venga a ser hijo y heredero de Dios; ten piedad de todos los hombres que están agonizando, y de nosotros cuando nos hallemos en esos instantes; y por los méritos de tu preciosísima sangre, haz que en nuestra entrega a la obra salvadora de Dios en el mundo, cumpla nuestra misión sobre la tierra.  Amén.
Señor pecamos.  Ten piedad y misericordia de nosotros.

Séptima Palabra   "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 44-46)

A su eterno Padre, ya el espíritu encomienda;
si mi vida no se enmienda,
¿en qué manos parará?
En las tuyas desde ahora
mi alma pongo, Jesús mío;
guardaría allí yo confío
para mi última hora.

Señor y Dios mío, que por amor agonizaste en la Cruz, y aceptaste la voluntad de tu eterno Padre, resignando en sus manos tu espíritu, para inclinar después la cabeza y morir; ten piedad de todos los hombres que sufren los dolores de la agonía, y de nosotros cuando llegue tu llamada; y por los méritos de tu preciosísima sangre, concédenos que te ofrezcamos con amor el sacrificio de nuestra vida, en reparación de los pecados y faltas que hemos cometido.  Amén.
Señor pecamos.  Ten piedad y misericordia de nosotros.

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