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miércoles, 24 de abril de 2019

De mi libro: D.A.M. - 77de77 La Ascensión - Última entrega y fin de la obra.




Santifícalos con La Verdad.

Ciudad de México, Abril 24 del 2019.

El escrito que a continuación se lee, es parte de mi libro:
EL DEMONIO AL ACECHO DEL MESÍAS
Un análisis de situaciones descritas en el Evangelio,
que se sucedieron entre el Diablo y Cristo Jesús.

77 DE 77

ÚLTIMA ENTREGA Y FIN DE LA OBRA.

VI.8.- LA ASCENSIÓN
(Mc 16, 19-20; Lc 24, 50-53; Hc 1, 6-10)

 “Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando las manos, los bendijo.  Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.  Ellos, después de postrarse ante Él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.”
Evangelio según San Lucas

“Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos.  Estando ellos mirando fijamente al cielo mientras se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron:
‘Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo?  Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo.”

Hechos de los Apóstoles

“Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios.  Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.”

Evangelio según San Marcos


         Todavía hoy es posible ‘trasladarse’ a aquél celestial momento en Jerusalén: La Ascensión.  Parado en la colina occidental del Valle de Cedrón, mirando a través de éste hacia el oriente, se aprecia el Monte de los Olivos; tan preferido lugar del Señor.  Allí fue con sus discípulos a orar muchas veces; allí escogió Él que tuviera lugar La Aprehensión, con el traidor consumando su vileza; por allí pasaba cada vez que iba a visitar a Lázaro, Marta y María, en Betania; y también ese lugar escogió Cristo Jesús para ascender a los Cielos.  Aún hoy las construcciones son pequeñas y nada obstruye la vista del monte completo, de donde resaltan las cúpulas de varias iglesias.  En la época bizantina se veía magnífica la Basílica de la Ascensión, hoy solo queda una pequeña capilla, convertida en mezquita.

         En cualquier tarde del mes de Mayo, con el cielo azul intenso propio del lugar y con algunas nubes blancas moviéndose presurosas, el sol lanza sus rayos luminosos hasta el olivar inconfundible; uno puede ‘sentir’ este sobrenatural instante que vivieron los Once Apóstoles (con las Santas Mujeres, seguramente), en el que, pasados cuarenta días de Su Resurrección, el Señor tomó camino al Padre.  Al término de las últimas recomendaciones a todos, el Divino Cuerpo de Cristo empieza a elevarse delante de los atónitos ojos de sus discípulos allí reunidos.  No quieren dejar de mirar; la emoción los embarga a todos y están tan atentos que no dan cuenta de lo que sucede a su rededor.

         Seguramente el Señor habrá distraído al Demonio y sus huestes en otro lugar, porque aquí solo se siente ‘el cielo en la tierra’.  No hay acechos ni acosos del Satán; están felices de ver a su Rabboni subiendo a los cielos, tal y como se los había dicho: “Voy al Padre a preparar el lugar para ustedes.” ¡Cuánto Don Divino, cuánta Gracia de Dios, cuanta Gloria Celestial!  Nada interrumpe su felicidad, ¡porque El Salvador va al Padre!  Así lo ha querido el Mesías: la Transfiguración solo la vieron tres; la Resurrección nadie la observó en su momento; pero la Ascendió del Señor a los Cielos la están presenciando todos juntos.  ¡Gloriosa despedida del Divino Maestro!

         ¡Allá va, Jesucristo Resucitado!; realmente en todo este tiempo solo lo incomodaste, Satanás; porque haberle preocupado o haberle tenido en tus manos, creo que nunca se dio.  Nada lograste con el Santo de Dios; a pesar de todos tus acechos, el Señor triunfó de principio a fin.  ¡La Salvación de los hombres va camino al cielo!, Satán; y si como hombre nada pudiste hacerle, ahora en su calidad eterna de Dios, menos.


§ § §


Orar sirve, oremos por nuestros Pueblos.

De todos ustedes afectísimo en Cristo

Antonio Garelli



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