Solemnidades y Fiestas de Guardar
De La Iglesia Católica
“Santifícalos con
La Verdad.
Tu Palabra es La
Verdad.”
Ciudad de
México, Febrero 5 del 2019
Solemnidad San
Felipe de Jesús
Primer Mártir y
Santo Mexicano
“Quien no ha
tenido tribulaciones que soportar,
no ha comenzado
a ser cristiano de verdad.”
San Agustín de
Hipona
SOLEMNIDAD NACIONAL DE
SAN FELIPE DE JESÚS
Muy
estimados todos en Cristo Jesús:
Este Protomártir Mexicano, entrega su vida por Cristo
en el Japón a los 24 años de edad. Su nombre de pila fue Felipe de las Casas.
Nació en la Ciudad de México, en mayo del año 1572. Sus padres, inmigrantes españoles: Antonio, toledano
de Illescas y Antonia, andaluza de Sevilla; le dieron buen ejemplo. En su niñez
era tan inquieto y travieso que cuando decidió irse al convento de Puebla para
hacerse franciscano, su aya comentó: "Eso será cuando la higuera
reverdezca". (Aludiendo a una higuera seca que había en el patio de la
casa.) Llegó al convento de Puebla, donde residía el Beato Sebastián De
Aparicio y en efecto, Felipe duró muy poco allí. No resistió aquella vida y
regresó a su casa.
Ejerció entonces el oficio de platero sin mucho éxito.
Cuando había cumplido 18 años, su padre, Alonso de las Casas, lo envió a las
Islas Filipinas a probar fortuna. Allí se estableció en la ciudad de Manila. Al principio estaba deslumbrado por la vida
mundana, pero pronto sintió de nuevo la llamada del Señor: "Si quieres venir en pos de mí, renuncia a ti mismo,
toma tu cruz y sígueme" (Mt.16, 24). Felipe entró con los franciscanos
de Manila. Esta vez ya había madurado y su conversión fue de todo corazón.
Cambió su nombre al de Felipe de Jesús. Estudiaba, atendía
a los enfermos; todo lo hacía con la dedicación de un hombre que vivía para
Jesús.
En 1596 sus superiores le anunciaron que ya se podía
ordenar sacerdote. Como no había obispo en Filipinas, la ordenación sería en
México, su ciudad natal, junto con su familia y amistades de infancia. Con ese
fin se embarcó en el galeón San Felipe,
con Fray Juan Pobre y otros franciscanos; pero una gran tempestad desvió el
barco hasta que naufragó en las costas del Japón. Felipe interpretó su naufragio como una dicha.
Podría entregarse más a Cristo por la conversión del Japón.
San Francisco Javier había misionado en el Japón
dejando a su partida 2,000 cristianos. La Iglesia siguió floreciendo y en 1579
había 150,000 cristianos; 54 jesuitas, 22 de ellos sacerdotes. En la isla de
Kyushu, sólo en dos años, se bautizaron 70,000 japoneses. Pero la situación en
Japón era precaria. En 1582 Taikosama (altísimo señor) había tomado control de
todo el Japón formando un imperio.
El fue al principio favorable hacia el cristianismo,
pero cambió en 1587, al ser instigado por los bonzos. Entonces decretó la
expulsión de los misioneros y la demolición de los templos cristianos. Al
principio la orden no se aplicó rigurosamente y los misioneros eran tolerados
mientras se mantenían en la clandestinidad, vestidos a la japonesa. En esta
situación estaban cuando llegó la primera expedición de franciscanos, que
inmediatamente comenzó una gran actividad misionera. Allí estaban Fray Pedro
Bautista y algunos hermanos de la provincia Franciscana de Filipinas.
En noviembre del 1596 encalló en Urando el galeón San Felipe, con Felipe y los otros
franciscanos a bordo. El gobernador del lugar, conociendo las riquezas del
navío, dio orden de expropiación, y el emperador, para encubrir el robo,
promulgó de nuevo en Osaka y Meako el edicto de 1587, alegando que los frailes
hacían proselitismo ilegal y que preparaban una invasión militar.
La orden, posteriormente, quedó restringida a «sólo
los que han llegado de Filipinas y a sus acompañantes». Quedaban, pues,
condenados a la ejecución 5 franciscanos de Meako con 15 japoneses bautizados, y
1 franciscano con 2 japoneses cristianos de Osaka. A ellos se añadieron
voluntariamente Pablo Miki, Juan de Goto y Diego Kisai, tres japoneses que
estaban con los jesuitas de Osaka y que quisieron ser recibidos in extremis en
la Compañía. Veintiséis en total. Entre los franciscanos había cuatro
españoles, fray Pedro Bautista de Ávila, fray Martín de la Ascensión, de
Vergara según parece, fray Francisco Blanco, de Orense, y fray Francisco de
Miguel, de Valladolid. Y con ellos, fray Gonzalo García, indio portugués, y
fray Felipe de Jesús, mexicano.
La noticia causó alegría y entusiasmo entre los
cristianos, cosa que desconcertó a los paganos. Los neófitos acudían a las
casas custodiadas de los misioneros para ofrecerles sus bienes y sus vidas. San
Pedro Bautista, superior de los franciscanos, escribía a última hora: «Bendito
sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo por hacernos esta merced de
padecer con alegría por su amor».
Hasta los niños cristianos participaban del alegre
coraje de sus mayores. A uno de ellos le preguntó un misionero: «¿Y qué harás tú cuando se enteren que eres
cristiano?». A lo que el chico, poniéndose de rodillas e inclinando la
cabeza, contestó: «Haré así». «¿Y qué le dirás al verdugo cuando vaya a
matarte?»... «Diré "¡Jesús, María!
¡Jesús, María!", hasta que me hayan cortado la cabeza»... Por su
parte, fray Felipe de Jesús comentó: «Dios
hizo que se perdiera el [galeón] San Felipe para ganar a fray Felipe».
El 3 de enero de 1597, en Meako, se les cortó a los
reos cristianos la mitad de la oreja izquierda y, de tres en tres, fueron
llevados por la ciudad en carretas, precedidas por el edicto mortal. Queriendo
el emperador infundir en sus súbditos horror al cristianismo, dispuso que
fueran llevados por Hiroshima y Yamaguchi, hacia el este, hasta Nagasaki, en la
isla Kyushu, donde era muy grande la presencia de cristianos. Allí, en una
colina que domina sobre la ciudad y la bahía, fueron dispuestos los mártires
ante las cruces que les habían preparado. «¡Qué
abrazado estaba con su cruz fray Felipe!», contaba un testigo...
Veintiséis mártires fueron crucificados. Entre ellos
había franciscanos y jesuitas como también laicos. Fray Martín de la Ascensión
cantaba el Benedictus a voz en grito. Luis Ibaraki, de doce años, el más
pequeño, repite una y otra vez: «Paraíso,
paraíso, Jesús, María». Antonio, de trece años, «que estaba al lado de
Luis, fijos los ojos en el cielo, y después de invocar los nombres de Jesús y
María, entonó el salmo Alabad, siervos del Señor, que había aprendido en la
catequesis de Nagasaki, pues en ella se les hace aprender a los niños ciertos salmos».
Otros cantaban el Te Déum con entusiasmo. Y la muchedumbre de cristianos
aclamaba con los mártires: «¡Jesús, María!». Relato de un testigo.
Fray
Felipe de Jesús no podía decir nada pues el tacón de su cruz quedaba muy abajo,
y estaba casi colgando de la argolla que le sujetaba el cuello. Apenas logró
gritar tres veces el nombre de Jesús, haciendo verdadero su santo nombre:
Felipe de Jesús. Viéndole acabado, lo mataron al modo acostumbrado: dos lanzas
atravesaron sus costados, y cruzándose en el pecho, salieron por sus hombros.
Así murieron todos, Felipe el primero. Era
el 5 de febrero de 1597.
Según relata una leyenda, ese mismo día la higuera
seca de su hogar tomó vida y dio fruto.
Felipe había llegado a la santidad más heroica. Fue
beatificado, juntamente con sus compañeros mártires el 14 de septiembre de
1627. Canonizados el 8 de junio de 1862
por el papa Pío IX. Una de las dos iglesias romanas dedicadas a la Virgen de
Guadalupe, en la Vía Aurelia, lo tiene por segundo titular. En la colina de los mártires de Nagasaki, la
iglesia que corona el conjunto de construcciones está dedicada a San Felipe de
Jesús.
Es patrono de la Ciudad de México y de su Arzobispado;
y el hermosísimo Templo Expiatorio Nacional erigido en su honor, se ubica en
los terrenos del Primer Convento Franciscano de México–Tenochtitlan; junto al
Templo de San Francisco de Asís, en Pleno Centro Histórico (Patrimonio de la Humanidad) de la Capital
Mexicana.
Orar
sirve, oremos por México y por nuestros Países.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
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Solo
por el gusto de proclamar El Evangelio.
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