“Santifícalos con La
Verdad.
Tu Palabra es La
Verdad.”
Ciudad de
México, Diciembre 9 del 2018.
“No te dejes
vencer por el mal;
antes bien,
vence al mal con el bien”
San Pablo
(Ro 12, 21)
2° DOMINGO DE ADVIENTO
Atrevernos a retar y vencer al mal
Muy estimados todos, en Cristo Jesús:
Lo que más quiere
Cristo Jesús de nosotros, es que seamos Santos, por ello nos anima siempre a
pelear contra el pecado. San Pablo le
escribe a los Romanos su ‘batalla contra el mal’, diciéndoles: “Vince in bono malum.” Este es uno de los dictámenes cristianos más
difíciles de llevar al cabo, además de aquél dado por Jesucristo de “poner la otra mejilla” antes que responder mal con mal.
El mal se reta y se
vence con el Bien. Cuanto más Bien
estemos dispuestos a realizar, menos mal nuestro tiene oportunidad de existir;
pues, al menos en cada uno de nosotros, si así lo queremos, las buenas obras
ocuparán el espacio que pudiera tomar el mal.
Dado que el mal no existe en sí mismo, pues solo tiene lugar ante la
ausencia del Bien que debió haberse hecho, disponer nuestra voluntad hacia el
Bien y lo bueno, es combatir directamente al maligno.
Todo el mal que
‘hacemos’, pudo haber sido Bien; porque aquél solo ‘invade’ nuestra vida, si
decidimos efectuarlo. Así, si realmente
queremos complacer al Señor en virtud de su Nacimiento, debemos ocuparnos de ‘vencer con el
Bien al mal’, ya que todo,
absolutamente todo lo que podamos realizar, tiene un sentido Bueno y otro
carente de ello.
La Tradición y El
Magisterio de La Iglesia Católica han establecido El Adviento como un período
de renovación (de lo ‘malo’ que hemos sido, a lo bueno que podemos ser), de
arrepentimiento (para poder recibir la Gracia de Dios) y de purificación (para
estar dignamente limpios en la Navidad del Niño Dios).
Pero SOLO DE MÍ
DEPENDE renovarme y arrepentirme para purificarme. No hay otra forma; solo mi voluntad opera
estas Divinas Gracias a través de los Sacramentos.
¡Por supuesto que
puedo dejar de hacer el mal!; no estoy solo para ello: mi Ángel de la Guarda me
acompaña siempre, mis Santos Patronos están prestos a mis peticiones para
interceder por mí, en mis obligaciones personales; y ante todo SIEMPRE DEBO
TENER EN CUENTA LA MISERICORDIA DIVINA; Dios no me quiere pecador, ni hace lo
posible para que yo caiga. Dios me
quiere Santo y Él es el primero que interviene en este hecho; ya que nunca nos
abandona.
En el Primer Domingo
de Adviento nos propusimos ‘dejar los
pecados fáciles’; ahora, en este Segundo Domingo de Adviento sumemos
nuestro interés por hacer el más Bien que
podamos hacer, para con él vencer el mal.
Estoy seguro que hay más que suficiente tiempo para purificarnos, solo
tenemos que quererlo. Dios así lo
quiere.
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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Solo
por el gusto de proclamar El Evangelio.
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