Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Octubre 10 del 2018.
DEL LIBRO
EL DEMONIO AL
ACECHO DEL MESÍAS
50 DE 77
V.2.- TRIPLE
NEGACIÓN DE PEDRO
(Mt
26, 69-75; Mc 14, 66-72; Lc 22, 54-62; Jn 18, 15-18; 25-27)
“. . . Pedro le
iba siguiendo de lejos. Habían encendido
una hoguera en medio del patio y estaban sentados alrededor; Pedro se sentó
entre ellos.
Una criada, al
verle sentado junto a la lumbre, se quedó mirando y dijo: ‘Este también estaba
con él.’ Pero él lo negó: ‘¡Mujer, no le
conozco!’
Poco después le
vio otro y le dijo: ‘Tú también eres uno de ellos.’ Pedro dijo: ‘¡Hombre, no lo soy!’
Pasada como una
hora, otro aseguraba: ‘Cierto que éste también estaba con él, pues además es
galileo.’ Le dijo Pedro: ‘¡Hombre, no sé
de qué hablas!
En aquel mismo
momento, cuando aún estaba hablando, cantó un gallo. El Señor se volvió y miró a Pedro. Recordó Pedro las palabras que le había dicho
el Señor: ‘Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces.’ Y saliendo fuera, rompió a llorar
amargamente.”
Evangelio según San Lucas
‘...No sé ni
entiendo qué dices…’ (Primera)
‘...Pero él lo negaba de nuevo...’ (Segunda)
‘… ¡Yo no
conozco a ese hombre de quien habláis!…’ (Tercera)
Evangelio según San Marcos
‘…No sé qué
dices…’ (Primera) ‘… ¡Yo no conozco a ese hombre…! (Segunda) ‘…Entonces él se puso a echar imprecaciones
y a jurar: ‘¡Yo no conozco a ese hombre!’ (Tercera)
Evangelio según San Mateo
‘...No lo soy…’ (Primera) ‘...No lo soy...’ (Segunda)‘… Pedro volvió a negar, y al instante contó
un gallo…’ (Tercera)
Evangelio según San Juan
Un año antes de este tan doloroso
incidente, hubo un pequeño diálogo entre Simón y Jesucristo; el primero había
dicho: “Tú eres el Cristo, el Hijo de
Dios vivo”, a lo cual el segundo había contestado: “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia”. Los tres Evangelios
Sinópticos lo registran más o menos igual.
San Juan no hace mención alguna.
En
la Liturgia
conocemos ese instante como “Profesión de Fe y Primado de San Pedro”; así,
pues, Simón sabía perfectamente bien quién era Jesús, y éste a su vez, le
‘recompensó’ su liderazgo. Así de firmes
y auténticas eran las relaciones entre el Mesías y el Príncipe de los Apóstoles
a un año de distancia. Entonces, ¿qué
sucedió? Otro acecho del Demonio, y otra caída de uno de sus discípulos; pero
esta vez el asunto tiene tintes de calumnia y de deshonra. El Satán ha golpeado bajo nuevamente, porque
una negación de alguien conocido, es también una traición; por lo tanto, este
es el segundo Apóstol que traiciona a Cristo.
¡Es horrible que lo nieguen a uno!, más
aún si quien lo hace es íntimo de uno mismo.
A mí ya me sucedió ¡y con mi Madre!
Créanmelo, no se lo deseo a ninguno.
Allá por los años finales de mi adolescencia, mi comportamiento era tan
malo y desastroso, que le causaba a mi querida Mamá toda suerte de ofensas y
disgustos. Un día, una tía mía (hermana
suya), preguntó: “¿Qué está pasando con
Toño, tu queridísimo hijo?” (Por supuesto, la pregunta llevaba su carga de
insidia en la forma de decirlo). Mi Mamá
respondió: “Ese no es mi hijo. El niño
que yo crié ha desaparecido; a este muchacho yo no le conozco.”
Yo
estaba en un cuarto de la casa, sin que mi Madre supiera; por eso pude
oírla. Me acuerdo que hasta sentí un
dolor en el pecho que me impedía respirar; lloré tanto, que un día después
todavía me dolían los ojos. Para mí fue
de tal manera devastador el momento, que desde ese día inicié mi recuperación,
para salir de los lazos que me ataban al Demonio; porque andaba. . . realmente
mal.
“El
Señor se volvió y miró a Pedro.” Yo
sé qué se siente con eso: el alma empequeñece; la pena propia y la ajena,
abruman; el dolor interior no se puede describir; a uno le dan ganas de morirse
y desaparecer. Y siempre es porque le
damos oportunidad a Satanás; porque nos distraemos y él no; porque confiamos en
nosotros mismos y él nos vence. Casi
estoy seguro que este es uno de los momentos más aciagos de ambos; de
Jesucristo y de su querido amigo Simón.
Mi Madre pudo haber tenido razón de hacerlo; pero Pedro, ¿qué razón
tenía para negar a su amadísimo Rabboni? Razón, ninguna; simplemente se distrajo, se
confió y el Demonio le usó. Por eso
cayó.
El registro tan desmenuzado de este
acontecimiento por los Cuatro Evangelistas, para mí tiene dos razones
fundamentales: por más seguro que me sienta, así sea el Príncipe de los
Apóstoles, puedo caer en las trampas del Demonio; y, dentro de la defensa de mi
fe, ser capaz de negar a Cristo (o las verdades de su Evangelio), es lo peor
que como cristiano puedo hacer; porque al Señor le ofendo profundamente y como
‘negador’ duele en el alma. Me imagino
lo que pudo haberle ‘vuelto a doler’ a San Pedro este evento (más de treinta
años después en Roma), cuando se lo contó a su querido discípulo Marcos para
que lo escribiera para la posteridad.
Ejemplo invaluable éste.
También esta batalla es tuya, Satanás,
pero tampoco es completa; porque en su llanto amargo Pedro mostró un sincero arrepentimiento
que el Señor aceptó. No ganaste del
todo, al final se consiguió la contrición.
§ § §
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
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