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domingo, 21 de octubre de 2018

2a. ENTREGA DEL MANUAL DE ORACIONES


“Santifícalos con La Verdad.
Tu Palabra es La Verdad.”


Ciudad de México, Octubre 22 del 2018.


“Ora et labora.”
San Benito de Nursia


MANUAL DE ORACIONES
(CONTINUACIÓN)


I.  La Meditación

La Oración es un diálogo personal e íntimo con Dios que ilumina y robustece en el alma y en el corazón la decisión de identificarse con la razón de ser de la propia vida: la voluntad santísima de Dios.  Es una renovación desde Dios que debe abarcar los criterios, los afectos, las motivaciones y las decisiones personales.

Al iniciar la oración, actúa tu Fe en la existencia del Espíritu Santo; recuerda que Él es el “Dulce Huésped del alma” y que sin Él nada sólido ni estable se puede conseguir en la obra de la santificación personal, ni en el apostolado.

En la oración participa con toda tu persona (inteligencia, voluntad, afectos, imaginación, sentimientos, problemas, debilidades, inquietudes, anhelos...) para que esos momentos de contacto personal con Dios sean fecundos para la vida diaria; y te lleven a la renovación permanente de tus criterios, motivaciones y decisiones.

El desarrollo de la oración puede ser discursivo-afectivo.  Esta forma de oración consiste en desentrañar con la inteligencia una idea o un principio fundamental de la vida para profundizarlo y hacerlo personal.  No es un puro ejercicio intelectual; es una reflexión cordial, a la luz de la Fe, sobre el misterio de la propia vida desde Dios.

Esta profundización debe conducir a las mociones de la voluntad por las cuales el alma se une a Dios, le expresa su amor, agradece sus beneficios, pide ayuda, reconoce su condición de creatura pecadora, se entrega confiadamente, hasta culminar con la conversión del corazón, o con la decisión de vivir en adelante, de acuerdo con la Verdad contemplada a la Luz de Dios.

Puede ser también un desarrollo contemplativo: la contemplación de un misterio, o de un hecho de vida del Señor; de la Santísima Virgen o de la Historia de la Salvación (ver las palabras, escuchar las palabras, considerar las acciones) y sus implicaciones para la propia vida, hasta llegar a los afectos y a las mociones de la voluntad propia, que engendren la decisión de la entrega y de la imitación,

Finalmente, puede ser una oración que entrañe los tres elementos: discursivo, efectivo y contemplativo.

La elección de un desarrollo o de otro dependerá de las inspiraciones del Espíritu Santo y de las necesidades del alma, siempre con la guía del director espiritual.

No basta reflexionar o contemplar.  La meditación es ante todo un diálogo atento y amoroso con Dios.  Por ello en necesario aprender a escuchar a Dios en el ‘silencio del alma’ y explayarse con Él en un coloquio lleno de Fe y de Amor, para entrar en contacto personal y santificador con Él.  Es en este momento cuando, bajo la luz y la fuerza del Espíritu Santo, la voluntad propia se conforma con la Voluntad de Dios y surgen las decisiones que deben dirigir la vida.

La oración se inicia con una invocación al Espíritu Santo.

Invocación al Espíritu Santo
  
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y
enciende en ellos el Fuego de tu Amor.
Envía tu Espíritu Creador.  Y renueva la faz de la Tierra.
Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos
con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a sus
inspiraciones para gustar siempre el Bien y gozar
de su consuelo.
Por Cristo nuestro Señor.  Amén.  


Actos preparatorios de Fe, Esperanza y Caridad

Estos actos se hacen en diálogo directo con Dios, de manera breve y espontánea, de ser posible sin recurrir a formas escritas.

Fe:     vas a estar en la presencia de Dios, hablando con Él.  No se trata de ‘crear’ una presencia, porque siempre estamos en presencia de Dios, aunque no nos demos cuenta; se trata más bien, de tomar conciencia de ella.
Esperanza:
consiste en volverte hacia Dios como tu Supremo Bien, tu Salvador;  de quien esperas confiadamente Gracia y ayuda para tu indigencia.
Caridad:
toma conciencia de que Dios, con quien estás tratando, es tu Padre; y tú, su hijo muy amado.  Debes por tanto, dirigirte a Él como un hijo a su padre.

Adora humildemente y con todo el corazón a Dios Padre tu Creador, de quien dependes en todo.
Da gracias por todos los beneficios recibidos y, especialmente, por la posibili-dad que te concede de dialogar con Él.
Pide ayuda a Cristo y a María para hacer provechosamente la meditación.

Desarrollo de la meditación

Es aconsejable que para la meditación te sirvas del Evangelio, de un libro de espiritualidad o de otra clase de escritos y notas personales; en la elección de estos medios, es de gran auxilio el consejo del director espiritual.

Para ayudarte a encontrar reflexiones y aplicaciones acerca del tema de la meditación, puedes hacerte estas preguntas u otras semejantes:

¿Qué me quiere decir el Señor a través de este pasaje evangélico o de estas líneas que he leído?

¿Qué resonancia tiene en mi corazón?

¿Qué consecuencias se siguen para mi vida?
¿Por qué motivos?

¿Cómo me he comportado hasta hoy en este aspecto?

¿Cómo debo comportarme en adelante?

¿Qué dificultades tendré que vencer?

¿Qué medios debo emplear para lograrlo?

Dialoga en torno a lo anterior con el Padre, con Jesucristo, con la Virgen María a fin de suscitar los afectos que muevan a la voluntad a hacer unos propósitos prácticos, que sean fruto de la meditación.

Conclusión

Se termina la meditación dando gracias a Dios por los buenos propósitos hechos y por las luces recibidas en la meditación; también es importante pedir perdón por las distracciones o negligencias que se hayan tenido.

Para hacer un balance sobre la meditación, puedes servirte de las siguientes preguntas o de otras semejantes:

¿Hay algo en mí que no esté de acuerdo con la Voluntad de Dios?
¿Detesto lo que me aparta de ella o soy cómplice consciente?
¿Deseo seguir la Voluntad de Dios en todo momento, por amor a Cristo y a las almas?
¿Me he preparado bien para la meditación? ¿Me he puesto antes en clima de oración?
¿He aprovechado todo el tiempo de la meditación, desde el principio y hasta el final de la misma?
¿Me he entregado a la meditación luchando contra la pereza, las distracciones, el cansancio, la dificultad?
¿Mi meditación ha sido un diálogo con Cristo?
¿Me he mantenido en una postura de humildad delante de Dios?


Hasta aquí la aportación del Manual de Oraciones (2ª. entrega). 
El Lunes próximo entregaremos una más.

Orar sirve, es bueno para nuestra alma y nuestra mente.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,

Antonio Garelli





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