“Santifícalos con
La Verdad.
Tu Palabra es La
Verdad.”
Ciudad de
México, Octubre 22 del 2018.
“Ora et labora.”
San Benito de
Nursia
MANUAL DE ORACIONES
(CONTINUACIÓN)
I. La Meditación
La Oración es un
diálogo personal e íntimo con Dios que ilumina y robustece en el alma y en el
corazón la decisión de identificarse con la razón de ser de la propia vida: la
voluntad santísima de Dios. Es una
renovación desde Dios que debe abarcar los criterios, los afectos, las
motivaciones y las decisiones personales.
Al iniciar la oración,
actúa tu Fe en la existencia del Espíritu Santo; recuerda que Él es el “Dulce
Huésped del alma” y que sin Él nada sólido ni estable se puede conseguir en la
obra de la santificación personal, ni en el apostolado.
En la oración
participa con toda tu persona (inteligencia, voluntad, afectos, imaginación,
sentimientos, problemas, debilidades, inquietudes, anhelos...) para que esos
momentos de contacto personal con Dios sean fecundos para la vida diaria; y te
lleven a la renovación permanente de tus criterios, motivaciones y decisiones.
El desarrollo de la
oración puede ser discursivo-afectivo.
Esta forma de oración consiste en desentrañar con la inteligencia una
idea o un principio fundamental de la vida para profundizarlo y hacerlo
personal. No es un puro ejercicio
intelectual; es una reflexión cordial, a la luz de la Fe, sobre el misterio de
la propia vida desde Dios.
Esta profundización debe conducir a las mociones de la voluntad por las cuales el alma se une a Dios, le expresa su amor, agradece sus beneficios, pide ayuda, reconoce su condición de creatura pecadora, se entrega confiadamente, hasta culminar con la conversión del corazón, o con la decisión de vivir en adelante, de acuerdo con la Verdad contemplada a la Luz de Dios.
Puede ser también un
desarrollo contemplativo: la contemplación de un misterio, o de un hecho de
vida del Señor; de la Santísima Virgen o de la Historia de la Salvación (ver
las palabras, escuchar las palabras, considerar las acciones) y sus
implicaciones para la propia vida, hasta llegar a los afectos y a las mociones
de la voluntad propia, que engendren la decisión de la entrega y de la
imitación,
Finalmente, puede ser
una oración que entrañe los tres elementos: discursivo, efectivo y
contemplativo.
La elección de un
desarrollo o de otro dependerá de las inspiraciones del Espíritu Santo y de las
necesidades del alma, siempre con la guía del director espiritual.
No basta reflexionar o contemplar. La meditación es ante todo un diálogo atento y amoroso con Dios. Por ello en necesario aprender a escuchar a Dios en el ‘silencio del alma’ y explayarse con Él en un coloquio lleno de Fe y de Amor, para entrar en contacto personal y santificador con Él. Es en este momento cuando, bajo la luz y la fuerza del Espíritu Santo, la voluntad propia se conforma con la Voluntad de Dios y surgen las decisiones que deben dirigir la vida.
La oración se inicia
con una invocación al Espíritu Santo.
Invocación al Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones
de tus fieles y
enciende en ellos el
Fuego de tu Amor.
Envía tu Espíritu Creador. Y renueva la faz de la Tierra.
Oh Dios, que has iluminado los corazones
de tus hijos
con la luz del Espíritu
Santo; haznos dóciles a sus
inspiraciones para
gustar siempre el Bien y gozar
de su consuelo.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Actos preparatorios de Fe, Esperanza y Caridad
Estos actos se hacen
en diálogo directo con Dios, de manera breve y espontánea, de ser posible sin
recurrir a formas escritas.
Fe:
vas a estar en la presencia de Dios,
hablando con Él. No se trata de ‘crear’
una presencia, porque siempre estamos en presencia de Dios, aunque no nos demos
cuenta; se trata más bien, de tomar conciencia de ella.
Esperanza:
consiste
en volverte hacia Dios como tu Supremo Bien, tu Salvador; de quien esperas confiadamente Gracia y ayuda
para tu indigencia.
Caridad:
toma
conciencia de que Dios, con quien estás tratando, es tu Padre; y tú, su hijo
muy amado. Debes por tanto, dirigirte a
Él como un hijo a su padre.
Adora humildemente y
con todo el corazón a Dios Padre tu Creador, de quien dependes en todo.
Da gracias por todos
los beneficios recibidos y, especialmente, por la posibili-dad que te concede
de dialogar con Él.
Pide ayuda a Cristo y
a María para hacer provechosamente la meditación.
Desarrollo de la meditación
Es aconsejable que para la
meditación te sirvas del Evangelio, de un libro de espiritualidad o de otra
clase de escritos y notas personales; en la elección de estos medios, es de
gran auxilio el consejo del director espiritual.
Para ayudarte a encontrar
reflexiones y aplicaciones acerca del tema de la meditación, puedes hacerte
estas preguntas u otras semejantes:
¿Qué
me quiere decir el Señor a través de este pasaje evangélico o de estas líneas
que he leído?
¿Qué
resonancia tiene en mi corazón?
¿Qué
consecuencias se siguen para mi vida?
¿Por
qué motivos?
¿Cómo
me he comportado hasta hoy en este aspecto?
¿Cómo
debo comportarme en adelante?
¿Qué
dificultades tendré que vencer?
¿Qué
medios debo emplear para lograrlo?
Dialoga en torno a lo
anterior con el Padre, con Jesucristo, con la Virgen María a fin de suscitar
los afectos que muevan a la voluntad a hacer unos propósitos prácticos, que
sean fruto de la meditación.
Conclusión
Se termina la
meditación dando gracias a Dios por los buenos propósitos hechos y por las
luces recibidas en la meditación; también es importante pedir perdón por las
distracciones o negligencias que se hayan tenido.
Para hacer un balance sobre la
meditación, puedes servirte de las siguientes preguntas o de otras semejantes:
¿Hay algo en mí que no esté de acuerdo
con la Voluntad de Dios?
¿Detesto lo que me aparta de ella o soy
cómplice consciente?
¿Deseo seguir la Voluntad de Dios en
todo momento, por amor a Cristo y a las almas?
¿Me he preparado bien para la
meditación? ¿Me he puesto antes en clima de oración?
¿He aprovechado todo el tiempo de la
meditación, desde el principio y hasta el final de la misma?
¿Me he entregado a la meditación
luchando contra la pereza, las distracciones, el cansancio, la dificultad?
¿Mi meditación ha sido un diálogo con
Cristo?
¿Me he mantenido en una postura de
humildad delante de Dios?
Hasta aquí la
aportación del Manual de Oraciones (2ª. entrega).
El Lunes próximo
entregaremos una más.
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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por el gusto de proclamar El Evangelio.
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