Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Marzo 28 del 2018.
DEL LIBRO
EL DEMONIO AL
ACECHO DEL MESÍAS
22 DE 77
II.12.- CURACIÓN DE UN PARALÍTICO
(Mt
9, 1-7; Mc 2, 1-12; Lc 5, 17-26)
“Entró de nuevo
a Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la
puerta había ya sitio, y el les anunciaba la palabra. Y le vienen a traer a un paralítico llevado
entre cuatro. Al no poder presentárselo
a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde él estaba y, a través
de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el
paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos,
dice al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados.”
Estaban allí
sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: ‘¿Por qué éste habla
así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar los pecados sino solo
Dios?’ Pero, al instante, conociendo
Jesús es su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: “Por qué
pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: ‘Tus
pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate, toma tu camilla y anda?’ Pues para que sepáis que el Hijo del hombre
tiene en la tierra poder de perdonar los pecados -dice al paralítico- : ‘A ti
te digo: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.’” Se levantó y, al
instante, tomando su camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban
asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: ‘Jamás vimos cosa parecida.’”
La predicación de Juan el Bautista que
terminó con su encarcelamiento, era un llamado al arrepentimiento y al perdón
de los pecados; él mismo no los perdonaba, pero su ‘bautismo en agua’ representaba la purificación en que todos debían
estar para recibir el Reino de los Cielos que se acercaba. Juan siempre estuvo consciente de ser
solamente el Precursor del ‘Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo’.
Por ello, cuando Jesús se acerca a ser bautizado por él, le dijo: ‘. . .
Yo soy el que tengo que ir a Ti. .
.’, como evidenciando que ya no se necesitaba un acto representativo, sino una
acción verdaderamente purificadora, al momento de recibirse el perdón de las
faltas de parte de El Salvador. A pesar
de que escribas y fariseos sabían muy bien esto (pues eran los expertos de la Ley y los Profetas), no tan
solo no lo aprovecharon, sino que se pusieron a disposición del Demonio para
que éste continuara con el acecho del Mesías.
Aquí, en Cafarnaúm, el Divino Maestro
da una lección de la absolución de las culpas, asemejándola con un hecho
materialmente imposible de resolver: la curación de un paralítico. Dos mil años después el acontecimiento nos
sigue maravillando (a pesar de los avances que han tenido la medicina y la
ciencia), y es todavía una forma de saber qué le sucede a nuestra alma, cuando
nos encontramos en estado de pecado; cuando rechazamos la Gracia de poder estar
limpios delante de Dios. La Fe , la Esperanza y el Amor
(como Dones de Dios), y la obediencia hacia los mandatos Divinos, son actos
contra los que Satanás no puede hacer nada; son las armas que el Señor nos ha
dado para contrarrestarlo en nuestra vida, para mantenernos alejados de sus
ataques.
A pesar de que Satanás ha agolpado
tanta gente en la puerta de entrada a la casa, para impedir que lleguen al
Divino Maestro, los hombres buscan cómo hacer para accesarlo. Y es precisamente La Fe lo que los mueve para
alcanzar la sanación del paralítico; hasta el mismo Jesús se admira de lo que
hacen para lograr su cometido. “Hijo, tus pecados te son perdonados.”, le
dice al hombre. Y en lugar de que haya
solo alegría y alabanzas para Dios ante tan maravilloso momento del perdón de
los pecados, ahora Satanás acecha por medio de los escribas: ‘¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar los pecados sino solo
Dios?’ ¡Pues, sí, tenían razón, solo
Dios perdona los pecados! Pero lo que los muy ilusos no entendieron, porque el
Demonio invadió sus corazones, fue que delante de ellos tenían precisamente a
Dios hecho hombre.
Me imagino que muchos pensarán: ‘Bueno,
es que aún para nosotros hubiera sido difícil de creer.’ Y yo digo que los que piensan así, son como
los escribas y fariseos del tiempo de Jesús: ni viendo creen. Pero, y después, una vez que vieron el
milagro del Señor, ¿por qué no dieron Gloria a Dios? Ah!, muy simple, porque el Diablo los usó;
porque estaban allí para impedir que todos los presentes creyeran; porque de lo
que se trataba era de desacreditar al Mesías.
¡Puro acecho del Demonio!
Parece mentira que dos mil años
después, todavía haya gente como aquellos escribas que estaban en la casa con
Jesús en Cafarnaúm. Qué triste es pensar
en esto; que angustiante es saber que no usamos nuestra Fe, Don de Dios, para
salvarnos; y que en cambio sí usamos la soberbia, la intriga y la maledicencia
(que son inventos del Diablo), para condenarnos.
§ § §
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
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