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viernes, 3 de noviembre de 2017

Veritelius de Garlla -11- CAPÍTULO II - ROMA AUGUSTA

¡Alabado sea Jesucristo!

Ciudad de México, Noviembre 3 del 2017.

Veritelius de Garlla, Apóstol Gentil
11 de 130



CAPÍTULO SEGUNDO
Honoris, Legis, Iustitia


Roma, Augusta; Urbe del Orbe
Iunius XX
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

Suena la diana del final de la cuarta vigilia, Tadeus está afuera de mi habitación preparado para su máxima responsabilidad: que su Tribunus Legatus esté impecable, listo para resistir todas las críticas de civiles y militares; de políticos y apolíticos; de sacerdotes e infieles. (Por cierto, tiene muchas otras funciones y responsabilidades, pero a él, a Tadeus, la que más le importa es que yo luzca inmejorable). Por todos esas filosas dagas destazadoras, pasa la presencia, la persona y la reputación de un primus pilus, más aún si éste es un Tribunus Legatus; lo que yo diga, lo que haga, como se vean mis reacciones corporales (tan solo con abrir o cerrar los ojos), seré criticado o alabado por todos mis interlocutores.  Ninguno de los que tenga enfrente dejará de emitir su propio comentario; todos se sienten dignos y con derecho de hablar respecto de mis decisiones u opiniones; y más aún respecto de mis acciones, aunque nada haga.

Yo no soy un hombre público de la política, soy un militar del más alto rango que existe en el Ejército Imperial; solo habemos tres Tribunus Legatus: uno en Cartago que es responsable de toda Gaetulia y África, desde Egipto hasta Mauretania Tingitania; uno en Asia Menor que abarca desde Illirucum y Dacia hasta Arabia; y yo, a quien corresponden todas las responsabilidades militares  desde Germania hasta Sicilia; y desde Britannia hasta Hispania, incluyendo todo el Mare Nostrum. Superior a esos tres, solo Tiberius Iulius Cæsar, Divinus Imperator Romanus. Pero aún con ello, el Senado, o el populus arengado, o los traidores, nos pueden quitar el título, el honor y el poder, ganado con méritos propios, de ser Tribunus Legatus

He venido a Roma porque me ha llamado mi Superioras Ordinis, el César; pero éste, lo ha hecho a través del Senado.  Esto significa de inmediato que el asunto puede ser militar, porque yo lo puedo atender; o político, pero relacionado con Jefes de la Milicia.  También deduzco que, tratándose de mí, el problema puede ser en África o en Asia Menor; siendo yo tomado como Iustus Iudex, o simplemente como un imparcial.  Así, pues, antes de ver y oír al Emperador, tengo que tomarle parte al Senado; así debe ser la forma, para llegar al fondo.  Esto también me deja claro que los senadores están muy preocupados con el acontecimiento, sea cual fuere, pues han aceptado mi intervención en el asunto que ya es del conocimiento de Tiberio César y de ellos.  Lo que me parece muy raro es que los Sacerdotes no se vean por ningún lugar en este embrollo.  En todo esto estoy pensando, cuando el terrible saludo de Tadeus me vuelve a la realidad:
        ¡Ave César, Tribunus Legatus!
        ¡Ave César, Tadeus!
        Ha llegado una epistula desde Florentia, señor, y requiere respuesta.
        Florentia, ¡claro!, los emissarii Ícaro y Galo; son noticias del Fariseo Misael de Cafarnaúm; tráelo pronto, Tadeus.
        ¡A la orden Tribunus Legatus!
La nota fue entregada en el Cuartel de Florentia y ha sido enviada por mensajero de galope, esto es, mil trescientos estadios diarios; Florentia está a mil cuatrocientos estadios de aquí, eso significa que el hombre ha hecho la mitad del tiempo que nosotros hicimos en la misma distancia.  ¡Excelente!  La nota dice:

¡URGENS!

Florentia, Umbria, Iunius XIX, del
 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
           
            Tribunus Legatus Veritelius de Garlla:
                       
            Informamos desde esta plaza de Florentia que el Fariseo Misael de         Cafarnaúm viaja mañana (Augus XX) a Ariminum, desde donde         embarcará      hacia Athenæ. Embarcamos también emissarii sin equinos.  Favor de indicarnos           nuestro proceder y orden futura.

¡Ave César!
Ícaro y Galo, Emissarii


Respondo de inmediato la misiva para retroalimentación de información entre los emissarii y yo; que ellos sepan que yo sé, es lo que da seguridad a la información y a los hombres que la envían:
Roma, Augusta; Urbe del Orbe, Iunius XX, del
 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
           
            Emissarii Ícaro y Galo:
                       
            Información recibida.  Proceder correcto.  En siguiente informe   proporcionar nombres de gente contactada y costumbres del Fariseo      Misael de Cafarnaúm.  Reportar itinerario original de mar y tierra y      variaciones si las hay.  Reporten de inmediato su arribo a cada cuartel   militar con instrucción de avisarme en el mismo día.
           
                                                                                  ¡Ave César!
                                                           Tribunus Legatus Veritelius de Garlla

Cuando uno está en ‘comisión’, lo más importante es la información que pueda proporcionar a sus superiores; y lo más importante de la información, es que sea oportuna y veraz.  Los archivos de las ‘mandatum’ en el Ejército Imperial, son la base para la toma de decisiones de futuras acciones; ya sea que se trate de nuevas incursiones, reforzar tropas, asegurar defensas, ‘et cetéra’, etc. El archivo o ‘tabularium’ que hoy se inicia, nadie sabe cuánto crecerá, ni cuánto durará.
        ¡Tadeus, entrega mi respuesta al tabellarius para entrega urgente!
        ¡A la orden Tribunus Legatus!
En esta finca se turna cada mes, una escuadra de doce Legionarios que tengan posibilidad de ascenso a Centurión, Cohors o Magíster; la biblioteca que posee la Villa Veritas, está a disposición del militar de alto rango que desee utilizarla en beneficio del entrenamiento de esos hombres; por supuesto, el ‘bibliothecae praefectus’, Domiciano Alves, quien es un General Legionario retirado, lleva un meticuloso control de cuanto sucede en este lugar en mi ausencia, y aún en mi presencia, pues los documentos aquí guardados son oro puro para el Ejército Imperial Romano.  Es un mes completo en el que estudian, comen y duermen en los apartamentos de Centurios de la Villa y que transcurre entre prácticas de tácticas militares, tomando como base los registros escritos de las grandes batallas de los Insignes Generales del Ejército Imperial y los modelos de campos de batalla a escala que han sido reproducidos para su análisis.  Una verdadera escuela militar para oficiales de alto rango.  Él, Domiciano, es en Villa Veritas el oficial de más alto rango y es quien me reporta las novedades de tropa, así como los acontecimientos políticos más sobresalientes.

La primera noticia que me ha dado es que Tiberio César no se encuentra en Roma; tampoco se sabe dónde está.  La segunda es respecto de mi comisión especial: se ha formado un círculo muy selecto de cinco Senadores, que son los que me atenderán.  La tercera es verdaderamente extraña: han venido a Roma un grupo de judíos romanos que estuvieron en Hierosolyma, en el Templo mismo para las fiestas religiosas de su pueblo, y han solicitado al César y a los Senadores su intervención para aclarar el asesinato de un tal Iesus Nazarenus, que ha permitido el Gobernador de Iudae.  Éstos han llegado hasta la Urbe, con el apoyo económico y con misivas firmadas de personajes importantes de muchas regiones y provincias del Imperio.  Piden que se haga justicia, al amparo de la Lex Romana.  La reunión con los senadores, encabezados por el Senador Flavio Nalterrum, está prevista para el mediodía.

Me dirijo a la plaza de la caballeriza y la armería de la Villa, en donde pasaré revista a todos los hombres que haya aquí.  En total, son: un General Legionario de Instrucción; doce Cohors que tendrán ascenso a Magíster; los doce hombres de mi escuadra; seis Legionarios permanentes de vigilancia y Tadeus, mi asistente.  Treinta y dos personas de alto nivel de calificación de la militia, perfectamente uniformados con las armas y arreos que competen a sus cargos; todos lucen maravillosamente, amén del honor de poder presentarse ante la máxima autoridad militar del lugar para revisión. Después de los honores, platico con ellos brevemente; les pregunto, según su rango, sobre los sucesos de sus asignaciones, a lo que todos contestan gustosos lo pormenores más sobresalientes de acuerdo a sus propias percepciones.  Por supuesto, los más emocionados son los Jefes de Cohorte, que están en entrenamiento para recibir dignamente su ascenso a Magíster Legionario; están a punto de pasar de una actividad exclusiva de milicia, a una de ‘vida pública’, en la que pueden ser abiertamente criticados por sus acciones.  En pocas palabras, perderán su intimidad; todo cuanto hagan podrá ser expuesto a conocimiento del populus.

A mí, solo me acompañarán Tadeus, mi asistente, y cuatro Centurios, todos vestidos de Guardias Pretorianos, pues en Roma solo ellos están autorizados para vestir uniformados y portar armas; los demás quedarán en Villa Veritas en atención de orden, lo cual significa que todos seguiremos en ‘mandatum’; podremos partir de inmediato hacia cualquier lugar. Antes de salir hacia el Archivo y la Biblioteca del Senado, en donde me veré con Aurelio Sueto, a quien encargué por medio de una nota de correo que localizara todo lo relacionado a los Macabeos Judíos, hago la misma solicitud a Domiciano Alves, para que encuentre el registro de cualquier tipo de acontecimiento bélico entre el Imperio y esta gente.  Siempre lo he dicho y ahora lo repito: ‘la información, es la base de todo en la vida’.  Yo no sé qué me depare el destino, pero los hilos de los cabos se están empezando a unir.

Salimos de Villa Veritas y cabalgamos hacia el Meridionalis dejando el Campus Martius entre las faldas de las colinas Quirinal, Viminal y Capitolina; ello nos conduce ante esa magnificencia arquitectónica con sus templos, edificios, arcos, plazas y columnas en mármol blanco, esculpido hasta la perfección, que son el Forum Imperialis y el Forum  Romanum.  Al centro de estas estupendas edificaciones, está el Templum Veneris Genitricis, la obra máxima de Julio César, frente al cual Augusto César erigió uno más espectacular aún, el Templum Martis.  Nosotros vamos hasta el edificio del fondo, justo antes de la gran vista que deja el Circo Capitolino, en el fin del Monte Palatino y el principio del Monte Aventino, la “Tabularium”, donde se guardan los registros centenarios de Roma; aquí haré la misma solicitud, solo que de este lugar los documentos no pueden salir, solo pueden ser consultados ‘in situ’, o bien, contratar a un ‘copista’ autorizado para que copie las ‘tabulas’ que uno necesita; y eso, a veces, lleva mucho tiempo.  Sin embargo, el procedimiento tiene que ser seguido de esa manera, más aún si uno requiere de los escritos para ser consultados con frecuencia.  De cualquier forma esto sirve, pues nuestra biblioteca en Villa Veritas aumenta su acervo, no con asuntos de milicia, sino con documentos civiles; este trabajo, una vez terminado, será entregado en la Villa.

Nuestra siguiente parada es la Senatus Bibliothecae, ese recinto construido hace casi cien años, en pleno apogeo de la República; los Senadores lo mantienen impecable y funcionando.  Me da la impresión de que en esta construcción, permanecen ocultos sus sueños de devolver algún día el control del Gran Imperio Romano a los políticos, estos que nada hacen por el engrandecimiento de los territorios controlados, pero que quieren influirlos con sus ideas, preceptos y leyes.  ¿Qué guardarán para nosotros las historias de los Macabeos?
        ¡Ave Tiberio Julio César!, saludo cuando me presento en el gran salón principal que tiene el edificio.
        ¡Ave César!, responden de inmediato, cuadrándose al saludo los guardias pretorianos que custodian la entrada.
        Tribunus Legatus Veritelius de Garlla, busco al Tribuno Aurelio Sueto; antes de que los hombres puedan hacer el intento de algo, aparece en su impecable toga blanca el Tribuno, caminando presuroso hacia mí.
        ¡Honorabilísimo Tribunus Legatus!, dice el hombre; ¡Qué inmenso placer me causa el verle!  Hacía más de dos años que no tenía la oportunidad de saludarle; pase por favor, tengo sus encargos a la mano. Me ha hecho trabajar mucho, pero finalmente he logrado reunirle algunas ‘tabulas’ escritas en Latín Antiguo, que bien sé que para usted eso no es ninguna desventaja, de más de doscientos años.  Los hechos más recientes con estos bárbaros de Palestina, datan de nuestro queridísimo Cayo Julio César antes de su artero asesinato. (Todo eso dice el hombre caminando hacia su lugar de trabajo, en donde están los documentos que me facilitará). La Provincia de Judea ¿Qué no podríamos olvidarnos de esas tierras inservibles que solo causan problemas, Tribunus Legatus? Parece ser que ahora hasta Usted, tan reconocida autoridad militar entrará al escenario de este pedregal de problemas. . . y sigue hablando el hombre, como si estuviera solo.
        Tribuno Aurelio Sueto, le interrumpo al fin, nadie ha dicho que yo me vaya  a involucrar en un asunto relacionado con los Macabeos, solo le he pedido la información para asegurarme de saber lo que necesito. . .
        Sí Generalísimo de Generales, me interrumpe cuando todavía estoy hablando, ya lo sé: “Información, la base de todo en la vida”.  Cómo me acuerdo de esas palabras a cada instante; Usted me las decía en las campañas en Germania cuando yo era su ‘Chronographus’ regular. “El fiel registro de los acontecimientos de hoy, será la base para las sabias decisiones del mañana”; no se me olvidan sus sapientísimas frases Tribunus Legatus, ninguna de ellas.  Cuando tenga tiempo suficiente, voy a escribirlas todas juntas, con el significado valiosísimo que ellas tienen.  No sabe usted cuán agradecido vivo a los dioses por los días (años, creo), que tuve el honor de acompañarle en sus batallas; “¡La Gloria de Roma se está conformando!” Le gritaba usted a las tropas en combate; ¡Cómo olvidarlo Tribunus Legatus!  Hay miles de documentos en estos archivos, escritos por mí, cierto, pero de palabras suyas.  Y estoy muy orgulloso de ello, por que hoy son: ‘registro del pasado, actualidad de nuestros días y base del futuro’.  Si alguien sabe que los Hechos han de registrarse, es el Tribunus Legatus Veritelius de Garlla, ¡He dicho!  Finalmente concluye el emocionado cronista.
        ¡Vaya!, pensé que nunca se iba usted a callar; le digo sonriendo al hombre, quien de inmediato responde:
        Mire, Tribunus Legatus, si hoy hablo mucho es solo en venganza de todos los años que Usted me mantuvo callado, solo escribiendo.  Las carcajadas brotan espontáneamente.

† † †


Orar sirve, oremos por nuestros Pueblos.

De todos ustedes afectísimo en Cristo

Antonio Garelli




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De Milagros y Diosidencias.  Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.

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