¡Alabado sea Jesucristo!
Ciudad de
México, Noviembre 3 del 2017.
Veritelius
de Garlla, Apóstol Gentil
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CAPÍTULO SEGUNDO
Honoris, Legis, Iustitia
Roma, Augusta;
Urbe del Orbe
Iunius XX
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
Suena
la diana del final de la cuarta vigilia, Tadeus está afuera de mi habitación
preparado para su máxima responsabilidad: que su Tribunus Legatus esté impecable, listo para resistir todas las
críticas de civiles y militares; de políticos y apolíticos; de sacerdotes e
infieles. (Por cierto, tiene muchas otras funciones y responsabilidades, pero a
él, a Tadeus, la que más le importa es que yo luzca inmejorable). Por todos
esas filosas dagas destazadoras, pasa la presencia, la persona y la reputación
de un primus pilus, más aún si éste
es un Tribunus Legatus; lo que yo diga,
lo que haga, como se vean mis reacciones corporales (tan solo con abrir o
cerrar los ojos), seré criticado o alabado por todos mis interlocutores. Ninguno de los que tenga enfrente dejará de
emitir su propio comentario; todos se sienten dignos y con derecho de hablar
respecto de mis decisiones u opiniones; y más aún respecto de mis acciones, aunque
nada haga.
Yo
no soy un hombre público de la política, soy un militar del más alto rango que
existe en el Ejército Imperial; solo habemos tres Tribunus Legatus: uno en Cartago que es responsable de toda Gaetulia
y África, desde Egipto hasta Mauretania Tingitania; uno en Asia Menor que
abarca desde Illirucum y Dacia hasta Arabia; y yo, a quien corresponden todas
las responsabilidades militares desde
Germania hasta Sicilia; y desde Britannia hasta Hispania, incluyendo todo el Mare
Nostrum. Superior a esos tres, solo Tiberius
Iulius Cæsar, Divinus Imperator Romanus. Pero aún con ello, el
Senado, o el populus arengado, o los traidores, nos pueden quitar el título, el
honor y el poder, ganado con méritos propios, de ser Tribunus Legatus.
He
venido a Roma porque me ha llamado mi Superioras
Ordinis, el César; pero éste, lo ha hecho a través del Senado. Esto significa de inmediato que el asunto
puede ser militar, porque yo lo puedo atender; o político, pero relacionado con
Jefes de la Milicia. También deduzco
que, tratándose de mí, el problema puede ser en África o en Asia Menor; siendo
yo tomado como Iustus Iudex, o simplemente como un imparcial. Así, pues, antes de ver y oír al Emperador,
tengo que tomarle parte al Senado; así debe ser la forma, para llegar al
fondo. Esto también me deja claro que
los senadores están muy preocupados con el acontecimiento, sea cual fuere, pues
han aceptado mi intervención en el asunto que ya es del conocimiento de Tiberio
César y de ellos. Lo que me parece muy
raro es que los Sacerdotes no se vean por ningún lugar en este embrollo. En todo esto estoy pensando, cuando el
terrible saludo de Tadeus me vuelve a la realidad:
–
¡Ave César, Tribunus
Legatus!
–
¡Ave César,
Tadeus!
–
Ha llegado una
epistula desde Florentia, señor, y requiere respuesta.
–
Florentia,
¡claro!, los emissarii Ícaro y Galo; son noticias del Fariseo Misael de
Cafarnaúm; tráelo pronto, Tadeus.
–
¡A la orden
Tribunus Legatus!
La
nota fue entregada en el Cuartel de Florentia y ha sido enviada por mensajero
de galope, esto es, mil trescientos estadios diarios; Florentia está a mil
cuatrocientos estadios de aquí, eso significa que el hombre ha hecho la mitad
del tiempo que nosotros hicimos en la misma distancia. ¡Excelente!
La nota dice:
¡URGENS!
Florentia, Umbria, Iunius XIX,
del
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
Tribunus
Legatus Veritelius de Garlla:
Informamos
desde esta plaza de Florentia que el Fariseo Misael de Cafarnaúm viaja mañana (Augus XX) a Ariminum, desde donde embarcará hacia Athenæ. Embarcamos también emissarii sin
equinos. Favor de indicarnos nuestro proceder y orden futura.
¡Ave César!
Ícaro y Galo, Emissarii
Respondo
de inmediato la misiva para retroalimentación de información entre los emissarii y yo; que ellos sepan que yo
sé, es lo que da seguridad a la información y a los hombres que la envían:
Roma, Augusta; Urbe del Orbe, Iunius XX, del
Año XX del
Reinado de Tiberio Julio César
Emissarii
Ícaro y Galo:
Información
recibida. Proceder correcto. En siguiente informe proporcionar nombres de gente contactada y costumbres del Fariseo Misael de Cafarnaúm. Reportar itinerario original de mar y tierra
y variaciones si las hay. Reporten de inmediato su arribo a cada
cuartel militar con instrucción de
avisarme en el mismo día.
¡Ave
César!
Tribunus
Legatus Veritelius de Garlla
Cuando
uno está en ‘comisión’, lo más importante es la información que pueda
proporcionar a sus superiores; y lo más importante de la información, es que
sea oportuna y veraz. Los archivos de
las ‘mandatum’ en el Ejército
Imperial, son la base para la toma de decisiones de futuras acciones; ya sea
que se trate de nuevas incursiones, reforzar tropas, asegurar defensas, ‘et cetéra’, etc. El archivo o ‘tabularium’ que hoy se inicia, nadie
sabe cuánto crecerá, ni cuánto durará.
–
¡Tadeus, entrega
mi respuesta al tabellarius para entrega urgente!
–
¡A la orden
Tribunus Legatus!
En
esta finca se turna cada mes, una escuadra de doce Legionarios que tengan posibilidad
de ascenso a Centurión, Cohors o Magíster;
la biblioteca que posee la Villa Veritas, está a disposición del militar de
alto rango que desee utilizarla en beneficio del entrenamiento de esos hombres;
por supuesto, el ‘bibliothecae praefectus’,
Domiciano Alves, quien es un General Legionario retirado, lleva un meticuloso
control de cuanto sucede en este lugar en mi ausencia, y aún en mi presencia, pues
los documentos aquí guardados son oro puro para el Ejército Imperial
Romano. Es un mes completo en el que
estudian, comen y duermen en los apartamentos de Centurios de la Villa y que
transcurre entre prácticas de tácticas militares, tomando como base los
registros escritos de las grandes batallas de los Insignes Generales del
Ejército Imperial y los modelos de campos de batalla a escala que han sido
reproducidos para su análisis. Una
verdadera escuela militar para oficiales de alto rango. Él, Domiciano, es en Villa Veritas el oficial
de más alto rango y es quien me reporta las novedades de tropa, así como los
acontecimientos políticos más sobresalientes.
La
primera noticia que me ha dado es que Tiberio César no se encuentra en Roma;
tampoco se sabe dónde está. La segunda
es respecto de mi comisión especial: se ha formado un círculo muy selecto de
cinco Senadores, que son los que me atenderán. La tercera es verdaderamente extraña: han
venido a Roma un grupo de judíos romanos que estuvieron en Hierosolyma, en el Templo mismo para las fiestas religiosas de su
pueblo, y han solicitado al César y a los Senadores su intervención para
aclarar el asesinato de un tal Iesus
Nazarenus, que ha permitido el Gobernador de Iudae. Éstos han llegado
hasta la Urbe, con el apoyo económico y con misivas firmadas de personajes
importantes de muchas regiones y provincias del Imperio. Piden que se haga justicia, al amparo de la Lex Romana. La reunión con los senadores, encabezados por
el Senador Flavio Nalterrum, está prevista para el mediodía.
Me
dirijo a la plaza de la caballeriza y la armería de la Villa, en donde pasaré
revista a todos los hombres que haya aquí.
En total, son: un General Legionario de Instrucción; doce Cohors que
tendrán ascenso a Magíster; los doce
hombres de mi escuadra; seis Legionarios permanentes de vigilancia y Tadeus, mi
asistente. Treinta y dos personas de
alto nivel de calificación de la militia,
perfectamente uniformados con las armas y arreos que competen a sus cargos;
todos lucen maravillosamente, amén del honor de poder presentarse ante la
máxima autoridad militar del lugar para revisión. Después de los honores, platico con ellos brevemente; les pregunto,
según su rango, sobre los sucesos de sus asignaciones, a lo que todos contestan
gustosos lo pormenores más sobresalientes de acuerdo a sus propias percepciones. Por supuesto, los más emocionados son los
Jefes de Cohorte, que están en entrenamiento para recibir dignamente su ascenso
a Magíster Legionario; están a punto
de pasar de una actividad exclusiva de milicia, a una de ‘vida pública’, en la
que pueden ser abiertamente criticados por sus acciones. En pocas palabras, perderán su intimidad; todo
cuanto hagan podrá ser expuesto a conocimiento del populus.
A
mí, solo me acompañarán Tadeus, mi asistente, y cuatro Centurios, todos
vestidos de Guardias Pretorianos, pues en Roma solo ellos están autorizados
para vestir uniformados y portar armas; los demás quedarán en Villa Veritas en
atención de orden, lo cual significa que todos seguiremos en ‘mandatum’; podremos partir de inmediato
hacia cualquier lugar. Antes de salir hacia el Archivo y la Biblioteca del
Senado, en donde me veré con Aurelio Sueto, a quien encargué por medio de una
nota de correo que localizara todo lo relacionado a los Macabeos Judíos, hago
la misma solicitud a Domiciano Alves, para que encuentre el registro de
cualquier tipo de acontecimiento bélico entre el Imperio y esta gente. Siempre lo he dicho y ahora lo repito: ‘la información, es la base de todo en la
vida’. Yo no sé qué me depare el
destino, pero los hilos de los cabos se están empezando a unir.
Salimos
de Villa Veritas y cabalgamos hacia el Meridionalis dejando el Campus Martius entre las faldas de las
colinas Quirinal, Viminal y Capitolina; ello nos conduce ante esa magnificencia
arquitectónica con sus templos, edificios, arcos, plazas y columnas en mármol
blanco, esculpido hasta la perfección, que son el Forum Imperialis y el
Forum Romanum. Al centro de estas estupendas edificaciones,
está el Templum Veneris Genitricis,
la obra máxima de Julio César, frente al cual Augusto César erigió uno más
espectacular aún, el Templum Martis. Nosotros vamos hasta el edificio del
fondo, justo antes de la gran vista que deja el Circo Capitolino, en el fin del
Monte Palatino y el principio del Monte Aventino, la “Tabularium”, donde se guardan los registros centenarios de Roma;
aquí haré la misma solicitud, solo que de este lugar los documentos no pueden
salir, solo pueden ser consultados ‘in
situ’, o bien, contratar a un ‘copista’ autorizado para que copie las ‘tabulas’ que uno necesita; y eso, a
veces, lleva mucho tiempo. Sin embargo,
el procedimiento tiene que ser seguido de esa manera, más aún si uno requiere
de los escritos para ser consultados con frecuencia. De cualquier forma esto sirve, pues nuestra
biblioteca en Villa Veritas aumenta su acervo, no con asuntos de milicia, sino
con documentos civiles; este trabajo, una vez terminado, será entregado en la
Villa.
Nuestra
siguiente parada es la Senatus
Bibliothecae, ese recinto construido hace casi cien años, en pleno apogeo
de la República; los Senadores lo mantienen impecable y funcionando. Me da la impresión de que en esta construcción,
permanecen ocultos sus sueños de devolver algún día el control del Gran Imperio
Romano a los políticos, estos que nada hacen por el engrandecimiento de los
territorios controlados, pero que quieren influirlos con sus ideas, preceptos y
leyes. ¿Qué guardarán para nosotros las
historias de los Macabeos?
–
¡Ave Tiberio
Julio César!,
saludo cuando me presento en el gran salón principal que tiene el edificio.
–
¡Ave César!, responden de
inmediato, cuadrándose al saludo los guardias pretorianos que custodian la
entrada.
–
Tribunus Legatus
Veritelius de Garlla, busco al Tribuno Aurelio Sueto; antes de que
los hombres puedan hacer el intento de algo, aparece en su impecable toga
blanca el Tribuno, caminando presuroso hacia mí.
–
¡Honorabilísimo
Tribunus Legatus!, dice
el hombre; ¡Qué inmenso placer me causa
el verle! Hacía más de dos años que no
tenía la oportunidad de saludarle; pase por favor, tengo sus encargos a la
mano. Me ha hecho trabajar mucho, pero finalmente he logrado reunirle algunas ‘tabulas’
escritas en Latín Antiguo, que bien sé
que para usted eso no es ninguna desventaja, de más de doscientos años. Los hechos más recientes con estos bárbaros
de Palestina, datan de nuestro queridísimo Cayo Julio César antes de su artero
asesinato. (Todo eso dice el hombre caminando hacia su lugar de trabajo, en
donde están los documentos que me facilitará). La Provincia de Judea ¿Qué no
podríamos olvidarnos de esas tierras inservibles que solo causan problemas,
Tribunus Legatus? Parece ser que ahora hasta Usted, tan reconocida autoridad
militar entrará al escenario de este pedregal de problemas. . . y sigue
hablando el hombre, como si estuviera solo.
–
Tribuno Aurelio
Sueto, le
interrumpo al fin, nadie ha dicho que yo
me vaya a involucrar en un asunto
relacionado con los Macabeos, solo le he pedido la información para asegurarme
de saber lo que necesito. . .
–
Sí Generalísimo
de Generales, me
interrumpe cuando todavía estoy hablando,
ya lo sé: “Información, la base de todo en la vida”. Cómo me acuerdo de esas
palabras a cada instante; Usted me las decía en las campañas en Germania cuando
yo era su ‘Chronographus’ regular. “El fiel registro de los acontecimientos
de hoy, será la base para las sabias decisiones del mañana”; no se me olvidan sus sapientísimas frases Tribunus Legatus, ninguna
de ellas. Cuando tenga tiempo
suficiente, voy a escribirlas todas juntas, con el significado valiosísimo que
ellas tienen. No sabe usted cuán
agradecido vivo a los dioses por los días (años, creo), que tuve el honor de
acompañarle en sus batallas; “¡La Gloria de Roma se está conformando!” Le gritaba usted a las tropas en combate;
¡Cómo olvidarlo Tribunus Legatus! Hay
miles de documentos en estos archivos, escritos por mí, cierto, pero de
palabras suyas. Y estoy muy orgulloso de
ello, por que hoy son: ‘registro del pasado, actualidad de nuestros días y base
del futuro’. Si alguien sabe que los
Hechos han de registrarse, es el Tribunus Legatus Veritelius de Garlla, ¡He
dicho! Finalmente concluye el
emocionado cronista.
–
¡Vaya!, pensé
que nunca se iba usted a callar; le digo sonriendo al hombre, quien de
inmediato responde:
–
Mire, Tribunus
Legatus, si hoy hablo mucho es solo en venganza de todos los años que Usted me
mantuvo callado, solo escribiendo. Las carcajadas brotan espontáneamente.
† †
†
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
También me puedes seguir en:
De Milagros y
Diosidencias. Solo por el gusto de
proclamar El Evangelio.
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