¡Alabado sea Jesucristo!
Ciudad de
México, Agosto 25 del 2017
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Veritelius de Garlla, Apóstol Gentil
INTRODUCCIÓN
A
todos los seres humanos nos gusta la Historia; es una falacia decir que es un
asunto que no nos llama la atención.
Además de importantísimo (pues de su conocimiento y dominio depende
evitar los errores ya cometidos; y por lo tanto mejorar en nuestro hacer), el
estudio de la Historia tiene múltiples facetas: en las estadísticas, fechas y
cantidades, está su parte matemática; en el registro de frases, oraciones y
proverbios, está su parte filosófica; y en el detalle de lugares, personas y
costumbres, se tiene la parte sociológica.
Esta pequeña división, solo la hago para sustentar el hecho de que, de
una u otra forma, a todos nos gusta la Historia y hasta nos ocupamos por
aprenderla, registrarla o vivirla.
No
puedo imaginarme a un médico capaz, sin que le guste la Historia Médica; su
dominio es esencial para su labor.
Igualmente, qué sería de un ingeniero o un arquitecto sin conocer la
Historia de la Construcción; su conocimiento sería, real y llanamente, muy
limitado. Igual podría yo decir de la
economía, la contaduría, la jurisprudencia, la química, la física, etc., etc.
Pues
para los que nos deleitamos con la Historia Sagrada, ese exclusivo registro y
conocimiento de asuntos bíblicos y teológicos; relacionar acontecimientos,
fechas y personajes citados en La Santa Biblia, con los que La Historia
Universal nos puede dar, es un asunto fascinante, amén de meticuloso. Solo que a veces, no tenemos ni el tiempo, ni
los libros, ni las posibilidades de confrontar los hechos de unos y otros, para
encontrar la verdad; o al menos, la opinión que ‘más nos complazca’ o se
acerque más a ella. Suele ocurrir en
algunas ocasiones, que uno hace inversiones muy importantes en la adquisición
de enciclopedias, libros y revistas, con tal de tener ‘un aceptable punto de
referencia’ respecto de lo que queremos saber sobre el tema.
Especialmente
la Historia del Nuevo Testamento, ocurrida ésta en el Imperio Romano (quizá el
mejor documentado de todos los que existieron hasta el Siglo XX), encierra una
gran cantidad de incógnitas, contradicciones y ausencia de datos, aún tomando
como buenos los existentes en La Historia Universal, La Historia Sagrada y El
Magisterio y Tradición de la Iglesia Católica.
Todas éstas han sido mis fuentes, y sin embargo, he tenido que ‘suponer’
muchos de los hechos que debieron haber sucedido, pero que en ninguna parte
están dichos.
Veritelius de
Garlla,
el personaje central de esta novela, es ciertamente ficticio, pero no tengo ni
la menor duda de que haya existido un hombre así. Si bien todo lo que hace en la redacción es
producto de mi imaginación, las acciones que realiza están basadas en las
costumbres de los altos jerarcas del Romanorum
Imperialis Exercitum del I y II Siglos de nuestra era. Así pues, esta es la ‘historia’ del hombre
que, por órdenes de Tiberius Iulius Cæsar, en algo que ellos llamaron el “Christus Mandatus”, se dio a la tarea de
recopilar los Sagrados Escritos de Apóstoles y Discípulos ‘para beneficio de
las generaciones por venir, para la posteridad’.
Dado
que mi intención ha sido más pedagógica que de aventura, he cuidado mucho un
estricto apego a la verdad, cuando ello ha sido posible; evitando narrar hechos
o acontecimientos que llamen a la discordia o a la discusión, que, en cualquier
caso, resultarían fútiles. Sinceramente,
espero que las más de mil horas que he empleado para integrar este documento,
histórico –narrativo– y de consulta, puedan aportar algo de conocimiento
(además de los latinismos usados), a
los lectores interesados en los sucesos del tiempo transcurrido entre los años XXXIII y LXXIII Anno Domini; las cuatro
décadas que cubre el inesperado “Christus
Mandatus”.
Antonio Garelli
En la Ciudad de
México
Januarius XVII del MMVI Anno Domini
Solemnidad de
San Antonio Abad
CAPÍTULO PRIMERO
Prosperítas, Felicítas
Mediolanum,
Transpadana, Italia
Iunius XIII
Año XX del
Reinado de Tiberio Julio César
VILLA GARLLA
Estoy
en plena celebración de mi LIV
cumpleaños y ha llegado a mi villa palaciega un mensajero del tabellarius (correo) de caballería del
César, con una nota urgente que dice:
Tribunus
Legatus Veritelius de Garlla:
Urge
su presencia en Roma. Comisión especial
del Emperador
le ha
sido asignada para su personalísima atención inmediata.
Flavio
Nalterrum
Senator
Roma,
Iunius XI del Año XX
Del
Reinado de Tiberio Julio César
Me parece muy
extraño. Tiberio Julio César ya no vive
en Roma desde hace muchos años; ahora está en la Patricia Capreæ (Capri), alejado del mundanal bullicio de la Roma Imperial y
de los problemas de gobierno; que atienden gustosamente (para su enriquecimiento
personal), los Senadores Romanos. Sin
embargo, cuando uno recibe una misiva con esas características, ha de atenderla
de inmediato sin importar lo que se esté haciendo; las aclaraciones en estos
casos, deben ser historia, nunca indecisiones pasivas.
Hay tantos
problemas en la Urbe y en las Provincias y tan pocos hombres en quien confiar,
que se ha de echar mano hasta de los generales retirados; esos que gozan el
producto de sus esfuerzos juveniles en batallas, viviendo la Pax Romana en plenitud: una gran villa
rodeada de vastos terrenos de cultivo, esclavos y sirvientes pagados por cuenta
del estado, una centuria de legionarios para defensa personal vitalicia y las
ganancias de jugosos negocios con el Senado.
Pero con una responsabilidad primordial: atender las demandas y deseos
del Imperator en turno, sin importar
su nombre, su familia o sus desastres como gobernante.
Me
pregunto de qué se tratará el asunto: ¿la enésima sublevación en la Galia?; o
pudiera ser: ¿otro conflicto de intereses en Hispania?; quizás mejor ¿corrupción entre los de Cartago y
Siracusa?; o aquélla madeja de problemas que es Judea, tan pequeña y tan
conflictiva; allá en Palestina. Por
cierto, hace treinta días ha llegado a Roma la noticia de la barbarie cometida
en Jerusalén (una ciudad del Oriente, a cincuenta jornadas de camino por mar y
tierra desde esa Imperial Urbe), con un hombre llamado Iesus Nazarenus y dos salteadores más. Fueron crucificados. Hacía mucho tiempo que no oía de una
ejecución como esta.
La
noticia no ha tenido que ser traída por esos osados navegantes de las liburnas, que surcan el Mare Mágnum con sus embarcaciones a vela
a más velocidad que cualquiera otra que exista.
Sé que algunos de ellos han traído noticias a Roma desde Alejandría en
tan solo ocho días; pero ésta está fechada el XXVI de Martis del año VII de la Procura
de Poncio Pilatus en Judea, esto es,
setenta y nueve días al día de hoy, después de su datación. No urgía la entrega.
Aquí,
en este maravilloso ‘lugar al medio de la
tierra’ del Septentrio itálico que es Mediolanum,
preferiría que se tratara de algo en Gallia,
Hispania o Germania, en donde yo hice
campañas militares exitosas y conozco a tanta gente que aún sirve en las
Fuerzas Imperiales; que allende el Mare
Nostrum en el desierto y el calor, en donde, por más oro que haya de por
medio, uno sufre en carne propia los estragos del clima y las incomodidades de
esos lugares tan atrasados. Hasta para
construir los palacios personales tiene uno que sufrir: la mano de obra es muy
escasa, los esclavos son unos incivilizados que tiene uno que educar desde lo
más básico, las artes son prácticamente inexistentes; y la Urbe se extraña a
cada instante. Realmente les pido a los
dioses que no tenga que viajar mucho.
A los cincuenta
y cuatro años de edad, uno debe estar disfrutando de la vida tranquila junto a
la familia, gozando de la fortuna personal acumulada durante treinta años de
luchas victoriosas, generando arte para la posteridad. Para mí la política es para los malvados, para
los físicamente impedidos, para los que intelectualmente no han sido dotados en
el arte, la milicia o los negocios. Yo
nunca seré político; a mí me gusta la hacienda en el campo, el espacio abierto,
la vida en libertad. Esas paredes
romanas, aunque sean de mármol, me asfixian, me deprimen, me acaban. No en balde Tiberio César ha escogido Capreæ como su refugio personal; desde
su palacio en lo alto de la montaña, puede uno ver la más basta demostración de
azules en el mar y en el cielo; respirar la pureza penetrante del aire límpido
y fresco; y oír los sonidos que deja el silencio profundo. Éste ha resultado más hábil que Augusto
César, su padrastro, quien tuvo que lidiar con la turba romana durante todo su
reinado.
La
salida hacia Roma, me ha informado el mensajero, ha de ser de inmediato y con
él mismo. Su corcel, uno de esos
caballos pequeños pero muy veloces que se crían en la inmensidad de los
desiertos meridionales del Imperio, está exhausto y se quedará en Villa Garlla
para ser entregado con tabellarius
(correo) posterior. Le ordeno al
centurión a cargo que prepare una ‘decuma
de equites’, pues todos iremos a caballo hasta Roma sin perder tiempo. Yo comandaré, seremos doce en total y
viajaremos lo más ligeros posible para avanzar en el día la jornada
completa.
Nada
he disfrutado más en toda mi vida que cabalgar; bien de placer, bien de viaje,
bien de campaña. La centuria completa de
hombres a mi servicio por la milicia, son equites,
lo mejor dentro de los jinetes del Imperio; todos tienen espléndidos caballos
que han de atender mejor que a sus hijos, si fuese necesario.
Cuando
los seleccioné, todos eran infantería de primera; ahora son caballería
espléndida. Para ir a Roma, tomaremos la
ruta de la paxis, pues serán
necesarios víveres durante todo el camino.
Dejaremos mensajeros en diez puntos a lo largo de la ruta para las
necesidades de comunicación que se presenten; deberán ser reemplazados cada día
desde la Villa Garlla, a donde regresará el sustituido para estar presto al día
siguiente.
Sin
mi presencia en la Villa, las decisiones de la familia y de la hacienda, las
tomará mi esposa Lili y las de la defensa, Demustus, el centurión. Cada dos días (o diario si fuese necesario),
saldrá un mensajero desde la Villa para darme las noticias y mantenerme
informado en mi ausencia, éste será el cambio en avanzada de los mensajeros
desde la Villa hasta donde yo esté.
Villa
Garlla es además de mi palacio y mi hogar, una pequeña fortaleza de defensa e
información para el Imperium, esto
es, el mando militar al servicio del César, de donde él es Supremus y Maxîmum. Las
cuatro Legiones acuarteladas en Mediolanum
tienen sus Magíster Legionarios, pero
el primus pilus, o primero en el
mando, aunque en retiro, soy yo; ‘mi corta edad’, mi status de Tribunus Legatus
y la gran experiencia en campañas, me han concedido ese privilegio. Así sucede con las tropas ‘estacionadas’; ya
en guerra o en asalto no están más bajo mi mando, pasan al General en activo.
Yo
entré a la milicia romana a los diecisiete años cumplidos, pero por supuesto,
no era Legionario; servía en los cuerpos de apoyo y suministro de las
ciudadelas. Aprendí muchísimo de los
movimientos de materiales, armamentos y alimentos para la gente; serví en
diversos tipos de cohortes y en casi todas las armas.
Cuando
tuve suficiente altura y corpulencia, me alisté como Legionario; a los
veinticuatro años de edad fui nombrado Centurión; a los veintinueve, Jefe de
Cohorte; a los treinta y cinco, Comandante de Legión, a los cuarenta General Magíster Legionario; y a los cuarenta y
seis, Tribunus Legatus, Título que me
confirió Tiberio César. Serví a las
órdenes de los Generales de Augusto César en la campaña de Achaia, ante la
sublevación de los espartanos; en donde las seis Centurias de mi Cohorte fueron
las menos dañadas y las que más avanzaron en la escabrosa tierra de Esparta,
dándole una victoria contundente a las Milicias Romanas. Ésas, fueron las únicas incursiones militares
que guió Tiberio personalmente y allí tuve el honor de conocerle. El oráculum
estaba a mi favor: yo le conocí, él me vió; el destino nos unió.
En
nuestra querida Garlla, vivimos unas ochocientas personas distribuidas en una
decena de millias cuadradas; hay
cuatro caballerizas equidistantes desde el centro, en donde esta el Palazzo;
todas están a media jornada de camino a pié; cada oppidum o aldea, es a su vez el centro de los campos de siembra de
todo lo que se cultiva en la comarca, dejando los árboles frutales y los
viñedos en los campos que le corresponden hacia la Villa desde cada aldea. En cada oppidum
está el asentamiento de quince Legionarios con sus respectivos equinos y armas,
y en la Villa se acuartelan veinticinco de ellos.
A
la mitad del año, se rotan cinco hacia la aldea derecha, teniendo que mudar su
casa y familia junto con ellos. Casi
todos los Legionarios son mayores de treinta años, pero en plenitud de
facultades físicas. Siempre nos
recordamos que somos ‘una fuerza especial’ para la lucha y la defensa, por lo
que las prácticas de armas son continuas durante todo el año; el Centurión y
sus subalternos llevan registro exacto de ello.
Los que son casados, viven con sus familias en el lugar; los solteros en
la casa ex profeso.
Además
de los militares, en cada aldea viven seis capataces con sus maestres y
labriegos. En Villa Garlla se producen
vinos, quesos y aceites; conservas de frutas y verduras; harinas y panes; y
carnes frescas y secas; todo para alimentar a nuestras orgullosas Legiones
Romanas de las Provincias.
Toda
la gente con edad suficiente en Garlla, sabe el manejo de las armas, las
tácticas de defensa y ataque; estando además dispuestos por juramento, a
entregar su vida en bien de la comunidad.
Todos
saben quién es el amo y señor de cuanto hay aquí; un solo nombre: Veritelius de
Garlla, Tribunus Legatus (en retiro)
del Ejército Imperial Romano, al servicio de Tiberio Iulius Cæsar, Imperator Maxîmums.
La
Villa central está formada por cinco edificios: el domus, que es la casa de la familia; una villa romana clásica,
sin lujos, pero sin carencias. Yo diría
que más piedra y madera tallada que mármol.
También está el edificio del teatro y la biblioteca (con más de mil
volúmenes en Latín y Griego), que son los centros de educación y cultura de los
habitantes de Garlla, de acuerdo a sus potencialidades; aquí se fomentan las
artes, todas, al mejor nivel posible.
Igual pintura, que música, que escultura o danza, pero sobre todo, la
literatura; todos en la Villa, son capaces de leer, al menos, el Latín
Común. Otro conjunto lo forman la arena
y la pista, estos son los lugares de esparcimiento para todos; por supuesto, lo
que más nos gusta a todos son las actividades ecuestres. También son las más concurridas y
prestigiosas que tenemos. Al final de
estos campos, están los molinos y las casa de labores, así como los almacenes
del producto para la venta y entrega al Ejército Imperial; todos estos
edificios en piedra caliza de Liguria.
Hemos
erigido un pequeño templo a los dioses, el cual guarda en su parte posterior,
el panteón de nuestros antepasados; esta es la más soberbia de nuestras
construcciones: solo mármol, un gran auditorio y un pórtico romano digno de la
Gran Urbe. Cada ‘aldea’ cuenta con su propia
plaza y jardines; en Mediolanum si
algo sobra es agua y tierra magnífica para el cultivo.
A
Lili, la flor que tengo por esposa, le encantan sobre todo dos cosas, los niños
y las flores. Por mandato de ella (y
todos hemos de respetarlo, incluido yo), ningún infante menor de doce años ha
de trabajar en labores del campo o la factoría; aunque no le guste a él mismo,
tiene que estudiar. Yo la apoyo, eso
dará mejores Ciudadanos Romanos para su vastísimo Imperio. Respecto a las flores, en todas las aldeas,
durante la estación de primavera, se realiza un concurso de arreglos florales
de las plazas comunales y son premiados los ganadores con telas finas y
artículos de vidrio traídos desde Siria y Asia Menor. Igual que la Villa en el centro, las cuatro aldeas
que la rodean están dispuestas con la plaza comunal como eje: un lado
corresponde a las caballerizas, otro a la tienda de abastos (de piedra), otro
al oratorio y el restante a la galera de habitaciones para los Centuriones
solteros y la casa del capataz. En
Garlla vivimos ‘como en campaña’, todos sabemos que estamos de paso tanto en la
Villa como en la vida; por ello nos esforzamos diariamente a ser lo mejor que
podemos ser, a dar todo lo que podamos ofrecer.
¡Todo por nuestro dios preferido y por nuestro amado Emperador!
Hemos salido a prima luce hacia Roma, queremos
cabalgar a trote durante todo el día por los hermosos valles desde Mediolanum hasta el Río Padus, de éste
cruzaremos su imponente caudal de vida en Placentia,
en donde haremos nuestra primera noche.
Las eventuales lloviznas de la zona, con sus pequeñísimas gotas
cristalinas, nos refrescan del calor de verano que ya se deja sentir
intensamente; también para nuestros corceles es bueno, pues ellos disfrutan
mucho estos leves cambios de temperatura.
Nuestro ritmo de avanzada en constante y así los animales no se
fatigarán en el recorrido. Los infinitos
verdes de estas suavemente onduladas colinas, hacen gozar el paso entre ellas;
el exquisito olor que despide la tierra mojada, nos hace inspirar
profundamente, más a menudo que de costumbre; nuestros pulmones sienten la
entrada del vital aire hasta el último rincón de sus cavidades. Trotamos de dos en fondo intercambiando los
lugares de adelante hacia atrás, para que los animales, y nosotros mismos,
aprovechemos el aire limpio que genera nuestra velocidad. Toda la tierra de estos maravillosos lugares
es negra, con un contenido de humus
tal, que lo que uno siembre se cultiva con facilidad y se cosecha con
agrado. Yo nunca he visto mejores tierras
en todo el Imperio Romano, que las de Transpadana, entre el Padus y los
Alpes; y las de Pía Monte y Æmilia hacia
la región meridional de Italia. Son
verdaderamente una bendición de los dioses.
† †
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Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
También me puedes seguir en:
De Milagros y
Diosidencias. Solo por el gusto de
proclamar El Evangelio.
Primera entrega. Cumple con la espectativa espectacularmente, creo que voy a aprender historia general y de mi iglesia, latín, geografía y aparte me voy a entretener.
ResponderEliminarLe agradezco, ojalá y lo disfrute mucho. AG
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