¡Alabado sea
Jesucristo!
Ciudad de México,
Julio 26 del 2017
M E D I T A N D O L
A S
P A R Á B O L A S D
E
J E S Ú S D E N A Z A R E T
22 de 35
En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu
Santo + Amén.
PADRENUESTRO
“Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea
tu nombre;...”
AVEMARÍA
“Dios te salve, María, llena eres de Gracia.
. .”
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
“Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus
fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía Tu Espíritu Creador. Y renueva la faz
de la tierra. Oh Dios, que has iluminado
los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a sus
inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.”
21.- “PARÁBOLA DEL
HIJO PRÓDIGO”
(Lc 15, 11 – 32)
“Un
hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la
parte de la hacienda que me corresponde.’
Y él les repartió la hacienda.
Pocos días después, el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país
lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
Cuando
hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar
necesidad. Entonces, fue y se ajustó con
uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar
puercos. Y deseaba llenar su vientre con
las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.
Y
entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en
abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré:
Padre, he pecado contra el cielo y ante ti.
Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.’
Y, levantándose, partió hacia su padre.
Estando
él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y
le besó efusivamente. El hijo le dijo:
‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo
tuyo.’ Pero el padre dijo a sus siervos:
¡Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas
sandalias en sus pies! ¡Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y
celebremos una fiesta!, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la
vida; estaba perdido y ha sido hallado.’
Y
Comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se
acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados,
le preguntó qué era aquello. Él le dijo:
‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha
recobrado sano.’ Él se irritó y no
quería entrar. Salió su padre y le
suplicaba. Pero él replicó a su padre: ‘Hace tantos años que te sirvo, y jamás
dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener
una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha
devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!’
Pero
él le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero
convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba
muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.’”
(Por favor, date un tiempo largo para meditar esta
parábola, de la cual el Padre Manuel Ignacio Pérez Alonso, S.J., mi amadísimo
confesor, decía: “El Hijo Pródigo, es la
página de la Literatura Universal
más profunda y bellamente jamás escrita.”)
ACTOS DE
PREPARACIÓN:
Aprovechando la Fe ,
definida por San Pablo como “la seguridad de lo que se espera; la prueba de lo
que no se ve”, voy a ampliar mis escasas posibilidades intelectuales para
entender este mensaje del Señor.
Igualmente, con la Esperanza ,
que es “la aspiración infusa en todo cristiano al Reino de los Cielos”, pondré
en orden mis anhelos de cara a Dios y su voluntad.
Y dado que “Dios
es Amor”, la Caridad permitirá que
me amalgame al Creador con toda la dimensión de mi persona para ser reflejo de
su luz.
PETICIÓN:
Permíteme Señor y Dios mío, captar la
grandeza de tu amor, lo inmedible de tu misericordia y el valioso significado
de mi permanencia en Tu Gracia para lograr mi salvación.
EL
TIEMPO Y EL LUGAR:
¡Qué maestría
del Señor! Y qué bien que San Lucas no haya dejado pasar tan maravillosas
palabras de Jesús, dejándolas registradas para la posteridad. ¿Cuántos pudieron
haber oído ese día al Maestro? ¡Benditos
ellos! Ahora somos nosotros, en cantidad
superior a millones, los que nos hemos podido dar cuenta, ante todo, de La
Misericordia de Dios.
Jesucristo va en
camino al valle sur del Jordán, visitará Betania, la de Perea, allende el río,
y Jericó, la ‘pequeña cosmopolita’, como la conocían los romanos. La predicación del Señor ahora es escuchada
con la infaltable presencia de escribas y fariseos (y no es que ellos vayan a convertirse -aunque habrá
algunos que sí-), para recabar ‘pruebas en su contra’ que usarán en el ya
inminente ‘juicio’ al que quieren someterlo.
En esta ocasión debe haber muchos de estos ‘doctores de la Ley ’, pues la parábola de
Jesús es de un nivel cultural y teológico que solo podrían entender los muy
versados de su tiempo; aunque no carece de la sencilla pedagogía del Maestro.
LOS PERSONAJES Y
ELEMENTOS:
El padre de los
hijos, es Dios. El menor de los hijos, el ‘hijo pródigo’, soy yo. La hacienda (o herencia), son mis dones y es
mi voluntad; el libre albedrío. El país
lejano, son las condiciones de pecado que se me presentan, y que yo mismo
acepto, o que inclusive, hasta busco. El
hambre, es el estado de pecado en mi vida.
La decisión de regresar a casa, es el arrepentimiento; esa valiosísima
oportunidad que tengo de volver a lo correcto, al bien, a Dios. La casa del padre, es el estado de gracia;
ese lugar del que nunca debo apartarme.
La recepción del hijo por el padre, es la Misericordia de
Dios. El hijo mayor, son las insidias
del demonio por mantenernos en el pecado.
MEDITACIÓN:
Eso es el
pecado, un lugar lejano de la
Casa del Padre en donde hay toda clase de cosas repugnantes y
desagradables (como los criaderos de puercos para los judíos, con que Jesús
ejemplifica la parábola), de las que solo me doy cuenta cuando pongo atención a
mi conciencia.
Pero me queda
claro, casi nunca soy inconsciente del pecado; mejor dicho, casi siempre estoy
consciente de cuando voy a actuar mal.
Hay muchas señales que me lo indican: primero, la Divina Providencia ,
que actúa categóricamente en mi vida a fin de que no peque; hace posible que me
mantenga en ‘Estado de Gracia’. La Providencia me hace
recordar el bien aprendido, las buenas acciones que tengo como experiencia, e
inclusive, la Palabra
de Dios, acorde a mis necesidades de definición frente al pecado. Dios no quiere que yo peque y por ello,
siempre está al pendiente de mi comportamiento y de mis oraciones.
Otro medio que
me ayuda a no pecar es el apego al bien común, que en medida de Cristo es muy
sencillo: “Ama a Dios sobre todas las
cosas y a tu prójimo como a ti mismo”, o bien, “No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti.” Poner mis decisiones y acciones ante
estos medidores o depuradores, siempre me ayudarán a no pecar, al menos
intencionalmente.
No obstante lo
anterior, San Pablo me enseña que soy “. . . materia caída en el pecado. . .” y
que lucho constantemente contra la fuerza de la carne, que es más propensa a
caer. Y aún así, sabiendo que estoy mal,
todavía me atrevo a pedirle a Dios que me ayude, ‘que me vaya bien en mis
negocios, en mi trabajo’, solo para tener lo suficiente de recursos que usaré
de mala manera. En otras palabras, le
pido al Padre “…la parte de la hacienda
que me corresponde…” y me dispongo a vivir disolutamente, sin medida;
pecando. ¡Claro que estoy consciente de mis actos! Actuando así, por supuesto
que mis acciones tienden al pecado. Y
sin embargo, el Padre, siempre bueno, respeta mi voluntad, respeta mis
decisiones. Espera pacientemente mi
arrepentimiento.
La vida en
pecado da hambre de Dios; deja sedienta el alma de la indispensable ‘agua viva’
de Jesucristo. De esto no me doy cuenta
al principio, mientras inicio mis momentos de pecado, pero al cabo de
permanecer en ellos, el vacío de Gracia
que esto produce ahoga la voluntad, socava la libertad e infecta la
inteligencia. Este estado de degradación
personal solo lo revierte la contrición, que no es otra cosa que reconocerme
pecador ante Dios. Aunque claro, el
Demonio también trabaja; y él hace lo posible por mantenerme en el pecado.
Pero allá,
hundido en el pecado, cuando pienso “en
la casa de mi Padre”, en la magnífica forma de vida que es la obediencia a
Dios, se da el regreso del pecador; y es entonces cuando decido: ‘Me levantaré, iré a mi padre y le diré:
Padre, he pecado contra el cielo y ante ti.
Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus
jornaleros.’ Arrepentido, soy de
Jesucristo; engreído soy de Satanás.
El simple hecho
de decidirme a ya no pecar, a salir de ese estado de miseria en el que me
mantiene el pecado respecto de Dios, hace cantar de alegría a los ángeles en el
cielo. No importa cuánto me haya
separado del buen camino, no importa qué tan profundamente haya caído; cuando volteo
a Dios, cuando busco su perdón, hay fiesta en el cielo porque un pecador quiere
volver a la senda de la rectitud, al camino de la salvación, a la comunión con
el Señor.
Dios siempre
quiere lo mejor para mí; Él permanece con los brazos abiertos para recibirme
arrepentido y dispuesto a enmendar mis faltas; basta que yo quiera
hacerlo. La misericordia de Dios es
infinita, pero es menester que yo me decida a gozar de sus beneficios. Nadie me mete ‘a fuerzas’ al pecado; yo soy
el que decide pecar. Igualmente, nadie
me sacará del pecado; yo tengo que decidir ya no seguir en él. Cuando yo me inclino a pecar, el demonio y
todas sus huestes se apresuran para que yo caiga; como que todo lo facilitan
ante mi debilidad. De la misma manera,
cuando me arrepiento de mis acciones de pecado, el Señor y todos sus ángeles
están a mi disposición para salir adelante.
Son mi voluntad, mi libertad y mi inteligencia (con la ayuda de Dios o
no), las que me hacen estar en gracia o en pecado.
Y, aún así,
cuando ya he decidido salir de mi humillante estado de pecado y he sido ayudado
por Cristo para no volver a pecar, todavía queda el contraataque de Satanás por
mantenerme alejado de la Gracia Divina. Cuántas veces siento, después de haberme
arrepentido, que no debí haber recapacitado, ‘que estaba mejor antes’, ‘que no
era tan malo lo que estaba haciendo’.
Pues esos sentimientos y pensamientos, no son otra cosa que el disgusto
del Demonio por mi regreso a la
Casa del Padre, al sendero del bien y la verdad, al
reencuentro con la felicidad en Dios. Es
posible que hasta de mis más queridos y allegados pueda oír comentarios
adversos a mi decisión; hasta de ellos podré recibir desaprobación de mis
actos. Pero siempre habré de entender
que Satanás está detrás de tan malévolas intenciones. Él me quiere perdido, en pecado y sin
esperanza; siempre querrá que viole la voluntad de Dios para ser parte de sus
huestes, para mi perdición.
Lo infinito de la Misericordia de Dios
en lo personal, radica en que siempre tendré oportunidad de acceder a ella para
lograr mi reconciliación con el Señor.
Basta recordar las palabras de Jesús al respecto: “Así que os digo yo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y
se os abrirá. Porque todo aquel que
pide, recibe; y quien busca, halla; y al que llama, se le abre.” A Dios le importa mucho el estado de santidad
de mi alma. A mí me debe importar aún
más, pues solo estando fuera del pecado puedo lograr mi salvación.
Hoy ya lo sé
(aunque también lo sabía antes), ‘El Hijo Pródigo’, lo es, solo porque tuvo la
voluntad de arrepentirse y no volver a pecar.
Así quiero ser yo, dejar a un lado mis ocasiones de pecado y permanecer
fiel a los designios de Dios.
FRUTO:
VOY A ESCRIBIR DOS PROPÓSITOS TANGIBLES Y
ALCANZABLES QUE DEBERÁN CAMBIAR MI VIDA, A FIN DE SER UNA PERSONA CONGRUENTE
ENTRE LO QUE ACABO DE APRENDER DE JESUCRISTO Y LO QUE DEBO HACER COMO UN DIGNO
SEGUIDOR DEL SEÑOR.
1
2
ORACIÓN A MARÍA:
Virgen Santísima, tú que nunca caíste
en la tentación ni en pecado, ayúdame a fortalecer mi inteligencia, mi libertad
y mi voluntad, a fin de que siempre desee estar cerca de tu Hijo y hacer su
voluntad.
Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.
En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu
Santo + Amén.
V V V
Afectísimo en
Cristo de todos ustedes,
Antonio Garelli
También me puedes seguir en:
De Milagros y
Diosidencias. Solo por el gusto de
proclamar El Evangelio.
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