¡Alabado sea Jesucristo!
Ciudad de
México, Mayo 28 del 2017
“Galileos, ¿qué hacéis
ahí mirando al cielo?
Éste que os ha
sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así,
tal como lo
habéis visto subir al Cielo.”
Hechos de los
Apóstoles 1, 11
SOLEMNIDAD DE
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Muy
estimados todos en Cristo Jesús:
Si uno se para en La Explanada de las Mezquitas, en
Jerusalén, y mira hacia el Oriente, verá el insigne y majestuoso Monte de los
Olivos exactamente enfrente; y en la cumbre, podrá uno identificar fácilmente
el Campanario de la Iglesia de la Ascensión, del Monasterio Ortodoxo del mismo
nombre. Si pudiéramos quitar todas las
casas que han sido construidas en tan Santos Lugares, por musulmanes y judíos,
todavía veríamos lo que disfrutaron los Discípulos y Apóstoles –acompañados de
las Santas Mujeres, con María Madre a la cabeza– el día y momento de La
Ascensión del Señor a los Cielos.
El azul añil del cielo es tan intenso, que hace que el
contraste con las nubes blancas, lastime los ojos al fijar la vista. Si a esto agregamos la Gloria del Señor al
momento de la Ascensión, entonces es posible que nuestra visibilidad se reduzca
considerablemente a causa de la intensa luminosidad y Divinidad. Así debió
haberles sucedido a estas 136 personas que presenciaron La Ascensión de
Jesucristo al Cielo, “cerca de Betania.”
11 Apóstoles, 120 Discípulos y las Santas Mujeres, al menos
cinco –María Madre, María la de Magdala, María de Cleofás y Martha y María, las
hermanas de Lázaro– todos impactados porque El Señor, SU SEÑOR, se va a donde
estaba antes, al Cielo. ¡Pero no se va
solo! ¡No! ¡Le sigue una gran procesión de Cuerpos Gloriosos! Son los Justos que fue a rescatar en su
visita ‘a los infiernos’, que estaban esperando ser Salvados por el Cordero de
Dios.
¡Sí! Todos los hombres y mujeres que cita San Pablo en la
Carta a los Hebreos: “Por la Fe ...
fueron alabados nuestros mayores…” (Hb 11,2). Desde El Justo Abel,
pasando por Patriarcas, Profetas, Jueces, Reyes y Santos; hasta Simeón y ‘el buen ladrón’; todos acompañan a
Jesucristo Resucitado, que es recibido por las Huestes Celestiales de
Arcángeles, Querubines y Ángeles; quienes se alegran y se emocionan ante el
retorno de Dios Hijo, a la Casa de Dios Padre, omnipresentes con Dios Espíritu
Santo.
Hombres y mujeres que conocemos con sus nombres y sus acciones,
que siempre estuvieron seguros de la Voluntad de Dios de recibirlos a ‘Una Vida Nueva’, celestial y perfecta;
como debió haber sido siempre. Igual que
en La Resurrección, el momento esperado por toda La Creación para su Redención,
el día de La Ascensión del Señor a los Cielos, es la ‘materialización espiritual’ del cumplimiento de las Promesas de
Dios nuestro Señor.
Nada debió haber sido igual, que ver que El Celestial vuelve
a Su Morada. Ni para ellos que lo vivieron en cuerpo y alma, ni para nosotros
que lo tenemos presentísimo en la Fe.
Nada se compara a la Ascensión de Cristo
Jesús al Cielo.
Orar
sirve, oremos por México.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
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Veritelius
de Garlla, Apóstol Gentil
De Milagros y
Diosidencias. Solo por el gusto de
proclamar El Evangelio.
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