¡Alabado
sea Jesucristo!
México, D. F.,
Noviembre 8 del 2015.
RESPETO A LA AUTORIDAD (4 DE 4)
CLÉRIGOS Y LAICOS
Muy estimados todos en Cristo Jesús:
Es tan diferente el funcionar de la Iglesia Católica
posterior al Concilio Vaticano II, del que existía antes de él, que apenas se
puede uno imaginar las penurias, las inconsistencias pastorales y las anarquías
que la rodeaban. Todo eso desaparecería casi de tajo –en menos de diez años–,
todo se modificaría desde sus mismísimas bases; solo La Fe permanecería
incólume, inamovible.
Las penurias se convertirían en abundantes recursos,
las inconsistencias en definiciones universales de facto y las anarquías en
multitudinaria participación conjunta.
La Iglesia toda cambiaría, desde lo más encumbrado de la jerarquía clerical,
hasta lo más sencillo de los laicos, fieles o no.
Esta es la Iglesia que vivimos hoy, somos muy pocos
los que nos acordamos de la anterior; la de Misas en Latín, la de clérigos
impersonales y poco pastorales, la de seglares laicos indiferentes y cero
participativos. La Iglesia Católica
Apostólica Romana post-conciliar del Vaticano II, es dinámica, como no lo fue
durante un milenio; es misionera, como no lo había sido en quinientos años; y
sobre todo, es abierta y participativa, como no había sucedido nunca. Veinte siglos tuvieron que pasar para que
alcanzáramos la madurez de interrelaciones que hoy tenemos, para que nos
identificáramos vivencialmente cercanos.
Pero estos cambios de acercamiento también han traído
situaciones ‘poco deseables’ o ‘desagradables’ incluso, entre religiosos y laicos. Una de ellas es la falta de respeto entre “Un
Hombre de Dios” –que es lo que SIEMPRE debe ser un sacerdote– y un seglar,
“hijo de Dios” y oveja del rebaño del Señor.
Sea entre hombres o mujeres, la ‘sana distancia’ de estas relaciones se
ha disminuido tanto, que en ocasiones es imperceptible, o inexistente;
perdiéndose ante todo el sentido de responsabilidad recíproca, que el trato
personal amerita.
También la sociedad y el mundo han cambiado mucho, en
tan solo una generación. El Cura (sacerdote
encargado de una feligresía. RAE), prácticamente ha desaparecido; y las pías señoras
de la doctrina y obras de caridad, son recuerdo digno de estudio. Antes, el ‘Padrecito’ tenía que procurar para
los pobres del lugar; hoy tiene que preocuparse de las muchedumbres de
migrantes que llegan o se van. Antes, el
problema social más grande eran los ‘borrachines’ del fin de semana; hoy son
los ‘sicarios del crimen organizado’ de todos los días. Y en medio de tan dramáticos cambios, está la
Parroquia del lugar; con sus clérigos y seglares, sus hombres y mujeres, sus
propios y sus extraños.
Las leyes, la justicia, el gobierno y la paz de los
parroquianos han cambiado tanto, que ya ni las palabras significan lo mismo; y lo
peor es que los cambios seguirán. Solo
una cosa no debe cambiar nunca: La Fe, La Esperanza y La Caridad Divinas; eso
es lo que nos debe mantener firmes, dispuestos y alertas.
Orar sirve, oremos por México.
De todos ustedes, con afecto en Cristo.
Antonio Garelli
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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.
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