¡Alabado sea Jesucristo!
Ciudad de
México, Agosto 4 del 2017
“. . . Las
ovejas a su derecha, las cabras a su izquierda.”
Jesucristo
¿POR QUÉ A VECES
QUEREMOS
QUE ALGUIEN NO SE
SALVE?
Muy
estimados todos en Cristo Jesús:
Hasta hace unos días, ni siquiera se me había ocurrido
pensar algo así; pero un mail me
plantó en esta realidad. Es cierto, a
veces pecamos ‘de a gratis’, como dicen en mi pueblo; no ganamos nada con el
pecado que estamos cometiendo (claro está,
nunca ganamos nada con el pecado), pero seguimos en él.
Y luego nos atrevemos a enarbolar nuestras ‘razones’:
Que porque ‘nosotros sabemos muy bien’ que no merece la
Salvación.
Que por envidia, porque para nosotros ‘ya tiene muchas
cosas’.
Por soberbia, porque no somos capaces de aceptar que sea
‘igual que nosotros’.
Por rencor, porque ‘eso que me hizo no se lo voy a perdonar
nunca’.
Por egoísmo, porque queremos la Salvación ‘nada más para
nosotros y los nuestros’.
Y la peor: por ignorancia, porque no sabemos ni lo que
decimos.
Pareciera un tema o tópico en el que ni siquiera habría que
detenerse, pero no es así; pues, tal como nos enseña La Iglesia, podemos pecar
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Así que este ‘simple deseo’ se puede convertir en un pecado grave; un
pecado de pensamiento que nos esté trastornando nuestra estabilidad emocional y
nos induzca a cometer otros pecados que no teníamos considerados.
La Salvación, mis queridos amigos, no es un asunto de
nosotros; nosotros ´nada más’ la gozamos o la perdemos. Dios Padre la planteó, Dios Hijo se ofreció
como Cordero de Dios y la llevó al cabo ofreciendo su propia vida humana; y
Dios Espíritu Santo nos da la posibilidad de la Santificación, para poder
alcanzarla. La Salvación solo viene del
Señor. Solo Jesucristo ‘juzgará en el
Juicio Final’ (de cada quien), si hemos alcanzado o no la Salvación de nuestra
alma, otorgándonos un Cuerpo Glorioso –en caso de sí merecerla– para disfrutar
de su presencia en La Casa del Padre.
No importa de quién se trate (suegra, cuñada o pariente;
profesor, jefe de trabajo o ex compañero de clase) nosotros nunca debemos ni
siquiera desear la condenación de alguien; PRECISAMENTE PARA ESO ES EL PERDÓN –remitir la deuda, ofensa o delito–, PARA QUE
QUIEN NOS HAYA OFENDIDO, PUEDA MANTENER VIVAS SUS ESPERANZAS DE SALVACIÓN. Si nosotros no perdonamos a quien nos haya
solicitado nuestro perdón, (“. . . setenta veces
siete.
. .” como pidió Jesucristo y que no se refiere a 490 ocasiones, sino a que
debemos perdonar siempre), ¿cómo podemos pedir perdón a Dios y esperar ser
perdonados?
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
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Veritelius
de Garlla, Apóstol Gentil
De Milagros y
Diosidencias. Solo por el gusto de
proclamar El Evangelio.
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